7 janvier 1984
La Sainte Vierge: Mes enfants, Je viens
vous demander d'avoir la paix et l'amour. Sans paix et sans amour entre
vous, vous n'obtiendrez pas le Ciel. Je vous demande également le
sacrifice ainsi que la prière.
Amparo: Je veux rester ici, je veux rester, laisse-moi ici. La Sainte Vierge : Non, Ma fille, tu dois encore souffrir pour parvenir à cette demeure. Amparo: Je vois une demeure complètement
jaune; jusqu'au gazon et aux roches qui sont jaunes, avec des éclats
semblables à l'or. Les personnes que je vois dans cette demeure
sont entourées d'une auréole de lumière jaune. Certaines
d'entre elles ont les cheveux très longs, presque jusqu'à
la ceinture.
MENSAJE DEL DÍA 7 DE ENERO DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos, os vengo a decir que tengáis paz y amor. Sin paz y sin amor entre vosotros no conseguiréis el Cielo, hijos míos. También os pido el sacrificio junto con la oración. Sí, hija
mía, tú tienes que sufrir mucho para salvar almas; por eso
te pido humildad; humildad, hija mía. Vale la pena tener humildad
para luego conseguir esto, hija mía.
LUZ AMPARO: Yo quiero quedarme
aquí, yo quiero quedarme, déjame aquí.
LA VIRGEN: No, hija mía,
tienes todavía que sufrir para alcanzar esta morada.
LUZ AMPARO: Veo una morada
completamente amarilla; hasta el césped y las rocas son amarillos,
con destellos como si fueran de oro. Las personas que veo en esta morada
están rodeadas de una aureola de luz amarilla. Algunas de estas
personas tienen el pelo muy largo, casi hasta la cintura.
LA VIRGEN: Besa el suelo, hija mía, besa el suelo en acto de humildad... En acto de humildad, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo. Sí, hija mía, si eres fiel a mi Hijo, conseguirás esto. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Levantad todos los objetos... Hija mía, todos los objetos han sido bendecidos. Sed humildes, hijos míos, sin humildad no conseguiréis el Cielo. Adiós,
hijos míos, adiós.
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24 mars 1984
La Sainte Vierge: Mon Cœur déborde d'allégresse, Ma fille, en voyant que toute l'Humanité a été consacrée à Mon Cœur Immaculé. Le Vicaire du Christ, Mon Fils bien-aimé, M'a consacré le globe terrestre, Ma fille. [fait le 24 mars 1984 par le Pape et simultanérnent en Russie par Mgr Hnilica]. Maintenant il appartient aux hommes de recueillir ces grâces que Mon Cœur déverse quotidiennement pour tous Mes enfants. Ce rendez-vous a été très
important, Ma fille, car Je dois te donner un avis très important
:
Je vais te demander aussi, Ma fille de
faire une image en l'honneur de Mon Nom, avec le blason de Mon Fils bien-aimé,
le Vicaire du Christ, en jaune et blanc.
Je t'ai déjà avertie: prends garde aux faux prophètes. ils ne parlent pas contre Moi, mais ils agissent contre Nos Noms, Ma fille, parce qu'ils n'observent pas ce commandement qui fut institué par l'Eglise et pour l'Eglise. Vois, Ma fille: ta souffrance a été si grande, et il vaut la peine de souffrir. Pense que tu étais une misère et que Mon Fils est en train de te façonner pour que tu puisses monter haut, très haut. Fais toi toute petite, Ma fille : sois humble; il t'arrive parfois de ne pas observer ce conseil de ta Mère. La Sainte Vierge: il y a longtemps que
tu n'as pas bu le calice de douleur. Tu vas en boire quelques gouttes.
Tu sais bien que ce calice est en train de se vider. Prends-le Ma fille
:
Tu ne sais pas la semence qui a germé,
Ma fille. Elle est tombée sur une terre ferme.
Pénitence, Mes enfants, pénitence
et sacrifice avec la prière. Faites des visites au Très Saint
Sacrement, Mes enfants. Mon Fils est triste et seul.
Je vous bénis, Mes enfants, comme
le Père vous bénit, par l'intermédiaire du Fils et
avec le Saint Esprit.
MENSAJE DEL DÍA 24 DE MARZO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID) LA VIRGEN: Mi Corazón rebosa de alegría, hija mía, al ver que todos los humanos han sido consagrados a mi Inmaculado Corazón, hija mía. El Vicario de Cristo, mi amado hijo, hija mía, este hombre ha consagrado el globo terrestre, hija mía; ahora corresponde a los humanos coger esas gracias que mi Corazón derrama diariamente por todos mis hijos. Ha sido muy importante, hija mía, esta cita, porque tengo que darte un aviso muy importante, hija mía: cuidado con todos estos profetas que están acudiendo por decenas a este lugar. No hablan en contra de Dios, pero no están cumpliendo con el octavo mandamiento de la Ley de Dios, hija mía: “No mentirás”; y están mintiendo, hija mía. Nuestros nombres los cogen como un niño cuando coge un juguete: lo destroza. Ten cuidado, hija mía, con esos profetas. También voy a pedir, hija mía: quiero que se haga una estatua en honor a mi nombre, con el escudo de mi amado hijo, el Vicario de Cristo; también con el color amarillo y blanco. Te costará mucho conseguir esto, hija mía. Tú tienes que ir directamente al Cardenal. Que nadie se oponga en tu camino, hija mía; tú piensa que te humillarán, pero que a mi Hijo le humillaron y tú no eres más que mi Hijo, hija mía. Ya te he avisado: cuidado con los profetas falsos, que no hablan en contra de mí, pero van en contra de nuestros nombres, hija mía, porque no están cumpliendo con ese mandamiento que fue instituido por la Iglesia y para la Iglesia, hija mía. Mira, hija mía:
tu sufrimiento ha sido tan grande, que vale la pena sufrir; piensa que
eras miseria y que mi Hijo te está puliendo para poder subir alto,
muy alto. Hazte muy pequeña, hija mía: sé humilde;
a veces tampoco cumples con este mandato... (palabra ininteligible) de
tu Madre, hija mía...
LA VIRGEN: Hace mucho, hija
mía, que no bebes del cáliz del dolor; vas a beber unas gotas;
ya sabes que se está acabando este cáliz. Cógelo,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¿También
esto?...
LA VIRGEN: ¿Está amargo, hija mía? Pues, ¡cuántos preferirían sentir esta amargura antes que ir al fondo del abismo! Dije que mis avisos se acababan, hija mía; pero, ¡estoy con este gozo tan grande de ver que mi Corazón Inmaculado depende..., depende de vosotros, hijos míos! Yo os estoy avisando. Soy como una madre, y como madre tengo el deber de avisaros, hijos míos. Cuando una madre ve que su hijo va a caer por un precipicio, corre tras él y le pone con gozo en su regazo, hija mía. Tú no sabes la semilla que ha germinado, hija mía; ha caído en tierra firme. Tú no sufras por esas pocas semillas que han caído entre abrojos. Porque han caído entre abrojos, se han ahogado; pero porque ellos han querido, hija mía, porque yo estoy dando avisos hace muchos años para que se conviertan. Penitencia, hijos míos, penitencia y sacrificio acompañados de la oración. Haced visitas al Santísimo, hijos míos; mi Hijo está triste y solo. Quiero que esta estatua, hija mía, sea llevada a Roma para que el recuerdo de mi hijo sea eterno, hija mía. (Se refiere al papa Juan Pablo II). Te va a costar mucho esto que pido; pero con mi ayuda lo conseguirás. Levantad todos los objetos, hijos míos... Todos estos objetos han sido bendecidos, hija mía; servirán para la salvación de las almas. Es por lo más importante: el alma, lo que más importancia tiene. Ya te he repetido muchas veces, que el cuerpo no vale ni para estiércol, hija mía. Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Humildad, hija mía, humildad te pido. Si te calumnian, humíllate, hija mía; que a mi Hijo le calumniaban, le llamaban “el endemoniado”, “el vagabundo”; y no va a ser más el discípulo que el Maestro, hija mía. Besa el pie, hija mía, en recompensa a tus sufrimientos. (Luz Amparo da un beso muy fuerte en el aire con grande gozo). Adiós,
hijos míos, adiós.
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1er avril 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, Je viens donner
des précisions sur certains points.
La Sainte Vierge: Moi, Je t'aide Ma fille.
Mais pense que tu es victime, victime de réparation pour tous les
péchés du monde. L 'humilité et le sacrifice: sans
sacrifice et sans humilité vous ne pourrez parvenir au Ciel, Mes
enfants.
confondre avec ceux de l'ennemi. Et ne
suivez pas de faux prophètes. Le monde est infesté de faux
prophètes.
MENSAJE DEL DÍA 1 DE ABRIL DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, vengo a aclararos unas cosas, hija mía. En mi mensaje del sábado hubo varios humanos que dudaron de tres preguntas, hija mía. Te han preguntado y no has sabido qué contestar. Tú también has dudado, hija mía... (Luz Amparo comienza a llorar con mucha pena). No llores, hija mía. Eres muy poco humilde por dudar de mis preguntas. Tú antes me has preguntado y no te he contestado; pero quería que todos los aquí presentes supiesen que eres muy poco humilde, hija mía. Antes de aclararte estas tres preguntas, besa el suelo, hija mía; por tu humildad, hija mía, y por todos los humanos... La primera pregunta que te voy a contestar, hija mía, es sobre el Cardenal. Hace mucho tiempo que te dije que fueses a hablar con el Arzobispo. Hija mía, no has cumplido con lo que yo te dije. Por eso te digo ahora que vayas al Arzobispo y que vayas al Cardenal, hija mía. La segunda duda es sobre la Iglesia; sobre los mandamientos de la Iglesia, porque te dije, hija mía, que habían sido hechos por la Iglesia y para la Iglesia. Sí, hija mía, porque todo el ser humano es Iglesia, hija mía. Y como todos los humanos son Iglesia... (ininteligible por el llanto), por eso los mandamientos los hizo Dios para la Iglesia y por la Iglesia, hija mía. Y todos sois Iglesia. La tercera duda, hija mía, es sobre la Consagración en el mundo. El mundo fue consagrado el domingo. Y os dije que os unieseis a mi amado hijo, el Vicario de Cristo, para que la Consagración no fuese el mismo día, hija mía; pero la Consagración estaba ya en el pensamiento de mi amado hijo, hija mía. Por eso te digo que eres poco humilde para dudar de mí, hija mía. Esto ha sido la causa de mi presencia, hija mía, para aclararte estas preguntas. Ahora vas a besar el suelo por los pobres pecadores... Por los pobres pecadores, hija mía; en reparación de todos los pecados del mundo. Nada más quería avisarte, hija mía, para que seas humilde y nunca dudes de mis palabras, aunque te digan que el enemigo puede confundir todo esto, que puede ser obra del enemigo. Sigue adelante, hija mía, que en una ocasión te dije: “El enemigo nunca puede hacer buenas obras; siempre destruye, hija mía; nunca construye”. Por eso pido humildad, que con humildad el enemigo no puede apoderarse de las almas, hija mía. Y no tengas dudas; tienes que ser muy humilde, muy humilde, hija mía. No llores, porque
la humildad consiste en proponérsela uno mismo.
LUZ AMPARO: (Entre sollozos)
¡Tantas cosas!... ¡Son tantas cosas!...
LA VIRGEN: Pero, hija mía,
¿de qué sirven estas cosas del mundo para todo el que goza
de ellas, si luego, en un segundo, va a perder su alma, hija mía?
LUZ AMPARO: ¡Ayúdame!,
¡ayúdame!
LA VIRGEN: Yo te ayudo, hija mía; pero piensa que eres víctima, víctima de reparación de todos los pecados del mundo. Humildad y sacrificio. Sin sacrificio y sin humildad no podréis conseguir el Cielo, hijos míos. No dudéis de los mensajes del Cielo, nunca pueden confundirse con los del enemigo. Y no sigáis a profetas falsos. El mundo está invadido de profetas falsos. Os voy a dar mi bendición, hijos míos. Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Hijos míos, para que veáis que os quiere vuestra Madre, hoy os voy a bendecir todos vuestros objetos. Levantad todos los objetos... Todos estos objetos han sido bendecidos; servirán para la conversión de los pecadores. Adiós,
hijos míos, adiós.
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7 avril 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, cet avertissement
sera bref: implorez, Mes enfants, pour cette fausse paix qui règne
dans le monde. Je vous demande, Mes enfants, de prier pour la perversité
des hommes, afin qu'ils n'offensent plus Dieu, car Il est très ou-
tragé.
Les hommes sont ingrats, Ma fille ; ils
ne répondent pas aux grâces que Mon Cœur déverse chaque
jour.
MENSAJE DEL DÍA 7 DE ABRIL
DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES,
LA VIRGEN: Hija mía, este aviso va a ser corto, hija mía: pedid, hijos míos, por esta falsa paz que hay en el mundo. Os pido, hijos míos, que pidáis por la perversidad de los hombres, para que no ofendan más a Dios, porque está muy ofendido. Su Divina Majestad, la Divina Majestad del Padre va a mandar un castigo sobre toda la Humanidad. Hijos míos: todos aquéllos que os llamáis hijos de Cristo y que cumplís con los mandamientos, entraréis en el Reino de los Cielos; pero, ¿cuántos son ante los hombres unos grandes santos, hijos míos, pero están ofendiendo al Padre Eterno? Mira, hija mía: te he mostrado muchas veces cómo ponen el cuerpo de Cristo los pecados de los hombres... (Luz Amparo aumenta sus sollozos, al ver cómo los ángeles muestran el cuerpo de Cristo totalmente desfigurado por los pecados de la Humanidad). Con sacrificio, hijos míos, y con oración se salvarán muchas almas, porque estamos al fin de los fines, hijos míos. Pedid, hijos míos, por las almas consagradas; ¡las ama tanto mi Corazón!..., ¡y qué mal corresponden a ese amor!... Tú, hija mía, tienes que ser humilde; ya sabes que mi Hijo te ha cogido víctima de reparación. Los hombres, hija mía, son ingratos, no corresponden a las gracias que mi Corazón derrama diariamente. Voy a dar mi bendición a todos los aquí presentes. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos... Estos objetos, hijos míos, sirven para la conversión de los pobres pecadores. Van a ser marcados varios de los aquí presentes, hija mía. Varios, hija mía, de los aquí presentes han sido marcados; pero tienen que corresponder a esa marca, hijos míos. Tenéis que ser firmes en la fe, hijos míos, en la caridad, hijos míos, porque si no hay caridad, no se puede amar al prójimo, hijos míos. Es la virtud..., la caridad y la humildad, las virtudes más grandes para entrar en el Reino de los Cielos, hijos míos. Pero siempre con la fe por delante. Y tú, hija mía, ofrécete como víctima por los pobres pecadores. Adiós,
hijos míos. Adiós.
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8 avril 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, Je vais t'indiquer
l'endroit où la Chapelle devra être édifiée...
(Amparo suit en extase les indications de la Très Sainte Vierge).
Déchausse-toi, Ma fille. Depuis cet endroit jusqu'au dernier arbre,
Ma fille, en longueur et en largeur; en largeur, Ma fille, jusqu'à
ce lieu... ( Amparo va jusqu'à !arbre, pieds-nus, au milieu de la
boue et des pierres). J'ai déjà tout dit, Mes enfants. Prenez
les mesures de ce lieu, Mes enfants, en longueur et }en largeur. Reviens,
Ma fille, à l'endroit où tu étais... (Amparo,
MENSAJE DEL DÍA 8 DE ABRIL DE 1984
LA VIRGEN: Hija mía, voy a avisarte dónde va a ser el lugar para hacer la Capilla, hija mía... (Luz Amparo camina en éxtasis siguiendo las indicaciones de la santísima Virgen). Descálzate, hija mía. Desde este lugar a aquella parte del último árbol, hija mía, a lo ancho y a lo largo; a lo ancho, hija mía, hasta este lugar, hija mía... (Luz Amparo camina hasta ese árbol y continúa descalza entre el barro y las piedras). Ya lo he dicho todo, hijos míos. Medid, este lugar, hijos míos, a lo ancho y a lo largo. Vuelve, hija mía, al lugar donde te encontrabas... (Luz Amparo, en éxtasis, vuelve caminando al lugar inicial). Y ahora, hija
mía, sólo te quería avisar cómo me gustaría
que fuese mi Capilla, hija mía; que acudiesen a este lugar todos
aquéllos que viniesen de cualquier parte del mundo y que pudiesen
entrar en esa Capilla, hija mía. Medid donde os he indicado. No
hay excusa, hija mía, porque ya te lo he dicho todo.
LUZ AMPARO: (Entre lágrimas).
No depende de mí, no, no depende... ¡Ay!...
LA VIRGEN: Te he dicho que
vayas a hablar con el Obispo, hija mía; hace mucho tiempo te lo
he comunicado.
LUZ AMPARO: (Sollozando).
¡Ay,... no puedo, y no puede ir allí!...
LA VIRGEN: Vete, hija mía;
es el momento. Y después ya te indicaré que vayas al Cardenal.
La estatua, hija mía, que he pedido, hay que hacerla, pero primero
hay que ir a hablar con el Obispo; por eso, hija mía, me manifiesto
tan a menudo, porque quiero que se cumpla este mensaje.
LUZ AMPARO: No puedo, ¡ay,
no puedo, yo no puedo, ay...! (No se alcanzan a entender con claridad estas
palabras por la fatiga y el llanto).
LA VIRGEN: Ve donde sea,
hija mía. Decídete; pero no dejes un minuto, hija mía.
Vas a sufrir, te van a llamar loca.
LUZ AMPARO: No, Tú
no lo consientas; eso no.
LA VIRGEN: Ya te he dicho, hija mía, que tu destino es ser víctima. Hija mía, obedece a mis mensajes; luego, hija mía, si no conceden lo que yo pido, no dependerá de ti, hija mía. Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecadores, hija mía... Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. Adiós.
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14 avril 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, en ces jours,
le sacrifice et la prière ont beaucoup de valeur.
C'est pourquoi Je vous demande, Mes enfants:
PRIEZ LE SAINT ROSAIRE. J'AIMERAIS QUE L'ON RECITE
LES TROIS PARTIES DU ROSAIRE ET QU'IL SOIT OFFERT POUR LE SALUT DES AMES.
L'enfer est terrible, Mes enfants. Si d'aucuns pensent que l'enfer n'existe
pas, c'est un mensonge, Mes enfants. Si l'on vous a dit que Dieu est
miséricordieux et qu'Il ne vous punira pas... Dieu est miséricorde
et amour, Mes enfants, mais envers ceux qui demandent pardon de leurs fautes.
MENSAJE DEL DÍA 14 DE ABRIL DE 1984
LA VIRGEN: Hija mía, estos días, hija mía, tienen mucho valor el sacrificio y la oración. Pensad en Cristo, hijos míos: Cristo en la Cruz muriendo por toda la Humanidad. Que vuestra caridad, hijos míos, salga de dentro de vuestro corazón, no de vuestros labios, hijos míos. Podéis ayudar a Cristo a llevar la Cruz, hijos míos; la Cruz es para todo aquél que la acepta con humildad, hijos míos. Tú, hija mía, sé humilde y ofrécete, como te he repetido, como víctima para la salvación de las almas. Besa el suelo, hija mía, en acto de penitencia... Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación de las almas. Por eso pido en estos días sacrificio, hijos míos; sacrificio acompañado de la oración. Si en estos días, hijos míos, llega algún mendigo a vuestra puerta, recibidle con amor, hijos míos, que vuestra caridad salga del corazón; puede ser Cristo Jesús, como un mendigo, para probar vuestra caridad, hijos míos. Mira, hija mía..., mira mi Corazón; hace mucho que no lo ves. Está cercado de espinas por todas las almas consagradas; por aquéllas que no cumplen. Quita una espina, hija mía, la que está en el centro de mi Corazón...; pero tira, ¡tira de la espina, hija mía! Mi Corazón está dolorido de que los hombres no dejan de ofender a Dios. Vas a beber otras gotas del cáliz del dolor, hija mía; son unos días muy importantes para la Humanidad. Si hiciese sacrificio, si la Humanidad..., se salvarían muchas almas. Coge el cáliz, hija mía,... Está muy amargo, hija mía; así siente mi Corazón la amargura por los pecados de los hombres. Te dije, hija mía, que el cáliz se estaba acabando. Pero mira, hija mía, ¡qué poco queda del cáliz!, y, cuando esto se acabe, hija mía, será horrible el Castigo que caerá sobre la Humanidad. Por eso os pido, hijos míos: rezad el santo Rosario; me gustaría que se rezasen las tres partes, y ofrecerlo por la salvación de las almas. El Infierno es terrible, hijos míos. Si algunos pensáis que no existe el Infierno, es mentira, hijos míos. Si alguno os ha dicho que Dios es misericordioso y no os castigará...; Dios es misericordia y amor, hijos míos, pero para todo aquél que pide perdón de sus culpas. Por eso, hijos míos, sacrificio, hijos míos. Os lo pido con toda la fuerza de mi Corazón: ¡sacrificio! Ayudad a salvar a esas almas que no quieren recibir la gracia de mi Corazón. Vuelve otra vez a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas, ¡las ama tanto mi Corazón!, ¡y qué mal corresponden a este amor!... Todo esto sirve, hija mía, para esas pobres almas. Pedid por ellas, hijos míos, son débiles, y el demonio, que es muy astuto, oscurece sus inteligencias; os lo he repetido, hijos míos: les muestra el camino de los placeres para apoderarse de sus almas. Por eso, hijos míos, ¡podéis ayudar a tantas almas!; porque muchas almas se condenan porque nadie, ¡nadie!, se acuerda de rezar una oración por ellas. Os sigo repitiendo que hagáis sacrificio y seáis humildes, hijos míos. Os voy a dar mi bendición... por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. (Palabras entrecortadas por la fatiga y casi ininteligibles). Estos días, hijos míos, es una bendición especial. Levantad todos los objetos; todos estos objetos son bendecidos... Adiós,
hijos míos. Adiós.
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15 avril 1984
La Sainte Vierge: Aujourd'hui aussi Je
suis présente, Mes enfants. Pour toi, c'est une très grande
épreuve car les hommes ne
La Sainte Vierge : Tous ceux qui l'auront
mérité, Ma fille, iront à l'autre lieu.
MENSAJE DEL DÍA 15 DE ABRIL DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía;
hoy también, hijos míos, hago mi presencia. Para ti, hija
mía, es una prueba muy grande, porque los humanos no pueden creer
que yo puedo manifestarme tantas veces, hija mía. ¿Quién
son los humanos para decir cuántas veces me puedo manifestar para
que todos cambien, hija mía? Para ti será duro, hija mía,
todo esto último que te he comunicado, hija mía. Todo no
será fácil; no creas que mi Hijo te pondrá las cosas
fáciles; tendrás que luchar, hija mía, tendrás
que sufrir; pero ya sabes, hija mía..., que no hay sufrimiento sin
premio, hija mía. Por eso te digo, hija mía, que los humanos
son crueles, hija mía. Me manifiesto tantas veces, porque quiero,
hija mía, que se cumpla lo que yo quiero, hija mía. Pedí
hace tiempo que me gustaría que en este lugar se hiciese una capilla
en honor a mi nombre, y ¿qué caso hacen a mis avisos, hija
mía? Tienes que pedir mucho por las almas consagradas. Piensa en
Cristo, hija mía; piensa en la cruz que Jesús te ha dado;
y, aunque los humanos digan que no me puedo manifestar, no hagas caso,
hija mía, porque estoy realmente presente. Para todos sería
sencillo lo que tú pides, hija mía: que hiciese un milagro.
LUZ AMPARO: Hazlo; te pido
que hagas algo, para que crean; que no creen. ¡Haz algo!
LA VIRGEN: ¿Para ti no tiene significado la salvación de las almas, hija mía? Ése es el mayor milagro; lo que pasa que los humanos piden por el cuerpo y tienen su alma vacía. Tú, hija mía, haz caso a mis avisos. No te dejes guiar por nadie[1]. Yo me manifiesto,
como te dijo mi Hijo en una ocasión, cuando quiero y donde quiero.
Besa el suelo, hija mía... Este acto de humildad, hija mía,
sirve para la salvación de las almas consagradas. Hoy te doy también
permiso para que saques otra espina, hija mía; se ha purificado
otra alma consagrada. ¡Sácala, hija mía!
LUZ AMPARO: (Luz Amparo hace
lo que le pide la Virgen, mientras sigue sollozando; por ello, las palabras
siguientes casi no se entienden). ¡Ay...! ¡Ay, qué dolor...!
¡Ay, qué dolor...! ¡Qué dolor...! ¡Qué
dolor...!
LA VIRGEN: Sí, hija mía, sientes tal dolor en tu corazón; pues mira como está el mío. Estos días,
hija mía, con el sacrificio se pueden salvar muchas almas. Os lo
pido a todos los que estáis aquí presentes, hijos míos.
Y tú, sé humilde, hija mía, y no dudes de mí,
porque ya te he dicho: puedo manifestarme en cualquier momento y donde
yo quiera, hija mía. ¿Quién son los humanos para prohibirme
en dónde me tengo que aparecer?
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay..., ayúdame! ¡Ayúdame! ¡Ayúdame! ¡Ayúdame!
¡Ayúdame...! (Estas palabras se entienden con especial dificultad
por lo continuado de los sollozos).
LA VIRGEN: Te ayudo, hija
mía; pero las víctimas tienen que sufrir. Y ya sabes que
te he dicho que tu tiempo se aproxima y tienes que sufrir todo el tiempo
que te queda. Se salvarán muchas almas, hija mía. Siguen
viniendo profetas falsos a este lugar, hija mía; ten cuidado, que
no te confundan. Y tú piensa que mi Hijo coge almas incultas y humildes,
para confundir a los grandes poderosos. Por eso siempre coge almas humildes;
muy pocas veces ha escogido almas sabias, hija mía. Estos días
quiero, hijos míos, que hagáis mucho sacrificio y mucha oración
y que los paséis en silencio, hijos míos. Tú, sé
humilde; te lo he repetido muchas veces: la humildad es la base principal
y tiene la llave de tu morada, hija mía; pero siempre que seas víctima
de reparación. Vuelve a besar el suelo otra vez, hija mía,
por la conversión de todos los pecadores... No te avergüences,
hija mía, de esta humillación. Piensa que el que se humilla
será ensalzado, hija mía. Bebe otra gota del cáliz
del dolor, hija mía...
LUZ AMPARO: Está muy
amargo.
LA VIRGEN: Una gota...
LUZ AMPARO: Está amargo.
LA VIRGEN: Lo último
está más amargo, hija mía, porque mi Corazón
sufre cada día más y más de ver que los hombres no
cambian. Por eso os pido sacrificio, hijos míos... Llora, hija mía,
que yo también lloré al pie de la Cruz y sigo llorando por
todos mis hijos, ¡por todos!; aquí no hay razas de ninguna
clase, hija mía. Os voy a dar mi bendición, hijos míos.
Quiero que con esta bendición os corrijáis cada día
de vuestros defectos, hijos míos. Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Muchos van a ser marcados, hijos míos... No digas los nombres, hija
mía; pero tú ya sabes que con una mirada pueden comprender
el que ha sido marcado, hija mía. Sé humilde y haz sacrificio.
Hacen falta almas víctimas, porque dije que quería escoger
apóstoles para los últimos tiempos. A ver cuál de
vosotros, hijos míos, se corrige más de sus defectos para
ser apóstol... (Enseguida, le ofrece una visión que lleva
a Luz Amparo a sollozar amargamente ante lo contemplado).
LUZ AMPARO: ¡Ay, mira
lo que hay allí! ¡Ay..., ay, eso es..., eso es horrible! ¿Y
también hay eso? ¡Ay, ay, ay...! Pero, ¿cómo
puede ser esto? ¿Pero Dios puede hacer eso también?
LA VIRGEN: Dios no hace esto,
hija mía; lo hacen los hombres, porque los hombres clavan diariamente
a mi Hijo, no tienen compasión de su cuerpo, que dicen que mi Hijo
no sufre. Mi Hijo sigue sufriendo, hija mía, porque para Él
no hay tiempo, ni pasado, ni futuro, todo es presente, hija mía;
y en este mundo presente, los hombres cada día son peor, hija mía.
LUZ AMPARO: No los castigues
así, no los castigues así... Perdónalos. Allí...,
¡no los lleves allí! ¡A esa parte no...! ¡A esa
parte no...! ¡Llévalos al otro sitio!
LA VIRGEN: Todo, hija mía, todo aquél que haga méritos, pasará al otro sitio. Pero tú nunca digas que “cómo Dios puede hacer eso”, hija mía. Eres soberbia, hija mía, porque no comprendes que no es Dios, que son los humanos los que se precipitan en este abismo. Besa el pie, hija mía. Adiós, hijos míos. Adiós. [1] “No te dejes guiar por nadie”; se trata
de una advertencia para que no se deje confundir por nadie.
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21 avril 1984
La Sainte Vierge:
Je vous l'ai dit très souvent: lorsque
Mon fils est monté au Ciel, Je suis demeurée seule sur la
Terre, très seule, Mes enfants; mais J'y suis restée pour
donner témoignage de Mon Eglise. Ma pauvre Eglise ! Qu'en ont-ils
fait ? Vois, Ma fille, Mon Cœur est triste.
Amparo: Donne-leur du temps, davantage de temps, donne-leur plus de temps. La Sainte Vierge: Vois, c'est très proche: de grandes villes s'effondreront, Ma fille. Il semblera comme Je l'ai dit d'autres fois... ce sera pire que quarante tremblements de terre consécutifs. Et tout cela parce que les hommes ne cessent d'offenser Dieu. Ne l'offensez pas davantage, Mes enfants, car Dieu le Père va décharger sa colère d'un moment à l'autre. Priez pour les âmes consacrées,
Mes enfants. Mon Cœur les aime tant! mais elles ne répondent pas
à cet amour. A combien d'entre elles, Ma fille, le démon
obscurcit leur esprit pour les pré- cipiter au fond de l'abîme!
Soyez humbles, Mes enfants, et faites des sacrifices, sacrifice, Mes enfants
et prière. Baise le sol, Ma fille, pour les âmes consacrées;
elles paieront pour leur péché et pour les fautes de ces
âmes qu'elles entraînent dans l'abîme. Priez pour elles,
Mes enfants; elles ont besoin de beaucoup de prières. Soyez humbles,
car sans humilité, vous ne pouvez atteindre le Ciel.
MENSAJE DEL DÍA 21 DE ABRIL DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, mi Hijo dijo a los Apóstoles: “Me iré, hijos míos, y no me volveréis a ver por ahora, pero después vendré a por vosotros”. Sí, hija mía, se fue, se fue con el Padre, pero, ¿sabes para qué? Para preparar las moradas. Las moradas están preparadas para todo aquél que quiera pedir perdón de sus pecados. Pero, ¿no sabéis, hijos míos, que antes de marchar mi Hijo, dejó dicho: “Vendrá el Espíritu Santo para prepararos para conseguir esas moradas”? No hacéis caso, hijos míos; pero el tiempo apremia, y no cambiáis. Si los hombres no cambian, me veré obligada a dejar caer el brazo pesado de mi Hijo. Por eso os digo, hijos míos: está a punto de que Cristo vuelva en una nube, pero rodeado de ángeles; pero todo aquél que no esté a su derecha, no entrará en el Reino del Cielo. No creáis que es política esto, hijos míos; la derecha del Padre quiere decir para todos los escogidos, no para todos aquéllos que sean de derechas, como muchos de vosotros estáis pensando. Las políticas no las mezcléis en este Rosario, hijos míos; las políticas sirven para condenarse. Sed humildes y cumplid con los mandamientos, pues Cristo va a bajar con su gran poder y su gran majestad; pero le dará a cada uno según sus obras, hijos míos. Os lo he repetido muchas veces: yo, cuando mi Hijo subió a los Cielos, me quedé en la Tierra sola, muy sola, hijos míos; pero quedé para dar testimonio de mi Iglesia; pero, ¡pobre de mi Iglesia¡, ¿qué han hecho de ella? Mira, hija mía, mi Corazón está triste. Pero esta tristeza
la siente mi Corazón porque veo que los tiempos se aproximan y los
hombres no dejan de ofender a Dios. El Castigo será horrible.
LUZ AMPARO: Dales tiempo,
más tiempo, dales más tiempo.
LA VIRGEN: Mira, está muy próximo: grandes ciudades serán derrumbadas, hija mía; parecerá, como he dicho otras veces... Es peor que cuarenta terremotos juntos. Y todo porque los hombres no dejan de ofender a Dios. No lo ofendáis más, hijos míos, que Dios Padre va a descargar su ira de un momento a otro. Pedid por las almas consagradas, hijos míos; ¡mi Corazón las ama tanto!..., pero no corresponden a ese amor. ¡Cuántos, hija mía, el demonio oscurece sus mentes para precipitarlos en el fondo del abismo! Sed humildes, hijos míos, y haced sacrificio, sacrificio, hijos míos, y oración. Besa el suelo, hija mía, por las almas consagradas, hija mía; porque esas almas, que arrastran al abismo, pagarán por su pecado y por el pecado de esas almas. Pedid por ellas, hijos míos; están muy necesitadas de oración. Sed humildes, que sin humildad no podéis conseguir el Cielo. Quita otra espina de mi Corazón, hija mía, de otra alma consagrada. Mi Corazón está cercado de espinas; todo el centro de mi Corazón también está lleno, hija mía... ¡Siente mi Corazón, siente un gran dolor!, pero al mismo tiempo siente una gran alegría, sólo con un alma que se haya purificado. Vas a escribir
un nombre en el Libro de la Vida, hija mía; hace mucho tiempo que
no has escrito ningún nombre. Coge el bolígrafo, hija mía...
Ya hay otro nombre más en el Libro de la Vida, hija mía;
¿ves cómo vale la pena el sacrificio, aunque sólo
sea un alma la que se purifique? Este nombre, hija mía, lo he dejado
en recompensa a tu sufrimiento. Ya hay otro nombre más. Hoy, hija
mía, voy a darte todas las pruebas, hija mía. Coge el cáliz
del dolor y bebe unas gotas; ¡qué poco queda!
LUZ AMPARO: No quiero beberlo
todavía, para que haya más tiempo.
LA VIRGEN: Tienes que beber
otra gota, porque los hombres no tienen dolor de ofender a Dios... Lo último
está muy amargo, hija mía, porque es el fin de los tiempos
el que se aproxima. Mira cómo quedará el mundo, como en un
desierto, hija mía; no se verán más que cadáveres
por todos los sitios; pero todos aquéllos que sean escogidos, quedarán
como en un éxtasis, hija mía; no les afectará absolutamente
nada en su cuerpo.
LUZ AMPARO: ¿Y todos
ésos? ¡Ay, todos! ¡Ay! No te los lleves todos, no. ¡Ay...!
LA VIRGEN: Ya te he dicho, hija mía, que muchos serán los llamados y pocos los que entrarán por esta puerta. Mira qué pequeña es esta puerta; por aquí entran pocos, hija mía; pero mira este camino, qué ancho es, cuántos van al fondo del precipicio. Por eso, hijos míos, os doy tantos avisos: para que os salvéis. Todavía estáis a tiempo, hijos míos; sacrificio, sacrificio y oración. Con penitencias, sacrificios y oraciones salvaréis vuestras almas. Vuelve a besar el suelo, hija mía, por la conversión de los pobres pecadores... Este acto de humildad, hija mía, para la salvación de los pobres pecadores. Levantad todos los objetos. Es un día muy señalado, hija mía. Os voy a bendecir todos los objetos... Ya están bendecidos; con estos objetos podéis convertir a tantas almas, hijos míos... Te voy a dar un premio, hija mía, pero no porque seas humilde, sino en recompensa a tu sufrimiento. Besa el pie... Tienes que ser más humilde; con humildad podrás ayudar a muchas almas. Humildad os pido, hijos míos, y sacrificio. ¡Cuánto os estoy repitiendo el sacrificio!; pero qué poco hacéis, hijos míos; no sólo con rezar un rosario o dos o tres vais a estar salvados, hijos míos; con el sacrificio, con la penitencia, con eso os salvaréis, hijos míos; y cumplid con los diez mandamientos. Acercaos a la Eucaristía; pero antes, hijos míos, por el sacramento de la Confesión. Tú, hija mía, sé humilde. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos, adiós.
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22 avril 1984
Résurrection:
La Sainte Vierge: Me voici, Ma fille. Ne
crains rien. Tu as vu tes trois bourreaux. Offre tous tes sacrifices pour
eux, Ma fille. Pense à ces trois bourreaux qui fouettaient Mon Fils.
Ne les considère pas comme des ennemis, mais comme des amis.
MENSAJE DEL DÍA 22 DE ABRIL DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Estoy aquí, hija mía. Que nada te asuste. Has visto a tus tres verdugos, hija mía. Ofrece todos tus sacrificios por ellos, hija mía. Piensa en esos tres verdugos que iban azotando a mi Hijo. No los mires como enemigos; míralos como amigos. Son crueles, hija
mía. No han tenido bastante con martirizarte, que han venido a asustarte,
hija mía. No te asustes; pueden matar tu cuerpo, pero tu alma nadie
podrá matarla... (Comienza a llorar). No tengas miedo, hija mía.
LUZ AMPARO: No tengo miedo;
pero los he visto aquí. ¡Ayyy! ¡Los he visto! ¡Ay,
los he visto!
LA VIRGEN: Pide por ellos, hija mía. El demonio está apoderado de sus almas. Se ha apoderado de sus almas... (Murmullo entre los asistentes). No os asustéis, hija mía. No os asustéis. Tranquilos, hija mía. No corráis. Sed humildes, hija mía. Sed humildes. ¿No cumplís? ¿No perdonáis, hijos míos? Perdonad a vuestros enemigos. Si vuestros enemigos, hijos míos, os sirven para la condenación, apartaos de ellos; pero si veis que podéis ayudarlos con vuestra gracia, hijos míos, con vuestra... (Luz Amparo llora). Pide gracias para
ellos; aunque te dije, hija mía, que hay tanta maldad en los humanos
que es el último grado de la perversidad... Si no tuvieron compasión
de mi Hijo, si le martirizaron, si le ultrajaron, ¿cómo vas
a ser tú más que ellos, más que Cristo Jesús?
LUZ AMPARO: Yo los perdono,
los perdono. Yo los perdono. Estaban riéndose de mí... ¡Ayyy!
LA VIRGEN: Perdona, hija mía; que si yo no hubiese perdonado a todo aquél que ha maltratado a mi Hijo, no habría humano sobre la Tierra. Piensa en Cristo Jesús; piensa lo que sufrió por toda la Humanidad. ¡No tengas miedo, te repito! Podrán con tu cuerpo, pero nunca jamás podrán con tu alma. Besa el suelo, hija mía, por la salvación de tus enemigos, hija mía. En este momento, piensa que el demonio se ha apoderado de sus almas. Hoy es un día muy grande para los humanos. Pero mi Hijo sigue sufriendo, hija mía; sigue sufriendo, porque hay almas que son perversas. Pero yo te pido que pidas por ellos, aunque no quieran recibir la luz divina. No pienses en tus sufrimientos, hija mía; piensa en Cristo en la Cruz, que estaba muriendo por toda la Humanidad, y era inocente, hija mía. Y ya sabes que te he repetido muchas veces que el discípulo no es más que su maestro. Sacrificio, hijos míos; sacrificio y oración, os sigo repitiendo; no guardéis rencor a vuestros enemigos. Mira cómo está mi Corazón, hija mía; sufre por todos ellos. Ahí están tus tres verdugos, tuyos también, hija mía. Quita otra espina. Se ha purificado una espina de este alma... Se reirán de ti, hija mía; te humillarán, pero piensa que el que se humilla será ensalzado, hija mía. Vuelve a besar el suelo... Sirve para la salvación de las almas. No pienses más en tus enemigos. Piensa siempre que el cuerpo no vale para estiércol. Cuántas veces te lo he repetido, hija mía: todo aquél que está aferrado a las cosas terrenas, —y entre las cosas terrenas está la carne, hija mía—, piensa que la carne no sirve para nada. Si matan tu cuerpo, recibiremos tu alma; y eso es lo que importa, hija mía. Mi Hijo está glorioso, ¿lo ves, hija mía? Pero para poco tiempo; dentro de poco le verás con una cruz a cuestas, porque ya te he repetido otras veces que no hay pasado ni futuro para mi Hijo, que todo es presente. Y los hombres no dejan de pecar, ni de ofender a Dios. Por eso pido, hija mía, que hagas sacrificio para que se salven tantas almas que están tan necesitadas. Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos... Todos los objetos han sido bendecidos, hijos míos. Todos aquéllos que no estéis en gracia de Dios, pensad que el tiempo está muy próximo, que en cada nación que haya más pecado, aquella nación será destruida. Por eso os pido —que estáis a tiempo, hijos míos—: no os riáis de mis mensajes, pues mi Hijo va a descargar su ira; vendrá con sus ángeles. ¡Y será horrible, hija mía! Todo quedará destruido. Todo lo que los hombres han construido, en un segundo será destruido, hija mía. Por eso os pido, hijos míos: penitencia, y visitad a mi Hijo. No sabéis la dicha que tenéis, hijos míos, cuando recibís el Cuerpo de Cristo. Pensad que cada día mi Hijo está triste y solo. Y todo por la salvación de las almas. Quiso morir para salvar a las almas. Pero, aun con su muerte, los hombres no cambian. Tú, hija
mía, sé humilde y pide por tus enemigos.
LUZ AMPARO: Me da miedo; he
sentido miedo. ¡Ayyy! He sentido mucho miedo. ¡Ayyy, ayyy!
LA VIRGEN: Mi Hijo también sintió miedo al ver toda su Pasión; porque mi Hijo, antes de pasar la Pasión, vio todo lo que iba a pasar. Y era Hijo de Dios. No es malo sentir
miedo, hija mía. Lo que es malo es sentir rencor.
LUZ AMPARO: ¡Ayúdame,
ayúdame! ¡Ayyy...!
LA VIRGEN: Te pido humildad y más sacrificio, hija mía. Y a todos los aquí presentes, aunque muchos de ellos no creen en mi existencia, pero los voy a bendecir a todos. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. Adiós.
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28 avril 1984
"Je vous ai déjà tout dit. Tout s'accomplira." Elle répète ses conseils: pardon et amour des ennemis. La Sainte Vierge: Mes enfants, Je ne viens
seulement pour vous donner Ma bénédiction, car Je vous ai
tout dit. Tout ce que J'ai dit, du premier message jusqu'au dernier, s'accomplira,
Mes enfants. Voilà pourquoi Je vous demande, le sacrifice, le sacrifice
et la prière. Mon Cœur est très triste, mais il ressent aussi
de la joie Ma fille, car beaucoup d'âmes- sont en train de se convertir.
Regardez le
La Sainte Vierge: Les uns me verront, Mes
enfants, mais faut- il voir pour croire? Heureux celui qui croit sans voir.
Tous ceux qui ne voient pas ici-bas sur la terre, qu'ils soient prêts,
car ils verront dans le ciel, Ma fille. Levez tous les objets. ils seront
tous bénis.
(Adieu, Mes enfants, Adieu. Mais Je serai
présente pendant tout ce chapelet. .. ( Amparo demeure en extase
et les assistants, continuent, attentifs, de contempler le phénomène
solaire). Restez éveillés, Mes enfants ;
pas Mes avertissements. Voilà
pourquoi, Je demande, Mes enfants, qu'avec vos témoignages... vous
ne veniez pas seulement deman- der la santé du corps mais aussi
le salut de votre âme.
(Elle parle dans une langue étrange).
Les péchés d'impureté
sont ceux qui condamnent le plus les hommes, ainsi que les péchés
d'orgueil, comme Tu me l'as dit. Mais. . ., ce sont des hommes, nous sommes
tous des humains. Pardonne-nous tous nos péchés, ma Mère.
Je Te demande d'implorer Ton Fils pour toutes ces pauvres âmes qui
se trouvent en ce lieu... (Mots incompréhensibles). Ah ! Bon...
mais Ton Fils va deman- der au Père... Que le Père nous pardonne
tous. Nous devons tous faire des sacrifices et être en grâce
avec Dieu pour pouvoir parvenir à la demeure qui nous revient. Quant
à moi, même si c'est la demeure marron..., je veux m'en aller;
même si c'est la dernière.
Il pourvu qu'il le dise... Ne Te fâche
pas ? Non? Je Te promets que je le ferai. n faut que je regarde tant que
je suis là. C'est si grandiose,
MENSAJE DEL DÍA 28 DE ABRIL DE 1984
LA VIRGEN: Sólo vengo a daros mi bendición, pues todo os lo tengo dicho. Todo lo que os he dicho se cumplirá, hijos míos; desde el primer mensaje hasta el último. Por eso os pido, hijos míos, sacrificio, sacrificio y oración. Mi Corazón está muy triste; pero, hija mía, también siente alegría porque muchas almas se están convirtiendo. Mirad al Sol, hijos míos. ¿A ver qué veis en ese Sol? Mi presencia está en él... (Pausa durante la que se escuchan entre los asistentes exclamaciones de alegría y admiración ante este fenómeno solar, que durará aproximadamente cincuenta minutos). Venid a pedir la salvación de vuestra alma. Me estoy apareciendo en muchos lugares del mundo, pero no hacen caso de mis avisos, hija mía. Son los mismos mensajes que en este lugar. Os voy a dar mi bendición, ésta será especial para todos... Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo... Estaré
presente hasta terminar el santo Rosario. Hijos míos: amaos los
unos a los otros, como mi Hijo os amó. Todo aquél que no
ame a su enemigo, no entrará en el Reino del Cielo. Por eso te pido,
hija mía, que perdones a tus enemigos.
LUZ AMPARO: Que te vean, que
te vean todos. ¡Todos! ¡Ay!...
LA VIRGEN: Unos me verán, hijos míos, pero, ¿es preciso ver para creer? Dichoso el que cree sin ver. Todo aquél que no vea aquí en la Tierra, que esté preparado, que verá en el Cielo, hija mía. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos... Mirad cómo gira el Sol, hijos míos. ¡Cómo gira! Dichosos los ojos que ven y los oídos que oyen. Adiós, hijos míos, adiós; pero estaré presente durante todo este Rosario... (Luz Amparo permanece en éxtasis y los asistentes, atentos, continúan contemplando el fenómeno solar). Estad alerta, hijos míos; mi presencia es muy clara, hijos míos. Mirad bien. ¡Mirad, en este momento mi Hijo está conmigo, hijos míos! Mirad bien... (Luz Amparo manifiesta emoción y se levanta un murmullo de asombro entre los presentes con inevitables comentarios). Pedid perdón de vuestras culpas todos los que estáis aquí presentes, hijos míos. Estad alerta, porque mi Hijo puede llegar como el ladrón... Todavía seguís viendo la imagen de Cristo, hijos míos. Estad alerta; mirad en este momento... (Pausa en la que los asistentes se muestran conmovidos al mirar al Sol). Cuando el momento llegue, vendrá mi Hijo rodeado como esta luz, hijos míos. Mirad qué rosa más perfecta, hijos míos. Sed fuertes, hijos míos, y no dejéis que lo de mi Hijo se destruya. En muchos lugares me he manifestado, pero no han hecho caso de mis avisos. No creen en mi existencia, hija mía. Vosotros no neguéis a Cristo, porque el que niegue a Cristo no entrará en el Reino..., no entrará en el Reino del Cielo, hija mía, porque los ángeles están preparados para el Juicio Final; por eso os pido, hijos míos, sacrificio. Lo mismo que gira
el Sol, hijos míos..., (palabras en lenguaje desconocido). Esto
sólo lo puedes saber tú, hija mía.
LUZ AMPARO: (Lamentándose).
Yo quiero irme ahí, ¡ay! Yo quiero, ¡ay! Yo quiero irme
ahí,¡ay!, yo quiero irme ahí. ¡Ay!, yo quiero
irme ahí. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay...!
LA VIRGEN: Tu hora se aproxima, hija mía. Pero piensa que se han salvado muchas almas. (Siguen escuchándose los comentarios de los circunstantes). Estaré presente durante todo este Rosario, hija mía. (Luz Amparo prosigue
con la voz entrecortada el cuarto misterio del Rosario, que se había
interrumpido).
LUZ AMPARO: (Durante el quinto misterio y en diferentes momentos). ¡Qué bonita estás! ¡Ay!... ¡Qué
azulada en este momento, qué azul! (Estas palabras son casi ininteligibles).
LA VIRGEN[1]: Todo el que haya
visto algo que dé un testimonio, hija mía, porque quiero
la Capilla y no escuchan mis avisos, hija mía; por eso os pido,
hijos míos, que con vuestros testimonios no sólo vengáis
a pedir la salud del cuerpo, pedid la salvación de vuestra alma.
LUZ AMPARO: ¡Qué
alegría! ¡Ay, qué guapa, Dios mío! ¡Ay,
no hay nadie como Tú en el mundo! ¡Ay, Madre mía, ay!
Ayúdame.
LA VIRGEN: Sé humilde,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, ayúdame.
Yo quiero hacer lo que me pides, pero no puedo... ¡Ay! ¡Ay!
¡Ay...!
LA VIRGEN: Ya te he dicho, hija mía, que pondré almas en tu camino para que se pueda hacer la Obra que yo pido. Por eso os pido sacrificio y humildad, acompañado de la oración, hijos míos. ¡Ah, hijos míos, cuán dicha tiene mi Corazón cuando veo que un alma se convierte! Acercaos al sacramento de la Eucaristía, pero antes al sacramento de la Confesión, hijos míos. No os dé vergüenza de confesar vuestras culpas. Más vale humillarse en la Tierra que no entrar en el Cielo, hijos míos; que condenarse para toda, toda una eternidad. Y a ti te pido,
hija mía, que seas humilde. Besa el suelo, hija mía... Este
acto de humildad sirve por las almas consagradas. Pedid por ellas, hijos
míos; pedid por sus almas. Son débiles muchos y el demonio
quiere mostrarles el mundo de placeres, las riquezas del mundo para condenarlos,
hija mía. Pedid por ellos; pedid para que sean buenas almas consagradas.
Mirad el azul del cielo. ¡Qué azul más perfecto, hijos
míos! Esta es la segunda morada. Es ese azul tan perfecto que estáis
viendo... ¡Qué maravilla, hijos míos! ¿No estáis
viendo una maravilla?[2] Seguid contemplando la maravilla de Dios, hijos
míos. Seguid contemplando, porque esto muchos no lo contemplarán;
pero todo aquél que consiga subir a las moradas, contemplará
todos estos colores. No hay color en el mundo que se parezca ni tenga semejanza
a este color. Cada color que veis, hijos míos, tiene... (Habla en
lenguaje extraño).
LUZ AMPARO: Dilo que lo entiendan
todos, dilo...
LA VIRGEN: Qué hermosura, hijos míos. Esta hermosura sólo puede contemplarse por todo aquél que quiera seguir a Cristo, hijos míos. (Los presentes contemplan cómo gira el Sol de modo misterioso). Todos los que
estáis aquí presentes y habéis contemplado esta maravilla,
tenéis que seguir a Cristo. Luego, cuando os presentéis ante
mi Hijo, os va a pedir cuenta, hijos míos. Por eso quiero que seáis
perfectos como el Padre Celestial es perfecto. Claro, hijos míos,
que el humano nunca puede igualarse a ningún ser celestial; pero,
hijos míos..., ¡qué maravilla! Todos lo estáis
contemplando, hijos míos. Pero hay ojos que no ven y oídos
que no oyen, hijos míos. Aun viendo, no querrán decirlo,
hijos míos.
LUZ AMPARO: (Llorando). Manifiéstate
a todos, que te vean..., que te vean.
LA VIRGEN: Sería muy
fácil para ti, hija mía; pero piensa que eres víctima,
y las víctimas tienen que seguir sufriendo hasta el final. Por eso
os pido, hijos míos, que todos aquéllos que no os habéis
acercado al sacramento de la Confesión, hacedlo hoy mismo; pensad
que puede llegar la muerte como el ladrón, sin avisar. Que estamos
en el fin de los fines... Mi presencia va a desaparecer, hijos míos;
pero seguid contemplando ese lugar, porque dichoso todo el que alcance
ese lugar.
LUZ AMPARO: ¡Qué maravilla es eso! (Habla entre expresiones inarticuladas de gozo) ¡Ay! ¡Qué bonito es eso! ¡Ay! Las segundas moradas son azul-rosa. Las segundas moradas del Padre son azul y rosa. Esto seguirá hasta que terminemos el Rosario. Bueno. ¡Ah! ¿Por dónde llevamos el Rosario? ¡Ay! ¡Rosa! ¡Rosa! ¡Rosa! (Se refiere a los tonos de color rosa que perciben también algunos de los presentes. Continúa el rezo del Rosario interrumpido con expresiones de Luz Amparo, quien parece sigue contemplando a la Virgen. Se desconoce si las siguientes palabras fueron pronunciadas en éxtasis o en un estado próximo al mismo). En acto de desagravio a tu Corazón por tantas blasfemias como se cometen diariamente, vamos a rezarle la Salve y el Credo. Vamos a rezar por el Papa, por el Papa, por el Santo Padre; vamos a rezar tres avemarías por el Papa, para que sigamos todo lo que el Papa dice, que seamos fieles a su palabra... Vamos a rezar ahora por los difuntos, para que (en voz baja) te acuerdes de todos ellos, de todos. Vamos a rezar por todas las almas de todos los difuntos, que se presentan ante Ti, ante su Padre, ante Ti; y por todos los difuntos de todos los aquí presentes, para que les des gracias a las almas que, en este momento, están agonizando; dales una luz para que se conviertan, aunque tengan que pasar por las penas del Purgatorio. (Dirigiéndose a la Virgen). Otra vez has dicho que el Purgatorio..., muchas personas la mitad del Purgatorio lo pasan en la Tierra; por eso hay que aceptar todas esas cruces, que nos das. Claro, porque es el Purgatorio también algo de esto, ¿no? Una parte del Purgatorio... Pero que te acuerdes luego de los que sufrimos aquí. ¡Acuérdate! De todos los que estamos aquí. Y a los que no creen, dales luz... ¿Lo vas a hacer, eh? ¡Hazlo!, porque todos los que están aquí, unos vienen por primera vez, otros por curiosear; pero dales la gracia para que pidan perdón. ¿Me lo vas a decir de verdad? Yo te lo pido, pero Tú cúmplelo. Por todos los que están aquí... para que no se condenen. ¿Qué, Madre? Dilo, que si me lo vas a conceder esto que te pido; ¿lo vas a conceder?... Bueno; ya lo sé que todos tienen que cumplir, pero Tú tienes que ayudarles, ¿verdad? A todos, ¿eh? Con tu ayuda, pues, podremos todos salvarnos. Pero, si no nos ayudas..., ¿dónde vamos a ir todos? ¡Ayúdanos! Los pecados de impureza son los que más condenan al hombre; y los de soberbia, como me has dicho. Pero..., es que son humanos, ¡todos somos humanos! Perdónanos todos nuestros pecados, Madre mía. Yo te pido que le implores a tu Hijo por todas estas pobres almas que se encuentran en este lugar... (Palabras ininteligibles). ¡Ah!, bueno..., pero tu Hijo se lo pide al Padre... El Padre que nos perdone a todos. Todos tenemos que hacer sacrificios y estar en gracia de Dios, para poder alcanzar la morada que nos corresponde. Yo, aunque sea la marrón..., quiero ir; aunque sea la última. Pero que me ayudes... La marrón es la que menos... ¡Ay!, pero es igual, estando Dios allí... Tú tienes que ayudarnos..., que eres toda nuestra Madre; de todos. Yo te prometo que pediré..., pero Tú..., ¿qué dices?... ¿Que sí lo harás?... (Palabras ininteligibles). ¡Bueno! ¡Ay, Madre mía! ¡Qué hermosa eres, Madre! A pesar de todos los que estamos aquí, yo lo sé que todos no creen, que se ríen de tus palabras; pero dales gracia para que no se rían... (Otra palabra que no se entiende). Yo los perdono a todos, a todos los que me han hecho daño. (Llora). Yo los perdono por Ti; pero por eso Tú tienes que perdonarnos a todos; ¿lo vas a hacer?... Aunque sea pesada, pero, ¿lo vas a hacer?... A todos, te lo pido; a todos los que vienen a este lugar, les des una gracia para que se conviertan. Ya no te pido nada más. Nada más... Eso es lo que más interesa. ¡Bueno!, yo te lo prometo, lo que he prometido, que lo cumpliré, ¿eh? ¡Todavía sigue! Hay algo del Cielo, ¿verdad? Bueno; vamos a rezar por todos los difuntos, para que los que están en este momento agonizando, aquéllos que no están en gracia de Dios, Tú les tienes que dar la gracia en este momento. ¡Bueno! Padre nuestro... ¡Bueno! Dios te salve, María; también Dios te salve... (Reza el responso en latín de forma imperfecta). Yo lo rezo como me enseñaron; pero yo no puedo hacerlo tan claro como él. Yo lo sé por eso... Con que lo diga..., ¿no te enfadas? ¿No?... Te lo prometo que lo haré. Tengo que estar mirando mientras esté ahí. Eso que es tan grande, ¡qué grande es eso! Todo esto es basura. ¡Todo! Pero lo que se ve ahí, ¡Dios mío!, ¡ay!..., ¡qué grande es eso! Muchos están deseando de irse, pero, ¡que se aguanten aquí! Mientras estás Tú ahí presente... ¡Que se aguanten! Bueno..., ahora, ya te vas, ¿no? Bueno, pues adiós... ¡Adiós, Madre mía!... ¡Adiós! ¡Adiós! [1] En el o. c., nº 3, p. 283, se atribuyen a la Virgen, en este instante, las palabras siguientes, si bien no se han conseguido captar de la grabación de audio disponible: “A las tres será para ti... Todo lo que quiero. Quiero que me hagáis la Capilla en este lugar”. [2] La cinta-casete de que se dispone se acaba aquí; el contenido siguiente se ha trascrito del librito citado en la nota anterior (o. c., ibíd., p. 284).
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5 mai 1984
Amparo: Comme Tu es vite venue! La Sainte Vierge:
Je t'ai déjà dit que même
si beaucoup de personnes voyaient, elles ne croiraient pas ! Il y en a
combien, Ma fille, qui n'ont pas donné leur témoignage! J'ai
déjà dit en une occasion, Ma fille, que tous ceux-là
jouiront des demeures célestes.
Le Seigneur:
Comme Je te l'ai souvent dit, aucun être
humain ne voit Mon visage, à moins qu'il ne soit chargé d'une
mission. Pense que tu n'as pas pu voir le visage du Père Eternel.
C'est impossible, Ma fille, aucun être humain ne peut voir Son visage,
parce que Son visage est lumière et la lumière blesse parfois
les yeux, Ma fille ; la lumière extérieure du corps, non
pas la lumière intérieure. Voilà pourquoi Je te dis,
Ma fille : prenez garde car beaucoup de faux prophètes accourent
à ce lieu. Soyez en éveil, Ma fille, soyez sur vos gardes
! ils prennent ici et là pour vous confondre (t), Ma fille. Voilà
pourquoi Je te demande d'être rusée comme le serpent mais
simple et humble comme la colombe, Ma fille.
La Sainte Vierge: Mes enfants, récitez
les trois parties du Rosaire. C'est Ma prière favorite. C'est
celle qui vous coûte le plus, mais qui plaît le plus à
Mon Cœur. Mon message est bref, Mes enfants, parce que Je vous ai
tout dit. Et Je vous ai dit que tout s'accomplira du premier message jusqu'au
dernier.
Je vous avais dit qu'il y aurait de grandes sècheresses, Mes enfants, et il y en a eu. Mais Mon Cœur a eu pitié de vous et a demandé au Père que la pluie tombe sur la Terre. II vous a envoyé la pluie, Mes enfants. Mais soyez en éveil, car, lorsque la lune commencera à rougir et les astres à perdre leur éclat, le temps sera proche, Mes enfants. Observez car tout cela arrive. Baise à nouveau le sol, Ma fille,
pour les âmes consacrées; pour les âmes consacrées,
Ma fille, afin qu'elles soient fidèles au Christ et que l'ennemi
ne s'empare pas de leurs âmes. Pauvres âmes! Parce
Amparo: Je prie pour elles, pour elles. Ah ! Je sais qu'il y en a beaucoup ici qui ne croient pas mais Tu as promis que Tu leur donnerais des grâces. Aide-les... aide-les! La Sainte Vierge: Les grâces, Ma fille, voilà des siècles que Je les répands. Amparo: (Mots à voix basse et inintelligible).
... Tu l'as promis, Tu l'as promis! Tu vas le faire, hein ?
Amparo: Aide-les, aide-les. Beaucoup ne croient pas en Toi, ni en Ton Fils. La Sainte Vierge: J'ai promis de les aider,
Ma fille ; mais que ce soit clair: JE PROMETS DE LES AIDER AVEC LEUR COLLABORATION.
S'ils ne veulent pas répondre à cette aide, Je ne pourrai
faire davantage pour eux, Ma fille. Je retiens constamment le bras de Mon
Fils pour qu'il ne se décharge pas sur vous. Que voulez-vous de
plus, Mes enfants?
Amparo: Ma Mère 1 Ma Mère! Mère... Je te le demande... " La Sainte Vierge: Adieu, Mes enfants, adieu!
"
MENSAJE DEL DÍA 5 DE MAYO DE 1984,
PRIMER SÁBADO DE MES,
LUZ AMPARO:
LA VIRGEN: Hija mía, quiero que vuestra oración salga de dentro de vuestro corazón; que no sea mecánica vuestra oración. Si todos los humanos rezasen el santo Rosario, el mundo, hija mía, se hubiera salvado. No quiero, hija mía, que sólo recen el Rosario el Mes de Mayo; quiero que me recen el Rosario todos los días del año, hija mía... (Habla en idioma desconocido). Ya te lo he dicho, hija mía, la primera trompeta ha sonado; pero en este momento va a sonar la segunda; ¡va a sonar, hija mía! (Luz Amparo comienza a llorar). Si los hombres, hija mía, hubieran acatado las leyes de Dios, Dios no hubiera mandado sus plagas de castigo sobre la Tierra. Tampoco me gusta, hija mía, que la juventud se quede en sus casas sin venir a rezar el santo Rosario. Sólo van a Misa las personas mayores, los ancianos, hija mía. ¡Cuán dicha sentiría mi Corazón si viese que toda la juventud cumpliese con los mandamientos de la Ley de Dios! Los hombres mismos, hija mía, han buscado su propia condenación. Ellos buscan las guerras, no buscan la paz. Por eso pido hija mía: hay que hacer mucho sacrificio, acompañado de penitencia y de oración. Ya te dije, hija mía que, aunque muchos verían, no lo creerían. ¡Cuántos, hija mía, no han dado su testimonio! Pero ya dije en una ocasión, hija mía, que todos éstos, hija mía, disfrutarán de las moradas celestiales. Mira las almas,
hija mía; pero mira este otro lado, pues esto es horrible, hija
mía. El que diga que no hay Infierno está mintiendo, hija
mía. Te lo he repetido: Dios es infinitamente bueno y misericordioso;
estáis a punto de pedir misericordia y de pedir perdón.
EL SEÑOR: Dios no os condena, hijos míos; os condenáis vosotros con vuestros propios pecados. Y ¡ay de aquél que no cumpla con la palabra de Dios, más le valiera no haber nacido! Estas mismas palabras se las dije a uno de mis discípulos; más vale que no hubiera nacido, que se colgase una piedra de molino al cuello y se arrojase al mar. Todo no es Infierno, hija mía; también hay Gloria; y esta gloria es para la eternidad, hija mía. La eternidad es la condenación y la salvación. Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor, hija mía. Ya te dije que queda poco; se está acabando. Y cuando el cáliz se acabe..., será horrible, hija mía... Yo no os quiero asustar, hijos míos, quiero que os pongáis a bien con Dios para salvar vuestra alma... Está amargo el cáliz, hija mía, pues esta amargura siente mi Corazón por todos vosotros, hijos míos. ¡Por todos, sin distinción de razas! Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados... Este acto de humildad, hija mía —te lo he repetido siempre—, sirve para la salvación de las almas. Ningún ser humano, hija mía, si no tuviese una misión que cumplir —como te he repetido muchas veces—, vería mi rostro. Tú piensa que no has podido ver el rostro del Padre Eterno. Es imposible, hija mía, que ningún ser humano pueda ver su cara, porque su cara es la luz, y la luz daña a veces en los ojos, hija mía; la luz exterior del cuerpo, no la interior. Por eso te pido, hija mía: tened cuidado porque están acudiendo a este lugar muchos profetas falsos. ¡Alerta, hija mía, estad alerta! Están cogiendo de aquí y de allí para confundiros, hija mía. Por eso te pido, hija mía: sé astuta como una serpiente, pero sé sencilla, hija mía, y humilde como una paloma, hija mía. Pide por mis almas consagradas, mis almas consagradas, hija mía. ¡Las ama tanto mi Corazón!... Y ¡qué mal corresponden a mi amor! Mira mi Corazón,
cómo está cercado de espinas; cercado de espinas, hija mía,
por todos los pecadores del mundo. Vas a quitar dos espinas, hija mía;
se han purificado dos. Tira sin miedo, hija mía. Mi Corazón
sangra de dolor por toda la Humanidad, hija mía, ¡por toda!
LA VIRGEN: Hijos míos, rezad las tres partes del Rosario; es mi plegaria favorita. La que más os cuesta, hijos míos, pero la que más agrada a mi Corazón. Mi mensaje es corto, hijos míos, porque os lo tengo todo dicho. Y os he dicho que se cumplirá desde el primer mensaje hasta el último. Ya ha sonado la segunda trompeta. Estad alerta, hijos míos, pues el enemigo quiere apoderarse de vuestras almas. Pero con sacrificios y con oración el enemigo no podrá nunca con vuestras almas. ¡Cuántos de los aquí presentes habéis pedido gracias y os han sido concedidas, hijos míos, y luego no habéis cumplido con vuestra Madre, hija mía! Os dije, hijos míos, que habría grandes sequías, y las hubo. Pero mi Corazón tuvo misericordia de vosotros y le pidió al Padre que cayera lluvia sobre la Tierra. Lluvia os ha dado, hijos míos. Pero estad alerta, porque, cuando la Luna empiece a enrojecer y los astros empiecen a perder su brillo, el tiempo se aproxima, hijos míos. Observad que esto está sucediendo. Vuelve a besar el sue1o, hija mía, por las almas consagradas. Por las almas consagradas, hija mía, para que sean fieles a Cristo y para que el enemigo no se apodere de sus almas. ¡Pobres almas! Porque esas almas pagarán por sus pecados y por las almas que arrastran al abismo, hija mía. Por eso os pido, hijos míos: pedid mucho por ellos; son débiles, hijos míos, y se dejan engañar por los placeres del mundo. También os digo, hijos míos, que améis a vuestro prójimo, porque, si no amáis al prójimo, no amáis a Dios, hijos míos. Besa el pie, hija mía... En recompensa a tu sufrimiento, hija mía. ¡Cuántos, hija mía, cuántos hay aquí presentes —podría señalar hacia ese lugar, hacia este lugar— que no creen en la existencia, hija mía, en la existencia de su Madre! He dicho, hija mía, que los mensajes se estaban acabando; pero mi Corazón está lleno de dolor y tiene que avisar como una madre a sus hijos del peligro que les acecha. Seguiré haciendo mi presencia en este lugar, hija mía, hasta que se cumpla mi palabra. Aunque todo lo tengo dicho. Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos... Todos estos objetos, hijos míos, han sido bendecidos, ¡todos!, hija mía. Ninguno de los
que estáis aquí presentes podréis disculparos cuando
lleguéis ante el Padre, porque mi Corazón derrama gracias
para vuestra conversión. Pero no queréis aceptarlo, hijos
míos. ¡Pobres almas, hija mía! ¡Qué pena
de almas!
LUZ AMPARO: Por ellas, ya
pido por ellas. ¡Ay, ay! Sé que hay muchos que no creen aquí;
pero Tú lo prometiste, que les darías las gracias. Ayúdalos...,
ayúdalos.
LA VIRGEN: Las gracias, hija
mía, estoy dando hace cientos de años.
LUZ AMPARO: (Palabras en voz
baja e ininteligibles)... Lo has prometido, ¡lo has prometido Tú!
Y Tú lo vas a cumplir, ¿eh?
LA VIRGEN: Hija mía,
no seas soberbia. No me digas que yo tengo que cumplir. Yo cumpliré,
hija mía, pero si ellos corresponden a mi amor.
LUZ AMPARO: Ayúdalos,
¡ayúdalos! Muchos no creen en Ti, ni en tu Hijo tampoco.
LA VIRGEN: Yo prometí ayudarles, hija mía; pero que quede claro: prometo ayudarles con su ayuda. Si ellos no quieren corresponder a esa ayuda, yo no podré hacer más por ellos, hija mía. Estoy constantemente sujetando el brazo de mi Hijo, para que no se descargue sobre vosotros, hija mía; ¿qué más queréis, hijos míos? Con las oraciones y con el santo Rosario podríais haber evitado estos grandes castigos, hijos míos; pero el mundo no ha cambiado, hija mía; el mundo sigue cada día peor. Voy a dar mi bendición, hijos míos. Y esta bendición será especial para todos. ¡Mira si derramo gracias, hija mía! El que no corresponda a esto, aunque me viese con sus propios ojos, hija mía, no creería. Y si mi Hijo bajase, le volveríais a crucificar, hija mía. Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LUZ AMPARO: ¡Madre mía!,
¡Madre mía!, ¡Madre!... Yo te lo pido...
LA VIRGEN: ¡Adiós,
hijos míos! ¡Adiós!
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6 mai 1984
La Sainte Vierge: Mes enfants, aujourd'hui en la fête de toutes les Mères, Je viens vous souhaiter une bonne fête, Mes filles, parce que vous êtes mères et que vous vous préoccupez de vos enfants. Mais bienheureuses ces mamans qui ne se préoccupent pas unique- ment de leur corps, mais qui se soucient aussi de leur âme, Mes enfants! Moi aussi Je suis Mère, c'est pourquoi Je suis venue vous souhaiter une bonne fête. Je suis Mère de toute l'Humanité. Priez, Mes enfants, priez le Saint Rosaire;
J'aime tant cette prière, Mes enfants... Combien de mères
ne s'occupent que du corps de leurs enfants! Eduquez-les dans la doctrine
du Christ, Mes filles, vous serez responsables quand vous vous présenterez
devant le Père, Mes filles. Voilà pourquoi Je vous demande
d'élever vos enfants, mais de les éduquer depuis leur enfance,
-l'arbre, on le traite quand il est petit, comme l'enfant -. On le soigne,
on l'arrose pour qu'il croisse et donne un bon fruit. Voilà ce que
Je vous {demande, d'élever vos enfants dans la sainte crainte de
Dieu.. Comment votre Mère pouvait-elle manquer un jour comme celui-ci
"pour féliciter ces mamans qui sont esclaves de leurs en- fants
! Mais ces mères qui à cause de leurs divertissements ne
se préoccupent pas de leurs enfants, qui ne font rien d'autre que
" jouer les coquettes" et dépensent ce que Dieu leur a donné...
Bienheureux ceux qui ont eu le don d'acquérir des richesses, de
les ldistribuer aux pauvres et de ne pas les dépenser dans des produits
de luxe, Mes enfants. Vous devrez en rendre compte.
Amparo: Et moi je n'y ai pas prêté
atte?tion ! Ah, je n'ai pas fait cas! Ah ...
1Vois-tu comme les prières purifient
les âmes, Ma fille, ainsi que les souffrances! Tire trois épines
de Mon Cœur. Trois d'entre elles se sont purifiées.
suit, Ma fille. Mais faites-le, Je vous
le demande, Mes enfants. Ainsi Je sauverai beaucoup d'âmes.
seront gravement châtiées,
Mes enfants. Levez tous les objets. En ce moment où beaucoup d'entre
vous voient le visage, Mon yisage dans le soleil, Mes enfants, Je bénis
tous vos objets... Quelle merveille! Tous les objets ont été
bénis. Ce n'est pas de la suggestion, Mes enfants. Vous êtes
en train de le voir de vos propres yeux. .. Quelle couleur, Mes enfants!
Le rose aussi y est, Mes enfants; observez quel rose merveilleux, Mes enfants.
(L'on entend des commentaires jqyeux). Heureux ces yeux qui sont en train
de voir, Mes enfants! Heureux les yeux qui voient cela! Mais que ceux qui
ne le voient pas, ne soient pas tristes, parce que si non ce serait...
(Paroles dans une langue étrange).
verts et roses. Vous êtes tous avec
une couleur... ! Ah, quelle couleur ils ont tous, quelle couleur! Jaune,
rose, vert... Ah, les bijoux... ah! Ah ! Ah! (Elle se remet de l'extase).
Bon; maintenant, nous allons continuer le CQapelet, non?
MENSAJE DEL DÍA 6 DE MAYO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos, hoy es el día de todas las madres; vengo a felicitaros, hijas mías, porque sois madres y os preocupáis de vuestros hijos. Pero bienaventuradas aquellas madres que no se preocupan sólo del cuerpo, que se preocupan del alma, hijos míos. También yo soy Madre, por eso he venido a felicitaros. Yo soy Madre de toda la Humanidad. Rezad, hijos míos, rezad el santo Rosario; me agrada tanto esta plegaria, hijos míos... ¡Cuántas madres, hijos míos, os preocupáis sólo del cuerpo de vuestros hijos! Educadlos en la doctrina de Cristo, hijas mías, vosotras vais a ser responsables cuando os presentéis ante el Padre, hijas mías; por eso os pido: educad a vuestros hijos, pero educadlos desde niños, porque el árbol se le educa desde pequeño, como a un niño, hija mía; se le cuida, se le riega para que crezca y dé buen fruto. Eso os pido, hijos míos: que criéis a vuestros hijos en el santo temor de Dios. ¿Cómo este día, hijos míos, podía faltar vuestra Madre para felicitar a esas madres que son esclavas de sus hijos? Pero aquellas madres que por sus diversiones no se preocupan de sus hijos, que no hacen nada más que coquetear y gastarse lo que Dios les ha dado... Bienaventurados, hijos míos, aquéllos que habéis tenido el don de adquirir riquezas y las distribuís con los pobres y no las gastáis en lujos, hijos míos. Tendréis que dar cuenta. Mira, hija mía,
en una ocasión te dije, hace mucho tiempo, que, cuando llegue el
momento, de que los ancianos sueñen y los niños vean, el
tiempo se aproxima, el fin de los fines. Cuántos ancianos han venido
diciendo que han soñado con las maravillas del Cielo. Es verdad,
hija mía, porque ¡esto es verdad!
LUZ AMPARO: ¡Y yo no
haber hecho caso de eso! ¡Ay, no he hecho caso! ¡Ay..., ayyy...,
ayyy...!
LA VIRGEN: Tú piensa, hija mía, que mi Hijo te ha dado el don de la luz para saber lo que es verdad y lo que es mentira. Pero por eso te advierto que seas astuta también, hija mía. Pero escucha a aquellos ancianos y aquellos niños, pues son inocentes, hija mía. Cumplid con el Evangelio de Cristo. Todo el que cumpla con el Evangelio de Cristo entrará en el Reino del Cielo, hija mía. Hoy sólo he venido a felicitaros, madres, madres de todos los hijos de la Tierra, porque yo soy Madre de toda la Humanidad. ¿Ves cómo
las oraciones purifican a las almas, hija mía, y los sufrimientos?
Saca tres espinas de mi Corazón; se han purificado tres.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Madre,
cómo están en el Corazón! (Las palabras anteriores
son casi ininteligibles). ¡Ay, ayyy...!
LA VIRGEN: Está lleno
de espinas porque los hombres son cada día peor, hija mía.
¡Cuánto me agradan los rosarios! Hace mucho tiempo que no
se rezaba el santo Rosario en este lugar, hija mía. También
me agradaban los cánticos que se oían detrás de los
misterios, hija mía. Quita una espina primero y detrás quita
las otras dos que están más profundas.
LUZ AMPARO: (Con fatiga).
¡Ah, ah...! ¡Ay...! ¡Ayyy...! ¡Ay!
LA VIRGEN: Tira sin miedo.
LUZ AMPARO: Están muy
profundas. ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy...!
LA VIRGEN: Están profundas
esas dos, hija mía, porque ha costado mucho su purificación.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados
del mundo... Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación
de las almas. Ya te lo he dicho mucha veces: hazte muy pequeña,
hija mía. Humíllate para que puedas gozar de la presencia
de Dios. Eres víctima de reparación y las víctimas
tienen que sufrir, hija mía... (sollozos de Luz Amparo); pero sin
lágrimas, hija mía.
LUZ AMPARO: A veces no puedo,
a veces no puedo... Es mucho... mucho.
LA VIRGEN: Nunca digas que es mucho, hija mía. Piensa en Cristo en la Cruz; no rechistó, hija mía, no dijo nada. Estaba muriendo y perdonando a sus enemigos. Me gusta, hija mía, que después de cada misterio cantéis una canción de aquéllas que cantabais anteriormente: “Con flores a María, que Madre nuestra es”. Soy vuestra Madre, hijos míos; es verdad. Por eso me agrada esa plegaria, hijos míos. Ahora os voy a bendecir a todos. Y a muchos de vosotros seréis marcados con una cruz en la frente, hijos míos. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Ahora, hija mía,
en este momento, voy a marcar muchos de los aquí presentes... Di
cómo son marcados, hija mía, con un crucifijo igual a éste
(Luz Amparo levanta el crucifijo de su rosario girando de un lado a otro),
pero de otro tamaño, hija mía, en forma de “Y”; son marcados
con una cruz en la frente. Sólo con hacer con la cruz así
alrededor de todos los humanos, hija mía; todos estáis sellados
con la cruz, con la cruz de los escogidos, hijos míos. Este sello,
hijos míos, es el sello de los escogidos; el sello de la cruz. Por
eso, hijos míos, tenéis que coger la cruz y seguir a Cristo
por el camino del dolor. Vale la pena con este sello seguir a Cristo, hijos
míos. ¿De qué valen al hombre todas las riquezas del
mundo, todos los placeres, si en un segundo va a perder su alma, hijos
míos? Ya sabéis que tenéis una obligación con
Cristo, hijos míos; estáis sellados con el sello de los escogidos.
LUZ AMPARO: ¡Aaah, aaay,
ay, ay, aaah...! ¡Ay, qué alegría! ¡Ay, lo has
cumplido! ¡Ay, qué alegría! ¡Ay! ¡Ay, Madre
mía, qué alegría más grande! ¿Y si no
te corresponden?...
LA VIRGEN: Yo les daré
una gracia, hija mía, para que respondan a ese sello.
LUZ AMPARO: Aunque me digas
que soy muy soberbia, ¡cuánto te lo he pedido, Madre mía!,
¡cuánto te lo he pedido! ¡Ay, Madre mía, qué
alegría, ay, ah, ah! ¡Ay, qué alegría siente
mi corazón! Mi corazón está lleno de alegría,
Madre mía.
LA VIRGEN: También
el mío, hija mía, porque sé que estas almas van a
corresponder a mi sello. Lo sé, hija mía, que corresponderán
a mi amor. También te pido: que me agrada que, después de
cada misterio, cantéis esta canción: “Venid y vamos todos
con flores a María, con flores a María, que Madre nuestra
es”. Luego sigue otra estrofa, hija mía. Pero hacedlo, os lo pido,
hijos míos. Así iré salvando a muchas almas.
LUZ AMPARO: ¡Aaah, ay,
ay, ay, ay, qué alegría! Mirad arriba.
LA VIRGEN: Mirad arriba,
hijos míos. Mirad y dad testimonio... (se oye un murmullo de admiración
entre los asistentes), hija mía. Todo es hermoso lo que se ve arriba,
hijos míos. ¡Qué colores más maravillosos! Pensad
que cada color es el de una morada, hijos míos. ¡Qué
maravilla! Estoy haciendo maravillas en este lugar, hijos míos.
Corresponded a estas gracias que os estoy dando: milagros del alma; milagros
de cuerpo también he dado, y las maravillas de ver mi rostro reflejado
en ese Sol... (Se repiten los gritos de admiración entre los asistentes).
Mirad mi rostro, hijos míos, ¿no es una maravilla? ¡Qué
colores más maravillosos! Seguid mirando, hijos míos, no
os canséis de mirar hasta que desaparezca este color, hijos míos...
¡Cuántas maravillas está obrando mi Corazón
en este Prado, hija mía!
LUZ AMPARO: ¡Aaah, aaah,
ay, Madre! Haz que algunos no lo vean, algunos; porque si no, van a decir
que es una sugestión. ¡Que todos no lo vean, no!
LA VIRGEN: ¡Qué dicha, hijos míos, qué dicha siente mi Corazón cuando habéis quedado sellados con el sello de amor, hijos míos! Seguid observando los colores tan maravillosos. ¡Cómo vibra el Sol, hijos míos! ¿Quién puede hacer eso si no es Dios? Ningún ser humano puede hacer estas maravillas... Hijos míos, ¡cómo rebosa mi Corazón de alegría! ¡Qué alegría siente mi Corazón de que veáis todas estas maravillas! ¡Dichosos los ojos que ven y los oídos que oyen, hijos míos, porque ellos también entrarán en el Reino del Cielo! Pero aquellos oídos que oyen y no quieren cumplir con mis mensajes serán castigados gravemente, hijos míos. Levantad todos
los objetos. En este momento que muchos de vosotros observáis el
rostro, mi rostro en el Sol, hijos míos, os bendigo todos los objetos...
¡Qué maravilla! Han sido bendecidos todos los objetos. No
es sugestión, hijos míos. Lo estáis viendo con vuestros
propios ojos... ¡Qué color, hijos míos! También
está el rosa, hijos míos; observad qué rosa más
maravilloso, hijos míos. (Se escuchan comentarios de alegría).
¡Dichosos estos ojos que estáis viendo, hijos míos!
¡Dichosos los ojos que ven esto! Pero tampoco se pongan tristes aquéllos
que no lo ven, porque si no sería... (Palabras en idioma extraño).
LUZ AMPARO: (Los sollozos
y la respiración entrecortada hacen muy difícil entender
las palabras siguientes). ¡Llévame ahí contigo! Ahí
contigo. Yo quiero subirme contigo ahí... y quedarme, aunque sea
en este sitio... No quiero volver otra vez al otro sitio..., ya no quiero.
Quedarme aquí en este sitio mismo, pero en el otro no quiero estar...
Yo quiero estar aquí cerca, pero allí no, allí abajo
no, no. No me bajes allí abajo... (palabra ininteligible) sufrir,
cuando yo quiero estar aquí. Antes de irte, déjame aquí.
¿Ya te vas? No te vayas. ¿Ya me dejas aquí?... Antes
de irte, llévame, aunque no me subas más arriba; yo quiero
estar en este de abajo. (Sigue hablando con palabras entrecortadas por
la fatiga). ¿Vas a volver a ir al otro sitio?
LA VIRGEN: Estaréis
observando un rato más este prodigio, hijos míos. (Se oye
un murmullo de admiración entre los asistentes).
LUZ AMPARO: ¡Qué
bonito es! ¡Ay, ay, qué bonito es eso...! ¡Ay, llevadme,
ay...!
LA VIRGEN: No seáis
incrédulos, hijos míos. No queréis mirar. Mirad para
ver, hijos míos; porque sois muchos como santo Tomás, que
tenía que meter la mano en la llaga para creer. Pues habéis
visto, ahora, ¿cómo corresponderéis a este privilegio,
hijos míos?
LUZ AMPARO: Entonces, ¿no
me dejas aquí? ¿Me mandas otra vez allí abajo? ¡Ay,
otra vez! ¡Ay, qué sufrimiento estar abajo!
LA VIRGEN: Pero te estás
labrando tu morada, hija mía.
LUZ AMPARO: Sí, pero
ya está bien eso: “Te estás labrando”, ¿no? ¡Ya
está bien!
LA VIRGEN: No te quejes,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¿Que no
me queje? ¡Si no me quejo! Pero es que después de ver esto,
ahí me mandas otra vez...
LA VIRGEN[1]: Mi prodigio seguirá, hijos míos; pero os voy a decir adiós, aunque siga el prodigio. ¡Adiós, hijos míos, adiós!... (Continúa
el rezo del santo Rosario, que se había interrumpido al iniciarse
el cuarto misterio. Pero, durante la meditación, Luz Amparo pronuncia
unas palabras ininteligibles y, seguidamente, establece un nuevo diálogo
con la Virgen).
LUZ AMPARO: [2]El otro primer sábado que hay más gente. Entonces sí que los marcas a todos. No soy egoísta, no; es que quiero que los marques a todos con ese sello. Porque también dices que el enemigo está marcando. ¡Bueno!, pues el primer sábado lo haces, ¿eh? Bueno, yo también haré lo que Tú me pides; pero te lo pido de corazón, ¿eh? ¡Hazlo! No quiero que me digas que soy soberbia por pedirlo; pero es que las almas..., pues a mí me da tanta alegría cuando veo que se convierte un alma —¡ah!— que, desde luego —ya lo he dicho muchas veces—, esa noche duermo muy feliz. ¡Ay!, espérate al primer sábado, que estén muchos. Y cuando estén todos, séllalos con ese mismo sello. ¿Lo vas a hacer? ¡Bueno!, yo también te prometo eso que Tú sabes. Pero ¡hazlo!, porque son hijos tuyos; igual que yo tengo mis hijos, pues Tú tienes todos los demás. Te pido también por mis hijos. También te lo pido que los salves. ¿Los has sellado también? Pero, ¿y los otros que no están? Séllalos también, aunque sea allí. ¡Bueno,
Madre! Eso te pido y quiero que lo hagas, aunque tenga que sufrir toda
la vida. ¿Me lo prometes? ¡Prométemelo otra vez!
LA VIRGEN: Sí, hija
mía, te lo prometo.
LUZ AMPARO: (La respiración es, de nuevo, fatigosa; las palabras se entienden con dificultad durante esta prolongada intervención de Luz Amparo). Bueno, pues eso quiero. Te pido por mis hijas también. Pero también los que no están aquí. ¡Hazlo! por lo que yo sufra, hazlo. Pero séllalos, porque haré lo que me pidas. Y por todos los del primer sábado también, ¿eh? Ya te he pedido muchas cosas; pero no son para mí, porque son para todos los demás. Yo quiero que me ayudes a sufrir, pero sálvalos a todos. Y no sé si seré egoísta, pero quiero que salves primero a mis hijos. Los otros también. Pero yo pido por todos, no por ellos solos, no; ¡por los demás! Hazlo y yo te prometo sufrir más, más y más, para salvarlos a todos con mi sufrimiento. Pero me tienes que ayudar, ¿eh?, porque es que yo sola no voy a poder con todo eso. ¡Ay, cómo estás! ¡Ay, huy, que se me mete dentro ese rayo que tienes en la cara...! ¡Ay, cuánto has hecho esta tarde, has hecho muchas cosas! Y has estado mucho tiempo sin hacerlo... ¡Tanto como te lo he pedido...! Bueno; que estoy muy contenta, ¡muy contenta! ¿Vas a seguir ahí? Pero sólo el resplandor del Sol es como estar allí. Está otra vez igual; otra vez igual está. ¡Si estaba todo nublado!... ¿Y cómo Dios hace estas cosas? ¡Ay, Dios mío! Estaba casi lloviendo; pero todo... ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, eso sí que es bonito! ¡Ah, ah!, pues llévalos ahí. Primero a los míos; luego, a los otros... (Palabras ininteligibles) ¡Oy, qué amarillo! Ese amarillo, ¿para quién es? Bueno, ya no te voy a cansar más; no te quiero cansar. Nada más que pedirte que lo hagas otra vez, aunque se rían de mí aquellos presentes que se están riendo. Pero Tú sálvalos, porque no saben —¡pobrecitos!—, están muy necesitados, y han tenido alguna cosa que los han engañado; pero en su interior te quieren, aunque creas Tú que no. Ellos... les estás haciendo por dentro de su alma una cosa muy grande. No creas que no te quieren; que te quieren todos, ¡todos! Yo te digo a Ti que todos los que están aquí, están con el corazón lleno de alegría, aunque no lo demuestren; pero sí, lo sé yo. Y te quiero pedir más cosas, Madre mía: sana a Charo también —¡pobrecita!—, está sufriendo mucho, pero acórtale luego el sufrimiento —con esos sufrimientos que ella está pasando—, aunque su vida ha sido muy ligera..., pero Tú, ¡perdónala! Que esté poco tiempo sufriendo, te lo pido; y si es que es tu voluntad..., pues, haz lo que quieras; pero que se purifique. Piden otras cosas materiales, pero es que yo no puedo pedir esas cosas. Tú hazlo, si lo sabes. Cosas materiales... Ya lo sabes. Y otra, otra señora que está muy grave; también te lo pido: que la salves, porque es muy mayor, ¡pobrecita! Bueno, ya se me está acabando el diálogo contigo... Pero, ¿cuándo volverás otra vez a tener este diálogo conmigo, eh? Bueno; yo, aunque no tenga diálogo..., séllalos a todos el primer sábado. Y ya no soy más pesada. Me voy a santiguar... (palabras casi inaudibles) y del Espíritu Santo. Amén. ¡Ay...!
¡Ay! ¡Ah...! ¡Vaya! ¡Vaya Sol! ¡Ay! Hay muchas
moradas en ese Sol, muchas; se ven muchas. ¡Ah! ¡Ay! ¡Ay,
qué buena eres! ¡Qué buena es la Virgen! ¡Oy,
todavía sigue ese color ahí! Pero, ¡bueno!... Todos
están amarillos, verdes y rosas. ¡Estáis todos con
un color...! ¡Ay, qué color tienen todos, qué color!
Amarillo, rosa, verde... ¡Ay, las joyas...! ¡Ah! ¡Ah!
¡Ah!
(Como recuperándose del éxtasis y con extrañeza). Bueno; ahora vamos a seguir el Rosario, ¿no? (Se continúa con la lectura de las meditaciones del Rosario). [1] Aquí se produce un corte en la grabación de audio disponible. El texto siguiente en cursiva, atribuido a la Virgen, se ha trascrito del o.c., nº 3, p. 298. [2] Prosigue aquí la grabación
interrumpida más arriba.
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12 mai 1984
La Sainte Vierge:
MENSAJE DEL DÍA 12 DE MAYO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos, sólo voy a daros mi santa bendición. También os doy las gracias porque acudís por centenas. Acudid al santo Rosario; acudid, hijos míos. El Rosario será vuestra salvación, siempre que estéis, hijos míos, en gracia de Dios. Con el Rosario alcanzaréis todas las cosas del mundo, hijos míos. Mi mensaje es éste, hijos míos: sacrificio, sacrificio y penitencia. (Luz Amparo se pone a llorar, la respiración es agitada. Las siguientes palabras en cursiva son casi ininteligibles). Éstos son para todos aquéllos que no cumplen, hija mía, en este lugar; porque mi Corazón es misericordioso, mientras el Padre Eterno es Juez, hija mía[1]. Os sigo repitiendo, hijos míos: no os riáis de mis mensajes. ¡Cuántos se están riendo de mis mensajes, hija mía! ¡Pobres almas! Os voy a bendecir, hijos míos. Ya lo tengo todo dicho. Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Hijos míos, levantad todos los objetos... Todos los objetos han sido bendecidos. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Varias palabras del párrafo
son casi ininteligibles; se han utilizado las que parecen más indicadas
conforme a la grabación y el contexto.
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13 mai 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, c'est une date très importante. Il y a quelques années, à cette époque, Je suis apparue à des enfants. Je Me suis rendue présente, mais comme il en a coûté d'y croire, Ma fille, les enfants eurent beaucoup à souffrir ; voilà pourquoi Je te dis, Ma fille, que tu dois beaucoup souffrir. II ne serait pas facile que tout se passât
selon tes desirs,
Comme Je te l'ai dit en d'autres occasions,
ils pensent que Je ne peux pas apparaître n'importe où dans
le monde. Qui sont-ils, Ma fille, pour Me dire où Je dois apparaître
et quand Je dois Me manifester ?
Moi J'ai donné Mon message, Ma fille. Bois quelques gouttes du calice de douleur... Comme ce calice est amer! Je te l'ai souvent répété. Pense qu'il y en a peu dans le calice comme il reste peu de temps avant que le grand châtiment ne tombe sur l'Humanité. Les hommes pensent que Dieu est miséricordieux
et qu'Il ne va pas châtier l'Humanité. Dieu est miséricordieux;
mais s'Il n'a pas pardonné à Son Fils qui est mort sur une
croix pour sauver
Luz Amparo: Ah, quelles
choses! Ah, mon Dieu! Qu'est-ce que c'est, c'est si grand? Vas-tu me laisser
en ce lieu? Ah ! Ah ! N'ai-je pas encore été humble pour
y parvenir ?
Luz Amparo: : Mais, moi, suis-je sauvée ? Suis-je déjà Sauvée ? La Sainte Vierge : Non, Ma fille. Jusqu'a la fin, on ne Sait pas, qui se sauve et qui se condamne. Luz Amparo: Tu dis encore que je ne vais pas me sauver ? Après tout cela..., je ne me sauve pas ? Ne m'as-tu pas dit que j'avais la clef de la demeure ? La Sainte Vierge: Ton salut, Ma fille, dépendra de tes mérites. Voilà pourquoi Je te demande, l'humilité, Ma fille, l'humilité accompagnée du sacrifice. Luz Amparo: Ca alors! Je dois faire davantage de sacrifice? Faire..., ne m'emmènes-tu pas à ce lieu ? La Sainte Vierge: Je t'ai souvent dit,
Ma fille, de ne pas être orgueilleuse, mais humble.
La Sainte Vierge: Quelle félicité, Ma fille. Ton corps éprouve une félicité de gloire, Ma fille Luz Amparo: Aaah... 1 Ah 1 Si tu m'envoies en enfer après avoir vu cela... Allons Ah Ah Ne m'envoie pas en enfer car il ne fallait pas me l'avoir montré... Ah Laisse-moi en ce lieu; ne m'envoie pas maintenant sur Terre Je promets que je ne serai plus La Sainte Vierge : Ma fille, la chair n'entre
pas ici, au Ciel. Je t'ai montré cette vision...
La Sainte Vierge: Non, Ma fille, parce que ta mission c'est souffrir et souffrir. Tu sais bien que depuis ton enfance, depuis ton enfance, Mon Fils t'a choisie pour souffrir. Luz Amparo: Pour cela justement, cette souffrance de mère est déjà suffisante! J'ai dit -un jour où il y avait un monsieur- que Dieu ne pouvait être aussi cruel. Tu m'as répondu qu'Il n'était pas cruel, qu'Il était miséricordieux et plein d'amour. Alors, pourquoi m'envoie-t-Il encore sur Terre? Laisse-moi ici, car moi je ne veux pas retourner encore en bas. Ah ! Ah ! En bas. Pour souffrir! Non. Je ne veux pas. Aide-moi, alde-moi, parce que mon fardeau est lourd et que va-t-il se passer avec ce que Tu sais? Lorsque demain je vais m'y rendre, y seras-Tu? La Sainte Vierge: Non, Ma fille. C'est une épreuve supplémentaire que tu auras à affronter. Si Dieu le Père a éclairé les Apôtres, comment ne va-t-Il pas t'éclairer toi aussi, à ce moment-là, Ma fille ? Luz Amparo: Oui, mais. .. Ils sont cinq
et nous, nous sommes trois! (Mots à voix basse et incompréhensibles).
La Sainte Vierge: Je t'ai déjà dit, Ma fille, que le disciple n'est pas au-dessus de son maître. Et Mon Fils aussi était traité de la sorte. Luz Amparo: Bien sûr ! Mais Il savait qu'Il était Fils de Dieu. Mais moi, qu'en est-il? Je suis fille de Dieu; mais je suis faible. Je ne peux pas... ! Quoi? Tu vas m'envoyer en bas déjà... n'est-ce- pas? Ne m'envoie pas là-bas. Si tu es Mère, laisse-moi ici... Laisse- moi. La Sainte Vierge: Oui, Ma fille, tes épreuves ne sont pas encore terminées. On te traitera de folle et de qualificatifs encore plus forts... Mais offre-le au Christ Jesus. Luz Amparo: (Mots incompréhensibles. . .) Oui, bien sûr 1 On les dit joliment, les choses! Mais si Tu ne m'aides pas..., je ne pourrai pas le supporter. La Sainte Vierge: Demain, Ma fille ; ne
crois pas que l'issue sera bonne; ne le crois pas. Même si tu les
vois, beaucoup d'entre eux sont des loups revêtus de peaux de brebis.
Luz Amparo: Plus de croix? Eh bien, en
voilà! Je ne compte
Qu'ils se sauvent tOUS!
La Sainte Vierge: J'apparais aujourd'hui,
Ma fille, parce que ce mois-ci est très important pour les hommes;
mais il n'y a pas que ce mois qui devrait l'être. Je suis votre Mère
tous les mois de l'année et pendant toute la vie, Mes enfants, et
pas seulement ce mois-ci. Mais Je fais plaisir aux hommes parce que Je
sais qu'en ce mois de Mai, non pas tous les hommes mais beaucoup d'entre
eux, aiment prier le Saint Rosaire.
La Sainte Vierge: Pour toi, Ma fille, tout ce que tu as dit est bien; mais Je t'ai dit que tous les hommes n'aimaient pas Mon Cœur. Et si Je n'apparais pas en ce lieu, Je Me manifesterai en un autre, Ma fille. Mais ce lieu est sacré parce que Mes pieds virgina~ l'ont foulé. Pense qu'en d'autres occasions, ils ont empêché les pèle$s de se rendre à Mes apparitions; mais ils n'ont pas pu y par- venir, Ma fille, parce que si ce n'est pas à l'intérieur [du Pré-Neuf] ce sera à l'extérieur. Mais
Je continuerai à Me Manifester. Pense, Ma fille, que tout au long
de l'Histoire, il y a eu de grands saints; il Y a eu de très grands
saints et aujourd'hui, Ma fille, aujour- d'hui précisément,
c'est la fête de l'un d'eux. Et combien il a été calomnié,
Ma fille, pendant qu'il priait, les Anges de Dieu faisaient ses travaux
et lui, il allait prier! Voilà pourquoi Je te demande de ne pas
trop te préoccuper des affaires de la terre; occupe-toi des affaires
de Dieu, Ma fille.
Comm:t vivent-ils 1 Hein? Ah 1 Bien sûr
1 Mais ne ::-): :: :: qui ils sont? Pas même le dire? Eh bien, en
voilà des secrets que vous me livrez!
Le Seigneur: Oui, Ma fille, au cours
de ce mois de Mai, les manifestations de Ma Mère bien-aimée
seront continuelles.
Le Seigneur: Oui, Ma fille, au cours de
ce mois de Mai, les manifestations de Ma Mère bien-aimée
seront continuelles.
Le Seigneur: Ma Mère te l'a dit
: jusqu'à la fin, personne, per- sonne ne peut dire qu'il est sauvé.
Et même si Je savais que ton âme
La Sainte Vierge: Ma fille, quel grand
jour même s'il semble que ce soit un jour comme un autre. Mon Fils
s'est manifesté!
Hwnilie-toi, Ma fille, celui qui s'hwnilie
sera élevé et celui qui s'élève, sera hwnilié.
19 MAI 1984
céleste se sauveront, Mes enfants.
Dieu le Père a placé ces âmes [les (prêtres]
pour que vous vous humiliez en confessant vos péchés, Mes
enfants. Je t'ai déjà dit une fois, Ma fille, que seul un
être en chair et en os pouvait comprendre comment vous offensez Dieu,
Mes enfants. Un Ange du ciel ne pourrait jamais comprendre la 1façon
dont vous offensez Dieu, Mes enfants. Voilà pourquoi Je vous demande
le sacrifice, Mes enfants; approchez-vous du sacre- ment de la Confession
et faites pénitence. Recevez le Christ, car, 10rsqu'D est monté
vers le Père, D est demeuré dans le Saint Sacrement pour
vous donner des forces, Mes enfants.
céleste se sauveront, Mes enfants.
Dieu le Père a placé ces âmes [les 1prêtres]
pour que vous vous humiliez en confessant vos péchés, Mes
enfants. Je t'ai déjà dit une fois, Ma fille, que seul un
être en chair et en os pouvait comprendre comment vous offensez Dieu,
Mes enfants. Un Ange du ciel ne pourrait jamais comprendre la 1façon
dont vous offensez Dieu, Mes enfants. Voilà pourquoi Je vous demande
le sacrifice, Mes enfants; approchez-vous du sacre- ment de la Confession
et faites pénitence. Recevez le Christ, car, lorsqu'Il est monté
vers le Père, Il est demeuré dans le Saint Sacrement pour
vous donner des forces, Mes enfants.
Luz Amparo: Ah, ah ! Elle est profondément
enfoncée...
je n'en obtenais aucune [demeure] hein?
Ah ! Je ne T'en demande qu'une, hein? Même si c'est la dernière,
hein? Il Y en a encore d'autres, mais aujourd'hui Tu ne veux pas me les
montrer, hein ? J'en ai vu suffisamment? Encore un tout petit peu! un tout
petit peu! C'est seulement la dernière chose que je Te demande:
me montres-Tu la suivante? Mais bon 1 Que sont ces pierres? Des bril- lants
? Et ces chars qu'il y a là-bas, ils sont bien en or ! Ah ! Mais
il y en a qui ont la forme d'un animal, non? D'une langouste! Ceux- là
comme ils sont jolis! Lorsqu'on soulève le train arrière,
voyons qu'est-ce qu'il en sort? Du feu! Mais comment cela se fait-il? Cà
me brûle! Ah ! Ah ! Ah ! Ah ! Ma Mère! Mais bon! Pourquoi
cela dégage-t-il du feu?
&&&&&&&&&&&&&&&&
Amparo: Ces personnes sont comme
moi, parce qu'elles ne savent par où commencer, hein? Voyons ce
que nous allons faire! Toi aide-nous et trace nous le chemin pour que nous
arri- vions là où Tu voudras; car si c'est l'épreuve,
voyons comment nous nous en sortons!
La Sainte Vierge: Si Je ne vous avais pas
aimés, Mes enfants, Je ne Me serais pas manifestée depuis
des siècles pour vous aviser du grand danger qui vous attend. Et
Je Me suis manifestée il y a longtemps en ce lieu; mais personne
n'a voulu... personne n'a voulu mener à bien cette manifestation.
Il y a eu confusion, Ma fille.
& partie message
du 19 mai 1984 (relire ci dessus)
La Sainte Vierge: Oui, Ma fille. Levez tous les objets. Ils seront tous bénis... " Amparo: Moi même si je Meurs, que je meure, je ne le dirai pas. Mais il y a des choses qu'on peut Te demander pour les dire, non? Mais moi je ne vais pas à ces endroits-là et je ne pense pas le ,dire. Tu sauras ce que tu fais. Laisse moi Te toucher un peu le pied! Seulement le pied! Comme il est froid! Ah ! On dirait que Tu es mouillée ! Comme Ton pied est joli! Tu n'as rien de laid, hein? En Toi, tout est joli ! Tout! Comment il y aura des gens... ! Eh bien, comment dit-on? La Sainte Vierge: Ma fille, ne dis jamais" gens ", dis " ton prochain ", Amparo: Eh bien, mon prochain, comment
aura-t- il ? Mon prochain à moi c'est tout [le monde]. Et nous sommes
tous "prochain" ; mais ici on dit les gens... Et ils ne croiront pas ce
que Tu es en train de faire ! Mais fais quelque chose d'énorme.
La Sainte Vierge: Cà c'est de l'orgueil,
et te mettre, Ma fille...
Amparo: Mais moi je ne veux pas cela, mais que veux-tu que Je fasse par orgueil ? La Sainte Vierge: Baiser à nouveau le sol. Amparo: Nous voilà bien !... J'ai
baisé à nouveau le sol.
La Sainte Vierge: Ma fille, Je pourrais Me manifester sur tous les lieux du monde en même temps; mais non; Je ne le veux pas parce qu'il y a des personnes. . . Amparo: Ah, bon! Des "personnes ", c'est déjà autre chose. La Sainte Vierge: Il y a des personnes
qui sans voir ni entendre, Ma fille, font cas de Mes messages; tu pourrais
te lever en ce moment, mais ce serait une honte, et indiquer un par
un ceux qui croient,
La Sainte Vierge: Aucun être humain, Ma fille, ne pourrait supporter cette présence si ce n'était pour une mission. Voilà pourquoi Je te demande d'ignorer les faux prophètes, parce qu'ils ne peuvent pas voir Mon visage et demeurer comme. .. (Elle parle une langue inconnue). & à suivre
ici
même, c'est la même car je
l'ai vue, la même.
MENSAJE DEL DÍA 13 DE MAYO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, es una fecha muy importante. En estas fechas, hace años, me aparecí a unos niños; hice mi presencia, pero ¡cuánto costó creerlo!, hija mía; pues los niños sufrieron mucho...; pues, por eso te digo, hija mía, que tú tienes que sufrir mucho. No sería fácil que todo saliera como tú quieres, hija mía. Haced penitencia, hijos míos, sacrificio y oración, porque el tiempo se aproxima y la eternidad está cerca, hijos míos. Es para toda la eternidad... Pedid al Padre Eterno, hijos míos. El Padre Eterno os ama y os tiene preparados a cada uno vuestra morada. Todo esto, hija mía, no creas que es fácil; se consigue a base de sacrificio, de penitencia y de oración. Por eso este día es muy señalado, hija mía. ¡Cuánto cuesta creer en mi presencia! Los humanos son crueles, hija mía. Piensan, como te he dicho en otras ocasiones, que yo no puedo aparecerme en cualquier lugar del mundo ¿Quién son ellos, hija mía, para decirme a mí dónde yo tengo que aparecerme y cuándo tengo que manifestarme? ¡No será fácil, hija mía! Piensa que siempre que me he manifestado, la incredulidad de los humanos ha sido muy grande. Por eso te pido, hija mía, y os pido a todos, sacrificio y penitencia, como pedí a aquellos niños. Con sacrificio y penitencia podréis salvar muchas almas, hijos míos. Pues empieza, hija mía, que este camino no es fácil. ¿Qué significado tendría, tú en la vida, si mi Hijo te pusiese los caminos fáciles? Sacrificio, hijos míos, sacrificio y penitencia para poder alcanzar las moradas, pues las moradas están preparadas. Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos... Estos objetos, hijos míos, tienen gracias especiales para convertir a las almas. Yo he dado mi mensaje, hija mía. Bebe unas gotas del cáliz del dolor... ¡Qué amargo está este cáliz!, te he repetido muchas veces, hija mía. Piensa que lo poco que queda del cáliz, es lo poco que queda para el gran Castigo que va a caer sobre la Humanidad. Piensan que Dios es misericordioso y no va a castigar a la Humanidad. Dios es misericordioso; pero, si no perdonó a su Hijo que muriese en una cruz para salvar a la Humanidad, ¿cómo va a ser misericordioso con vosotros si no queréis pedir perdón de vuestros pecados? Todos aquéllos que cumplan con los mandamientos de la Ley de Dios serán salvados, hijos míos. Seguid el camino del Evangelio de Cristo; no os aferréis a las riquezas del mundo; no sirven al hombre nada más que para condenarse... Tú, hija
mía, piensa que no te va a ser fácil este camino; pero, si
está Dios contigo, ¿a quién puedes temer, hija mía?
No tengas miedo a los humanos. Los humanos, a veces, son crueles y no tienen
caridad con el prójimo, hija mía. Pero vale la pena el sufrimiento
si luego se alcanza la eternidad, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
cosas! ¡Ay, Dios mío!, ¿qué es eso tan grande?
¿Me dejas en este lugar ya? ¡Ay! ¡Ay! ¿Todavía
no he sido humilde para alcanzarlo?
LA VIRGEN: No, hija mía.
Tú tienes que quedarte todavía para dar testimonio de mi
presencia; se están convirtiendo muchas almas. Muchas vienen a buscar
el milagro también, hija mía; pero se van con el alma limpia.
En seguida que salen de aquí, de este lugar, buscan a un confesor,
hija mía, para que cure sus culpas.
LUZ AMPARO: Pero, ¿yo
ya estoy salvada? ¿Estoy salvada ya?
LA VIRGEN: No, hija mía.
Hasta el final no se sabe quién se salva y se condena.
LUZ AMPARO: ¡Ay...! ¿Todavía dices que no me voy a salvar? Con todo esto,
¿no me salvo? ¿No me dijiste que tenía la llave de
la morada?
LA VIRGEN: Te salvarás,
hija mía, según tus méritos. Por eso te pido humildad,
hija mía; humildad, acompañada del sacrificio.
LUZ AMPARO: ¡Anda!,
¿he de hacer más sacrificio? Hacer... ¿No me llevas
a ese lugar?
LA VIRGEN: Ya te he repetido
muchas veces, hija mía, que no seas soberbia, que seas humilde.
LUZ AMPARO: Sí, pero
yo quiero irme de este lugar ya. Yo no quiero condenarme hasta el final.
Si no me voy a salvar, pues entonces, ¿de qué vale este sacrificio
que hago?
LA VIRGEN: Este sacrificio,
hija mía, sirve para la salvación de las almas.
LUZ AMPARO: Y la mía,
¿qué?
LA VIRGEN: La tuya...; ya
sabes que hasta el final no sabe nadie si salvará su alma. Mi Hijo
te escogió víctima; pero tienes, hija mía, que corresponder
a ese sacrificio.
LUZ AMPARO: ¿Más
todavía? No sé qué quieres que haga más.
LA VIRGEN: Que seas humilde,
hija mía.
LUZ AMPARO: (Con mucha fatiga
y la voz entrecortada). ¡Ayúdame a ser humilde! ¡Ayúdame
a ser humilde! Yo quiero ayudar a las almas, pero sálvanos a nosotros
también. Yo no puedo estar aquí más, en este sitio.
LA VIRGEN: Te voy a transportar
a un lugar muy importante, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ah! ¡Ah!
¡Aaah! ¡Aaah...! (Luz Amparo hace exclamaciones de gozo y satisfacción).
LA VIRGEN: ¡Qué
felicidad, hija mía! ¡Tu cuerpo siente una felicidad de gloria,
hija mía!
LUZ AMPARO: ¡Aaah...!
¡Ay!, si después de ver esto me mandas al Infierno... ¡vamos!
¡Ah! ¡Ah! No me mandes al Infierno, porque, si no, no haberme
enseñado esto... ¡Ay, ay! ¡Déjame en este lugar;
no me mandes ahora! Yo prometo que ya no vuelvo a ser soberbia.
LA VIRGEN: Aquí, hija
mía, no entra carne, en el Cielo, hija mía... Te he hecho
ver esta visión...
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues
déjame otro rato más. ¡Ay! ¡Ay! ¡Aaay...!
No me mandes para abajo, no. Yo no quiero ir para abajo. ¡Ay, yo
no quiero...! Estoy aquí muy bien. No quiero bajar ahí abajo;
yo no quiero. No me digas que soy soberbia, porque es que yo quiero quedarme,
quiero quedarme aquí. Ya, ya se han salvado bastantes almas. ¿Qué
quieres que haga ya más? ¡Se han salvado muchas! ¿No
dices que, cuando salvas una, tú tienes la tuya salvada? ¿Por
qué no podré yo salvar la mía por esas almas?
LA VIRGEN: No, hija mía,
porque tu misión es sufrir y sufrir. Sabes que de niña, desde
niña te escogió mi Hijo para el sufrimiento.
LUZ AMPARO: Pues por eso,
¡ya está bien este sufrimiento de madre!; yo dije que —en
una ocasión que estaba un señor—, que no podía ser
Dios así de cruel, me contestaste que no era cruel, que era misericordioso,
lleno de amor. Entonces, ¿por qué me manda otra vez para
abajo? Déjame aquí, que yo no quiero volver otra vez allá
abajo. ¡Ah...! ¡Ay! ¡Ah! ¡Ah...! Abajo a sufrir,
no. No quiero. Ayúdame, ayúdame, porque es mucho lo que tengo,
y ¿qué va a pasar con eso que Tú sabes? Cuando vaya
mañana, ¿estarás allí Tú o qué?
LA VIRGEN: No, hija mía.
Es una prueba más para que te defiendas. Pero, si Dios Padre iluminó
a los Apóstoles, ¿cómo no te va a iluminar a ti, hija
mía, en ese momento?
LUZ AMPARO: Sí, pero...
¡que son cinco y nosotros, tres!... (Palabras en voz muy baja e ininteligibles).
Por eso que te pido, ¿eh?... Déjame otro poquito aquí,
otro poquito... Ayúdame a sufrir abajo, porque si consigo esto...,
tiene que ser con tu ayuda, porque la Tierra... ¡Ay, Madre mía,
lo que pasa!... Me llaman loca, me llaman endemoniada, me llaman tantas
cosas...
LA VIRGEN: Ya te dije, hija
mía, que el discípulo no es más que su Maestro. Y
a mi Hijo se lo llamaban.
LUZ AMPARO: ¡Claro!,
pero Él sabía que era Hijo de Dios; pero yo, ¿qué?
Soy hija de Dios, pero soy floja. ¡No puedo!... ¿Qué?,
¿ya me vas a mandar abajo, verdad? No me mandes allí. Si
eres Madre, ¡déjame aquí!... ¡Déjame aquí!...
LA VIRGEN: Sí, hija
mía, tu prueba todavía no se ha acabado. Te llamarán
loca y otras cosas más fuertes... Pero ofrécelo a Cristo
Jesús.
LUZ AMPARO: (Palabras ininteligibles)...
Sí, claro; las cosas, ¡qué bien se dicen! Pero, si
no ayudas, no podré hacerlo.
LA VIRGEN: Mañana,
hija mía, no creas que va a salir bien; no te lo creas. Aunque los
veas, muchos de ellos son lobos vestidos con piel de oveja.
LUZ AMPARO: Pues, ¡vaya!, lo que tiene la Tierra. (Esta frase es casi ininteligible). Si..., si ¡son consagrados! ¡Vaya, cómo son! A ver por qué tengo que sufrir más por ellos, si no quieren... Tócales Tú el corazón para que se salven, porque están... ¡Ah!... ¡Cómo están, Dios mío!... Déjame que sólo te toque el manto; sólo el manto. (Luz Amparo hace ademán de tocar el manto de la Virgen). ¡Ah! ¡Aaah!
¡Ay! ¡Ay! ¡Aaah...! ¿Ya no me dejas más
aquí?
LA VIRGEN: Se acabó
tu felicidad, hija mía. Sufrir, te toca sufrir. Coge la cruz y sigue
a Cristo.
LUZ AMPARO: ¿Más
cruces? Pues, ¡anda! No sé ya cuántas cruces. Ayúdame,
ayúdame; yo quiero ser humilde, pero si no me ayudas... Es que oigo
tantas cosas, y todos se meten conmigo muchas veces...
LA VIRGEN: Te he dicho que
pienses en Cristo Jesús.
LUZ AMPARO: Sí, pienso
en Cristo, pero..., pero que soy un ser humano...
LA VIRGEN: Por eso no podrás
entrar en el Reino de los Cielos hasta que mi Hijo te pula bien pulida,
hija mía.
LUZ AMPARO: (Con voz muy baja).
Pulirme, ¿qué es?; pulirme, ¿qué es? ¿Qué
es pulir? ¡Ay! ¡Ah! ¡Ayyy! ¡Ay! ¡Santificarme!
¡Ah, pues anda que hasta que me santifique! (Las siguientes palabras
son casi imperceptibles). ¡Ayúdame, ayúdame, Madre!
¡Ayúdame! Te prometo; te lo prometo ser humilde. Lo que pasa
es que hay veces, que es que no puedo. ¡Ay! Pero ¡sólo
de ver estos lugares...!
LA VIRGEN: ¡Esto no
es un lugar!... ¡Esto es la Gloria, hija mía!... ¡Una
de las glorias, hija mía!
LUZ AMPARO: Yo quiero que
sea en esta gloria; aunque sea en ésta. ¡Aaah! (Suspira de
felicidad).
LA VIRGEN: No creas que es
fácil salvarse, hija mía. Por eso doy tantos avisos a los
humanos, porque por la puerta estrecha entran muy pocos, y por el camino
ancho van millares y millares de almas.
LUZ AMPARO: Pues yo te prometo que les voy a ayudar a salvarse. Pero yo no quiero a cambio de que me des nada. Tú sabrás lo que estás haciendo. Pero haced caso de lo que te estoy diciendo. Yo lo dejo en tus manos; Tú, luego, hablas con tu Hijo, y tu Hijo, pues que hable con el Padre y luego el Padre, a ver lo que hace... Pero te pido por todos, ¡por todos! ¡Que se salven todos! ¡Ay! ¿Nos
vas a dar la bendición? ¡Pero ya estoy en el otro lugar! ¡Pero
yo no lo veo!
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. ¡Adiós,
hijos míos! ¡Adiós!
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15 mai 1984
MENSAJE DEL DÍA 15 DE MAYO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hoy, hija mía, hago mi presencia porque para los humanos este mes es muy importante; pero no sólo este mes tenía que ser importante. Todos los meses del año y toda la vida soy vuestra Madre, hijos míos; no sólo en este mes. Pero yo complazco a los humanos porque sé que en este mes les agrada rezar, no todos, pero muchos de ellos, el santo Rosario. Tú, hija mía, has sido muy poco astuta, muy poco astuta. Te lo avisé anticipadamente: que fueses astuta, porque muchos de los que tú ya sabes, hija mía —no quiero dar nombres, pero son astutos—... También tú tenías que haber sido astuta. Ya te dije, hija mía, que eran lobos, pero forrados con piel de cordero... (Luz Amparo llora amargamente y se lamenta al escuchar estas palabras). Pero no tengas miedo, hija mía, porque tu astucia no sirvió (las siguientes palabras son casi ininteligibles) como la de ellos. Ahora vienen las
pruebas gordas, hija mía; enfréntate a ellas. Ya te dije
que no sería fácil, pues esto va a suceder... También
te he dicho que te fueses a hablar con el Arzobispo, hija mía; directamente
a él.
LUZ AMPARO: A ver, ¿cómo
iba yo allí correcto a hablar, si no me dejan? ¿Si no me
dejan?...
LA VIRGEN: Piensa que los
que llevaron a Cristo a la Cruz, hija mía, fueron todos éstos.
Que te he dicho que fueras astuta, hija mía... No creen, hija mía,
no creen, muchos de ellos, en mi existencia. Por eso ahora vendrá
la lucha...; pero ya lo has hecho, hija mía, y lo escrito, escrito
está.
LUZ AMPARO: Pero Tú...
Tú, hazlo; haz algo Tú. Si yo he ido donde me habéis
dicho...; has dicho que fuera, que fuese obediente; y yo he ido porque
he obedecido.
LA VIRGEN: La obediencia
es muy importante, hija mía, pero la astucia también.
LUZ AMPARO: Yo, yo lo he hecho
todo; ellos serán los culpables. Yo he dicho que, si me decían
que no viniese, que no venía. Pero, si Tú vienes aquí,
yo vengo. Yo vengo, aunque lo he dicho: “Que no...”.
LA VIRGEN: Tú piensa, hija mía, que ellos serán responsables. Yo me he manifestado en este lugar, y no hay nadie que pueda quitar el que yo me he manifestado en este lugar. Siempre, siempre este lugar será consagrado a mi Corazón, hija mía. Para que lo comprendas mejor: para mí, cada lugar en que he hecho mi presencia, es sagrado para mí, hija mía. También
te digo, hija mía, que no pienses más en todas estas cosas;
ya están hechas, hija mía. Nunca hagas lo que Judas hizo,
aunque después de matar a Cristo —porque fue él el que lo
mandó a la muerte—, quiso arrepentirse; pero ya estaba hecho todo.
LUZ AMPARO: Yo no sé
qué he dicho que estaba mal. ¿Qué he dicho que estaba
mal? Porque yo he dicho a todo lo que estaba bien.
LA VIRGEN: Para ti está bien, hija mía, todo lo que has dicho; pero ya te he dicho que todos, todos no aman a mi Corazón. Y si no me manifiesto en este lugar, me manifestaré en otro, hija mía. Pero este lugar es sagrado, porque han pisado mis pies sobre este lugar. Piensa que, en otras ocasiones, también han quitado que vayan a ver mis manifestaciones; pero no lo han podido conseguir, hija mía, porque, si no es dentro, es fuera. Pero seguiré manifestándome. Piensa, hija mía,
que a lo largo de la Historia ha habido grandes santos; pues ha habido
muy grandes santos, y hoy, hija mía, precisamente hoy, es el día
de uno de ellos. ¡Y cuántas calumnias le levantaron, hija
mía, mientras oraba y los ángeles de Dios hacían sus
trabajos y él iba a orar! Le calumniaban, hija mía. Por eso
te digo que no te ocupes mucho de las cosas terrenas; ocúpate de
las cosas de Dios, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, yo
no he dicho nunca que Tú eres más que Dios. Yo no he dicho
nunca que Tú eres más que Dios. Yo he dicho que Tú
eres después de Dios. Primero Dios, y luego tu Hijo y Tú.
Pero yo nunca he dicho que Dios era después de todo, de tu Madre.
Señor, Señor, Tú lo sabes también. ¡Ay,
aaah!, ¡ay, Señor!, ¡ay, Señor! ¡Ay! ¡Ayyy,
Señor! (Júbilo de Amparo por la presencia del Señor).
EL SEÑOR: Sí, hija mía; soy yo también en este momento. Te advierto, hija mía, que has sido poco astuta. Pero no sufras, hija mía. Peor para aquél que vaya con la astucia[1] por delante, hija mía. Pero los humanos son crueles. No quiero nombrar los nombres que he dicho como mi Madre, hija mía. (Se suceden varias exclamaciones de Luz Amparo). No tengas miedo,
hija mía; estando Dios contigo, ¿a quién puedes tener
miedo?
LUZ AMPARO: ¡Ay!, ¿a
quién? ¡A los hombres! ¡Aaay...! Pero no a estos hombres.
¡Ay, aaay, aaay...! A éstos, no; son a los otros que Tú
sabes. ¡Ay, Señor! ¡Y que digan que no puede ser esto!
¡Aaay, aaay, aaay...!
EL SEÑOR: Ésos son
los hombres los que dicen que no puede ser. Yo me manifiesto, como mi Madre,
a quien quiero y donde quiero. Me manifiesto a los humildes para confundir
a los grandes poderosos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Dios
mío! ¡Aaay, aaay, aaah...!
EL SEÑOR: Por eso te pido: no tengas miedo, hija mía. Si está Dios con vosotros, ¿a quién podéis tener miedo? Sed firmes, hijos
míos. No dejéis de acudir a este lugar. Ya sabéis
que este lugar está consagrado porque los pies de mi santa Madre
han pisado en este lugar.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay!
Si lo prohíben, ¿qué hago? ¡Ay!, ¿qué
hago si lo eligen que no? ¡Ay...!
EL SEÑOR: Tú obedece, hija mía; pero todos aquéllos que, de verdad, quieren la presencia de Dios y han acudido a este lugar, que sean firmes, que sigan acudiendo a este lugar, que no se dejen por la astucia del enemigo, que es cuando entonces verán que este lugar ha sido sagrado, hija mía. Esto mismo, hija
mía, esto que te está sucediendo a ti, sucedió a mis
discípulos, hija mía. Los perseguían, en cuanto hablaban
de Cristo, los apedreaban, los tiraban, los echaron al abismo de los leones...
¿Sabes quién me entregó, hija mía? Todos éstos,
todos éstos... (Palabras en lengua extraña).
LUZ AMPARO: ¿Ellos
fueron? ¡Ayyy, ayyy...! ¡Ay, ellos fueron, ellos todos...!
(Palabras ininteligibles. Llora desconsoladamente).
EL SEÑOR: Sí, hija
mía,... (una palabra que no se entiende) ellos. Pero, ¿sabes,
por qué? Porque querían ser más que Dios. Tampoco
fueron todos, hija mía; todos no fueron, pero muchos de ellos me
entregaron a la muerte.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
valor! ¡Ay, ayyy! No me extraña que Tú sigas diciendo
que vayan todos ellos... ¡Aaay, que..., ay! ¡Ayyy!
EL SEÑOR: No creen, hija
mía, que la ira de Dios es grande. Pues sí; está escrito,
hija mía; lo que pasa que no han leído ni los santos Evangelios,
muchos de ellos, para ver que está escrito que la ira de Dios es
terrible. Aunque Dios es misericordioso, es su ira muy grande, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Aaah! Pero,
por lo menos, sálvanos a nosotros. ¡Ay!, aunque yo te pido
por ellos también; pero... es que ellos, si son así... ¡Ay!,
pues no se puede más ya por ellos pedir... ¡Aaay! ¡Claro!
¡Cómo viven!, ¿eh? ¡Aaah, claro! ¡Ay! Pero,
¿no puedo decir los que son? ¿Ni siquiera decirlos? ¡Aaah...!
Pues, ¡vaya con lo... qué secretos que me estáis dando!
EL SEÑOR: No, hija mía;
no podrías decirlo porque destruirías la Iglesia de mi...
(Se ahoga la voz con el llanto de Luz Amparo).
LUZ AMPARO: Pero la Iglesia,
¿de quién es la Iglesia? ¿La Iglesia es Tuya?... La
Iglesia es de Dios.
EL SEÑOR: Ya te dije, hija
mía, que todos sois Iglesia; pero dentro de la Iglesia quiero templos
vivos; no quiero templos muertos. Y la mayoría de esos templos están
muertos, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pobrecitos!,
pues, si están muertos, Tú resucítalos... Pero que
nosotros no nos condenemos, ¿eh?; ya que hoy estás Tú
también aquí. ¡Ay!, es que yo lo sentía dentro.
Lo sentía que ibas a venir aquí. ¡Ayyy! ¡Ay!
EL SEÑOR: Fijaos en una
tormenta. Cuando una tormenta desparrama los rayos por toda la faz del
mundo... Así será la ira de Dios Padre; peor que una tormenta.
LUZ AMPARO: Pues entonces,
¡vaya, vaya! ¡Oooh, aaay! ¿Tan grande es su ira? ¡Ay!,
pero no nos tiene que dar miedo.
EL SEÑOR: Al contrario,
hijos míos. Todos, todos aquéllos que cumpláis con
los mandamientos de la Ley de Dios, seréis salvados, hijos míos,
porque ahí entra todo, todo lo que instituyó Dios por medio
de Moisés, hija mía.
LUZ AMPARO: Bueno, pues entonces...
¿no te puedo ni tocar hoy? ¡Ay! ¡Ay!, pero, ¡déjame
que te toque un poquito! ¡Ayyy! ¡Ay!, sólo el pie. Yo
no quiero nada más que un cachito de esto que llevas puesto, de
la túnica. ¡Ayyy! ¡Huyyy! ¡Ayyy, ay! ¿Nos
vas a bendecir Tú? ¡Ay!, ¿después? ¡Ayyy!,
las dos bendiciones. Venga, ¡ay!,¡ay!
EL SEÑOR: Sí, hija
mía, todo este Mes de Mayo serán las manifestaciones seguidas
de mi amada Madre.
LUZ AMPARO: ¿Tanto
la quieres? ¡Oy!, pero, ¿es que los hijos quieren tanto a
su madre?
EL SEÑOR: Todos los hijos,
hija mía, tendrían que respetar a sus padres, como yo respeté
a los míos. Desde doce años me fui al Templo a explicar la
doctrina de Dios Padre. Mi padre adoptivo me crió en un santo temor
y en un amor al prójimo. Por eso os pido, hijos míos, que
criéis a vuestros hijos con ese santo temor... Ya lo pone en un
mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Y ¡ay de
aquél que no honre a su padre y a su madre! Como Él dijo,
también será castigado, como el padre ha castigado al hijo.
LUZ AMPARO: ¿Y el padre
que no quiere a los hijos? ¿Qué le pasará? ¡Aaay!
¡Aaay!... Yo los quiero mucho; pero, a veces, también soy
soberbia con ellos. Pero, ¿sabes por qué? Porque quiero que
sean buenos y que cumplan con todo. Pero yo los quiero, ¿eh?...
(Llora). Lo que pasa... ¡Anda que seguirte a Ti!, es duro, ¿eh?...
EL SEÑOR: Seguirme a mí
es duro, hija mía, pero no pensáis que para mí fue
duro también lo que escogió mi Padre para salvaros: ¡la
muerte! Y esa muerte de cruz no fue una muerte, una muerte placentera,
hija mía. Yo lo llevé con humildad hasta la muerte, pero
¡qué dolor sintió mi Corazón en la Cruz muriendo
y viendo que los hombres seguían pecando..., seguían pecando,
hija mía!
LUZ AMPARO: ¡Ay!...,
¡ay!... Pero no me has contestado a lo de los padres que no quieren
a los hijos. ¿Qué les pasará, eh?
EL SEÑOR: Pues lo mismo
que a los hijos que no quieren a los padres. Será el mismo castigo.
LUZ AMPARO: ¡Ay! ¡Ay!
¿Tú qué crees, que yo me voy a salvar? ¡Ay!,
porque, ¡si no me salvo!... ¡Vamos!
EL SEÑOR: Te lo dijo mi
Madre: hasta el final nadie, nadie puede decir que está salvado.
Y aunque yo supiese que tu alma está salvada, tampoco te lo diría,
hija mía.
LUZ AMPARO: Pues, ¡vaya!,
¡anda!, ¿eh?; así yo, aunque me lo dijeras, seguiría
igual.
EL SEÑOR: No, no seguirías
igual. Entonces el enemigo se apoderaría de ti, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Aaay...!
¡Ay, ay, ay...! Venga ya, danos la bendición a todos.
EL SEÑOR: Os bendigo, como
el Padre os bendice por medio de mí y con el Espíritu Santo.
LUZ AMPARO: ¡Aaay...!,
pero esa bendición no es igual.
EL SEÑOR: Esa bendición
es la bendición de mi cruz, porque mi cruz fue en esta forma, hija
mía. Señálala.
LUZ AMPARO: Así y así
y así. (Hace con la mano un signo semejante a una “Y” griega). ¡Ay!,
pero la otra cruz no es igual[2]. ¡Ay!, pero lo tenemos que hacer
todo lo que digan, ¿eh?
EL SEÑOR: Claro, hija mía,
porque dijo Cristo: “Lo que atareis en la Tierra será atado en el
Cielo; lo que desatareis en la Tierra será desatado en el Cielo”.
Por eso cumplid con mi Iglesia, hijos míos; santificad las fiestas,
dedicad el séptimo día a mí, hija mía. No sólo
a mí, porque si lo dedicáis a mí, lo dedicáis
a mi Padre, y también honráis a mi Madre.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, ¿ya
te vas? Pero acompaña a tu Madre, ¡oh!, no la dejes ahí.
¡Aaay!
EL SEÑOR: Yo me voy, hija
mía, porque sigo preparando las moradas de mi Padre Celestial. Todavía
faltan muchas que preparar.
LUZ AMPARO: O sea, ¿que
hay muchas más? ¡Ay, ay..., ay! ¡Ayyy...!
LA VIRGEN: Hija mía,
¡qué día más importante!; aunque parece que
es un día como otro cualquiera. ¡Se ha manifestado mi Hijo!
LUZ AMPARO: Pero, ¡cómo
vienes! ¡Ay, qué alegría!... ¡Ay!, ¡que
digan que no puede ser!... ¡Vamos! ¡Ay!, que me digan que si
lo veo dentro..., que si no es así... ¡Vamos! ¡Si es
que lo he tocado! Y si ya lo he tocado más de una vez... ¡Ay!,
pues, aunque me metan en un manicomio, yo digo que lo he tocado, y lo he
tocado.
LA VIRGEN: Claro, hija mía;
tienes que ser fuerte. Y piensa que aquél que niega a Cristo en
la Tierra, le negarán delante del Padre los ángeles celestiales.
LUZ AMPARO: Por eso te digo que, aunque me maten, aquí me estoy; pero yo no digo que no. ¡Ay!, ¡ay!,
¡qué grande eres, Madre mía! ¡Y no poder estar
aquí para siempre! ¡Vamos! ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!
Yo te he pedido que antes de que yo ofenda ninguna cosa de Dios y que la
niegue, que me lleves. Llévame, para que no niegue las cosas que
he visto, que no las niegue. Llévame antes. ¡Ay...!, porque,
¿qué sé yo lo que están haciendo?
LA VIRGEN: Aquí empiezan
las pruebas, hija mía. Es el principio.
LUZ AMPARO: Pero yo te digo
que si ves que yo me pongo un poco... me llevas, ¿eh? No, que no
tengo miedo a nada, ya lo sé; pero si tú estuvieras delante...,
¡verías!
LA VIRGEN: Estoy delante de todos los humanos, hija mía. Y en todos los lugares del mundo al mismo tiempo. Es difícil creer este misterio, como otros tantos misterios que hay en el Cielo, hija mía; pero procurad alcanzar el Cielo, y se os revelarán los secretos que hay, hija mía... (Luz Amparo expresa satisfacción y gozo). Levantad todos los objetos, hijos míos... Todos han sido bendecidos, hija mía. ¡Cuántas gracias derrama mi Corazón, y qué poco caso hacen a estas gracias que mi Corazón derrama! Humíllate,
hija mía; que el que se humilla será ensalzado; y el que
se ensalza será humillado.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, son
todos iguales. Tienen la misma cara todos. ¡Ay! En ese lado, ¡ay,
qué caras!... Y, ¿por qué son todas iguales, todas
esas caras de esos ángeles? Pero tienen la misma cara. ¡Huyyy!
LA VIRGEN: Porque para Dios no hay nada imposible, hija mía. Dios, lo mismo que formó al hombre, puede hacer las cosas que quiera, hija mía. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos, ¡adiós! [1] Hay dos tipos de astucia: una buena y otra mala; la primera es la de quien se muestra hábil para evitar el engaño; ésta le pide el Señor a Luz Amparo al advertirle que ha “sido poco astuta”; se trata de la sagacidad evangélica. La otra es practicada por los que se las ingenian para engañar o lograr artificiosamente cualquier fin; por eso, dice a continuación: “Peor para aquél que vaya con la astucia por delante”. [2] En este punto se corta la grabación
de audio utilizada. Las líneas siguientes en cursiva se han trascrito
del o.c., nº 3, pp. 315-317.
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19 mai 1984
Confession
Long colloque avec la Vierge, parfois en
langue céleste.
MENSAJE DEL DÍA 19 DE MAYO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos, vengo a daros mi santa bendición, como os he prometido. También os voy a hablar un poquito de Cristo, hijos míos. Acercaos al sacramento de la Confesión y al sacramento de la Eucaristía. Seguid el camino del Evangelio. Quien come el Cuerpo de Cristo y bebe su Sangre, vivirá eternamente, hijos míos... (Pausa en la que Luz Amparo se queja repetidamente). Hija mía, te he dicho en otras ocasiones que ¡cuántas ovejas han vuelto al rebaño de Cristo! Estaban descarriadas y han vuelto al camino de Cristo, hija mía. (Vuelve a lamentarse Luz Amparo). Cristo, hija mía, dio la vida por sus ovejas; por eso quiero que sus ovejas correspondan a esa Sangre que derramó Cristo, hijos míos. Las ovejas del rebaño de Cristo sois cada uno de vosotros. Por eso os pido, hijos míos: con sacrificio y con oración, podréis alcanzar la vida eterna, hijos míos. No penséis que todo aquél que confiesa directamente con el Padre Celestial será salvado, hijos míos. Dios Padre puso a esas almas, para que os humillaseis, a confesar vuestros pecados, hijos míos. Ya te dije a ti, hija mía, en una ocasión, que sólo un hombre de carne y hueso puede comprender cómo ofendéis a Dios, hijos míos. Un ángel del Cielo nunca podría comprender de esta manera que ofendéis a Dios, hijos míos. Por eso os pido sacrificio, hijos míos, y acercaos al sacramento de la Confesión y haced penitencia. Recibid a Cristo, que, cuando Él subió al Padre, se quedó para daros fuerzas en el Santo Sacramento, hijos míos. No concibe mi Corazón cómo los hombres, hijos míos, sois tan crueles con Cristo, y ofendéis tanto al Padre Eterno. Hay quien dice que Cristo no sufre. Cristo sigue sufriendo diariamente, hijos míos, porque vosotros no habéis dejado de pecar. Como seguís pecando, Cristo sigue muriendo en la Cruz para redimir a toda la Humanidad; pero el sufrimiento más grande, hijos míos, es que no se va a poder salvar toda la Humanidad. Por lo menos queremos salvar la tercera parte de la Humanidad. ¿Cómo se consigue, hijos míos? ¿Cómo se consigue la presencia divina de Dios Padre? Cumpliendo los mandamientos que Él instituyó. Cada uno de sus mandamientos hay que cumplir, hijos míos, porque todo aquél que no cumpla uno de esos mandamientos, nunca verá la presencia del Padre, si no pide perdón a Dios Padre. Mi Corazón, hija mía, cada vez está más cercado de espinas; pero te voy a dar una gran alegría, porque se han purificado cinco. Por eso pido que con el sacrificio y con la oración, hijos míos, podéis salvar muchas almas. Vas a sacar tres espinas de mi Corazón, hija mía. (Luz Amparo emite repetidas quejas al realizar esta acción). Tira sin miedo,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, ¡ay!,
está muy profunda metida... ¡Ay...!
LA VIRGEN: Tira, hija mía,
está purificada; pero sus pecados han sido más horribles,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...! (Repetidas veces expresando vivo dolor compartido con la Virgen).
¡Ay, qué dolor! ¡Ay, qué dolor! ¡Ayyy...!
LA VIRGEN: Sientes dolor,
hija mía; pero hay cinco almas que se han purificado.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pero
tengo dolor al tirar, ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay...! Siento ese dolor
adentro...
LA VIRGEN: Pero ponte muy
contenta, hija mía; se han purificado cuatro almas, y por una sola
alma, hija mía, ese día hay una gran fiesta en el Cielo.
LUZ AMPARO: ¡Aaah...!
¡Ay, ay, ay...!
LA VIRGEN: Ahora vas a hacer
un acto de humildad, hija mía; vas a besar el suelo, para que se
vuelvan a purificar más almas, hija mía,... (Luz Amparo hace
lo que la Virgen le pide). Este acto de humildad, hija mía, sirve
para la purificación de las almas. Por eso te digo, hija mía,
que
vale la pena sufrir, porque aquí todo se acaba; pero todo luego
es eterno, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, enséñame otras cosas de ahí. Otras cosas de las que he visto antes, ¡enséñame! ¡Ay, así me ayuda más a sufrir! ¡Ay! ¡Enséñamelo! ¡Ah! ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy...! ¡Ay, llévame
allí! ¡Ay, llévame! ¡No me dejes más aquí,
llévame! ¿Cuántas veces quieres que te lo pida? ¡Ay!
¡Ay! ¡Ay...! ¡Ay, qué felicidad! (Con profundo
gozo). ¡Ay, que digan que no hay de esto! ¡Vamos! ¡Ay,
otro poquito, déjame nada más otro poquito, porque quiero
disfrutar de cada una de ellas para saber cuál es la mejor! ¡Ay!
¡Ay! ¡Ay! Mira que si luego no consigo ir a ninguna de éstas,
¿eh? ¡Ay!, sólo te pido una, ¿eh? ¡Ay!,
aunque sea la última, ¿eh? ¡Ay!, ¿todavía
hay más?; pero hoy no quieres enseñármelas, ¿eh?
¿Que ya he visto bastantes...? ¡Otro poquito!, ¡otro
poquito! ¡Ay! ¡Ah...! Sólo es lo último que te
pido. ¡Ah!... ¿Que me enseñas la siguiente? ¡Ay!,
pero ¡bueno!, ¡Ay!, esas piedras, ¿qué son? ¿Brillantes?
¡Ay, ay, ay...! Y esos carros que hay ahí, ¡si son de
oro! ¡Aaah...!, pero hay en forma de un bicho, ¿no? ¡Ah!,
de una langosta. ¡Ay, ésos, qué bonitos son! Al levantar
atrás, eso que tienen atrás, ¿a ver qué sale?
¡Huy! ¡Ay! ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, desprende fuego
de ahí! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!, pero, ¿cómo
desprende fuego? ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay...! ¡Que me quema!
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, Madre mía! Pero ¡bueno!,
¿por qué desprende de ahí eso? ¡Ay...!
LA VIRGEN: Hija mía,
porque cuando la lucha llegue, éstos serán los que luchen
y desprendan fuego por sus colas, hija mía, y arrasarán la
mies seca de la Tierra. Éstos son los carros del Señor.
LUZ AMPARO: ¡Aaah! ¡Ay!
Pero... ¡no son iguales! ¡Ay, qué forma tiene eso! ¡Ay!
¡Aaah! ¡Ay! ¡Ay...!
LA VIRGEN: También
los tiene el enemigo, hija mía; pero el enemigo matará a
todo ser que está sellado con su sello, pero no tocará a
ningún sello viviente que sea marcado por el Ángel del Señor
o por mí, hija mía.
LUZ AMPARO: Eso quiere decir el sello, ¿verdad? ¡Ah! ¡Ay, ay, ay...! Lo que veo allí, más allá, ¿qué es aquello? Eso ya lo he visto otra vez; esos veinticuatro hombres, ¿qué son?; pero no son tan viejos, con esa barba. ¡Ay! ¡Ah! Ésos son los que van a... ¡Ay! ¿Que no lo diga? ¡Ah...! Pues dímelo Tú. Yo lo sabía de otra forma, pero... (palabras en idioma desconocido). ¡Ah, bueno!,
pues eso: te lo prometo, que está en secreto... ¡Cuántas
cosas hay ahí arriba!, y ¡qué pena que se condenen
tantas almas! ¡Ayyy! Ayúdalas Tú, porque vale la pena
aquí sufrir, pero para ver luego todo eso. ¡Ay! ¡Ay!...
¿Todos no?, ¿irán ahí todos?, ¡ay! Pero,
¿por qué, si Dios es grande?
LA VIRGEN: Pero es sumamente
justo, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Bueno!,
pero que perdone; porque si Él nos ha hecho, pues, a ver, ¿por
qué pecamos?... Tú has dicho que nos condenamos nosotros;
pero no nos queremos condenar. ¿Por qué un hombre se va a
querer condenar? ¿No es Dios el que nos juzga?
LA VIRGEN: Sí, hija
mía; pero, si se presenta con las manos vacías, ¿qué
premio va a recibir, hija mía? Procurad, hijos míos, cuando
os presentéis ante el Padre, ir con las manos llenas de obras, ¡veréis
qué gran premio!
LUZ AMPARO: ¡Ay! Yo,
si quieres que bese el suelo veinte veces, lo beso; pero si se salvan más
almas, estoy besándolo todo el día. ¡Ay! ¡Ay!
¿Tú crees que si beso tanto el suelo se salvan?
LA VIRGEN: Eso es un acto
de humildad que puede servir, hija mía, para ayudar a las almas;
pero no es que se salven las almas, aunque estés todo el día
besando el suelo.
LUZ AMPARO: Pues entonces,
¿para qué me mandas besar todas las veces el suelo? ¡Ah...!
¿Otra vez? ¡Bueno!, pues si sirve para algo... Ya lo he besado
otra vez. A ver qué haces ahora Tú, porque si no tiene valor,
¿por qué me agacho? ¡Ah, ah!
LA VIRGEN: Claro que tiene
valor, hija mía. Ya te he dicho muchas veces que, orando con la
cabeza en el suelo, imitaréis a Cristo, porque Cristo así
estaba durante todo el día.
LUZ AMPARO: Pero, ¿todo
el día, todo el día? ¡Ay!, si no se puede resistir
todo el día...
LA VIRGEN: No quiero decir
que estés todo el día con la cabeza en el suelo, hija mía;
pero Cristo lo hizo por salvar a la Humanidad. Dio su vida, y pensad que
Dios Padre no es el culpable, porque Dios Padre puso a su Hijo y le dio
muerte de cruz para salvar a la Humanidad. Claro que con vuestros pecados
llegó a la Cruz, hijos míos, porque si, cuando en Sodoma
y Gomorra vinieron los ángeles a avisar, el mundo se hubiese convertido,
no sufriría Cristo, hijos míos, pero claro...
LUZ AMPARO: ¡Oh, claro!
¿Cómo somos así?... ¡Ay, ay, ay...! Pues manda
el Castigo y ya está, y verás cómo espabilan todos;
pero es que..., porque es que les estás diciendo las cosas y no
se lo creen; pues haz Tú alguna cosa y verás cómo
ya se enteran bien de todo.
LA VIRGEN: Ya te dijo mi
Hijo en una ocasión que, si bajara en estos momentos, volveríais
a crucificarle, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¿Yo también?
¡Vamos! ¡Ah! ¿Yo también iba a crucificarle?
LA VIRGEN: Tú harías
lo mismo que todos, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, yo
no quiero. Yo quiero que te aparezcas y que te vean todos, para que luego
no digan que Tú no te apareces en este lugar.
LA VIRGEN: Yo haría
mi aparición, hija mía, y tu misión se habría
acabado. Eso sí que te gustaría, ¿verdad?
LUZ AMPARO: ¡Ay!, no
es que me guste, pero... ya no tendría tantas cosas, ¡vamos!
Tú fíjate, ahora, todo lo que estás haciendo ahí,
¿a ver cómo salgo yo de ésta? A ver, a ver: si Tú
no me pones en el camino..., ¿quién es el que lo hace? ¡Ay,
ah, ah...!
LA VIRGEN: Ésas son
las pruebas, hija mía; las pruebas empiezan en este momento. Ya
te he dicho, hija mía, que qué fácil sería...
(Habla en idioma desconocido).
LUZ AMPARO: ¡Claro!
¡Qué bien, sí..., ay!; pero para mí sí
que sería fácil.
LA VIRGEN: Y yo haré
mi presencia en el momento que a mí me apetezca, hija mía.
Sí, me verían y aún dudarían. ¿No han
visto mi presencia en el Sol y la presencia de Cristo, y muchos lo han
negado?
LUZ AMPARO: Pues que no lo
vean ésos, o que lo vean los que no lo nieguen; porque si lo niegan,
no sé para qué les haces que lo vean.
LA VIRGEN: Porque ya tienen
más responsabilidad hacia Cristo, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Bueno!,
pues Tú harás lo que quieras, pero yo quiero que un día
te aparezcas, y que te vea todo el mundo. ¡Todos!
LA VIRGEN: Tampoco lo creerían,
hija mía; dirían que estáis sugestionados y que todos
habéis visto lo mismo.
LUZ AMPARO: Pero es que todos
no lo han visto lo mismo y... Y no dicen igual. ¡A ver!... Tú
ayúdanos a todos los que podemos ir a donde Tú dices, porque
si no..., a ver dónde me pongo yo; allí en la puerta hasta
que se haga lo que Tú quieres, y ya está. ¡Ah, ah!...
Yo me pongo, pero luego... ¡verás lo que hacen conmigo!
LA VIRGEN: Tú piensa,
hija mía, que si yo me he manifestado y te he comunicado este secreto,
tendrás oportunidad de poder revelarlo.
LUZ AMPARO: Sí, ¡ya!
¡Claro! Pero a ver, ¿cuándo?, porque si estás
diciendo que tardo, que tardo..., ¡a ver! Cuando lo del Obispo, que
el Cardenal; cuando el Cardenal, que el Obispo. Pues si no había
Obispo, ¿por qué decías que Cardenal? Y si había
Obispo, ¿eh? ¿Dices que Cardenal?
LA VIRGEN: Eso son las pruebas.
Piensa que los grandes santos han tenido pruebas muy duras; más
duras que las tuyas... Tú no eres una grande santa.
LUZ AMPARO: Si ya lo sé
que yo no soy santa; ya lo he dicho yo, que yo no quiero estar en el altar;
yo lo único que quiero es cumplir lo que dices; pero que Tú
ayudes, porque sola, a ver cómo puedo yo solucionarlo todo esto
¡A ver! Y... y si tenemos que morir, pues morimos; pero ayúdanos.
LA VIRGEN: Por eso te pongo,
hija mía, a muchas personas que pueden ayudarte en tu camino.
LUZ AMPARO: Esas personas están como yo, ¿eh?; porque no saben por donde empezar, ¿eh? ¡A ver, qué vamos a hacer! Tú ayúdanos y ponnos, pero un camino, para que lleguemos a donde Tú quieres; porque si ésta es la prueba, ¡a ver cómo llegamos! ¡Ay, Madre mía! Si ya lo sé que eres ¡más guapa! ¡Ay, no poder estar siempre ahí contigo! ¡Otra vez aquí abajo! ¡Vamos! ¡Ay, Madre mía! Pero, ¿cómo se puede alcanzar ir ahí?, ¡vamos! ¡Ay! ¿Que dices que me está puliendo tu Hijo? Pero me debe de faltar bien de pulir, ¿eh? ¡Ah! Porque con todo lo que está pasando, ¡vamos! Y todo lo que no te quiero decir, que Tú lo sabes..., y yo quiero hacerlo; pero es que me dicen que me estoy asesinando. ¿Tú crees que porque haga eso me asesino? Si es sacrificio,
es penitencia, y el sacrificio es de una forma y la penitencia de otra,
¿no? El sacrificio es en el cuerpo, ¿no? Y la penitencia
es... ¡Ah!, pero ¡bueno!, eso ya lo sabía yo, que es
en la comida, en el postre, en los alimentos, en una cosa que te gusta.
Pero el sacrificio es de la otra forma. Pues eso. Pues nada; aquí
no puedo hacerlo tampoco. (Las siguientes palabras en voz baja, como en
tono confidencial). Ayúdame Tú, para que lo pueda hacer,
pero que no se enteren. Tú hazlo de una forma cuando nadie te vea,
¿eh? Me lo das, y yo hago lo que Tú dices, ¡bueno!
¡Ah!, pero Tú nos quieres a todos mucho, ¿verdad?
LA VIRGEN: Si no os hubiese
querido, hijos míos, no me hubiese manifestado hace cientos de años
para avisaros del gran peligro que os espera. Y también me manifesté
hace mucho tiempo en este lugar; pero nadie ha querido... nadie ha querido
sacar adelante esta manifestación; la han confundido, hija mía.
LUZ AMPARO: Bueno, y si te
presentaste aquí, ¿por qué no dijeron que te habías
presentado aquí? ¡Vaya lío ahora! ¡Ah!... Yo
no lo puedo decir, ¿no?
LA VIRGEN: No, no, no, no.
LUZ AMPARO: ¡Huy! ¡Qué lío!... ¡Vamos, pues lo que me faltaba ahora! ¡Ay! ¿Y qué pasó?... (Palabras en lengua desconocida, como respondiendo a la pregunta anterior). Pues, ¡si
que están bien también los de arriba!... Pero, no me hagas
que lo diga, ¿eh? Porque entonces... ¡Madre mía, lo
que se armaría! ¡Uh!... ¡Ay, bueno! Ahora, ¿no
vas a bendecir los objetos? Antes de irte.
LA VIRGEN: Sí, hija
mía. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos...
LUZ AMPARO: ¡Ah..., ay!... ¡Ay...! Yo aunque me muera, que me muera, no lo voy a decir. ¡Ay!, pero hay cosas que te pueden sacar para decirlo, ¿no? Pero yo no voy a esos sitios y no lo pienso decir. Tú sabrás lo que haces. ¡Ay! ¡Déjame
que te toque un poquito el pie!, ¡sólo el pie! ¡Ay!
¡Ay, qué frío está! ¡Ay! ¡Si parece
que estás mojada! ¡Ay...! ¡Qué pie tienes más
bonito! Bueno, no tienes nada feo, ¿eh? Todo lo tienes bonito, ¡todo!
¿Cómo habrá gente?... ¡Ay!, pues, ¿cómo
se dice?
LA VIRGEN: Hija mía,
nunca digas “gente”, di “tu prójimo”.
LUZ AMPARO: Pues bueno, pues mi prójimo, ¿cómo habrá?... El prójimo mío es todo. Y todos somos “prójimo”, pero aquí se llama gente... ¡Y que no lo crean lo que Tú estás haciendo, Madre mía! Pero ¡haz algo gordo! ¡Ay! Sí,
¡claro!... La salvación de las almas, ¡ya! ¡Claro!,
pero lo otro también es bueno... Porque yo te lo pido, que lo hagas;
y ¡tantas veces!
LA VIRGEN: Eso es ser soberbia
y meterte, hija mía,... (palabras ininteligibles).
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pero
si yo no quiero eso, pues, ¿qué quieres que haga por soberbia?
LA VIRGEN: Besar otra vez
el suelo.
LUZ AMPARO: Pues sí,
¡estamos bien!... Ya he besado otra vez el suelo, ¿no dices
que no tiene importancia? ¿Por qué me mandas tantas veces
besarlo? ¡Bueno!, pues esto se queda para Ti y para mí. Nadie,
pero ¡nadie! Te lo prometo. ¡Ay!, ¿vas a estar viniendo?
Bueno, pues Tú dices que el mes de mayo, y nos dices a nosotros
que sólo te rezamos en el mes de mayo; ¿y Tú sólo
vas a aparecer así todo el mes de mayo? ¡Ay!, pues aparécete
también diario, en otras ocasiones; no sólo en el mes de
mayo.
LA VIRGEN: Yo podría,
hija mía, manifestarme en todos los lugares del mundo al mismo tiempo;
pero no, no quiero manifestarme porque hay personas...
LUZ AMPARO: ¡Ah, bueno!,
“personas” ya es otra cosa.
LA VIRGEN: Hay personas que
ni viendo ni oyendo, hija mía, hacen caso de mis mensajes; podrías
levantarte en este momento —pero sería vergonzoso— y señalar
uno por uno de los que no creen, hija mía.
LUZ AMPARO: Pues, ¿para
qué vienen entonces? Pues, que no vengan. ¡Oh! ¡Ay!
¡Ay! ¿Así suben, así? ¡Ay!, ¿así
todas? ¡Ay!, pero déjalo, que los que no crean, peor para
ellos; que no van a subir ahí. ¡Ay! Ábrelo así
más: ¡el camino! ¡Oh, qué camino! ¡Ay,
ay, ah...!
LA VIRGEN: Ningún
ser humano, hija mía, podría soportar esta presencia, si
no fuese por una misión. Por eso te digo que no hagas caso de los
profetas falsos, porque no pueden ver mi rostro y quedarse como... (habla
en idioma desconocido).
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues ya se lo he dicho; a muchos se lo he dicho. ¡Ay!, pero bueno, y las almas que se salvan, ¿qué? ¡Ay, no te vayas! ¡No te vayas! ¡Ay!, déjanos otro poquito aquí, no te vayas. ¡Ay, ay, ay...! ¡Oy, lo que he visto de fino! ¡Huy!, esto no es de la Tierra, ¿eh? Pues, ¡vaya cosas que tenéis por arriba!, ¿eh? ¡Ay...! Bueno, quiérenos mucho, porque nosotros te queremos mucho todos, ¿eh?; aunque haya aquí alguno que no, pero verás cómo te quiere, porque yo te lo voy a pedir y... ya sabes lo que voy a hacer. ¿Nos vas
a bendecir? ¡Ah!, pero, ¿de qué forma?, porque es que
tu Hijo nos bendijo de una forma que... ¡vamos! ¡Otro lío!
Porque, si pone la cruz de esa forma y la cruz de aquí es de otra
forma, pues ya tenemos el lío. ¡Ah!...
LA VIRGEN: Yo te señalo,
hija mía, en la Cruz que murió Cristo, pero tú sigue
la cruz de aquí, en el globo terrestre... (Habla en idioma extraño).
LUZ AMPARO: Bueno, pues a
ver cómo fue la de tu Hijo, a ver si la haces igual; y luego nos
das la otra.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LUZ AMPARO: ¡Ah! Pues
ahora danos la otra. ¡Ah! ¡Ah! Es igual, igual, que la he visto
yo, igual.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LUZ AMPARO: ¿Ya te
vas?
LA VIRGEN: Adiós,
hijos míos. Adiós.
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20 mai 1984
Amparo: Ah, ma Mère, comme
Tu viens belle!
Amparo: Pourquoi apparais-Tu tant
de fois? lis disent que cela n'est pas possible.
La Sainte Vierge: Voilà ce que J'ai montré à ces trois enfants, Ma fille, et... comme on leur en a fait voir Combien de cruautés, Ma fille Ils ont subi, eux aussi, les mêmes pressions. Amparo: Mais c'est épouvantable; cela est épouvantable, Ah!Ah! La Sainte Vierge: Prie pour les âmes
consacrées, Ma fille.
MENSAJE DEL DÍA 20 DE MAYO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LUZ AMPARO: ¡Ay, Madre
mía, ay, qué hermosa vienes!
LA VIRGEN: Estoy aquí, hija mía, como os he prometido, durante todo este mes daros la santa bendición. También os voy a bendecir todos los objetos. Levantad todos los objetos, hijos míos... Todos han sido bendecidos... Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LUZ AMPARO: No te vayas todavía.
LA VIRGEN: Os tengo que decir poco, hijos míos, pues todo os lo tengo dicho. Sólo os pido como siempre, hijos míos, sacrificio y oración, pues no se hace sacrificio, hijos míos; y para salvar vuestra alma tenéis que hacer sacrificio, porque Cristo os dio ejemplo muriendo en una cruz para enseñarnos al al... (Habla en idioma desconocido. Luz Amparo se lamenta). Pero todo el que
cumpla con los diez mandamientos, hija mía, será el que entre
a este lugar. ¡Cuántas veces te he repetido que pocos serán
los que entren por esta puerta tan estrecha! Y ¡cuántos se
irán por ese camino que ves tan ancho! Es más fácil,
hija mía, seguir al enemigo que seguir a Cristo; pues Cristo os
enseñará a sufrir para poder alcanzar cada uno la morada
que le corresponde. Porque Él os dio ejemplo, hijos míos.
Os lo he repetido muchas veces: no os apeguéis a las cosas terrenas,
porque no sirven al hombre nada más que para condenación.
Y todo aquél que ha tenido la dicha de recibir riquezas, que las
distribuyan con los pobres; porque los pobres, ya lo dijo Cristo: de los
pobres será el Reino de los Cielos. Pero también de aquéllos
que sepan administrar sus riquezas y las distribuyan con los pobres. Hijos
míos, el camino de Cristo es duro; pero la eternidad es larga. Y
la eternidad puede ser la salvación o la condenación.
LUZ AMPARO: Pero Tú
no nos condenas, ¡ay!, porque Tú pedirás al Padre que
nos perdone todos los pecados. ¡Ah, ay! Todos queremos salvarnos,
todos; pero depende de nosotros, como nos has dicho.
LA VIRGEN: Hijos míos,
depende de vosotros vuestra condenación y vuestra salvación.
También repito otra vez, hija mía: quiero que se haga una
capilla en este lugar; pues este lugar, te he dicho, está sagrado
porque mis pies han pisado en él.
LUZ AMPARO: ¡Aaay! ¡Ay,
ay, ay, qué alegría, ay! ¡Ah, ah! Eso que sobresale,
¿qué es? ¡Aaah, ah...! ¡Ay, qué difícil
es salvarse! ¡Ayyy! Pero Dios es misericordioso; no nos puede condenar...
LA VIRGEN: Hijos míos, si Él no os condena, os condenáis vosotros con vuestro pecado. Por eso, si alguien os dice que el Infierno no existe, hijos míos, no le hagáis caso. Cumplid la palabra de Dios. Y cumplid con los Santos Evangelios. Publicad por todas las partes del mundo la palabra de Dios, hijos míos; ¡os estáis de demorando mucho tiempo! Os lo he repetido varias veces: que vayáis de pueblo en pueblo; no de dos en dos como esos falsos testigos, sino de grupo en grupo, publicando los Santos Evangelios de Cristo. Imitad a Cristo
en la pobreza, pues Él sólo tuvo una túnica; y no
tenía otra de repuesto, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¿Por qué
te apareces tantas veces? Así dicen que no puede ser.
LA VIRGEN: Yo me aparezco,
hija mía, donde quiero y cuando quiero. Todo aquél que diga
que no puede ser, ¿quién es él para decirme a mí
cuándo y dónde tengo que manifestarme? Os aviso, hijos míos,
como una madre avisa a su hijo cuando corre un gran peligro; pues hay un
gran peligro, hijos míos, que va a caer sobre la Humanidad por hombres
sabios, que el demonio se ha metido en sus mentes para “predicar”[1]...
fabricar artefactos atómicos, hija mía, para destruir el
mundo. Pero no se podrá destruir todo el mundo hasta el fin del
fin del mundo, hija mía... Será horrible, hija mía;
la Tierra temblará de espanto. Pero con sacrificio y con oración,
hijos míos, podréis evitar una gran guerra. Pero está
muy próximo el Castigo. Varias naciones quedarán en ruinas,
hija mía. Ya te he dicho que lo que los hombres han construido,
en un segundo será destruido.
LUZ AMPARO: (Con fatiga).
¡Ah..., ah..., ay! Nos metes miedo.
LA VIRGEN: No os quiero meter
miedo, hijos míos. Sólo os aviso porque no quiero que os
condenéis.
LUZ AMPARO: ¿No? Pues...
¡ayúdanos!, que no hacen caso de lo que Tú dices.
LA VIRGEN: ¡Pobres
almas, hija mía, pobres almas! Que hace cientos de años estoy
dando avisos y no hacen caso de mis avisos. Ya he repetido en otras ocasiones:
“Más les valiera no haber nacido”.
LUZ AMPARO: Madre mía;
pero Tú tienes que hacer... hacer algo, que vean algo...
LA VIRGEN: Muchos no podrán
verme, hija mía; pero si cumplen con los mandamientos de la Ley
de Dios, ya me verán, hija mía. También ha habido
varias curaciones, pero que no han dado el testimonio, hija mía.
Son velas encendidas esos testimonios para la salvación de las almas.
LUZ AMPARO: Tu Corazón
está triste. Tienes muchas espinas en él...
LA VIRGEN: Pedid por las almas consagradas, hija mía. ¡Pobres almas! ¡Las ama tanto mi Corazón!... Y, ¿cuántas de ellas corresponden a este amor? Pocas, hija mía, pocas son las que corresponden. Vas a sacarme cuatro espinas, hija mía, para que veas que los sacrificios y las oraciones tienen mucho poder. Estas cuatro almas..., son de almas consagradas... (Luz Amparo se lamenta repetidamente). ¿Lo siente
tu corazón? Pues, estate contenta de ver con qué alegría
se han purificado cuatro almas.
LUZ AMPARO: ¡Qué
miedo al tirar de ellas! Al tirar de ellas, ¡qué miedo! Parece
que se viene el Corazón para acá.
LA VIRGEN: Si tú sufres, piensa, hija mía, cómo estará mi Corazón. ¿Lo ves cómo está cercado de espinas? Pero los sacrificios pueden purificar a las almas. Por eso, no creáis que estáis salvados, hijos míos. Si alguien os dice que estáis salvados, está mintiendo, hijos míos. Sin el sacrificio y sin la oración, no se salvarán las almas. Vas a escribir
un nombre, hija mía, en el Libro de la Vida. Primero escoge tú
uno; y luego, yo te diré dos... Ya hay uno de los que tú
has escogido. Escribe otros dos, hija mía...
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
alegría! ¡Ay! Tres nombres y cuatro purificaciones... ¡Ay,
qué alegría!
LA VIRGEN: ¡Ay, hija
mía! A pesar de mis manifestaciones, siguen los hombres burlándose.
Yo no quiero decir que son los hombres, porque los humanos da lo mismo
hombres que mujeres. Se ríen, se ríen de mi existencia, hija
mía. Pide por esas almas. Tú sabes cuáles son. Cuando
salgas de este lugar echa una mirada sobre ellas y sus corazones quedarán
contritos y arrepentidos.
LUZ AMPARO: ¡Si se ríen!...
Pues peor para ellos.
LA VIRGEN: No digas eso,
hija mía. Pide por ellas y haz sacrificios por ellas. Se llaman
hijos de Dios, pero no son buenos hijos de Dios. Hoy lo vas a pasar todo,
hija mía, todo, hasta el cáliz del dolor. Y vas a beber sólo
una gota...
LUZ AMPARO: ¡Ah, ah...!
¡Ay, ay, ay, ay, qué amargo! ¡Ay!...
LA VIRGEN: ¿Está
amargo, hija mía? Tú piensa qué amargura siente mi
Corazón cuando millones y millones de almas se precipitan en el
fondo del abismo. Vas a presenciar un cuadro, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ayyy...! ¡Ay, eso es horrible! ¡No puede ser..., no puede ser
que Dios haga eso! ¡Ay, ay! ¡No puede ser, no, no! ¡Ah...,
ay! ¿No pueden salir de ahí ya más? ¡Ay, que
no...! ¡Ay! ¡Ah...!
LA VIRGEN: ¡Para siempre,
para siempre, hija mía! ¡Para toda la eternidad! Y no es Dios;
son ellos por su propia voluntad.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay...!
(Palabra ininteligible). Dime lo que puedo hacer para que no vayan ahí...
LA VIRGEN: No para ti sólo,
hija mía; sino para todos: sacrificio, sacrificio y penitencia,
acompañado de la oración. Rezad el santo Rosario todos los
días, hija mía. Pensad que es mi plegaria y yo os puedo dar
muchas gracias.
LUZ AMPARO: ¡Es horrible
eso! Es horrible.
LA VIRGEN: Esto les hice
ver, hija mía, a esos tres niños, y ¡cuánto
les hicieron pasar! ¡Cuántas crueldades, hija mía!
Pues este mismo aprieto tuvieron ellos.
LUZ AMPARO: Pero es espantoso;
¡es espantoso eso! ¡Ay, ay! ¡Ah...!
LA VIRGEN: Pide por las almas
consagradas, hija mía.
LUZ AMPARO: Sí, pido
por ellas; ya pido por ellas.
LA VIRGEN: Id de pueblo en pueblo publicando el Evangelio, que vosotros también lo podéis hacer, hijos míos; no sólo las almas consagradas, porque la palabra de Dios se puede hablar por cualquiera de los humanos; cualquier humano puede hablar de Dios, hija mía, en cualquier lugar. Besa el suelo, hija mía, en acto de humildad por los pobres pecadores... ¡Por los pobres pecadores, hija mía! Y lo vas a volver a besar por las almas consagradas para que ellas al demonio lo rechacen, hija mía, porque el demonio les pone los placeres del mundo para apoderarse de sus almas. ¡Pobres almas! Besa el suelo otra vez, hija mía... Por las almas consagradas, hija mía, ¡las ama tanto mi Corazón! Por eso os pido sacrificios, os lo repito muchas veces: ¡sacrificio! Sacrificio y oración para poder salvar la tercera parte de la Humanidad. Por lo menos quisiera salvar esas almas. Y tú, hija
mía, sé humilde; no seas soberbia. Sigue ayudando a esas
almas. ¡Qué gran obra, hija mía! Tú no sabes
mi Corazón cómo ha rebosado hoy de alegría.
LUZ AMPARO: ¡Ay...!
Pero, ¿lo he hecho bien? ¿Lo he hecho bien como Tú
has dicho? ¿Todo ha salido bien, todo? ¡Ay! ¡Qué
alegría tan grande cuando quiero que haya un alma... (estas últimas
palabras
no se entienden bien), va corriendo y quiere hablar, y sólo con
unas palabras se convierte! ¡Qué alegría, Madre mía!
Pero muchos no quieren confesar. ¿Sabes lo que dicen? Que han confesado
con Dios y que como han confesado con Dios, que no van a confesar con un
hombre. ¡Ay! Pero Tú repite lo que dices: que hace falta que
se confiesen. Repítelo, Madre mía.
LA VIRGEN: Sí, hijos
míos, el sacramento de la Confesión es muy importante. Os
he dicho otras veces que, si Dios hubiese puesto un ángel para confesaros,
el ángel no podría comprender cómo sois tan crueles
para ofender a Dios constantemente. Por eso os ha puesto un hombre, a un
hombre que está consagrado, pero que es lo mismo que vosotros, para
que comprendáis y él os comprenda a vosotros, hijos míos.
Acercaos al sacramento de la Confesión y acercaos al sacramento
de la Eucaristía. Visitad a mi Hijo, hijos míos, que está
triste y solo en el sagrario.
LUZ AMPARO: ¡Hay tanta
gente y tantos que no te aman, Dios mío! ¡Ay, Dios mío!
Díselo Tú a tu Hijo, que les dé un poquito de luz
para que puedan convertirse. ¡Ay, Dios mío! Yo ya no puedo
hacer más cosas; pero, si Tú me pides otras cosas, yo lo
haré. Pero dime cómo, para que se conviertan.
LA VIRGEN: Piensa que vieron
morir a Cristo en la Cruz y todavía siguen pecando, hija mía.
Es imposible que se pueda salvar toda la Humanidad, porque los hombres
siguen pecando cada día más, hija mía, y la ofensa
al Padre Eterno es terrible. Las almas consagradas ofenden tanto a este
Corazón, hija mía, que estoy...
LUZ AMPARO: Pero ellos también
son débiles. Ayúdalos también Tú, porque, si
los hubieras puesto como los ángeles, no pecarían. Ayúdales
Tú también. Yo pediré mucho; pero Tú tienes
que ayudarles.
LA VIRGEN: Si todas las almas
consagradas rezasen diariamente el Rosario, el mundo estaba salvado, hija
mía. Pero, ¡cuidado!, que para rezar el santo Rosario, primero
hay que cumplir con Dios. Primero está Dios, hija mía, luego
está Cristo, y luego estoy yo; pero yo soy la intercesora para acudir
a Cristo, hija mía. Para subir al Cielo, imploro constantemente
al Padre, para que os perdone los pecados y os dé gracias para arrepentiros,
hijos míos. Y ya lo tengo todo dicho, hijos míos, y lo he
repetido muchas veces: todo se cumplirá, desde el primer mensaje
hasta el último. Poneos a bien con Dios, hijos míos. No os
acostéis sin antes poneros a bien con Dios. Pensad que la muerte
llega sin avisar.
LUZ AMPARO: Ahora dame que
te bese el pie otra vez. ¡Ay! ¡Sólo un poco los dedos!
¡Ay! ¡Qué fino...!
LA VIRGEN: Hijos míos, seguid rezando mi plegaria favorita. Me agrada tanto, hijos míos, me agrada tanto el santo Rosario... Pero vosotros, ¡cuánto os cuesta rezarlo, hijos míos! Agradadme, hijos míos, aunque sólo sea un Rosario diario. Me gustaría que fuesen las tres partes; pero me conformo con una sólo, hija mía. Es para el bien de vuestras almas y para la salvación de la Humanidad. Evitaréis muchas guerras y muchos castigos terrenos con vuestras oraciones, hijos míos. Hijos míos, ¡adiós! [1] Corrige inmediatamente “predicar”,
que no concuerda con el contexto, por “fabricar”.
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26 mai 1984
Amparo: Ah Ma Mère, Ma Mère!
1enfants. Publiez-le partout. Le
monde est en grand danger, à cause des engins atomiques. Implorez
votre Mère pour qu'Elle intercède auprès de Son Fils
et Son Fils auprès du Père, Mes enfants. Vous oubliez le
Père Eternel qlÙ est Juge et qlÙ jugera toute l'Humanité,
parce que le Christ est venu sauver le monde, mais c'est le Père
Eternel qlÙ jugera, Mes enfants.
(enfants, mais c'est le Père qui
va décharger sa colère. .. Personne ne , se souvient de prier
le Père Eternel et c'est Lui le Juge.
je suis seule, je le fais de l'autre
façon aussi. Non, je ne crois pas que Tu Te fâcheras.
MENSAJE DEL DÍA 26 DE MAYO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LUZ AMPARO: ¡Ay, Madre
mía, Madre mía, ay, ay...!
LA VIRGEN: Hijos míos..., vengo a dar mi santa bendición. Os pido, hijos míos, que pidáis perdón de vuestros pecados. Pensad que Dios os creó sin vuestra voluntad, pero para salvaros, hijos míos, tiene que ser con vuestra voluntad. Mirad para arriba al cielo, hijos míos, observad lo que estáis viendo en él. Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Es muy importante el alma, hijos míos. Pensad en el alma. ¡Cuántos estáis pidiendo por el cuerpo, y vuestra alma está en pecado! Yo os pido, hijos míos, que todos aquéllos que no os hayáis acercado al sacramento de la Confesión, lo hagáis hoy mismo, hijos míos; es muy importante ponerse a bien con Dios. Mirad, cómo veréis mi imagen, hijos míos. ¡Qué dolor, hijos míos, que aun viendo no creáis! ¡Qué color más espléndido, hijos míos!... (Se oye como un murmullo de admiración entre los asistentes). Y todos aquéllos
que no cumplan con los mandamientos de la Ley de Dios, porque Dios los
instituyó por medio de Moisés para vuestra salvación.
Ya os he dicho, hijos míos, que os creó Dios sin vuestra
voluntad, pero para salvaros, tiene que ser por vuestra propia voluntad.
De vosotros depende la salvación o la condenación, porque
Dios Padre dio libertad a todo ser humano, para que supiese... (Durante
unos instantes habla en idioma extraño).
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
qué color!
LA VIRGEN: Estad atentos, hijos míos. ¡Cuántos, después de haber visto todo esto, lo negaréis, hijos míos! Vuestra Madre os quiere salvar, y pide al Padre Eterno por vuestra salvación, hijos míos. Decid muy a menudo: “Santo Dios, Santo Inmortal, libra al mundo de todo mal”, hijos míos, de todos los peligros que acechan al globo terrestre. El mundo está en peligro, hijos míos, como no cojáis el arma en las manos. Que el arma vuestra sea vuestro rosario, para poder salvar a la Humanidad, hijos míos. El Rosario es un... (palabras ininteligibles). Hija mía,
dilo tú de otra manera.
LUZ AMPARO: ¡Ah, que
fuiste Tú la que lo dijiste por primera vez!
LA VIRGEN: ¡Ay qué colores, hijos míos! Observad el cielo, ¿no os parece maravilloso en un día como éste, que todo este resplandor que sale sea de Dios, hijos míos? Mi imagen está allí, observadla, hijos míos. (Como fondo, se sigue escuchando el murmullo de los asistentes). Que nadie os diga, hijos míos, que es una sugestión vuestra. Lo estáis viendo, hijos míos, que nadie os confunda. El mundo está en un gran peligro, porque el mundo, hijos míos, será destruido, si no sois capaces de ir de pueblo en pueblo publicando el Evangelio, hijos míos. Publicadlo por todas las partes. Por artefactos atómicos, hijos míos, el mundo está en gran peligro. Pedid a vuestra Madre, para que vuestra Madre pida a su Hijo, y su Hijo pida al Padre, hijos míos. No os acordáis del Padre Eterno; es el Juez y será el que juzgue a toda la Humanidad, porque Cristo vino a salvar al mundo, pero Dios Padre será el que juzgue, hijos míos. ¡Qué maravillas, hijos míos! ¡Dichosos esos ojos que ven, y esos oídos que están oyendo todas estas palabras que salen de mi Corazón! Vuelve a besar el suelo, hijos míos, servirá para la salvación de las almas... Este acto de humildad, hijos míos, sirve para salvar a las almas. Estad alerta, hijos míos, estad preparados; os he avisado muchas veces que la muerte llega como el ladrón sin avisar, y puede llegar en cualquier momento. Las maravillas
del Cielo, hijos míos, no pueden confundir a nadie. Estad alerta
y mirad al cielo. Estad alerta, hijos míos, y luego cada uno de
aquéllos que habéis visto, dad testimonio, hijos míos,
porque servirá para ayudar a las almas.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
maravilla! ¡Ay, qué azul, ay, qué azul! ¡Ay,
ay, qué cosa más bonita! ¡Qué bonito es, ay!
¡Ay, qué bonito! ¡Madre mía, qué cosas
más bonitas estoy viendo! Pero los veo con los ojos del alma, no
con los del cuerpo. ¡Ay, qué azul y qué rosa! ¡Ay,
qué cosa más grande, ay! ¡Ay, qué maravilla!
¡Madre, cómo da vueltas, ay, ay...! ¡Ay, qué
grande! ¡No hay otra cosa más grande como esto! ¡Ay,
ay, ay...!
LA VIRGEN: Pero para que
veas que todo no es gloria, hija mía, verás una parte de
Infierno.
LUZ AMPARO: (Entre sollozos).
¡Ay, ay, ay, ayyy...! Pero, ¡bueno! ¡Ay, ay, ay...!
LA VIRGEN: Esas llamas que
salen de su boca es porque han publicado doctrinas falsas.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, ¿y
están siempre así? ¡Ay, ay, ayyy...! ¿Y ese
brazo está ardiendo también?
LA VIRGEN: Cada miembro,
que ha cometido un pecado, será atormentado, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, a
ésos retírales las llamas. ¡Si yo eso no lo había
visto de las llamas! Parecen hierro los cuerpos que están ardiendo,
como si fueran un hierro que está al rojo; lo tiran para arriba
y para abajo. ¿Eso es siempre?
LA VIRGEN: Estas almas, hija
mía, están constantemente diciendo: “¡Maldita boca,
malditos brazos..., con todo mi cuerpo sea maldito, que no me ha servido
nada más que para la condenación! ¡Maldito sea mi cuerpo!”.
LUZ AMPARO: Pero ésos,
¿no pueden salir de ahí más, tampoco? ¡Ay, Dios
mío!...
LA VIRGEN: Los miembros de
vuestro cuerpo, hijos míos, que hayan cometido un pecado serán
eternamente atormentados. Por eso os digo, hijos míos: si vuestro
ojo os hace pecar, arrancároslo y tiradlo lejos. Y si vuestro brazo
os hace pecar, arrancároslo fuerte y tiradlo muy lejos, porque más
vale entrar sin ojos y sin brazos en el Cielo, que no con todo el cuerpo
en el Infierno.
LUZ AMPARO: Pero, ¿cuántos
infiernos hay?, porque ya son muchos.
LA VIRGEN: En cada infierno,
hija mía, se consumirán según su pecado. (Esta frase
es casi ininteligible).
LUZ AMPARO: Pero ¡ya
está bien, todos los que tiene!
LA VIRGEN: Porque a todos
no se puede dar el mismo castigo, hijos míos. Dios Padre le dará
a cada uno según el castigo que merece. Como las moradas, hijos
míos, cada uno recibiréis según vuestras obras.
LUZ AMPARO: En cualquier morada
no se sufre, ¿no?
LA VIRGEN: No, hija mía,
con todos[1] es felicidad, todo es amor; pero unos están más
cerca de Dios Padre que otros; pero no sienten ningún dolor, ni
ningún tormento y no necesitan de nada, están gloriosos,
hija mía. No creas que es sólo mi Corazón el que está
cercado de espinas, mira el Corazón de Cristo.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay, ay...!, pero ¿también el Tuyo? ¡Ay, ay, ay...!, de ese Corazón, ¿no se pueden quitar espinas?... Déjame que te quite alguna a Ti también. ¡Ay, ay, ay, ay, qué hermosura, ay! ¡Ay, Señor! ¡Ay, qué cosa más guapa! ¡Ay, si cada día eres más guapo! ¡Ay, ay, déjame que te toque un poquito!, ¡Aaay, ay, ay...! ¡Ay! ¿No
puedo sacar una espina de tu Corazón? ¡Anda, déjame
que la saque, como la he sacado de tu Madre! ¡Ay, qué pena,
cómo está tu Corazón también! ¿No tienes
bastante con la Cruz?...
EL SEÑOR: Te la voy a descargar
un momento, hija mía. Cógela y cárgatela.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...! ¿Por qué está tan pesada? (Palabras casi ininteligibles
al ser pronunciadas en tono de voz muy bajo). ¡Ay, ay, ay...! No
me la quites, déjamela, ¡déjamela! ¡Ah, ah, ay!
¡Pesa mucho! ¡Ah, ah, ay, ah...!
EL SEÑOR: Sólo un
segundo, hija mía. Dame esa cruz.
LUZ AMPARO: ¡Ay! No,
no quiero, déjamela a mí, déjamela. (Casi ininteligible).
EL SEÑOR: Dame la cruz,
hija mía.
LUZ AMPARO: Tómala,
Tú que quieres, Tú, toma. ¡Ay, ay, ay...! (Emite quejas
durante unos instantes). Que quite una espina, sólo una espina de
tu Corazón. A ver cuál es la que puedo sacar.
LA VIRGEN: La del centro
del Corazón que está en Cristo.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
Señor!, te voy a sacar una; ya sé que te voy a hacer daño.
¡Ay!, yo la veo muy clavada[2]. ¡Ay, ay, ay..., cómo
sangra ese Corazón Tuyo también!
LA VIRGEN: Sangra, hija mía,
por toda la Humanidad, por toda, porque está llegando el momento
de que los ángeles bajen a segar la mies seca de la Tierra. Mira
el Ángel... (palabra ininteligible) de la ira de Dios, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Oy, oh!,
pero ¿cómo puede hacer eso? ¡Ay!, pero ¿cómo
puede hacer eso el Ángel?
LA VIRGEN: No es el Ángel,
hija mía, es mandado por Dios Padre. Vendrán ejércitos,
ejércitos de ángeles, para recoger los buenos frutos, y tirar
lejos, muy lejos, la mala hierba y quemarla, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pero
¿cómo puedes hacer eso?; pero si es que hay menos frutos
que mala hierba. Mucha más hierba y muy pocos frutos. ¿Qué
vas a hacer con todos éstos que no quieren saber?
EL SEÑOR: Estoy pidiendo
al Padre misericordia, y mi Madre pide misericordia por la Humanidad; pero
ya os he dicho otras veces que no consiento más el sufrimiento de
mi Madre; que no hay cacharro en el mundo, donde pudieran recogerse las
lágrimas de mi Madre.
LUZ AMPARO: Bueno, entre los
dos lo podéis hacer. Entre los dos, ayudándonos un poquito,
lo hacéis y nos salváis a todos.
LA VIRGEN: No, hija mía,
porque la ira de Dios está próxima. ¿Sabes cómo
está el ángel preparado? Con la... (palabra ininteligible)
y la guadaña, para segar la mies de la Tierra.
LUZ AMPARO: Pero ¿con
qué la va a segar?, ¿con eso que sale por la cola de ese
carro? ¡Ay..., pero ten misericordia de todos Tú!, porque
Tú eres Madre, y todas las madres, cuando queremos a nuestros hijos,
pues aunque sean malos, los seguimos queriendo.
LA VIRGEN: Yo intercedo a
mi Hijo, hijos míos, pero es el Padre el que descargará su
ira..., y nadie os acordáis de rezar al Padre Eterno, y el Padre
Eterno es el Juez.
LUZ AMPARO: ¡Ah!, yo sí que me acuerdo, yo me acuerdo de rezar. Por eso has dicho que digamos eso, ¿no? Pero el Señor no será el que juzgue. ¡Ay, ay!, bueno, pues lo que Tú quieras. Eso es oro, lo que llevas en esa parte, ¿es oro? ¿Ese rosario es de oro? ¡Ay!, yo creía que no te gustaba el oro a Ti. ¡Ay!, pues llevas un rosario de oro... ¡Ay!, pero el oro es donde hay riquezas, y si Tú no quieres las riquezas, ¿por qué pides que seamos pobres y Tú llevas ese rosario de oro tan grande? Pero si te lo ha dado el Padre, yo no digo nada, ¿eh? ¡Ay!, bueno,
pues si Tú te vas ya también, déjame un poquito que
bese también tus pies, como los de tu Madre.
LA VIRGEN: Lo que te pido
es humildad, para poder salvar a las almas. Hay que dar ejemplo, hijos
míos: con la humildad, y con vuestra pureza, podréis salvar
a la Humanidad. La caridad es muy importante también con el prójimo;
es la primera virtud, hijos míos: la caridad. Si no hay caridad
no puede haber amor a Dios.
LUZ AMPARO: Eso sí
que es verdad, porque el que no quiere a la gente no puede querer a Dios.
Eso ya lo he dicho yo tantas veces; pero, a ver, ¿qué quieres
que les diga? ¿De qué forma se lo digo?
LA VIRGEN: Con tu sacrificio
y con tu humildad darás ejemplo, hija mía. Ya sabes que el
camino de Cristo es el camino del sufrimiento y del dolor.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, más y más y más, pues, anda, ¡que ya está bien! ¡Ay, ay!, déjame que te voy a dar un beso, pero en el pie. ¡Ay!, yo no quiero besarte nada más que el pie; me conformo con el pie. ¡Ay, pero, ¿la mano?! ¡Ayyy, ay, ay..., qué mano! ¡Ay, pero qué fría está! Pero, ¿dónde estáis, que estáis tan fríos? ¡Ay, Madre mía!, pero, ¿me lo puedes decir, aunque sea en el idioma que Tú sabes, dónde estáis?... (Palabras en idioma desconocido). Pues anda, que sí que estáis bien. Pues a nosotros ponernos a vuestro lado, no lejos de vosotros; muy lejos, no. ¡Ay!, porque si encima nos mandas lejos..., ¡vamos ya!; yo no sé lo que pasaría. ¡Ay!, ¿Tú
también vas a bendecir? ¡Ay, qué alegría!, porque
así todos éstos que no creen, recibirán esa luz. Venga,
bendícenos.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LUZ AMPARO: ¡Ya estamos
otra vez con la cruz!, pero hazlo de la otra forma, porque verás
qué lío se va a armar. ¡Vete tú diciendo ahora
que yo hago la señal de la cruz así de esa forma! Bueno,
yo la hago como Tú digas, pero cuando no me vean, porque si me ven,
van a decir que eso no es tuyo. Así que Tú verás lo
que haces; díselo a los demás, o manifiéstate y díselo,
porque me cargas a mí todo. ¡Ah, claro!, yo sola no puedo
defenderme. ¡Ay, ay!
EL SEÑOR: Piensa en esos
tres niños, cómo se enfrentaron, hija mía, y eran
niños; ¡cómo los humillaban, para que negaran la existencia
de mi Madre!
LUZ AMPARO: Sí, pero
eran tres y yo soy sola, ¿qué? Yo sola con todos, ¿eh?,
y ellos, tres; pero yo sola, ¡vamos!, a ver, con quién me
refugio yo.
EL SEÑOR: Ya te he dicho
que te refugies sobre mi Corazón, que cuando estés triste,
te refugies sobre mi Corazón.
LUZ AMPARO: Sí, ya, un rato, ¿y luego? ¡Hala!, todo entero. ¡Sólo un ratito y luego todo, todo para mí sola! ¡Ay!, pero
Tú harás lo que quieras, porque yo estoy aquí para
que lo hagas Tú y, después, para que me premies también,
¿no?, ¿o me vas a dejar después con... (palabra ininteligible),
eh? ¡No, sin premio, no! ¡Ay!, dirás que soy muy egoísta;
pero, es que ¡cualquiera se mete en el Infierno! ¡Oy, por Dios,
qué horror!, ¡y es horrible!; no lo permitas Tú, ¿eh?,
porque, si lo permites...; además, ¿sabes lo que pasa?, que
me enfado muchas veces contigo, porque es que te pido cosas, y no me las
haces. Claro, por eso me enfado. Si soy soberbia, pues yo pediré
perdón, pero es que eres tan cuco Tú también. ¡Claro!,
¿no te gusta que te diga que eres cuco? ¡Ay!, pero yo te lo
digo porque es que eres cuco de verdad. ¡Ay, qué grande eres!,
pero te lo digo porque te quiero, no porque te quiera insultar; es que
Tú eres muy cuco para salvar a las almas. ¡Ay!, pero ayúdame,
¿eh? Bueno, pues aquí me quedo con tu Madre; y Tú
tienes que hacer lo que te pida. Bueno, no lo que te pida, lo que convenga,
¿eh? ¡Ay, ay, qué cosa siento en mi corazón!
Es que me quema dentro. ¡Ay!, seguro que hasta tengo una herida dentro,
porque siento que me quemas; ese rayo que te sale de ese lado del Corazón...,
ese rayo, ¿de dónde viene? Pues si es como el Sol. ¡Ay,
ya! ¡Ahí está el misterio, claro! Ya, ya, ya, cómo
me señalas, ¿eh? ¡Qué grande!, por eso está
en todos los sitios, ¿eh? Claro, claro. ¡Ay, ay, Jesús
mío, qué hermoso eres!, ¡ay, es que tiembla mi cuerpo
de emoción! ¡Ay, qué cosas Dios mío! ¡Y
que sean así los hombres, ¿eh?, que no hagan caso de lo que
les digo! Pues, mira, ellos se lo pierden, porque si luego no te ven, peor
para ellos. ¿Eh? ¡Ah!
EL SEÑOR: Bueno, hija mía,
humildad te pido; sin humildad no conseguirás el Cielo.
LUZ AMPARO: ¡Vaya, estaría bien, que tampoco consiguiera el Cielo! ¡Ah...! ¡Ay!, ¿ya te vas? ¡Bueno! ¡Ay, ay,
ay!, ¿otra vez?... ¡Ay, qué cosa más grande,
Madre mía! ¡Tu Hijo es lo más hermoso! Pero es que
Tú tampoco te quedas atrás, ¿eh? ¡Cómo
eres de guapa! ¡Ay, ay, Madre mía! Ayúdanos para que
todos..., dales una luz, para que todos se arrepientan, porque he ido a
un hospital, y ¡tú no veas esa mujer, qué ojos me echaba!
Y decía que no quería saber nada de Ti. ¡Fíjate,
ni en ese momento! ¡Ay, pero bueno!, ¿cómo puede hacer
Dios eso? ¿O no es Dios el que lo hace?
LA VIRGEN: No, hija mía,
son los hombres, porque ya he dicho que Dios es Misericordia y Amor. Pero
es Juez, y deja a cada uno la libertad para salvarse o condenarse.
LUZ AMPARO: Pues no nos tenía
que haber dado libertad, porque para condenarnos... ¡Vaya, lo que
hizo! ¡Vamos! ¡Ay..., ay! Pues tu Corazón está
más vacío de espinas. ¡Qué alegría! ¡Ay!,
¿por qué habrá sido eso? ¡Ay!
LA VIRGEN: Con vuestros sacrificios
y con vuestras oraciones... Lo digo en plural, hija mía, pero muchos,
muchos, no habéis hecho sacrificio.
LUZ AMPARO: Bueno, pues ya
lo harán. ¡Ay, es que es tan duro eso! Pero yo creo que con
la oración también...
LA VIRGEN: Pero la oración
sin sacrificio, ¿de qué sirve, hijos míos? Como esa
oración que sale mecánica de vuestros labios.
LUZ AMPARO: Bueno, pues desde
ahora saldrá de nuestro corazón; te lo prometemos todos los
que estamos aquí, porque, si no lo hacemos, fíjate lo que
nos espera. ¡Ay, ay, qué alegría de ver el Corazón
así!
LA VIRGEN: Pero, hija mía,
pero las almas siguen pecando y pecando. El hombre es cruel y no se arrepiente
de sus pecados. Por eso pido sacrificio para todo aquél que no recibiera...
(palabra ininteligible) gracia divina.
LUZ AMPARO: Que la rechaza o que no quiere... ¡Ay, ay! Yo quiero también besar tu pie, porque si me ha dado la mano tu Hijo, pues yo quiero el pie tuyo. ¡Ay, ay, ay, lo que siento dentro! Yo no sé si esto será una cosa que me pasa aquí... ¡Qué alegría, porque se están salvando más almas! ¡Ay! ¿Quieres
que levantemos los objetos?, ¿o hoy no quieres bendecirlos? Bendícelos,
anda.
LA VIRGEN: Mira, hija mía,
voy a daros otro premio de bendición sobre los objetos.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pero
con indulgencia, ¿eh?
LA VIRGEN: Todos han sido
bendecidos, hija mía, y estos objetos, como me has pedido, tienen
indulgencia para la conversión de los pecadores, para los moribundos,
para que en ese momento reciban la luz divina de Dios.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues ya nos podemos dedicar a ir a los hospitales, ¿eh?, porque están todos... ¡Vamos! ¡Ay, Madre mía, ay, qué cosas siente mi corazón!; es una cosa tan grande. ¡Ay!, luego otra vez a la misma historia. ¿Ya te
vas a ir? ¡Ay, bueno! ¡Ay!, ya sabes que te queremos mucho
todos, aun los que no creen, te quieren; que están aquí,
y el corazón les está haciendo bien de palpitaciones, ¿eh?
¡Ay! ¿nos vas a bendecir?
LA VIRGEN: Hijos míos,
os bendigo, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LUZ AMPARO: Tú eres
una cruz y tu Hijo otra. ¡Anda que..., vaya lío!
LA VIRGEN: Hijos míos,
debéis obediencia a la Iglesia y, si en la Iglesia está esa
cruz, vosotros seguid con esa cruz.
LUZ AMPARO: Bueno, pues seguiremos
con ella; pero yo cuando estoy sola lo hago de la otra forma también.
¡Ay! No, no creo que te enfades.
LA VIRGEN: No puedo enfadarme,
hija mía, por una cosa que ha hecho mi Hijo.
LUZ AMPARO: Venga, ¿ya
te vas a ir? Bueno, pues, ¿cuándo vas a volver?... (Palabras
en idioma extraño). Bueno, pues sí, yo quiero que hagas una
cosa grande[3].
LA VIRGEN: ¡Ay!, para
ti, lo más grande, ¿qué es?, ¿que me vean o
que se conviertan, hija mía?
LUZ AMPARO: Hombre, es que
si te ven, se convierten.
LA VIRGEN: (Con sonido de
voz muy bajo). Pues no; me verían y no se convertirían.
LUZ AMPARO: Pues, vaya corazón.
Bueno, pues si haces algo, bien, y si no, lo que Tú quieras, ¿eh?
Pero yo haré lo que Tú quieres también. ¡Hala!
Adiós, Madre; adiós, Madre mía.
LA VIRGEN: ¡Adiós! [1] Las palabras en cursiva no se entienden bien en la grabación de audio disponible; se han considerado como las más correctas. [2] La frase resaltada en cursiva no se capta en la grabación de audio disponible; se ha trascrito del o. c., nº 4, p. 338. [3] Esta frase ha sido tomada del o.c.,
nº 4, p. 344. No se ha podido comprobar en la cinta de audio grabada,
debido a un fallo en la misma.
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27 mai 1984 Amparo: Ah ! Viens-Tu aujourd'hui
aussi? Ah ! Seulement pour nous donner la bénédiction! Dis-nous
quelque chose.
La Sainte Vierge: Mes enfants, comme Mon
Fils vous l'a dit, Il M'a placée comme Médiatrice, pour vous
sauver tous, Ma fille. Je serai à la porte du ciel pour implorer
Mon Fils et le Père Etemel. D'abord le Père, ensuite le Fils,
Ma fille ; Je dois passer par ces deux... (Mots dans une langue inconnue).
les co,uleurs et ensuite le visage de :otte
Mère, o~serveZ-la avec
Ne vas-Tu pas bénir les objets?
Bon, mais qu'ils aient une grâce spéciale, hein, parce qu'avec
ces objets, beaucoup d'âmes se sauvent. Hein? Et qui plus est, des
personnes qui ne se sont jamais confessées, y vont en courant; y
compris des personnes de 91 ans, imagine; 91 ans sans rien savoir de Toi.
. .
La Sainte Vierge: Je vous bénis,
Mes enfants, comme le Père vous bénit, par l'intermédiaire
du Fils et avec le Saint Esprit.
MENSAJE DEL DÍA 27 DE MAYO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...!, Madre, vienes hoy también. ¡Ay! ¿Sólo
vienes a darnos la bendición? Dinos alguna cosa.
LA VIRGEN: Os digo, hijos míos, que acudáis al Padre Eterno; está muy triste y enfadado, porque nadie se acuerda de Él. También quiero que seáis humildes y puros, muy puros, para poder alcanzar la morada que os corresponde, hijos míos. Mi Corazón
está triste, muy triste. Pero ¿sabes esta tristeza que siente
mi Corazón por quién es, hija mía? Por esas almas
consagradas que no cumplen con sus votos. ¡Pobres almas, hija mía!
Haz un acto de humildad y besa el suelo por esas pobres almas... Este acto
de humildad sirve para la salvación de esas almas. ¡Pobres
almas! Se van por el camino de la perdición, porque el enemigo les
muestra los placeres del mundo. Aunque mi Corazón tiene menos espinas,
hija mía, sufre por todas esas almas, porque mi Corazón las
ama tanto, y ¡qué mal corresponden a ese amor! Se apegan a
las cosas mundanas, y no se acuerdan de seguir el camino del Evangelio.
¡Pobres almas!
LUZ AMPARO: (Solloza; dice una palabra extraña). ...Pido perdón
por ellas; que son también débiles como nosotros. Perdónalos;
pide lo que Tú quieras para que las perdones.
LA VIRGEN: Es que esas almas,
hija mía, esas almas..., el pecado de esas almas, está clamando
al Cielo venganza, y la venganza es terrible, hija mía.
LUZ AMPARO: Pero yo quiero
que se salven también.
LA VIRGEN: Porque todos los
pecados claman al Cielo venganza, pero los de estas almas, hija mía,
¡es terrible!
LUZ AMPARO: Yo quiero que
los perdones, pues las perdonas como a nosotros, porque si el demonio se
mete dentro... Prométemelo que las vas a perdonar...
LA VIRGEN: Hija mía,
la condenación depende de ellos mismos, porque, si no valen para
ser almas consagradas, que se metan a carpinteros, a albañiles y...
LUZ AMPARO: ¡Pero es
que el mundo está tan mal! ¡Oh!... Y claro, ellos con todo
lo que hay en el mundo caen en el pecado. Pero perdónalos. Como
te he dicho: pide Tú a tu Hijo y tu Hijo se lo pida al Padre, y
que los perdone. ¿Lo vas a hacer? Porque también son tus
hijos; por eso tienes que pedir por ellos.
LA VIRGEN: Por eso os doy
estos avisos, hija mía, porque los ama mi Corazón tanto,
¡tanto los ama mi Corazón..., que está sangrando de
dolor por ellos!
LUZ AMPARO: ¡Ay...,
cómo sangra! ¡Ay! Y dicen que no puedes sufrir Tú porque
estás gloriosa.
LA VIRGEN: Pero tú
en estos momentos no me ves gloriosa, me ves llena de dolor y angustia
de ver que el mundo está cada día peor.
LUZ AMPARO: Pero yo creo que
se va a poner mejor el mundo, porque vamos a hacer más sacrificio
y más oración.
LA VIRGEN: ¡Qué
poco es el sacrificio que hacen esas almas, hija mía!
LUZ AMPARO: Pero lo hacemos
nosotros por ellos, y por eso Tú les perdonas... Pero no permitas
que se condenen, porque son buenos. Pero ¿sabes quién es
el culpable? ¡El demonio!, que es el que se mete en sus mentes.
LA VIRGEN: Pero ellos tienen
un don de inteligencia para distinguir lo bueno de lo malo; por eso te
digo que, si se condenan, se condenan por su propia voluntad.
LUZ AMPARO: ¡Pobrecitos!
Por su voluntad no se condenan, es por la voluntad del enemigo; por eso
Tú tienes que ayudarles.
LA VIRGEN: ¡Qué
pocas almas consagradas hay, hija mía, que aman mi Corazón,
y que estén apegadas sólo a las cosas celestes! Están
apegados a las cosas materiales, y el castigo que les espera... Tú
has visto uno de esos castigos de un alma consagrada por publicar doctrinas
falsas. Piensa que Cristo cogió a sus discípulos y les decía:
“Seguidme”, y dejaron todo para seguir a Cristo. Por eso ellos tienen que
hacer lo mismo: no estar apegados a las cosas materiales, porque el alma
es lo que importa, no es el cuerpo, hija mía.
LUZ AMPARO: Hoy te ha dado
por ellas, ¿eh? Hoy no es por nosotros, ¿o también
estamos nosotros ahí?
LA VIRGEN: Todos, hija mía,
todos, pero esas almas llenan mi Corazón de dolor ¡tan inmenso,
hija mía!, y mi Corazón derrama gracias y no quieren aceptar
esas gracias.
LUZ AMPARO: Pues Tú,
que puedes, hazlo de otra forma..., para que lo acepten.
LA VIRGEN: Pero tienen libertad
para hacer lo que quieran, hija mía.
LUZ AMPARO: Pues no sé
para qué nos das la libertad: para que nos condenemos.
LA VIRGEN: Porque el hombre,
para buscar su salvación, tiene que luchar, hija mía, ir
por el camino del dolor para alcanzar la morada que le corresponde.
LUZ AMPARO: (Con fatiga).
¡Ay, ay, ay...! Bueno, pues a sufrir y ya está. Yo se lo diré
a todos los que puedan hacerlo; pero, si no hacen caso, ¡a ver qué
quieres que haga yo! ¡Ay!, pero ¿los vas a sellar?, para que
no se metan en las manos del enemigo. Séllalos a ellos también.
¡Ay, ay! Y a los que selles, pues hablan a los otros, y los otros
hablan a los otros, y así se corre todo, porque ellos les van dando,
y se van a Ti, Madre mía. ¡Ay, pero no seas tan severa, porque
eres Madre!
LA VIRGEN: Madre de misericordia
y de amor, hija mía. Mi Corazón rebosa de alegría
cuando un alma se convierte, en el Cielo hay una gran alegría, y
hay una gran fiesta, hija mía.
LUZ AMPARO: Pues con todas
las que se han salvado aquí, habréis hecho un montón
de fiestas... Si cada día hacéis una fiesta..., pues, ¡qué
alegría! Iré a hablar a todas las almas que están
en pecado, para que te sigan. ¡Ah, bueno!
LA VIRGEN: Que sigan a Cristo
y que sigan el camino del Evangelio, pero que no lo publiquen y ellos no
lo cumplan. Que lo publiquen y lo cumplan, hija mía; que le imiten
en la pobreza, en la pureza y en la humildad.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, yo
quiero que otra vez me enseñes a tu Hijo. ¡Ay!, enséñamelo.
Sólo quiero que hable dos palabras. ¡Ay!, pero ¿quién
es el que trae al Señor? ¡Ay!, pero ese hombre con esa barba...
Pues si en el Cielo no hay carne. ¡Aaah! ¿Elías? ¡Ah!,
¿y ése será el que venga? Pues aquí te esperamos.
Di unas palabras, Señor, para que se les meta dentro del corazón.
EL SEÑOR: Quiero que las
almas consagradas sean pobres, humildes y sacrificadas. Eso es lo que pido,
hijos míos. Y esas almas hacen lo contrario de lo que yo pido. Viven
una vida de placeres y se meten en el mundo, hija mía, y están
apegadas a las cosas terrenas.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pero todas no son igual! ¡Ay!, pero bueno... ¿Y todas ésas se condenan? ¡Ay, ay...! No permitas que se condenen. ¡Ay!, esas..., que sí que están en el Purgatorio. Pero es que no es como lo están diciendo aquí en la Tierra, que el Purgatorio es así. ¡Ah, claro!, o sea, que no se acaba aquí todo, todo, pero Tú ya sabes de lo que te digo. Respóndeme a la pregunta... (Palabras en lengua extraña). ¡Anda, otra vez, de nuevo! ¡Bueno! Pero, ¿es secreto? ¿No puedo decirlo? Pues no se lo diré a nadie, ¡a nadie! ¡Ay!, danos tu bendición Señor, ¡porque es una cosa tan grande! ¡Qué guapo! ¡Estás cada día más guapo! Pues, ¿qué te hacen por ahí arriba para estar tan guapo? ¡Hala!,
bendícenos. ¡Ay!, pero ¿cómo nos vas a bendecir?
¿De esa forma? Va a haber lío con esto, ¿eh? ¡Ay!,
Tú dilo para que no haya lío.
EL SEÑOR: Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LUZ AMPARO: No salgo de un
lío y me metes otro. ¡Ay, Madre mía, con esta cruz!
Pero hazlo de la otra forma. ¡Ay!, yo no lo digo; cuando esté
sola lo hago, pero ¿quién les dice que yo hago esa cruz?
¡No! ¡Ni hablar!, porque entonces sí que me dicen que
estoy endemoniada.
EL SEÑOR: A mí me
llamaban “el endemoniado”, “el vagabundo”, y mira, hija mía, te
he dicho que el discípulo no es más que su maestro.
LUZ AMPARO: Si yo no soy más
que Tú, pero, Tú podías soportar las cosas con la
ayuda de tu Padre, pero a mí aquí me dejáis sola,
¡hala!, que me ventile sola, y no puedo.
EL SEÑOR: Ya te he dicho
que estando Dios contigo, ¿a quién puedes temer, hija mía?
LUZ AMPARO: ¡Ay!, qué bien se ven las cosas, pero aquí te quería yo ver a Ti también, en mi puesto. ¡Ay, Madre
mía!, sólo quiero tocarte un poquito el pie. ¡Ay, aaah...!
¡Ay, qué grande! ¡Ay! ¿Ya te vas? ¡Ay!
EL SEÑOR: Me voy, pero dejo
a mi Madre, para que os dé avisos, porque he puesto a mi Madre como
medianera de la Humanidad; pero no hacéis caso, hijos míos.
Me voy, como os dije al pie de la Cruz, me voy pero ahí se queda
mi Madre; pero si no hacéis caso ni a mi Madre, hijos míos,
¿cómo podré salvaros a todos? Por lo menos, la tercera
parte de la Humanidad quiero salvar.
LUZ AMPARO: Pues qué
pocos vas a salvar. ¿De tres uno? ¡Huy, Madre mía!,
pues donde haya siete, ¿qué haces? ¿Y si esos siete
son buenos?
EL SEÑOR: Ya te he dicho
que todo el que cumpla con los mandamientos de la Ley de Dios, llegará
a conseguir las moradas.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, ¿ya
te vas? ¡Ay, ah...!
LA VIRGEN: Hijos míos,
como os ha dicho mi Hijo, me ha puesto por medianera para salvaros a todos,
hija mía. Estaré en la puerta del Cielo, para implorar a
mi Hijo y al Padre Eterno. Primero al Padre, luego al Hijo, hija mía;
yo tengo que pasar por estas dos... (Palabras en idioma desconocido).
LUZ AMPARO: Bueno, ¿y
Tú sola no lo puedes hacer?
LA VIRGEN: Todo depende de
Dios, hija mía; pero que Dios no os condena, os condenáis
vosotros con vuestro pecado. Por eso os pido, hijos míos, que os
acerquéis al sacramento de la Eucaristía, pero cuidado con
todos aquéllos que no han ido antes al sacramento de la Confesión:
están cometiendo muchos sacrilegios. Humillaos y confesad vuestras
culpas, hijos míos.
LUZ AMPARO: Yo te aseguro que se van a confesar todos los que yo hable con ellos. ¡Ay, qué
grande eres! ¡Qué guapa! ¡Ay!, pues por ahí es
que no hay nadie feo, ¿eh? ¡Ay!, porque hasta ése que
ha venido con la barba, ¡cuidado qué cara tiene!, ¿eh?
LA VIRGEN: Es que todo el
que está en gracia de Dios, nunca puede ser feo, hijos míos.
A lo mejor veréis a un niño que está subnormal por
fuera, lo veréis feo, hijos míos; pero cuántas veces
os he dicho que por dentro tienen el alma pura, muy pura, y tú lo
que ves es el alma de muchas almas.
LUZ AMPARO: Pero si yo no
veo alma, yo veo el cuerpo.
LA VIRGEN: Te parece que ves el cuerpo en forma de alma, hijos míos. Por eso os digo que hagáis sacrificio, para poder alcanzar las moradas, pues están preparadas las moradas para todos aquéllos que queráis seguir el Evangelio de Cristo. Vuelve a besar
el suelo, hija mía, por los pobres pecadores..., los pobres pecadores,
hija mía. ¡Pobres almas que ofenden a Dios! Diles que no ofendan
a Dios tanto, que ya le han ofendido bastante, y su cólera va a
caer de un momento a otro sobre el globo terrestre, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, dales
más tiempo para que se conviertan. ¡Ay!, pero ¿todo
eso va a suceder? Pero espérate un poco más.
LA VIRGEN: Ya viste el Ángel,
el Ángel de la ira de Dios está preparado, hija mía,
y sus ejércitos también están preparados. Con un solo
dedo que mueva Dios Padre será segada la mies seca de la Tierra.
Así os pido, hijos míos, y os estoy dando avisos muy a menudo
para que os convirtáis, porque hace cientos de años que me
he aparecido en muchos lugares; pero hacen desaparecer mi nombre en muchos
lugares en los que mi presencia hice, hijos míos. Donde yo he hecho
la presencia, han hecho desaparecer el nombre de su Madre.
LUZ AMPARO: Aquí no;
aquí... ya veremos a ver lo que pasa, pero yo lo diré, y
se lo diré a todo el mundo y todo el mundo lo sabrá, y si
me matan, aunque me maten —ayúdame—, pero yo no quiero negarlo ¡No
quiero negarlo!
LA VIRGEN: En otros lugares,
hija mía, han negado mi existencia, porque han coaccionado a esos
niños, hija mía, y han negado por miedo.
LUZ AMPARO: Yo no quiero por
miedo negar nada. Ayúdame, yo seré fiel. Te prometo que no
quiero ofender a Dios y quiero hacerlo todo, pero si todavía dices
que no me... (palabra ininteligible) la morada, no me la he ganado todavía...
Pues anda, pues ¿cuánto se necesita para ya coger la morada?
LA VIRGEN: ¡Cuántas
gracias estoy dando, hijos míos! Habéis visto mi imagen en
el Sol, el rostro de Cristo lo habéis visto también, hijos
míos. ¡Cuántas veces lo habéis visto!, y observad
en este momento cómo muchos lo verán, pero otros no podrán
ver, hijos míos. Primero veréis los colores y luego será
la imagen de vuestra Madre; observadla con atención, hijos míos;
estad atentos, esos colores son maravillosos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
colores!
LA VIRGEN: Estad alerta,
hijos míos, porque ya os he dicho que cuando haya señales
en el Sol, en la Luna y en las estrellas el tiempo se aproxima, y todo
esto está sucediendo. Algunos de los aquí presentes no podrán
ver, hija mía; no porque sean peor que otros, sino porque dirían
que estáis sugestionados, hijos míos. Por eso mirad, mirad
hacia el Sol, veréis lo que veis; mi rostro está allí,
y el rostro de Cristo... en esos colores tan maravillosos. ¡Qué
colores, hija mía! Esto no existe en el globo terrestre.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
bonito es eso, ay! ¡Ay!, pero lo que tienes que hacer es bajar aquí,
no ahí tan arriba; para que te vean bien.
LA VIRGEN: Si aun viéndome,
haciendo esta prueba, hijos míos, no habéis creído
muchos de vosotros, aunque bajara, no creeríais en mi existencia.
Observad con atención el cielo, hijos míos. Los colores son
maravillosos. ¿Quién puede hacer esto? Sólo Dios Padre
puede hacer girar... (Palabras en lengua desconocida).
LUZ AMPARO: ¡Ay, Madre
mía! Ayúdanos, para que seamos santos, pero no para que nos
pongan en el altar; para que subamos al Cielo, a uno de esos cielos, que
el altar a mí no me importa, porque ¿para qué quiere
estar una estatua ahí si no consigo el Cielo? No, yo quiero ser
santa pero en el Cielo, y pido por todos los que hay aquí presentes,
que les des una gracia, para que se conviertan muchos de ellos. Hazlo,
Madre mía, que lo vean.
LA VIRGEN: Observad con atención,
hijos míos, observad, veréis cómo eso no puede hacerlo
ningún hombre de la Tierra. Ningún ser humano puede hacer
girar el Sol, y con esos colores tan maravillosos.
LUZ AMPARO: ¡Ah, pero
cuántas cosas estás haciendo! ¿Qué más
quieres, eh? ¡Ah! ¡Ay!, nos estás conquistando, ¿eh?
¡Ay!, pues qué bien, para que no nos condenemos. ¡Ay!,
haz lo que quieras para que las almas se conviertan. Si es por eso, que
se conviertan, pero que vayan al sacramento de la Confesión, porque,
como Tú dices, muchos no confiesan y se guardan los pecados que
quieren, ¿sabes? Los que no les conviene no los dicen; eso es un
sacrilegio, ¿a que sí?
LA VIRGEN: Pero eso está pasando constantemente, hija mía; esos sacrilegios... hasta las mismas almas consagradas tapan esos pecados, para que ante la Humanidad los tengan por santos, pero luego ante Dios están condenados, hija mía. Seguid contemplando,
hijos míos, seguid contemplando esos colores tan maravillosos. ¡Qué
azul, qué rosa, hija mía!
LUZ AMPARO: ¡Qué
amarillo más bonito, Madre mía! ¡Ay, qué verde
y qué azul! ¡Ay!, pero yo, ¿cómo los veo, cómo
me dices que los veo?
LA VIRGEN: Los ves con los
ojos del alma, no con los ojos del cuerpo.
LUZ AMPARO: Pero el alma,
¿tiene ojos? No me digas que el alma tiene ojos.
LA VIRGEN: Ya te lo explicaré
esto más despacio, hija mía, te lo explicaré a ti
sola, el significado del alma con ojos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, Madre mía!, haz que se conviertan todos los que no han venido para verte, sino que han venido para curiosear; que se conviertan, dales esa gracia. ¿Nos vas
a bendecir los objetos? Bueno, pero que tengan una gracia especial, ¿eh?,
porque con estos objetos se están salvando muchas almas, ¿eh?
Y además..., pero personas que no han confesado nunca, y se van
corriendo a confesar; hasta de noventa y un años, fíjate;
fíjate noventa y un años sin saber nada de Ti.
LA VIRGEN: Levantad todos
los objetos; todos serán bendecidos...
LUZ AMPARO: ¡Ay!, ¿es
especial esta gracia?
LA VIRGEN: Sirve, hija mía,
para la salvación de las almas, y para los agonizantes, para que
en ese momento se arrepientan de su mala vida; todos aquéllos que
han llevado esta vida de pecado, hija mía, y de ofensa a Dios.
LUZ AMPARO: ¿Otra vez
me vas a mandar el besar el suelo? Pues sí que me mandas veces;
pero, ¿para qué sirve?, si te lo he dicho otras veces, y
parece que no les das importancia. ¿Tiene mucha importancia besar
el suelo?
LA VIRGEN: Cristo lo besaba
diariamente; un acto de humildad. Se humillaba, hija mía, diariamente,
para salvar a las almas.
LUZ AMPARO: Pues bueno, pues vamos a besar el suelo otra vez... Ya lo hemos besado muchas veces, pero si cada vez que besamos el suelo, se puede convertir un alma, pues yo me estoy todo el día besándolo, ¿eh? Pero Tú haces lo demás; yo lo beso, y Tú haces lo demás. ¡Ay Madre mía, quién pudiera estar ahí contigo siempre, siempre!, no volver otra vez allí con todos. ¡Ay, Madre mía!, no sabes qué dolor es volver otra vez a ese lugar; aquí en este lugar ¡se está tan bien! ¡Ay, déjame otro poquito! ¡Ah, sólo un segundo! ¡Oye!, y tus segundos, ¿cuánto tiempo son?, porque eso es lo que yo no entiendo; el tiempo de Jesús, ¿qué tiempo es? ¿Es igual que el de la Tierra?... Bueno, pues todos
son secretos; pues ya me lo puedes decir, para que lo avise.
LA VIRGEN: Lo más
importante, hija mía, es que estéis preparados, y no tengáis
miedo, ni a la muerte, ni a quien os pueda perseguir por Dios, hijos míos.
Aquél que os persiga por la causa de Dios, bienaventurado será,
y entrará en el Reino del Cielo.
LUZ AMPARO: Pues a mí
me han perseguido y todavía dices que no tengo la morada ganada;
entonces, ¿qué tengo que hacer ahora? ¿Más
todavía? Pero, ¿me queda mucho?
LA VIRGEN: Un poco, hija
mía.
LUZ AMPARO: Pero yo lo que quiero es saber ese poco, ¿cómo es? ¡Ah..., ah! ¡Ay, que no puedo! Pues sí, aproximadamente dímelo. ¡Ay!, pues bueno lo que Tú digas. ¡Ay!, pero
quiere a todos los que han acudido a este lugar, y a los que no han acudido
también, ¿eh? Te lo pido como hija tuya que soy, y piensa
que soy hija tuya de toda la vida, porque yo no he tenido madre nunca,
no la he conocido, y sabes que, aun no creyendo en nada, a Ti te quería
tanto. ¡Tanto te quería, Madre mía!
LA VIRGEN: Por eso, estabas
preparada, hija mía, para este sufrimiento, para irte puliendo poco
a poco, y se te ha ido puliendo desde niña, aunque has sido pecadora;
pero mi Hijo escoge a los pecadores, no escoge a los justos; ya sabes por
qué escoge a los humildes y a los pecadores: para confundir a los
grandes poderosos.
LUZ AMPARO: Y ¿quién
son los grandes poderosos? ¡Ay!, si aquí en la Tierra no tiene
que haber poderosos, porque por eso vienen todos los pecados: por los poderosos.
Si no tuviéramos ni dinero, y Tú nos “mantenieses”[1] como
a los pájaros, como dices Tú, y a las flores, pues no teníamos
que andar pecando.
LA VIRGEN: Ése es
el castigo del ser humano, el que comerá el pan con el sudor de
su rostro; pero no comerá el pan con el sudor del rostro de los
demás. Por eso, hijos míos, no os apeguéis a las cosas
terrenas; sólo sirven para condenaros.
LUZ AMPARO: Pues yo estoy
un poco apegada a mis hijos, ¿sabes?, porque como... Yo es que no
lo comprendo que pueda querer más a Dios que a tus hijos, pero también
yo quiero mucho a Dios, ¿sabes? A Dios; bueno, yo no a Dios, a Jesús,
porque yo al Otro no le he visto. ¡Ah! ¿Me explicarás
también ese misterio, que tenemos que dejarlo todo por Cristo? ¿De
qué forma?, porque, ¿cómo no vas a querer a tus hijos,
vamos? ¿Y vas a dejar a tus hijos por querer antes a Dios?
LA VIRGEN: Qué soberbia
eres, hija mía.
LUZ AMPARO: (Llorando). No
quiero ser soberbia, es que lo veo muy difícil, porque yo al Señor
le quiero mucho, mucho, mucho, pero, es que es de otra forma, ¿eh?
Yo cada día le quiero más, pero todavía tengo esto.
LA VIRGEN: Piensa en los
discípulos, que dejaron todo por seguir a Cristo.
LUZ AMPARO: Sí, pero
ellos eran ellos; pero yo a ver cómo los dejo y me voy, ¡anda!
¡Qué cosas tienes, vamos! ¿Y te crees que yo no me
metería en un convento para siempre? Pero tengo mis hijos, y no
creo que me vayas a pedir eso, vamos, porque a mí me gustaría,
pero aquí puedo hacer más que dentro, ¿eh?
LA VIRGEN: No, hija mía,
tienes el deber de cuidar a tus hijos, como madre que eres, pero ante Dios
no hay nadie.
LUZ AMPARO: Bueno, pues entonces
lo intentaré: que ante Dios no haya nadie, pero detrás de
Dios... y de Ti..., mis hijos, ¿no? Bueno, el Señor, pero
como son lo mismo, pues si quiero al Señor, lo quiero a Dios, porque,
¿no son los tres iguales?: el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, porque salió del cuerpo de ese Hombre tan grande, que llegaba
hasta el cielo, pero que esa cara yo no se la pude ver, porque estaba el
Sol en su cara. ¡Ay, qué Hombre!, pero... sin cara yo no he
visto una cosa igual, un cuerpo sin cara, sólo el Sol en esa cara,
y salían del cuerpo esos rayos, y se formaba el Señor y luego
una Paloma de ese cuerpo, con rayos. ¿Y cómo puede ser con
los rayos?
LA VIRGEN: Pues, lo mismo
que hizo los mandamientos por medio de Moisés, con esos rayos formó
las tablas de la Ley.
LUZ AMPARO: Vaya misterios
que tenéis por ahí, ¡Madre mía!, el día
que se descubran...
LA VIRGEN: Nadie, nadie,
ni el hombre más sabio del mundo, podrá descubrir los misterios
del Cielo.
LUZ AMPARO: Pues sería
mejor que los descubriéramos, porque así yo creo que se convertirían
más almas.
LA VIRGEN: No, hija mía,
el hombre tiene que ganarse a pulso su salvación o condenarse por
su propia voluntad.
LUZ AMPARO: Bueno, pues hoy ya no te pido más cosas, nada más que: que a todos los que están aquí, los que no han confesado, Tú, cuando se acuesten, les haces alguna cosa para que confiesen. Haz algo, Madre mía, porque es que yo sola..., me dejas sola, como dicen ahí en la Tierra, sola ante el peligro. No creas que no estoy, ¡ay!, por un lado y por otro, pero yo me defenderé como pueda. Te prometo ayudarte, y Tú a mí déjame que te bese los pies, porque me das una fuerza dentro que me quema el corazón... ¡Ay..., ay, ay, ay..., el corazón, el corazón! ¡Ay, que se me derrite de que parece que se me quema!, y eso que estás fría, ¿eh? ¡Ay, Madre mía! ¡Ay, por Dios, ay, qué cosa más grande es esto! ¡Y que digan que no!... ¡Vamos! ¡Vaya unos zoquetes!, ¿eh? Todos ésos que dicen que no, ¡qué cabeza tan dura tienen!, pero Tú tienes que ablandársela, porque Tú tienes..., bueno..., poder no quiero decir más que Dios, pero también tienes mucho poder. Ya no te pido
más, sólo quiero que no nos abandones y que a mí,
sobre todo, me des fuerza, para no negar nada, nada, aunque me maten.
LA VIRGEN: Tú piensa
en esos momentos, aunque te veas sola, hija mía, que Cristo está
contigo, y si Cristo está contigo, ¿a quién puedes
temer, hija mía?
LUZ AMPARO: ¡Ay!, ¿que
a quién temo? A los humanos. ¿A quién voy a temer?,
¡vamos! ¡Ay!, pero aquella vez me abandonasteis del todo, ¿eh?
Ahí sola, sola, ante tres hombres que me iban a matar, y yo no os
veía por ningún sitio, por ninguno. ¡Ay, qué
astucia tenéis! Sí, las pruebas; pero sin vuestra ayuda,
no voy a poder.
LA VIRGEN: Pero, hija mía,
piensa que pasó hasta donde Cristo quiso. Mira cómo cuando
intentaron ese pecado de deshonra, Dios no lo permitió.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay..., cuántas gracias te doy de haberte conocido, Madre mía!
Pero pido tu ayuda. Tú me ayudarás y yo te ayudaré
a Ti a salvar almas. Cuando salvo un alma, ¡me acuesto más
contenta!, ¡qué contenta me acuesto! Pero cuando se rebela
ese alma, ¡qué pena siento! ¡Ay, Madre, no me extraña
que Tú sufras!
LA VIRGEN: Pues sí,
hija mía, mi Corazón sufre por toda la Humanidad, porque
todos son hijos de mi Corazón ¡y los ama mi Corazón
Inmaculado tanto!, y quiero que pidan a este Corazón Inmaculado,
porque mi Corazón Inmaculado reinará sobre toda la Humanidad.
LUZ AMPARO: Bueno, Madre mía,
¿ya te vas a ir? ¡Ay, qué pena otra vez mandarme al
mismo sitio!... Pero, ¿nos vas a bendecir? Bueno, pues venga.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos, ¡adiós! [1] Se toma una licencia verbal al utilizar
“mantenieses” por “mantuvieses” del verbo “mantener”.
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31 mai 1984
La Sainte Vierge: Je vous répète,
Mes enfants, que le miracle dans le Soleil se poursuit. Les couleurs sont
toujours aussi mer- veilleuses. Mon image y est présente, Mes enfants,
mais beaucoup de ceux qui sont ici présents ne la verront pas.
Le Seigneur: Je t'ai déjà
dit, Ma fille, que Je suis venu sauver l'Humanité; mais l'Humanité
est vide, elle ne veut pas se sauver.
Dieu, en confessant vos fautes, et en vous
approchant du sacre- ment de l'Eucharistie.
Quel visage mon Dieu! Je ne pourrai dire
ni même comment li est.
MENSAJE DEL DÍA 31 DE MAYO DE 1984[1],
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR,
LA VIRGEN: Os vuelvo a repetir,
hijos míos, el milagro sigue sucediendo en el Sol. Los colores siguen
tan maravillosos como siempre. Mi imagen está ahí presente,
hijos míos, pero de todos aquéllos que estáis aquí
presentes, muchos no lo veréis.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
cosa más grande eres!, ¿eh?
LA VIRGEN: Hijos míos, os doy un aviso, como siempre os estoy avisando: no ofendáis a Dios Padre, porque está muy ofendido. Pedid perdón de vuestros pecados. Os ruego, hijos míos, que escuchéis mis súplicas, haced oración y penitencia, hijos míos; ofrecedlo por la conversión de Rusia, Rusia está a punto de esparcir sus errores sobre todo el mundo, hijos míos. Habrá grandes guerras, si vosotros con vuestra oración no lo evitáis. Sacrificio, hijos míos, sacrificio y la penitencia. Sí, hija mía, en esta gran guerra se verán cadáveres por todas las partes del mundo, porque Rusia, os he dicho hace muchos años, es el azote de la Humanidad. Estamos, hijos míos, estamos aquí presentes mi Hijo y yo. Mirad al Sol, hijos míos. Os aviso, hijos míos, porque estáis en un tiempo muy crítico; por eso no deja vuestra Madre de avisaros. Con el sacrificio, hijos míos, podréis salvar a la mayor parte de la Humanidad. Todos unidos, hijos míos, podéis hacer tantas cosas y salvar ¡tantas almas! Ya te he avisado antes, hija mía: lucharán hermanos contra hermanos, suegra contra nuera y padres contra hijos; y esto está sucediendo; cuando se aproximaba este tiempo, avisé hace muchos años: estad preparados. Dios Padre quiso engendrar a mi Hijo por obra del Espíritu Santo, y lo hizo hombre para salvar a la Humanidad. Murió en la Cruz, para redimir al mundo, pero ¡qué poco caso hacen a mis avisos! ¡Qué ingratos son los humanos! Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Por todos los pecados del mundo, hija mía, en reparación de esas ofensas que diariamente cometen hacia mi Corazón, hija mía. Yo te dije que, si vosotros me ayudabais, el mundo estaría salvado, hijos míos. Pero, por lo menos, quiero salvar a la tercera parte de la Humanidad. Cuando llegue este momento, hijos míos, todo aquél que esté en sus casas y en sus campos, de tres será escogido uno; pero si de esos tres están preparados, y están cumpliendo con los mandamientos de la Ley de Dios, serán esos tres salvados, hijos míos. Uno será tomado y otro será dejado, pero es porque cumplís muy poco con los mandamientos de la Ley de Dios. Mira, hija mía:
habrá muertes por todos los sitios, y el aire pestilente de esas
muertes se fijará por todos los rincones de la Tierra. Y estad alerta,
hijos míos, porque el Anticristo está entre la Humanidad,
con todos sus secuaces; por eso tenéis que estar atentos, hijos
míos, porque quiere apoderarse de vuestras almas. Querrá
sellaros con el número 666. No os dejéis sellar por el enemigo,
hijos míos.
LUZ AMPARO: Tú ayúdalos;
ayúdalos Tú, Señor. Ayúdalos. ¿Está
tan pronto todo esto?
EL SEÑOR: Si los hombres
no cambian, está muy próximo, hija mía.
LUZ AMPARO: Tú ayúdalos
también. Tú, Señor, Tú puedes más que
tu Madre.
EL SEÑOR: Pero no puedo
más que el Padre, hijos míos.
LUZ AMPARO: Pero puedes ir
al Padre derecho, y pedir que se salven todos.
EL SEÑOR: Ya te he dicho,
hija mía, que ya vine a salvar la Humanidad; pero la Humanidad está
vacía, no quiere salvarse.
LUZ AMPARO: Sí quieren
salvarse muchos, ayúdalos Tú.
EL SEÑOR: Ya he dicho, hijos
míos: os puse a mi Madre por mensajera, para salvar a la Humanidad,
y ¿qué hacen? Se burlan de mi Madre, hijos míos, se
mofan de sus mensajes; ya no puede más su Corazón dolorido,
hijos míos.
LUZ AMPARO: Otra vez, otra
vez está lleno. ¡Qué poco le ha durado! ¿Se
ha purificado alguna?
LA VIRGEN: Una gran alegría,
hija mía: se han purificado cinco almas. Los sacrificios y la oración
tienen mucho poder, hija mía, para purificar a las almas. Quita
cinco espinas de mi Corazón.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pero
están muy metidas...! ¡Ay, ay, ay..., ay, qué dolor,
al estirar, ay, parece se viene el Corazón!
LA VIRGEN: Sientes dolor,
hija mía, pero al mismo tiempo siente alegría, porque se
están purificando muchas almas. Además, vas a tener el privilegio
de escribir cuatro nombres en el Libro de la Vida.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
alegría! ¡Ay, ay, cuántos, ay, pero uno es de los que
Tú sabes! ¡Ay!, aunque sean uno a uno, pero, que se vayan
salvando todos. Y si hago más sacrificio, ¿me haces que apunte
dos y dos?
LA VIRGEN: Ya te he dicho, hija mía: el sacrificio tiene mucho valor; pero, si todos unidos, hijos míos, hicieseis sacrificio y penitencia acompañado de la oración, ¡cuántas almas salvaréis!, pero antes, hijos míos, tenéis que poneros a bien con Dios, confesando vuestras culpas y acercándoos al sacramento de la Eucaristía. Vuelve a besar
el suelo, hija mía, por las almas consagradas... por las almas consagradas,
hija mía, ¡las ama tanto mi Corazón!, y ¡pobres
almas! ¿Cuántas almas consagradas están correspondiendo
a este amor que siente mi Corazón? ¡Qué pocas, hija
mía! Pedid por ellos, hijos míos, son débiles, y el
enemigo es muy astuto para mostrarles las cosas del mundo, y caen una y
otra y otra vez; pero no es que caigan, es que no quieren arrepentirse
de su pecado.
LUZ AMPARO: (Llorando). Pido
por ellas; pido, pero, si no quieren...
LA VIRGEN: ¡Cuánto
me agradaría, hija mía, que se hiciese la Capilla en este
lugar!, y que todos unidos, ¡todos!, de todas las partes del mundo,
vinieseis a meditar la Pasión de Cristo. ¡Cuántas almas
podréis salvar, hijos míos!
LUZ AMPARO: Pero nosotros
no podemos. Díselo Tú, para que podamos hacerlo; que Tú
eres Madre, pues hazlo por todos, y, si no nos pones las cosas fáciles,
porque cada vez nos estás metiendo en más líos...
No salimos de uno y ya estamos en otro.
LA VIRGEN: ¿Que te
crees, hija mía, que a esos pastorcillos fue fácil? ¿Y
a esa Bernadette fue fácil? No, hija mía, no; costó
mucho sacrificio hasta alcanzar lo que yo pedía.
LUZ AMPARO: Pues entonces,
no nos digas que vayamos, porque si todavía tenemos que hacer más
cosas. ¿Tú quieres que lo hagamos enseguida?
LA VIRGEN: Enseguida, hija
mía, porque el tiempo ha pasado, y los hombres no han cambiado,
por eso corre prisa, hija mía. Pero ya te he dicho que no es fácil;
es más fácil alcanzar lo malo que lo bueno.
LUZ AMPARO: Claro, porque todo lo malo es bueno para los demás, y lo bueno es malo. Pero Tú ayúdanos y, con tu ayuda, podemos conseguirlo todo. ¿Y lo de
la cruz de tu Hijo? Ya te he dicho que vaya lío —¿eh?— con
esa cruz, porque ya me están diciendo que si es esa cruz... y ya
verás Tú lo que va a pasar; así que, además,
la otra cruz...
LA VIRGEN: Te voy a enseñar
una imagen de Cristo en crucifijo, hija mía.
LUZ AMPARO: Pues si ya lo
he visto muchas veces.
LA VIRGEN: Pero estate alerta.
¿Cómo ves a Cristo? ¿A lo largo y lo ancho, o en forma
de una “Y” griega?
LUZ AMPARO: ¡Ay!, yo
no sé, porque, a veces, parece que está abierto los brazos
y otras está como los brazos para arriba.
LA VIRGEN: Fíjate
en esta imagen.
LUZ AMPARO: ¡Ah!, no
es una imagen, es que es de verdad, ¡ay!
LA VIRGEN: ¿Qué
forma tiene? Señálala, hija mía.
LUZ AMPARO: Sí, otra
vez. ¡Ay, Madre mía, lo que me vas a buscar! La voy a señalar.
¡Ay! Así tiene los brazos, aquí y aquí, y luego
para abajo. ¡Ah!, ya decía yo que eso era tan difícil.
¡Ay, ay, Señor, ay! Y ¿por qué pusisteis la
otra cruz? Pero bueno, menuda me has metido, pues yo sigo con la otra.
Cuando se pase un montón de años que yo no esté, entonces
dices que hagan la otra.
LA VIRGEN: Esa cruz, hija
mía, lo tiene mi Hijo dicho: “Lo que atareis en la Tierra será
atado en el Cielo, y lo que desatareis en la Tierra, será desatado
en el Cielo”. No sólo esto del sacramento del Matrimonio, sino para
todas las cosas que la Iglesia manda. La Iglesia Católica, Apostólica.
LUZ AMPARO: Pues sí;
¡vaya lío con la Iglesia ahora! Yo no puedo ir a decir que
si yo soy de la Iglesia; pero yo, ¿cómo digo que es esa cruz?
Cuándo me lo pregunten, ¿qué digo?
LA VIRGEN: Tú dices
que Cristo murió en la Cruz que ves, pero luego sigue las normas
de la Iglesia.
LUZ AMPARO: La de la Iglesia
es ésta, ésta, ésta, ésta y ésta. ¡Ah!,
¿y la otra, la de tu Hijo? Pues entonces haré las dos, para
que no se enfade ni tu Hijo, ni Tú tampoco, porque si Tú
eres Madre de la Iglesia... Pues la Iglesia, ¿de quién es?
¡Ah!, la Iglesia de Cristo, claro. ¡Ay, Madre, cuántos
líos!, ¿eh? ¡Ay!, no creas que no es difícil
desenredar esto, ¿eh?, ¡ay!, pero, la Iglesia Católica
y Apostólica y ¿qué más?... y Romana. ¿Ésa
es la verdadera?; y todos los que van a las otras iglesias, ¿qué?
LA VIRGEN: Todos son pastores
falsos, hija mía, como todos éstos que dicen que ven a Cristo
o que ven... (Continúa en idioma desconocido).
LUZ AMPARO: Anda, pues sí, pues dilo que lo entiendan todos, y aquí, ¿hay también? Vaya, vaya... ¡Ay, pero yo no dejo de ver lo guapa que estás! ¡Ay, Tú
qué guapo estás! Te lo diré siempre, porque aunque
pasen los años Tú igual, ¿eh?, y los demás
aquí nos estamos arrugando. ¡Ay, Madre mía!
EL SEÑOR: Un cuerpo glorioso
nunca envejecerá, hija mía.
LUZ AMPARO: Pero bueno, si
no hay cuerpo, ¿eh? ¿Apropias el cuerpo al alma gloriosa,
o qué? ¡Anda que yo lo que veo son cuerpos! Tú, ¿qué
dices a esto, ¡ay!, eh?
EL SEÑOR: Te hago ver los
cuerpos, pero son la luz del alma, lo que ves tú, hija mía.
LUZ AMPARO: Pues vaya, un
alma con ojos. ¡Ay!, entonces dentro de nosotros ¿tenemos
los ojos también?
EL SEÑOR: Es un modo de
ver, hija mía, ya te he dicho, que los misterios del Cielo ningún
sabio podrá descubrirlos.
LUZ AMPARO: Bueno, pero descúbremelos
a mí ahora. ¡Ah! ¿Y cuándo viene lo último,
lo último de todo?
EL SEÑOR: Sólo Dios
Padre sabe el Castigo final.
LUZ AMPARO: ¿Ni Tú tampoco? Pues ¡vaya un Padre, no decírselo a su Hijo! Ni Tú tampoco no sabes nada más que lo que va a pasar ahora, pero lo de lo último, ¿no? ¡Ay, pues vaya! ¿Cómo no tiene confianza contigo, si Tú eres el Hijo, y el Padre, y si sois iguales, por qué no te lo dice? ¡Ah!, es otro misterio. Pues vaya, estáis llenos de misterios. ¡Ay, qué
cosa más grande, ay, lo que se sale, que se me sale una cosa!
EL SEÑOR: Ya te he dicho
que lo estás viendo todo con los ojos del alma.
LUZ AMPARO: Pues por eso te
digo que tiene el alma ojos, que todos tenemos ojos en el alma. ¿Sólo
en el Cielo? ¿Y todos ésos que hay ahí? ¡Ay,
Dios mío, qué cosa más grande! Pero, ¿cómo
sabéis hacer todas esas cosas? ¡Ay!
EL SEÑOR: Dios Padre hizo
el mundo y Dios Padre tiene poder para hacerlo todo.
LUZ AMPARO: Ya lo creo que tiene poder, ya lo creo. ¡Ay!, si quieres beso cuatro veces el suelo y me dejas aquí. ¡Ay!, seré soberbia, pero ¿quién ata esto de estar aquí? ¡Vamos, que... volver otra vez a lo mismo!... ¡Ay, ay,
Dios mío, ay!, yo te digo a Ti, Señor, porque a Dios es imposible
poderle ver el cuerpo. Ese cuerpo que vi, ¿de quién era?
Claro, pero la cara era el Sol. Otro misterio. ¡Ay!, si quieres vuelvo
a besar el suelo otra vez, pero este beso para que salves muchas almas,
¿eh? Lo beso cuatro veces, si quieres. ¡Ay, déjame
que lo bese, ay, ay!
LA VIRGEN: Sí, besar
el suelo, hija mía, es un acto de humildad. Cristo lo besaba diariamente,
hija mía, se humillaba para la salvación de las almas, como
se humilló en la Cruz.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pero yo quiero verlo así, no con la Cruz! ¡Ay, quítale la Cruz, que yo no quiero verlo con esa cruz ahora! ¡Ay!, pero si sé que no estáis arriba; ni estáis arriba ni estáis abajo; entonces, ¿dónde estáis? ¡Ay, voy a volverlo a besar! ¡Ay, qué feliz soy, ay! ¡Ya te digo que soy tan feliz!... Esto parece como cuando estás enferma, y te dan una medicina y te pones buena. Pues así parece, como si me hubierais dado una medicina, pero esa medicina no es de la Tierra. ¡Ay, qué difícil es alcanzarla!, ¿eh? ¡Ay!, ¿Tú ya no nos dices nada? ¡Ah, bueno!,
pues, por lo menos, bendícenos; pero a ver cómo Tú
quieres bendecirnos. Primero Tú y luego tu Madre.
EL SEÑOR: Os bendigo, como
el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
LUZ AMPARO: ¡Ah!, ya
estamos otra vez, ¡ay!; pero, ¿será posible? Y ahora
no sé cuál cruz voy a hacer, ¿eh? Bueno, yo haré
la que ha dicho tu Madre, y cuando esté sola hago la Tuya; pero
las dos valen, ¿no?
EL SEÑOR: Claro que valen,
hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, déjame que te toque un poquito, eso que llevas por encima, como la otra vez. ¡Anda, déjame! ¡Ay!, no me extraña que se enamoren de Ti, ¿eh?, porque ¡cuidado que eres guapo!, ¿eh? ¡Ay, yo no he visto un hombre igual! ¡Ay, ay, Madre!; ahora, ¿qué nos dices Tú? Venga. ¡Vaya Hijo que tienes!, ¿eh? ¡Ay!, ninguna madre tiene igual que tu Hijo. Ninguna, ninguna como ese Hijo, ¡ay!, de guapo y de todo, ¿eh? ¡Qué cara, Dios mío!, si no podría decir ni cómo es. ¡Ay, yo
no sé lo que veo! ¡Ay!, por la espalda no os veo. ¿Qué
misterio es ése también?, que os vais para allá y
para acá, para arriba y para abajo, y la espalda, ¿dónde
está? Ya no te pregunto más porque dirás que es otro
misterio.
LA VIRGEN: Yo os pido, hijos míos, humildad y sacrificio. Si no sois humildes, no podréis alcanzar el Cielo. Amad a vuestros
semejantes, hijos míos, porque si no amáis a vuestros semejantes,
no amáis a Dios, porque Dios está en cada uno de vuestros
semejantes.
LUZ AMPARO: Pues eso digo yo. Pero que de amar, nada, ¿eh? Estará en los semejantes, pero, ¡qué poco nos amamos! Aunque yo ahora estoy queriendo a mucha gente, ¿eh? ¡Ay, si nos amásemos todos! A que Tú le ayudabas a tu Hijo para que tu Hijo fuese al Padre a salvarnos. Pero es imposible eso, ¡somos tantos! ¡Ay! ¿Vas
a bendecir los objetos? Pues ya han servido muchos de ellos para convertirse,
¿eh? Y también para curarse.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos... Todos han sido bendecidos, y todos estos objetos seguirán derramando gracias para la salvación de las almas. Y ahora os voy a dar mi bendición, hijos míos. Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Se realizó grabación
en audio de este mensaje; no se ha encontrado copia. Cf. o.c., nº
4, pp. 357-364.
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2 juin 1984
La Sainte Vierge: Mes enfants, vous serez tous marqués du sceau du Christ. Beaucoup de ceux qui sont ici présents ne se sont pas encore réconciliés avec Dieu, Mes enfants. Mes enfants, pensez que ce sceau est très
important pour la pro- tection de vos âmes contre l'ennemi, Mes enfants.
La Sainte Vierge: Pense, Ma fille, que
même au moment de la \/'\ mort, -tu le sais parce que çà
t'est arrivé- ils sont à l'agonie et
Bientôt Je choisirai des apôtres
des derniers temps. Tu verras com- ( ment ils seront vêtus, les apôtres
des derniers temps.
Ah, quelle joie 1 Comme il est beau Ton chapelet! Ah ! Mais il est tout lùmière. Ah 1 Ne serait-il pas à ta Mère? Parce que moi je le Lui ai vu et je vous dis qu'il est en or. Et si vous n'aimez pas l'or, pourquoi avez- Vous ce chapelet? Le Seigneur: Je t'ai dit à qui était
ce chapelet, Ma fille.
La Sainte Vierge: Moi aussi Je baise le sol, bien que les humains croient que Mon Cœur ne souffre pas. Mon Cœur souffre pour toute l'Humanité; et le çœur de Mon Fils est triste aussi parce que les hommes ne cessent d'offenser Dieu. Amparo: Mais comme Vous êtes
beaux tous les deux! Ah il Y en a qui ne croient pas... ! Ah que de choses
merveilleuses! Ah que c'est joli! Et quelles lùmières, Ma
Mère! Et cela aussi est un mystère?
fois qu'il avait une graflde affection
envers la Vierge. Et s'il aime la Vierge, il ne peut être mauvais.
Que tout s'arrange pour le mieux, mais en bonne intelligence.
MENSAJE DEL DÍA 2 DE JUNIO DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos, todos seréis sellados con el sello de Cristo, hijos míos. Muchos de los que estáis aquí presentes, todavía no os habéis puesto a bien con Dios, hijos míos. Pensad que este sello es muy importante para la protección de vuestras almas y del enemigo, hijos míos. Mira, hija mía,
antes de sellar di lo que estás viendo.
LUZ AMPARO: Cuatro ángeles,
¡ay!, cuatro ángeles.
LA VIRGEN: Pues esos cuatro
ángeles tienen la misión de destruir la Tierra. Pero mira
ahora en el otro lado de oriente, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ahí
hay otro ángel!
LA VIRGEN: La misión
de este ángel es decir a esos cuatro ángeles que no toquen
nada de la Tierra, ni el mar, ni los árboles hasta que no sean sellados
todos los hijos de Dios con ese sello que el enemigo no podrá destruir.
Pero si las almas no aceptan cumplir con los mandamientos de la Ley de
Dios, no se salvarán, aun con ese sello, hijos míos. Todo
será destruido por esos cuatro ángeles cuando esté
el número de sellados, porque todavía no está el número
completo.
LUZ AMPARO: ¿Qué
tiene ese ángel en la mano? ¿El sello? ¿Ése
es el sello? ¡Ay!, ¿cómo los va a sellar? ¿A
todos? ¿Cómo podrá sellarlos a todos?
LA VIRGEN: Muchos sentirán
en su frente este sello, hija mía. Pero, ni aun sintiendo la marca,
querrán salvarse.
LUZ AMPARO: Tú séllalos,
y, si después no se quieren salvar, que no se salven. ¡Ay!...
(Pausa prolongada).
LA VIRGEN: Todavía
sigo sellando.
LUZ AMPARO: ¡Ay! ¡Ay!
¡Todos! ¡Cuántos han sentido la marca en la frente!
Pero, ¿lo dirán todos? Ahí hay algunos que no son
dignos de esa marca; pero, aun siendo así, séllalos con ese
sello, para que el enemigo no se apodere de sus almas.
LA VIRGEN: Piensa, hija mía,
que, aun en el momento de la muerte... Tú lo sabes, porque te ha
sucedido a ti: estar agonizando y rechazar la luz divina de Dios.
LUZ AMPARO: (Sollozando).
No se condenan. No, no se condenan[1]. Se ríen y se ríen
de todas las cosas tuyas. No los condenes, aun a todos éstos que
están aquí delante, que no creen. Tú dales una luz
para que crean. Y todos los que hay detrás también, aunque
hay muchos que no creen.
EL SEÑOR: No creerían,
hija mía, aunque bajase en este momento lleno de luz, como te he
dicho. Cuando esto suceda, bajaré con mi gran poder y mi gran majestad.
Juzgaré a cada uno según sus obras.
LUZ AMPARO: Pero, no son malos;
es que no han tenido quién les hable de Dios.
EL SEÑOR: Muchos reniegan
de la fe de Cristo. Y muchos de ellos están frente a ti, hija mía.
LUZ AMPARO: ¿Los podrías
señalar?
EL SEÑOR: No, hija mía,
porque mi Corazón todavía rebosa misericordia para ellos.
LUZ AMPARO: Pero así
se corrigen. Si yo los señalo, se corregirían.
EL SEÑOR: Entre ellos hay
una chica, hija mía. No cree en nada.
LUZ AMPARO: ¡Pobrecita,
pobrecita! Pero Tú le vas a dar esa luz para que crea. Porque me
da mucha pena de ella. Y dentro de ella, a lo mejor tiene alguna cosa...,
que cree.
EL SEÑOR: Pide por todos
ellos, hija mía; sigue haciendo sacrificios, pues tus sacrificios
valen para la salvación de las almas. Pronto escogeré apóstoles
de los últimos tiempos. Verás cómo irán vestidos
los apóstoles de los últimos tiempos.
LUZ AMPARO: ¡Oh! Pero
ése no es uno de aquí abajo. Estoy entre la Tierra y el Cielo;
pero ése no es de abajo. ¡Ah!, ése será el que
vendrá el último tiempo. ¡Cómo van vestidos!:
con una sotana negra; un cinturón blanco; en la solapa llevan unos
broches dorados. Y eso que llevan por encima, ¿cómo se llama?
EL SEÑOR: (Palabra ininteligible).
Una esclavina.
LUZ AMPARO: ¡Ay, una
esclavina! Yo no sé lo qué es eso de la esclavina. Pero también
llevan dos broches dorados. Y a lo largo de la sotana caen flecos amarillos.
¡Ay!, ¿qué pone en ese cinturón? Hay tres letras
a la derecha y tres letras a la izquierda. ¡Ay!... Hay una “H”, una
“D” y una “M”, en el lado derecho. Y en el otro lado una “M”, una “P” y
una “J”. ¡Ah!, luego me explicarás lo que es eso. Y los zapatos
blancos, y unos sombreros en la cabeza. ¡Qué raros son esos
sombreros! Pero parecen como si fuesen de pico. No son redondos... ¡Ay!,
¿así tendrán que ir vestidos? ¿Y dónde
están esos apóstoles para escogerlos?
EL SEÑOR: Por eso pido que
se purifiquen las almas, para coger apóstoles de los últimos
tiempos.
LUZ AMPARO: Y ése que
viene ahí, ¿quién es? Porque los demás, ¿dónde
están?... ¡Ah! ¡Ah!, pero, ¿Elías también?
Pero, bueno, pues vaya barba que tiene. ¡Ay!, ¿ése
también será uno vestido igual que éstos que has dicho?
EL SEÑOR: Sí, publicarán
la doctrina de Cristo de los últimos tiempos. Pues ya sabes, hija
mía, que el tiempo se aproxima y los hombres no cambian.
LUZ AMPARO: Alguno habrá
cambiado, ¿no? Todos no son... ¡Ay! ¡Perdónalos,
Señor! Perdónalos, porque no son malos. Pero otros... ¿Qué
pasa? Que, ¿qué?... (Palabras en lengua extraña).
Y ésos son los que no quieren creer. Pero yo no quiero decir esto
porque, si no, van a decir que soy política; y yo no entiendo de
nada; ni de política, ni de unos ni de otros. Yo sólo pido
por ellos; pero no entiendo nada, nada. ¡Ay! ¡Perdónalos
a todos! Ya que los has sellado por el ángel, tienes que perdonarlos.
EL SEÑOR: Pero siempre que
pidan perdón y que se humillen a un hombre que, para ellos, es como
ellos; pero que es un alma consagrada. Muchas almas consagradas no cumplen;
pero, ¡pobres almas! Lo que se les avecina. Pagarán por su
pecado más por el pecado de las almas que han arrastrado hacia el
abismo.
LUZ AMPARO: Pero también
son débiles; ¡perdónalos!
EL SEÑOR: Pero ellas tendrán
que dar más cuenta porque son consagradas.
LUZ AMPARO: ¡Ay! Bueno;
pero los otros también tienen que dar cuenta; no sólo ellos.
¡Ah! ¿Les vas a dar gracias también y los perdonas?
EL SEÑOR: Pero ya he repetido
que el enemigo oscurece sus inteligencias para mostrarles los placeres
del mundo.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pobrecitos
también! Pero ya van a pedir perdón también de sus
pecados, aunque sean tantos. Pero unos se ayudarán a otros, como
nosotros nos estamos ayudando. (A continuación, parece dirigirse
a la Virgen). ¡Ay, ah!, ¡ay!, yo quiero que hicieras una cosa
grande para que creyeran. Es que muchos te quieren ver... ¡Ay, ah...!
LA VIRGEN: Pocos serán
los que vean mi imagen, hija mía.
LUZ AMPARO: Pero alguno habrá,
¿no? ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!, de que no son dignos...,
tampoco soy yo digna. Por ahí hay otras personas que son mejores;
que te vean. ¡Ay, permítelo! ¡Ay...!
LA VIRGEN: Todos aquéllos
que no han visto mi imagen tendrán mayor premio, porque ya está
dicho: “Dichoso el que cree sin ver”.
LUZ AMPARO: Pero, si te vieran,
sería mejor. ¡Ay!, que Tú no sabes cuántas personas
quisieran verte para convertirse. ¡Y me dejas a mí aquí,
sola ante todos! Haz algo. ¡Ah...! ¡Ay!, pero, bueno, ¡qué
pesada soy!, ¿eh? ¡Ay!, pero para mí sería más
fácil.
LA VIRGEN: Claro que sí,
para ti sería más fácil, pero las almas, muchas de
las que hay presentes, aun viendo mi imagen no creerían, hija mía.
LUZ AMPARO: Bueno, eso de
que no creerían... Si te ven, sí que creen. Nada, que no
quieres, ¿eh?
LA VIRGEN: ¿Te parece
poco la salvación de las almas?
LUZ AMPARO: Pero, si te ven
se salvan más. Bueno, pues a ver cuándo lo haces. Hoy los
ha sellado el ángel; pero, ¿cuándo vas a hacer otra
cosa más grande?
LA VIRGEN: ¿Más
grande que el sello de Cristo, hija mía?
LUZ AMPARO: Ya, pero ni aun
con el sello dices se van a salvar... Entonces, ¿qué van
a hacer? Y el otro, ¿quién es? ¿Henoc? Y ¿quién
es Henoc? Pues, ¡vaya barbas que tienen! ¡Ay, ay! Pero no me
mandes para abajo todavía. Déjame otro rato, para que vea
más cosas. ¡Ay!
LA VIRGEN: Éstos son...
serán... lo gran... (Palabras en lengua extraña).
LUZ AMPARO: Ya estás otra vez. Pues dilo claro, para que todos te entiendan. ¡Ay! ¿No se puede decir? Siempre igual, siempre igual. Y el otro que hay a su lado, ¿quién es? ¡Bueno!, ¿pero no están muertos? ¡Madre, los misterios que tenéis! A ver cuándo descubrís uno, ¡vamos! Porque por eso la gente no cree. ¿Esos dos bajarán? ¡Bueno!, bajarán y morirán. Y luego volverán a resucitar. Entonces será cuando crean, porque, si no... Aunque hagas muchas cosas no creerán. ¡Ay, qué bien se está aquí! Déjame aquí, no me mandes para abajo. ¡Ay! ¡Ay! Estoy como entre... entre el Cielo y la Tierra. Se ven tan pequeñas..., pero, ¡cuántas, cuántas hay! ¡Madre mía! Pues, por cada rosario, fíjate las almas que se pueden salvar... ¡Ay, qué
alegría!¡Ay! ¡Ay! ¡Qué rosario tienes!
¡Ay!, pero si es que todo es luz. ¡Ay!, si ése es de
tu Madre, ¿no? Porque yo se lo he visto a Ella. Y yo os digo que
es de oro. Y, si no os gusta el oro, ¿por qué tenéis
ese rosario?
EL SEÑOR: Ya te he dicho
de quién es este rosario, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ah, bueno!
¿Tú besas el suelo? Pero si no hay ahí, en esa parte...
¡Bueno!, pues vamos a besarlo, por la salvación de las almas...
LA VIRGEN: Yo también
beso el suelo, aunque los humanos creen que mi Corazón no sufre.
Mi Corazón sufre por toda la Humanidad, y el Corazón de mi
Hijo también está triste, porque los hombres no dejan de
ofender a Dios.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pero,
qué guapos estáis los dos! ¡Ay, que no crean! ¡Ay,
qué cosas tan maravillosas! ¡Ay, ay, qué bonito! ¡Y
qué luces, Madre mía! ¿Y eso es un misterio también?
¡Ah, ay!
LA VIRGEN: Vuelve a besar
el suelo por las almas consagradas, ¡las amo tanto! ¡Y qué
mal corresponden a mi amor!... Hija mía, este acto de humildad sirve
para la salvación de las almas consagradas.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
imagen más guapa! Pero no de imagen, ¿puedo tocarte el pie?
¡Ay, ay, qué frío! ¡Ay, qué frío!
Pero, ¿dónde estáis, que estáis tan fríos?
¡Ay! Yo quiero besar el pie, pero también quiero tocar la
mano de tu Hijo. Dame que bese el pie... Me conformo con el pie de tu Hijo
también. Aunque se ría la gente, a mí no me importa...
¡Ay!, pero ¿qué os pasa en el cuerpo, que estáis
tan fríos? Bueno, pues parece que estáis con agua; como cuando
se seca uno y está frío. ¡Ay!, ése es el misterio,
¿verdad? ¿Tampoco lo descubres? Pues ya está bien
con tantos misterios.
LA VIRGEN: Ya te he dicho
que los hombres nunca llegarían a descubrir los misterios de Cristo.
Los misterios de Dios son muy ocultos ante los ojos de los hombres. Ni
el hombre más sabio del mundo llegará a descubrirlo.
LUZ AMPARO: ¡Ay...! Yo no digo que te quieren poco, porque aquel día me dijiste que no dijera nunca que te querían poco, porque te queremos mucho. También te voy a pedir una cosa muy especial por un chico que Tú sabes. Pero le tienes que ayudar, porque, si no, el pobrecito, ¡cómo está! ¡Ayúdale y déjame que yo haga por él lo que pueda! ¡Ay, el
Libro! ¿Hay que escribir más nombres?
LA VIRGEN: Vas a escribir
cuatro. Dos escogidos por ti en recompensa a tu sufrimiento; y dos que
yo te mande...
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
alegría, dejarme escribir los nombres! Pero, ¿no lo sabrán?
Porque, si me ven escribirlo... Y ¿por qué escribo así,
de ese lado para acá, si se escribe de la otra forma?
LA VIRGEN: Porque yo escribía
así.
LUZ AMPARO: ¡Ay! ¿Y
todos los demás? ¡Qué alegría! Si no sé
escribir; sé muy poquito. Pero quiero aprender para escribir muchas
cosas. Quiero aprender a escribir bien. ¿Tú me dejas que
aprenda?
LA VIRGEN: Mi Hijo te escogió
así, hija mía; y como te escogió sin cultura, sin
cultura te quiere. Porque, ¿tú no sabes que se manifiesta
a los incultos y a los humildes para confundir a los grandes poderosos?
LUZ AMPARO: Ya; pero, porque
ellos no se confundan... Yo no sé escribir; yo quiero saber escribir
mejor y tengo quién me enseñe... ¡Ay!
LA VIRGEN: No te va a servir
para nada el saber leer y escribir bien, porque mi Hijo te ha escogido
inculta e inculta te quiere.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pues, vaya, qué gracia! No quererme dejar aprender. ¡Ay!, podría hacer tantas cosas... Pero, si Tú no quieres, yo no aprendo... ¡Ah, bueno!, ya lo sé. Dímelo para que lo entienda... (Palabras en idioma desconocido como respuesta). ¿Por eso
es? ¡Ah!, pues entonces quiero no saber leer ni escribir. ¡Nada!,
aunque no lo entienda. Te pido por todos, por todos los que están
aquí. Ayúdalos a ésos que no han recibido todavía
esa gracia tuya. ¡Es tan grande recibir tu gracia! ¡Ay, qué
cosa más grande! ¡Ay, como no saben lo que es!; pero, si lo
supieran... ¡Ayúdales! ¡Ay, ay, qué hermosa eres!
¡Ay! Te lo tengo que decir que eres muy guapa.
LA VIRGEN: También
te pido, hija mía: pide por el Vicario de Cristo.
LUZ AMPARO: ¿Otra vez está en peligro? ¡Ay! Pues entonces seguiremos pidiendo. Y por otros que también lo necesitan, ¿eh? Porque no quieren hacer lo que Tú pides... La Capilla, ¿quién la tiene que decir?... Pues por él también te pido. ¡Ah, ése! Pero no lo digas, porque, si no, van corriendo a por él. Yo lo sé quién es el que tiene que autorizarlo... (Palabras en idioma extraño). Bueno, pues, como lo sé ya... Pero no lo digas fuerte a nadie y con las palabras que se entiendan; porque si no, se lo cargan. ¡Ay! Y es bueno, ¿eh?, porque es muy bueno; ya lo sabes Tú. Porque Tú lo has dicho en una ocasión, que era muy amante de la Virgen. Y si es amante de la Virgen, no puede ser malo. Por eso, que todo se arregle como pueda ser; pero que sea por las buenas. ¡Ay! ¿Vas
a bendecir los objetos? Pues vamos a levantarlos todos. ¿Y éstos
tendrán gracias especiales? Anda, dales gracias especiales para
que se conviertan.
LA VIRGEN: Levantad todos
los objetos.
LUZ AMPARO: ¡Ah, ah, ay! Todos han sido bendecidos. Verás cómo se convierten. Y bendice a este chico que te he pedido especial, para que haga lo que yo le he dicho, ¿eh? Bueno, Tú ya sabes quién es. Si quieres te digo la primera letra y la última, la del apellido. Empieza con “B”, y el apellido termina..., no termina, no, empieza con “P”. ¿Ya sabes quién es? ¡Ay, ay! Ya lo sé que le quieres. Anda que, si le metieras en un convento... Eso sí que sería bueno, ¿eh? ¡Cuántas almas salvaría! Bueno, yo ya no
te voy a pedir más. No más que... que nos bendiga tu Hijo.
Pero a ver cómo lo hace, ¿eh? Que lo estoy viendo lo que
va a hacer.
EL SEÑOR: Os bendigo como
el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
LUZ AMPARO: ¡Ay! Ya
lo ha hecho otra vez. ¡Vaya líos! ¡Vaya lío,
vaya lío! ¡Ay!, yo te he dicho que no hagas esa cruz; que
hagas la otra, porque con esto va a haber un lío, y bien gordo.
EL SEÑOR: Pero ahora bendecirá
mi Madre con la cruz de la Iglesia, porque por eso es Madre de la Iglesia.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
alegría! ¡Ay! Bendícenos a todos.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Sed humildes, hijos míos, que el tiempo se aproxima. Poneos a bien con Dios. Adiós, hijos míos. ¡Adiós! [1] Lo expresa como deseo de que no se
condenen; por eso, enseguida, reconoce la falta de disposición de
ellos: “Se ríen y se ríen de todas las cosas tuyas”, e implora:
“No los condenes (...). Tú dales una luz para que crean”.
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9 juin 1984
Amparo: Ah, ah, ah... ! Ah, Dieu...
! Ah, ah, Mère!
communient seulement pour le salut
des âmes, n'est ce pas? Ah ma Mère! Quelle gloire .1 Ah, mais
ma Mère, quelle grande gloire!
Je vais bénir vos objets,
Mes enfants. Ils auront des grâces spé- ciales pour le salut
des âmes et même des agonisants, Mes enfants. Levez tous les
objets... Ils ont tous été bénis, Mes enfants. Et
maintenant, Mes enfants, Je vais vous donner à tous Ma sainte bénédiction:
MENSAJE DEL DÍA 9 DE JUNIO DE 1984
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...! ¡Ay, Dios...! ¡Ay, ay, Madre! ¡Ay...!
LA VIRGEN: Hoy va a ser muy
corto el mensaje, hija mía; sólo te pido que seas astuta,
y que las pruebas empiezan en este momento. Sé fuerte, hija mía,
¡muy fuerte!
LUZ AMPARO: ¡Ay...!,
no puedo resistir esto que me pasa. ¡Ay, ah...!
LA VIRGEN: Te advierto, hija
mía, y te lo vuelvo a repetir, que ahora es cuando empiezan las
pruebas, y estas pruebas serán duras.
LUZ AMPARO: (Empieza a sollozar).
¿Por qué, por qué van a ser duras?
LA VIRGEN: Ya lo irás
viendo, hija mía, a lo largo de este camino. Pero, no seas cobarde.
LUZ AMPARO: ¡Ay, tengo
mucho miedo!
LA VIRGEN: Aunque te calumnien,
aunque te llamen loca, sé fuerte y no niegues el nombre de Cristo;
no niegues mi nombre, piensa que están intentando destruir mi Obra.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...! ¿Y qué puedo yo hacer, para que no la destruyan?
LA VIRGEN: Sé humilde,
y sé obediente, hija mía, que la Obra de Dios no podrán
destruirla. Esto ha sucedido a lo largo de la Historia, hija mía:
han intentado hacer desaparecer mi nombre de muchos lugares. Lo han conseguido,
hija mía, pero ahí está, y de esto cada uno tendrá
que ser responsable de sus propios actos.
LUZ AMPARO: ¡No quiero
que se destruya! ¡Ay, ay, ay...! ¡Tú haz algo para que
no se destruya!
LA VIRGEN: Sois vosotros,
hijos míos, los que tenéis que ser fuertes y tener valor.
LUZ AMPARO: ¡Qué
bien!, se dice todo muy bien; pero ¡hay que pasarlo!... Ayúdanos
Tú, y con tu ayuda podremos.
LA VIRGEN: Ésa es
la prueba, hija mía.
LUZ AMPARO: Pues, ¡vaya
una prueba! No quiero esa prueba.
LA VIRGEN: ¡Cuánto han sufrido, hija mía, muchas personas escogidas por mi Hijo! ¡Cuánto han sufrido!, hasta por sus propios hermanos. Sufrieron y han sido fuertes ha0sta la muerte. ¡Cuántas
gracias estoy derramando, hija mía, y qué pocos las recogen!
Hoy derramo gracias sobre todos los aquí presentes, porque es un
día importante para mí.
LUZ AMPARO: Pues todos los
días son importantes, no sólo hoy.
LA VIRGEN: Pero es que, por
medio del Espíritu Santo, se pueden convertir muchas almas, aun
en la agonía, hija mía. No sufras por estas almas que crees
que no se han comunicado con la luz divina, porque el Espíritu Santo,
en ese momento, les ha dado la luz para morir en gracia de Dios.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
qué alegría! ¡Ay, ay, pues a mí no me hizo caso!
LA VIRGEN: El Espíritu
Santo está entre vosotros, hijos míos, para prepararos para
cuando llegue el tiempo que Cristo venga resplandeciente, en una nube,
con su poder y su gran majestad, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ayúdanos
a todos!, aunque todos te queremos mucho. Yo cuento a todos, porque, aunque
hay muchos que no te quieren, pero yo los cuento también. ¡Ay,
Madre mía! ¡Ay, si supieran lo que hay ahí arriba!
¡Ay, Madre mía! Ni estoy arriba ni estoy abajo. ¡Ay,
qué pena de esas almas que no quieren saber nada de Ti! ¡Ay!
Pero se salvarán muchos, ¿no?
LA VIRGEN: En ese momento,
hija mía, muchos serán los llamados y pocos los escogidos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
escoge a muchos! ¡Ay, ay, ay...!
LA VIRGEN: (Afectada por lo que contempla, Luz Amparo se va lamentando, a la vez que comunica el mensaje de la Virgen). Verán derrumbarse las montañas y estrellarse los astros sobre la Tierra, y sólo del terror morirán... Ya lo tengo todo dicho, hijos míos: oración y sacrificio, para poder alcanzar las moradas. Besa el suelo,
hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo...
Por todos los pecados del mundo, hija mía. Por las almas consagradas
vuelve a besar el suelo... Este acto de humildad, hija mía, sirve
para la salvación de las almas.
LUZ AMPARO: Pues entonces,
¡cuántas almas se tienen que salvar por estar todo el día
besando el suelo! ¡Ah..., ay! Pero aunque estén en pecado,
¿se salvan? ¿Reciben la gracia para salvarse?; y sirve esto
mucho, ¿verdad? Pues ya sabes lo que voy a hacer todos los días,
aunque que lo estoy haciendo; pero, besar en un sitio más sucio
tiene más importancia. No te quiero decir lo que beso... ¿Y
se salvan más almas?... ¡Madre mía, qué gloria!...
¡Ay, qué alegría! ¡Ay!, pues les diré
a todos que besen mucho el suelo, para que se salven muchas almas; pero
para que les dé la luz para confesar, ¿verdad?; porque, ¿sabes
lo que dicen?: que confiesan sólo, y que comulgan sólo por
la salvación de las almas, ¿verdad? ¡Ay, Madre mía,
cuánta gloria! ¡Ay!, pero, ¡Madre mía, qué
gloria más grande! ¡Ay!, pues bendícenos. ¿Nos
vas a dar la bendición?
LA VIRGEN: Hijos míos,
sed fuertes y no seáis cobardes, pues los cobardes son los que crucificaron
a Cristo.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, yo
no quiero ser cobarde; yo quiero ser fuerte; yo, con tu ayuda, quiero ser
fuerte.
LA VIRGEN: Lo que os pido,
hijos míos, que seáis fuertes cuando veáis las pruebas,
porque no habéis probado todavía las pruebas. ¡Ahora
empiezan, hija mía!
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pero
¿qué empieza?, ¿qué va a empezar?
LA VIRGEN: La persecución,
hija mía. Piensa que a mis discípulos, discípulos
de Cristo, también los perseguían por todas las partes, y
¿quién entregó a Cristo a la muerte? ¿Sabes
quién entregó a Cristo a la muerte?
LUZ AMPARO: Todos, todos.
LA VIRGEN: Pero especialmente...
(Palabras en idioma desconocido).
LUZ AMPARO: Bueno, pues entonces
sí que vamos a salvar bien a las almas; pero fueron ellos y nosotros
también. Bueno, yo no, porque no estaba, pero todos los que estaban
sí.
LA VIRGEN: Pero ellos pusieron el primer voto, para que le crucificasen. Por eso te pido: pide mucho, hija mía, por mis almas consagradas. Pide que sean puras, humildes y sacrificadas. Y os repito, hijos míos, que seáis fuertes cuando os quiera atacar el enemigo. Seguid cumpliendo lo que vuestra Madre os ha pedido; seguid rezando el santo Rosario. Que no que pase en este lugar lo que hace muchos años sucedió. Os voy a bendecir los objetos, hijos míos. Tendrán gracias especiales para la salvación de las almas, aun de los moribundos, hijos míos. Levantad todos los objetos... Todos han sido bendecidos, hijos míos. Y ahora os voy a dar mi santa bendición a todos vosotros, hijos míos. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Sé fuerte, hija mía, y sé humilde. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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10 juin 1984
Amparo: Ah, quelle lumière!
Ah, quelle lumière! Ah,
dence peut détruire les choses
de Dieu; mais, malheur à celui qui détruira Mon Oeuvre!
m°.n~e, ille.s,a introduit.s dans le
monde pour qu'ils jouissent de ~es
La Vierge: Combien crieront, Ma fille,
au moment où il n'y aura plus de recours, et que la porte étroite
sera fermée, parce qu'ils auront emprunté la voie large des
plaisirs!
Amparo: Ah ! Eh bien Tu le transmets
au Père Eternel, et le Père Eternel est bon et il pardonne
à tous, à ce moment-là, lorsque le châtiment
arrivera, alors qu'ils reçoivent la lumière pour demander
pardon. (Les pleurs d'Amparo se changent en joie devant la vision qui lui
est présentée).
tant! Pauvres âmes! Elles se
laissent tromper par l'ennemi qui les marque et s'empare de leurs âmes.
Amparo: Eh bien, ne me les révèle
pas à moi non plus car je ne veux pas les connaître, parce
qu'ensuite, comment vais-je les
MENSAJE DEL DÍA 10 DE JUNIO DE 1984,
DOMINGO DE PENTECOSTÉS,
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
luz! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, qué
luz! ¡Ay...! ¿Qué estáis viendo? ¡Ay,
lo que estáis viendo...!
LA VIRGEN: Hijos míos, os voy a pedir humildad desde el principio, y voy a terminar pidiéndoos humildad. Todos aquéllos que queráis estar los primeros, poneos siempre los últimos, hijos míos. También quiero que imitéis a los niños; haceos niños, hijos míos, para que podáis entrar en el Reino del Cielo. Pensad que los últimos serán los primeros. Tú, hija mía, hazte pequeña, pequeña, para que luego seas grande, muy grande. También te advertí, hija mía, que fueses prudente; piensa que hay lobos forrados con piel de oveja; y lo que es verdad dirán que es mentira, y lo que es mentira dirán que es verdad... Os pido, hijos míos, que publiquéis el Evangelio por todas las partes del mundo, porque vosotros también sois hijos de Dios. Y todos, todos tenéis una obligación de publicar el Santo Evangelio. También te digo, hija mía: hijos míos, sed humildes, muy humildes, porque sin humildad no podéis conseguir el Cielo. Y tú, hija mía, sé muy prudente, porque por una imprudencia se pueden destruir las cosas de Dios; pero ¡pobre de aquél que destruya mi Obra! Y haceos niños, hijos míos, porque, haciéndoos niños, conseguiréis llegar a la primera morada. Que la luz del Espíritu Santo en estos momentos os ilumine a todos los aquí presentes... ¡Todos habéis recibido la luz divina del Espíritu Santo, hijos míos! Sed fuertes, y cuando el enemigo intente destruir esta Obra, vosotros estad alerta, hijos míos, y haced lo que os pido: seguid viniendo a rezar el santo Rosario. ¡Pobres
almas, hija mía! El enemigo les muestra los placeres del mundo,
los ha introducido en el mundo, para gozar de esos placeres. Por eso, hijos
míos, os pido que pidáis por las almas consagradas. ¡Pobres
almas! Mi Corazón se destroza de dolor por ellas, y ¡qué
mal corresponden muchas de ellas a este amor! Todos sois responsables,
hijos míos, pero las almas consagradas son más responsables,
porque están clamando al Cielo venganza, y la venganza será
terrible.
LUZ AMPARO: Yo te pido por
ellas. Yo te pido por ellas... ¡Si no lo creen; ellos son los primeros
que no lo creen!, pero yo te pido que los perdones.
LA VIRGEN: ¡Ay de aquél
que destruya mi Obra! Digo en esto como dijo mi Hijo en otros momentos:
“Todo aquél que dé escándalo, y que dé lugar
a escándalo delante de un niño, más le valiera no
haber nacido; que le cuelguen una piedra de molino y le arrojen al mar,
y que se lo coman los peces”.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
ay...! Yo te pido por todos; es que si los sellas a todos, se salvarán.
Que quiero que algún día digas que los vuelves a sellar,
y que vengan todos, pero que no se condenen.
LA VIRGEN: ¡Cuántos
gritarán, hija mía, en un momento en el que no haya remedio,
que la puerta estrecha esté cerrada, porque les ha gustado irse
por los caminos anchos de placeres!
LUZ AMPARO: Pero Tú
los perdonas, porque yo, si quieres, hago lo que Tú quieras; pero
para que los perdones. Y todo esto que Tú dices que lo cumplan,
que cojan y vayan por los pueblos publicando el Evangelio. Pero es que
las mujeres no pueden ir a publicar el Evangelio, porque tienen que ser
los curas.
LA VIRGEN: No, hija mía,
todos sois hijos de Dios, y todo el que es hijo de Dios, puede coger el
Libro y predicar el Evangelio por todas las partes del mundo y, cuando
el Evangelio esté extendido por todas esas partes que aún
no conocen la palabra de Dios, entonces será la tribulación,
hija mía, y vendrá el gran Castigo.
LUZ AMPARO: Pero es que los
que van con esa Biblia por los pueblos, también ésos ¡cómo
son! No son de tu religión.
LA VIRGEN: Yo no os pido
que vayáis de dos en dos. Tened cuidado de esos que van de dos en
dos y de puerta en puerta; van publicando doctrinas falsas.
LUZ AMPARO: Pues, ¿de
cuántos en cuántos tenemos que ir?
LA VIRGEN: De grupo en grupo;
da lo mismo que sean cinco, que sean seis, pero ir de grupo en grupo, y
no tengáis miedo a publicar el Evangelio. Si os echan del pueblo,
seguid adelante y no volváis la vista atrás.
LUZ AMPARO: ¡Qué
bien!, o sea, ¿que no les podemos decir a los que nos echen que
se salven?
LA VIRGEN: Os sacudís
el polvo, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¡Ay! Pues
eso no se puede hacer, hay que ayudarlos a todos.
LA VIRGEN: Pero si no quieren
escuchar la palabra de Dios... ¡Pobres almas, hija mía!
LUZ AMPARO: ¡Ay! Haz
algo, haz una cosa; yo tengo ganas de que hagas una cosa grande; y para
mí ¡es tan difícil esto!... Hazlo, para que te vean.
LA VIRGEN: Te parece poco
las gracias que estoy derramando, hija mía. Mi Corazón Inmaculado
está derramando gracias por toda la Humanidad y para toda la Humanidad;
pero la Humanidad está vacía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, que
no está vacía, que muchos te quieren, te quieren mucho! Lo
que algunos son... —¡pobrecitos!—, que no tienen quién les
hable de Dios.
LA VIRGEN: No hay condena
para los ignorantes, hija mía, para ésos no hay condena,
sino para los que conocen a Cristo y lo niegan.
LUZ AMPARO: Bueno, pues, perdónalos,
y otra vez los vuelves a sellar, para darles esa gracia.
LA VIRGEN: ¡Cuántos,
cuántos han visto mi imagen en el Sol, hija mía!, y, sin
embargo, achacan a un fenómeno que no es, que no es nada natural,
a un fenómeno natural. No es posible ver la imagen de Cristo y la
imagen de vuestra Madre grabada en el Sol, siendo un fenómeno natural,
porque es un fenómeno sobrenatural. Ya te he dicho que ni los grandes
científicos podrán descubrir los misterios del Cielo.
LUZ AMPARO: Bueno, pues yo
te pido que los perdones; y yo hago lo que Tú quieras; pero perdónalos
a todos, a los sacerdotes también, porque, porque si no los hubieras
hecho de carne..., pero son de carne también. ¡Perdónalos!
¿Me prometes que los vas a perdonar?
LA VIRGEN: Yo les doy la
gracia, hija mía, pero el Padre Eterno es el que perdona, porque
es el que hará el Juicio Final.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues se lo dices al Padre Eterno, y el Padre Eterno es bueno, y los perdona a todos, en ese momento, cuando llegue el Castigo, pues entonces, ellos, que reciban la luz para pedir perdón. (Luz Amparo cambia el llanto en gozo ante la visión que se le presenta). ¡Ay, ay,
qué bonito! ¡Ay, ése que tiene ese libro! ¡Ay,
ay, ay! ¡Ay!, ¿ése fue también mártir?
¡Ah...! Pues yo quiero ser mártir, ¿eh? Para estar
con él ahí a tu lado. Y ese libro que lleva, ¿qué
es? ¿Los Evangelios de Cristo? ¡Ah!, yo quiero también
publicar los Evangelios, pero no sé, pero de palabra lo publicaré;
¡te lo prometo! Pero Tú perdónalos a todos. ¡Ay!,
¿ése que fue quien le mató?, ¿y está
ahí? Pero si está muerto, ¿cómo está
ahí? ¡Ay, está lleno de luz! ¿San Juan?, pero,
¿qué san Juan? ¡Ah...!, ¡ay! ¿También
publicó el Evangelio? Pues entonces todos vamos a empezar a publicarlo,
para que nos veamos ahí con ése que está ahí
a tu lado. ¡Ay...! ¡Déjame otro poquito, que ni estoy
a tu lado ni estoy abajo!
LA VIRGEN: La luz del Espíritu
Santo, hijos míos, os iluminará, para que publiquéis
el Evangelio por todas las partes del mundo. Esta luz divina viene de la
energía divina de Dios.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues,
¡qué energía más grande tiene! ¡Ay, qué
luz, qué luz...! ¡Ay, qué luz...! Esa luz tan grande,
¿de dónde viene? ¡Ay, la luz!
LA VIRGEN: La luz del Espíritu
Santo. Todos, hijos míos, habéis recibido la energía
divina del Espíritu Santo. Corresponded a esta maravilla, hijos
míos.
LUZ AMPARO: Corresponderemos
todos. ¡Te lo prometo yo por todos ellos!
LA VIRGEN: Besa el suelo,
hija mía, por las almas consagradas... Por las almas consagradas,
hija mía, ¡las ama tanto mi Corazón! ¡Pobres
almas!, se dejan engañar por el enemigo, para sellarlos y apoderarse
de sus almas.
LUZ AMPARO: Pero, ¡no
los selle, que no los selle, no lo permitas Tú que los selle, que
sé cuántos números son! Con esos tres seis, que no.
Que no los selle; ten misericordia de todos, Madre mía. Te lo pido:
dales, dales más tiempo; verás cómo son todos buenos,
y si Tú hicieras aquí una gran cosa, mejor sería.
¡Perdónalos!
LA VIRGEN: Todos los ojos
no pueden ver, hija mía; ya me verá todo aquél que
se haga niño, para poder alcanzar las moradas. Ya me verán
resplandeciente en el Cielo.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
bien!, pero es que todos... No creas que es fácil salvarse, ¿eh?...
¿Otra vez quieres que bese el suelo? Pues, venga, lo voy a besar.
Ahora, ¿por quién lo ofrecemos?
LA VIRGEN: Por todos los
pecadores del mundo, por todos, hija mía, sin distinción
de razas... Por todos, hija mía, sin distinción de raza;
todos son mis hijos, y una buena madre quiere a todos sus hijos igual,
hija mía. Soy vuestra Madre —ya lo sabéis—, mi Hijo lo ha
dicho, lo dejó dicho en la Cruz.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pero
dilo de otra forma. ¡Ay, yo lo digo también!
LA VIRGEN: Lo dejó
dicho en la Cruz, hijos míos: “Ahí os dejo a mi Madre por
Madre vuestra, por Madre de toda la Humanidad”.
LUZ AMPARO: ¡Ay, bueno!
Pero lo que tengas que decir, dilo que yo lo pueda entender, y todos los
que están aquí lo puedan entender.
LA VIRGEN: Hay misterios
que no se pueden revelar a los humanos.
LUZ AMPARO: Pues entonces,
a ver, a mí tampoco me los digas porque yo no los quiero saber,
porque luego, a ver cómo los guardo yo.
LA VIRGEN: Mi Hijo te da
una gran capacidad para no revelar los misterios del Cielo.
LUZ AMPARO: Pues dímelo
como quieras... (Se escuchan unas palabras en idioma desconocido, como
si fuera la respuesta de la Virgen). ¡Ay! ¿Tan poco? ¡Ay...!
¿Tan poco tiempo? Aunque yo quiero cuanto antes mejor, ¿sabes?
Pero ya no es por mí; y los que no estén en gracia, ¿qué?
Yo te pido por todos ellos, por todos; así que me lo tienes que
conceder, porque yo no quiero que se condenen tantas almas, porque si Dios
es misericordioso, ¿por qué va a hacer esto?
LA VIRGEN: El Castigo terreno
lo podéis evitar con la oración y con el sacrificio, pero
el Castigo divino del Cielo, nadie podrá evitarlo, hija mía,
ni aun lo sabe el Hijo del Padre, que es Jesucristo; sólo el Padre
lo sabe, ni los ángeles del Cielo.
LUZ AMPARO: Pues ¡vaya!,
mira que no decírselo a Jesús. ¡Ay!, si Él no
va a decir nada...
LA VIRGEN: Está escrito:
ni el Hijo del Hombre sabrá el Castigo que vendrá sobre la
Tierra. No será agua, hijos míos, esta vez será fuego,
y será producido por un astro, que se estrellará sobre la
Tierra.
LUZ AMPARO: Pero, ¿lo
vamos a sentir?
LA VIRGEN: Todos aquéllos
que estén en gracia de Dios, no les afectará absolutamente
nada; se quedarán como en un éxtasis, hija mía. Procurad
estar a la derecha del Padre, para poder salvar vuestras almas.
LUZ AMPARO: ¡Oy!, pues ya procuraremos estar a la derecha; ya se lo diré yo a todos. Pero es que no me van a hacer caso. Yo quiero..., ya no te voy a pedir más, porque soy muy pesada, pero te voy a pedir que selles a muchos, a muchos de los que no has sellado antes. ¡Ay!, pero los que están sellados no, pero sella a los otros... ¡Ay! El Ángel va a sellarlos... ¡Ay, qué
alegría! ¡Ay, a los que no estaban sellados los ha sellado!
Tienen una protección; ¡ay, qué alegría más
grande...! ¡Ay, qué alegría! Ahora voy a besar yo el
suelo, pero para darte las gracias, y de alegría... ¡Ay, qué
grande eres Madre mía! ¡Qué grande eres!... ¡Y
que los hombres no crean en Ti! ¡Ay, qué pena!, con lo guapa
que eres... ¡Ay, qué cosa más guapa! ¡Ay! ¿Me
dejas que bese el pie? No me digas que voy a ser otra vez pesada; me conformo
con besar el primer dedo... ¡Ay, gracias, gracias Madre mía!
Te prometo ser mejor cada día, aunque también soy mala, ¿eh?
¡Ay, qué soberbia soy! ¡Ay! ¡Ay!, ¿nos
vas a bendecir?
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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14 juin 1984
La Sainte Vierge: Ma fille, c'est une date
très importante, à ne pas oublier. Je veux que vous vous
souveniez de cette date si importante. A cette date, Je Me suis rendue
présente en ce lieu et Je t'ai demandé, Ma fille, que l'on
y vienne de toutes les parties du monde réciter le Saint Rosaire
et que tous ceux qui viendraient en ce lieu, seraient bénis d'une
croix et seraient aussi marqués sur le front. Beaucoup seraient
marqués mais d'autres seraient bénis.
MENSAJE DEL DÍA 14 DE JUNIO DE 1984
LA VIRGEN: Hija mía, es una fecha muy importante para olvidarla. No quiero que olvidéis esta fecha tan importante. En esta misma fecha hice mi presencia en este lugar y te pedí, hija mía, que viniesen de todas las partes del mundo a rezar el santo Rosario, y que todo aquél que viniese a este lugar, sería bendecido con una cruz; también sería marcado en la frente; muchos de ellos serían marcados, pero otros serían bendecidos. También
pedí que en este lugar hiciesen una capilla en honor a mi nombre,
y que se viniese de todos los lugares del mundo a meditar la Pasión
de Cristo. Está olvidada, hija mía. No quiero que os olvidéis
de esta fecha tan importante. Os pido, hijos míos, sacrificio y
oración para poder salvar vuestras almas.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
alegría! ¡Ay...! No he olvidado esta fecha; sé que
es una fecha muy importante. ¡Ay!
LA VIRGEN: Sí, hija
mía. Seguid rezando el santo Rosario, no seáis cobardes y
no os dejéis engañar por la astucia del enemigo. Llegará
un momento en que lleguen a prohibir rezar el santo Rosario, pero yo he
dicho en otras ocasiones que, si no me manifiesto dentro, me manifestaré
fuera, hijos míos; pero sed fuertes y no dejéis de frecuentar
este lugar.
LUZ AMPARO: (Sollozando).
Madre mía, yo vendré aquí, no quiero que lo quiten.
LA VIRGEN: Tú tienes que ser obediente, hija mía, y tú debes obediencia, pero que nadie, ¡nadie!, deje de venir a rezar el santo Rosario. Ya te he dicho que están empezando grandes pruebas, y ahora empiezan, hija mía. Con humildad y también con sacrificio, hija mía, se alcanzará todo. Yo pondré también mis manos en esa Obra, en esta Obra de mi parte. Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... En reparación de todos los pecados del mundo, hija mía. Piensa que el
enemigo quiere destruir mi Obra y en otros lugares ha sido destruida, hija
mía, han hecho desaparecer mi nombre.
LUZ AMPARO: No quiero, pero
ayúdanos Tú, ¡ayúdanos! Aunque me lo prohiban
a mí, yo no vengo, pero que vengan los demás.
LA VIRGEN: Ahora vienen las
pruebas duras, hija mía.
LUZ AMPARO: Madre mía,
ayúdanos Tú.
LA VIRGEN: Te dije, hija
mía, que fueses directamente al Obispo.
LUZ AMPARO: ¿Cómo
voy a ir, si no puedo? Yo no puedo ir.
LA VIRGEN: Porque el Obispo,
hija mía, es una buena alma consagrada.
LUZ AMPARO: No puedo, hay otros delante. Ayúdanos Tú; si nos ayudas Tú iremos a todos los sitios; no puedo sola. A mí no me importa sufrir, pero es que yo no puedo hacerlo sola. Ya sé que hace mucho tiempo que lo has pedido, pero, ¿qué hago yo?, no puedo nada más que rezar y rezar; Tú tienes que poner lo demás. Ayúdanos, Madre mía, ayúdanos, y nosotros también te corresponderemos. ¿No puedes
quedarte ahí? Yo quiero que me lleves de aquí, ¡yo
quiero que me lleves de aquí, porque no puedo estar sola más!
En las moradas ¡se está tan bien! ¡No puedo más!
LA VIRGEN: Hija mía,
hija mía, el tiempo se aproxima, y tu tiempo también se aproxima.
LUZ AMPARO: Pero, ¿cuándo?, ¿cuándo?, porque yo no puedo más. Yo me encuentro mal; yo quiero ser fuerte, y te ayudaré, pero Tú también ayúdanos a nosotros, porque nosotros no podemos hacer nada sin Ti. ¡No nos
des esta prueba!, porque ¡vaya prueba! ¡Ay, Madre! Se ve no
sé qué, ¡se está tan bien aquí!; pero,
¿es que no puede ser dejarme aquí para siempre? Yo no quiero
volver a ese sitio más, ¡ayúdame! ¡No me vuelvas
otra vez a ese sitio!... No, no quiero ser soberbia; pero es que Tú
no sabes lo que es estar ahí abajo.
LA VIRGEN: Ya te dije, hija
mía, que vendrían las persecuciones, y a los discípulos
de Cristo los perseguían por hablar de Cristo, y a Cristo le calumniaban,
le llamaban “el vagabundo”, “el endemoniado”. No seas soberbia, hija mía,
porque no es más el discípulo que su Maestro.
LUZ AMPARO: Yo no quiero ser
más que el Señor, pero el Señor es que era Hijo de
Dios y yo, ¿de quién soy hija? Yo soy hija de una persona
humana.
LA VIRGEN: Él también
fue Hijo de un ser humano.
LUZ AMPARO: Sí, pero
Él tenía a Dios y yo, ¿a quién tengo, eh? Yo
estoy sola.
LA VIRGEN: Ya te he dicho
muchas veces que si está Dios contigo, ¿a quién puedes
temer?
LUZ AMPARO: Sí, claro,
pero ahí abajo... Tú no sabes lo que hay abajo. Bueno, yo
te pido perdón por si he sido soberbia, pero es que yo no puedo
mucho, no puedo más. Yo sé que soy soberbia y que soy mala,
pero yo no quiero bajar ahí abajo más.
LA VIRGEN: Tu misión
no está cumplida, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues,
¿hasta cuándo?
LA VIRGEN: Porque todavía
no estás terminada de pulir.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues ¡ya está bien!, ¿hasta cuándo voy a estar así? Bueno, Madre mía, Tú que eres tan buena, ayúdanos a hacer todas las cosas que quieres, porque sin tu ayuda no podemos hacer nada. Ayúdanos. ¡Ay, qué
guapa eres! ¿Nos vas a bendecir, eh?
LA VIRGEN: Es una fecha muy
importante para que os olvidéis de Dios.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
alegría!
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LUZ AMPARO: ¡Ay, bendícenos
los objetos! ¡Ay!, pero hazlo, porque es un día muy importante.
¿Vas a bendecirlos todos? ¡Anda, hazlo!, porque sirven para
salvar muchas almas; ya sabes Tú que se han salvado muchas almas
con estos objetos. ¡Anda, bendícelos!
LA VIRGEN: También
voy a concederte esta gracia, hija mía. Levantad todos los objetos,
todos serán bendecidos... Todos han sido bendecidos con gracias
especiales, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¡Ay! ¡Ay,
qué maravilla! ¡Ay, qué grande! ¡Ay! ¡Ay!
¡Venga! Todos lo verán; pero, ¡qué pocos creerán!
LA VIRGEN: Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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16 juin 1984
La Sainte Vierge: Mes enfants, Je vais
commencer par la pénitence avec le sacrifice et la prière.
Combien, combien de ceux qui sont ici présents, n'ont pas encore
fait ces trois choses, Mes enfants !
xxx
Mais il y en a beaucoup; qui sont-ils tous
ceux-là?
MENSAJE DEL DÍA 16 DE JUNIO DE 1984
LA VIRGEN: Hijos míos, voy a empezar por la penitencia, con el sacrificio y con la oración, hijos míos. ¡Cuántos, cuántos de los que estáis aquí presentes todavía no habéis hecho estas tres cosas, hijos míos! También os pido el sacramento de la Eucaristía; pero antes os pido el sacramento de la Confesión. No miréis las faltas del sacerdote, porque el sacerdote se quedó en puesto de los Apóstoles. Mirad a Cristo en ellos; no miréis sus faltas, porque ellos, cuando se presenten ante el Padre, les pedirá cuentas, hijos míos. Nosotros no tenemos que juzgar a nadie. Por eso os pido que no juzguéis, y así no seréis juzgados, hijos míos. Pensad que al sacerdote ni aun los ángeles pueden reemplazarle, hijos míos. ¡Ni aun la Madre de Dios!... (Pausa con llanto de Luz Amparo). Nadie, nadie podrá reemplazar al sacerdote, ni aun vuestra Madre, hijos míos, y ¡la Madre de Dios! Mirad a Cristo en la Misa; no miréis al sacerdote, porque (en) el sacrificio diariamente de la Misa está Cristo. Por eso os pido, hijos míos, que esas almas que se dejan engañar por la astucia del enemigo, ellos darán cuenta a Dios Padre cuando se presenten ante Él. También pido, hijos míos, que hagáis un poco de sacrificio; pensad que Cristo murió por vosotros. Por eso yo creo que podéis hacer un poco sacrificio por Él. También pido, hijos míos, humildad, porque sin humildad no alcanzaréis las moradas. Os sigo repitiendo que publiquéis el Evangelio por todos los rincones de la Tierra, ¡por todos! Ésa es la sal del Evangelio. Y para todos aquéllos que están engañados con la astucia del enemigo, que les hace creer en otras doctrinas que no son la católica de Cristo... ¡Pobres almas, hija mía, pobres almas! Porque yo no pido cuenta a aquél que no me conoce, sino a aquél que me conoce y me desprecia. Un acto de humildad, hija mía: besa el suelo por la conversión de todos los pecadores... Por la conversión de todos los pecadores del mundo, hijos míos. Sacrificio acompañado de la oración. Sed fuertes, hijos míos, porque las pruebas están empezando; pero no reneguéis nunca de la palabra de Cristo. Pensad que el que niegue a Cristo en la Tierra, el Padre Celestial le negará en el Cielo ante sus ángeles. Y tú, hija mía: te pido humildad. Piensa que te dio mi Hijo gancho para salvar almas; pero, sin humildad, no podrás salvar las almas. Tienes que ser ejemplo de humildad. Piensa que la soberbia es el mayor pecado del mundo; el que conduce a todos los pecados de los diez mandamientos[1], hija mía. Mi Corazón
está triste, muy triste, hija mía, de ver que los hombres
no cambian. Mi Corazón quisiera que se salvara toda la Humanidad;
pero la salvación no depende de mí; depende de cada uno de
vosotros.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
Madre! ¡Ay, qué cara, ay, qué cara más guapa!
¡Ay! Ayúdanos a ser buenos, porque, sin tu ayuda, no podemos
hacer nada. Pídele a tu Hijo, para que tu Hijo le pida al Padre,
y para que nos dé gracias para poder arrepentirnos.
LA VIRGEN: ¡Ay de aquéllos que creen que no hay Infierno, hijos míos! Existen varias partes de Cielo y varias partes de Infierno. Por eso vosotros tenéis que ganaros la morada con vuestros sacrificios, hijos míos. Pensad que hay que seguir a Cristo, coger la cruz y seguirle; es de la única forma que os salvaréis, hijos míos. Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas. ¡Pobres almas! ¡Las ama tanto mi Corazón! ¡Y qué mal corresponden muchos a ese amor!... Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación de las almas consagradas. Haced sacrificio, hijos míos, haced penitencia, pedid por aquéllos que no piden, amad por aquéllos que no aman, y haced penitencia por los que no la hacen. Pedid al Padre Eterno, que Él os ayudará a salvaros, hijos míos. El Padre Eterno está olvidado. ¡Y pensad que es el Juez que os va a juzgar! Es misericordioso y lleno de amor, hijos míos; pero es un Juez muy severo y os juzgará según vuestras obras. Mi Corazón sigue rodeado de espinas, hija mía. Estas espinas son por esas almas que no escuchan la palabra de Dios. Mi Hijo está muy triste cuando ve que desprecian a su Madre. Ya te he dicho muchas veces que si un hijo bueno quiere mucho a su madre, no le gusta que la maltraten, que la desprecien, que la calumnien. Por eso mi Hijo va a descargar su ira acompañado del Padre, de un momento a otro. Piensa, hija mía, que vendrá con su gran poder y su gran majestad en una nube. Os dije hace días
que os fijéis en los astros y en la Luna. Cuando la Luna empiece
a enrojecer, y los astros dejen su brillo natural será espantoso,
hijos míos; el Castigo será espantoso. Pero esas almas que
han cumplido con el Evangelio de Cristo, con los diez mandamientos...,
¡será un paraíso eterno, hijos míos! Uno de
los paraísos que tiene el Padre preparado para vosotros.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
grande es esto! ¡Ay, ay! Pero, ¿cuántas moradas hay?
LA VIRGEN: Muchas, hija mía, muchas moradas, porque mi Hijo subió al Padre para preparar las moradas; y ya están casi todas preparadas. Hijos míos:
sacrificio, sacrificio y oración. Y confesad vuestras culpas, hijos
míos; no lo dejéis más tiempo, que la muerte llega
como el ladrón, sin avisar. Estad preparados, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¿Nos bendices?
Bendícenos, ¿y nos bendices los objetos? ¡Ay!
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con gracias especiales, hijos míos, para la salvación de vuestra alma... Todos han sido bendecidos, hijos míos. Voy a dar mi santa bendición. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos, ¡adiós!...
(Sigue el rezo
del santo Rosario. Terminada la meditación para el quinto misterio,
se reproducen los fenómenos solares. Se escucha un constante murmullo
entre los asistentes al admirar tales fenómenos. Se suceden, en
varios momentos, los lamentos de Luz Amparo, que sigue contemplando diferentes
imágenes e intercala comentarios, mientras reza y permanece en una
especie de éxtasis; al desconocer cuando termina el mismo, se ha
preferido transcribir parte de la grabación disponible).
LUZ AMPARO: Que todos sois iguales... Los cuatro... Los cuatro de aquí... los cuatro caballos... Ese amarillo, ¿es el de la muerte? ¿Y el rojo?..., ése que es como amarillo, de cobre. ¡Ay!, ¿y el negro? Y ésos que los montan, ¿quiénes son, de ahí? Ésos son los ángeles del Apoca... Bueno... Pero hay muchos; ¿qué son todos ésos? Los que los ven, ¡que lo vean todos! ¡Ay, Madre mía!, todo eso... Pero, si les digo que miren, van a decir que se les quema; pues, ¡que miren los que quieran! ¡Ay, pero este color es rosa! Está en rosa este momento, en rosa. ¡Ay!, está dando vueltas en este momento; ¡ay!, pero es que... ¿Y si se le quema? Que no lo miren... ¡Ay, ahora está azul! ¡Qué bonita! ¡Ay, Madre mía! ¡Está rosa otra vez, rosa!... Estás Tú de rosa, y en amarillo la otra parte. Eso no es una cosa de la Tierra; es del Cielo. ¡Ay! ¡Ay, cómo da vueltas, ay! Que parece que se viene para abajo. ¡Ay, ay! ¡Ay, cómo da vueltas! La parte de la primera morada, ¿es esa? ¡Ay, cómo da vueltas! Pues, si tenemos que dar nosotros tantas vueltas para llegar allí... ¡Qué rosa! ¡Oy, qué rosa es! ¡Ay, cuántos... caballos y los ángeles!... ¡Azul, azul!... Y están los cuatro caballos en el... (Palabra ininteligible). El blanco, es el blanco... ¡Blanco! ¡Ay! El blanco, ¿por dónde se va? ¿El amarillo? ¡Oy, oy, ése es la muerte! ¡La muerte está amarillo! Mirad lo amarillo... ¡Ay, Madre, las cosas...! ¡Ay, ese rayo! Es que viene para acá, para abajo. ¡Ayyy, ay! ¡Ay, ése se baja, el amarillo!... Y ese azul, ¿eso qué es? Se puede mirar. ¡Ay, ay, ay...! Es ahora amarillo otra vez... Con la muerte, y venga la muerte. ¡Venga muerte y muerte! ¡Ay, ay, ay...! Eso es... Están todos... La mitad; más de ellos la mitad... ¡Blancos! ¡Uf, Madre mía! ¡Pues sí que están bien todos! ¡Ay, los otros son de la derecha! ¡Ay, bueno, pues ya lo hemos visto todo! ¡Ay, ay, ay...! (Emite ayes durante unos instantes). Pues el que más se destaca es el amarillo, el de la muerte, ¡anda! Hemos visto todo... Azul, es azul el que está subiendo. Azul. ¿Y el rosa y el azul?; el amarillo es el de la muerte. ¡Ay!, ¿y ése que parece de oro? ¿Y el negro? ¿Y el blanco? Y el amarillo, ¿eh? ¡Ay, pero parece que son como leones encima! Los que lo llevan tienen el cuerpo de persona y la cabeza de león, uno; otro, de águila. ¡Ay, ese caballo! ¡Ay, ése es el más grave! ¡Ay, pero bueno, pues tantas cosas como hay ahí! ¡Huy, el amarillo! ¡Ay, qué grande es el...! Ése es el que más va a coger, ¿no? Ahora está amarillo... (Palabra ininteligible). Pues, ya lo he visto; ya los he visto, de verdad, todos, ¿eh? ¡Ay, qué grande! ¡Cuántas cosas hay!, ¿eh? ¡Ay, bueno! ¡Ay, pero que digan que eso no es del Cielo! ¡Vamos! Se ve la cabeza del león ¡más grande! ¡Ay, la cabeza de un león! ¡Ay, pues, ¿qué será eso del león?! ¡Ay! ¡Ay, vaya, otro misterio! ¡Oy, qué patas tiene! ¡Ay, madre! ¡Ay...! Que van debajo, ¿no? ¡Ay! ¿Me han metido a mí aquí el rayo ese? ¡Ayyy..., ay, el rayo! ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, mójame ahí! ¡Ay, ay, ay...! (Durante unos instantes se queja). ¡Ay, que me está quemando el pecho esto! ¡Ay! ¡Ay, qué valor, no dan nada de...! ¡Ay! Dadme algo. ¡Ay, ay, ay! ¡Ay, me está quemando esto...! ¡Ay, ay, ayyy...! (Así repetidas veces). ¡Ay, pues ya está bien! ¡Anda que... ¿también esto?! ¡Aaay, ay, ayyy...! ¡Que me ha quemado en la parte esta! ¡Ay! Mira lo que me ha “pasao”..., aquí. ¡Ay, ay, míramelo! ¡Ay!, aquí, en esta parte de ahí. ¡Ay, ay, ay...! (Se lamenta así varias veces) ¡Ay, me ha quemado algo! ¡Ay, ay, ay...! ¡No puedo más! ¡Ay, otra cosa más! ¡Anda que...! ¡Ay, otra cosa! ¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío, ay! ¡Ay! (Aquí parece que hay un corte en la grabación, que continúa). Que me ha quemado de esta parte. ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, ay! Mírame a ver, anda. Mírame aquí, aquí, aquí. ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, ya me ha quemado de esa parte, eso que me ha salido ahí! ¡Ay, ay, por Dios, ay! ¡Ayyy, ya no sé lo que será, si se me quema esa parte! ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, y que se rían todavía, Dios mío! Pero, ¡bueno! ¡Ay, ay, ay...! ¡Qué cosa más...! Pues esta parte... Aquí atrás también. ¡Ay, ay! Yo no sé lo que quiere ya, ¿eh? ¡Ay!, tantas cosas ya. ¡Ay, ay, ay, Dios mío, que se me quite esto!... (Le dicen algo y contesta). No, yo lo que quiero es que se me quite esto. ¡Ay, ay, ay...! ¡Huy, huy! ¡Ay, Dios mío!, pero, ¿también esto? ¡Ah!, ¿qué quiere decir esta cosa? ¡Ay, ay, ay...! Es que parece que se me ha quemado por dentro algo. ¡Ay, ay! ¡Y venga, todavía a reírse encima, anda! ¡Ay, ay, ay...! (Le dicen algo y continúa Luz Amparo). Ya, déjamelo, niña. A ver, ¿está mojado...? ¿No es sangre eso? ¡Ay, déjalo, déjalo, porque estoy chorreando por todos los sitios! ¡Ay, ay, ay...! ¡Ay, mira, mírame otra vez! ¡Ah, anda, mírame otra vez! (Dialoga con alguien). No, esta parte, y lo de abajo, ¿qué?... (Gime llorosa. Continúa la grabación, en la que se escucha a Luz Amparo, aunque ya fuera del éxtasis). [1] “...de los diez mandamientos”; es decir,
“contra los diez mandamientos”.
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21 juin 1984
La Sainte Vierge: Mes enfants, Je viens
en tant que Mère et amie. Je veux, Mes enfants, que vous soyez unis,
et que tous ceux qui le voudront, parlent de Dieu; de plus, Je vous demande
aussi d'être unis, très unis et que vous parliez tous... (Mot
inintelligible).
Ah mais ces malades, les pauvres! Comment
peuvent-ils être ainsi tous ceux que nous avons vus ? Moi je me demande
très souvent comment Dieu peut permettre cela, parce que, les pauvres
! Quelle peine l'on ressent dans son cœur! Ah 1 Tu sais bien tous ceux
que j'ai vus ? Ah, quelle peine!
Ah, ah 1 Ce Cœur, à qui est-il?
Ah, ah, ah, mais c'est celui de Ton Fils! Celui de Jésus? Permets
que je Le touche. Ah, mais il a aussi des épines! Voilà comme
nous sommes bons! Hein? Ton Cœur a des épines et celui de Ton Fils
aussi. Puis-je en toucher une ? Eh bien, laisse-moi lui toucher seulement
un pied... Comme Tu es froid 1 Eh bien, où es-Tu par là ?
Ah, quel froid 1 Allons, allons, où serez-vous?
MENSAJE DEL DÍA 21 DE JUNIO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos,
vengo como Madre y como amiga. Quiero, hijos míos, que estéis
unidos, y que todos los que queráis hablar de Dios; y además
también os pido que estéis unidos, muy unidos, y que todos
estéis hablando... (Palabra ininteligible).
LUZ AMPARO: Dilo para que
lo entiendan; ¡ay!, que lo entiendan todos.
LA VIRGEN: Que estéis unidos, y que todos habléis de lo mismo, que no os tapéis unos a otros, hijos míos, porque estáis formando contiendas... y para hablar de Cristo hay que estar muy unidos. No penséis tanto en las cosas terrenas, pensad que los discípulos de Cristo dejaron todo para seguir su camino. Ayudad a Cristo todos a llevar la Cruz, hijos míos; no os aflijáis cuando Dios os manda la primera prueba. Humildad es lo que pido, hijos míos, para poder estar unidos. Pensad que todos sois hijos de Dios, pero que Jesús tuvo preferencias por unos; pues lo mismo ha sucedido en esta ocasión. Todos aquéllos que estáis unidos, seguid a Cristo, y no os excuséis con cosas que no sirven para nada. Pensad que el discípulo nunca puede ser más que el maestro; estad los últimos, no os pongáis los primeros, porque los primeros no entrarán en el Reino del Cielo; serán los últimos los que entren, hijos míos. ¡Las contiendas que estáis formando por cosas que no tienen importancia! Pensad que el cuerpo, os lo he repetido muchas veces, no va a servir para estiércol, y si ese alma está pura, no tenéis que preocuparos, hijos míos. Yo estuve amarrada al pie de la Cruz, allí amarrada, viendo morir a mi Hijo, y era inocente, hijos míos, muriendo por toda la Humanidad, porque todos los seres humanos sois culpables, hijos míos, todos tenéis el pecado, no hay ninguno que sea justo en la Tierra, y mi Hijo era puro, e inocente, y murió para redimiros, hijos míos. Preocupaos más por las cosas de Dios; pensando en las cosas de Dios, no arméis contiendas, hijos míos. Pensad que nunca será más el discípulo que el maestro; y pensad también que Cristo vino al mundo para servir, no para ser servido, hijos míos. Imitad a Cristo, veréis cómo alcanzaréis la Gloria. Siendo Rey de Cielos y Tierra, Hijo del Padre, le mandó a redimir al mundo, siendo inocente, hijos míos. Por eso os pido, que os acerquéis al sacramento de la Confesión, porque el Cuerpo de Cristo, lo podéis recibir diariamente; tenéis más suerte que los ángeles, hijos míos, porque los ángeles no pueden recibir a Cristo. Cristo dejó instituido el sacramento de la Eucaristía para daros fuerza, hijos míos. No seáis cobardes; fuerza es lo que necesitan los hijos de Dios; no tienen que ser cobardes. Los cobardes son los hijos de las tinieblas. Estad unidos, hijos míos, todos estad unidos; no os guardéis secretos unos a otros; no seáis fariseos, que delante de Cristo se ponían los primeros para decir las obras que habían hecho; poneos los últimos, que los últimos seréis los primeros; no os creáis amigos, hijos míos, y luego seáis enemigos. Los fariseos hacían eso: delante ponían la cara de santidad, y detrás ultrajaban a Cristo. No os critiquéis unos a otros, hijos míos, porque cada uno dará cuenta de lo suyo. No juzguéis y no seréis juzgados. Vosotros tenéis que estar más unidos que nadie, hijos míos, porque vosotros tenéis que dar testimonio de lo que habéis visto. Por eso os pido que seáis humildes, que la soberbia conduce al hombre a la perdición, hijos míos. No os aferréis
a las cosas terrenas; las cosas terrenas sirven para condenarse.
LUZ AMPARO: Tú, pero
Tú nos perdonas; aunque seamos soberbios, ¿Tú nos
perdonas?
LA VIRGEN: Dios Padre perdona a todo el que pide perdón; está con los brazos abiertos esperándoos a todos, hijos míos. Acercaos al sacramento de la Confesión. ¡Cuántos estáis aquí presentes, y hace años y años que no os habéis acercado a este sacramento! Estad preparados, hijos míos, que la muerte llega como el ladrón, y estando preparados, ¿a quién podéis tener miedo? Besa el suelo,
hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo...
Por la conversión de todos los pecadores del mundo, hija mía.
Haced actos de humildad durante el día, hijos míos; pensad
que os he repetido muchas veces que Cristo tenía la cabeza en el
suelo, durante días enteros, ofreciéndose al Padre como víctima
de reparación. Vale mucho la humillación, hijos míos,
porque el que se humilla será ensalzado, y pensad que Dios, Dios
Padre os recompensará ciento por uno, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
alegría, ay! ¡Ay, qué alegría! ¡Ay, qué
alegría, ay! ¡Ay, qué buena eres, qué buena
eres, Madre mía! ¡Ay...!
LA VIRGEN: Hijos míos, os aconsejo como Madre y como amiga. Como Madre, porque soy la Madre de Cristo y la Madre de toda la Humanidad; y como amiga, porque no quiero que os condenéis, y porque quiero que os améis unos a otros, y no forméis discordias, hijos míos, por las cosas que no tienen importancia en la Tierra. Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas... Por las almas consagradas, hijos míos; pedid por ellas, hijos míos, porque muchas de ellas se dejan engañar por el enemigo; pedid por ellas, hijos míos, y sed humildes; amaos los unos a los otros, como mi Hijo os amó en la Tierra. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos... Todos han sido bendecidos, hijos míos. Te voy a dar una
gota del cáliz del dolor, hija mía; queda muy poco de él,
pero las últimas gotas son las más amargas. Coge el cáliz...
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
amargo!, ¡ay, qué amargo está! ¡Ay, ay, qué
amargo! ¡Ay, qué amargura siento ahí, ahí en
la garganta! ¡Ay, ay, ay!
LA VIRGEN: Más amargura
siente mi Corazón por todas las almas que se precipitan diariamente
en el Infierno.
LUZ AMPARO: ¡Ay...!
Pero también se salvan, ¿no? No sólo se condenan;
también se salvan... ¡Ay, no permitas que se condenen!, ¿eh?
LA VIRGEN: ¿Qué
madre quisiera que su hijo se precipitase en el Infierno? Pues eso me pasa
a mí, hija mía, que yo no quiero que ningún hijo se
me condene.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, pues
ayúdales, ayúdales, porque es que muchos son muy duros, ¿eh?
Aunque les estés hablando, hablando y hablando, ¡ay, qué
duros son! ¡Ay!, que no creen, ¿eh? Por eso Tú puedes
ayudarlos, porque yo no quiero que se condenen tampoco, porque yo he sentido
las penas del Infierno en mi cuerpo, y por eso no quiero que se condenen.
Ablándales Tú el corazón, ¡anda! Tú que
eres Madre, ¡anda, conquístatelos!
LA VIRGEN: Hija mía,
tú eres madre, ¿puedes conquistar a todos tus hijos?
LUZ AMPARO: ¡Ay, no!,
pero, pero es que tenía que haber sido antes; ahora ya no puedo,
y además que los tengo a casi todos conquistados..., a casi todos;
ahora tienes que conquistarlos Tú a los demás. Yo hago lo
que Tú digas, ¿eh?; pero con tu ayuda, ¿eh?, y voy
a donde sea, fíjate. ¡Ay, ay, cuántas cosas se ven
malas! ¡Ay! Pero esos enfermos, ¡pobrecitos!, ¿cómo
pueden estar así?, todos ésos que hemos visto. Es que yo
pienso muchas veces que cómo Dios puede hacer eso, porque, ¡pobrecitos!
¡Anda, que te entra una pena en el corazón! ¡Ay!, ¿Tú
sabes todos los que he visto? ¡Ay, qué pena!
LA VIRGEN: Por medio de esas
almas se purifican otras.
LUZ AMPARO: ¡Claro,
qué gracia! ¡Hala!, unos están enfermos y otros se
purifican con los dolores de los otros, ¿eh? Pues que ellos sufran
otro poco.
LA VIRGEN: Pero mi Hijo coge
almas víctimas para la salvación de la Humanidad. ¿Tú
no eres un alma víctima?
LUZ AMPARO: Bueno, según
qué víctima digas. ¿Qué clase de víctima,
eh?
LA VIRGEN: Mi Hijo te ha
escogido para salvación de las almas. Tú también sufres.
LUZ AMPARO: Bueno, un poquito,
pero con tu ayuda venceré. Es que es tan duro esto... ¡Ay!,
pero Tú podías con tu ayuda hacer tantas cosas... ¡Ay!,
pero Tú se lo pides a tu Hijo, y luego tu Hijo, ya sabes dónde
tiene que ir: al Padre... Y el Padre nos tiene que perdonar, porque no
creo que sea tan cruel, ¿no? ¡Madre, qué pies tenía
y qué brazos!; pero la cara, ¿dónde la tenía?,
porque era el Sol lo que se veía en su cara. ¡Madre mía,
si tenemos que verle así siempre!, pues no le podemos ver. ¿Cuándo
se va a descubrir esa cara? ¡Ay!, para que le veamos.
LA VIRGEN: Nadie ha podido
ver la cara del Padre.
LUZ AMPARO: Pues, qué gracia, ¡anda que!... ¡Ay, sólo se le ve el cuerpo y la cara no! Ahí está el misterio, ¿no? Bueno, yo no quiero hablar más de misterios, porque ¡vaya cómo estáis todo lleno de misterios! ¡Ay, ay!, ese Corazón, ¿de quién es? ¡Ay, ay, ay, pero si ése es tu Hijo! ¿El de Jesús? ¡Ay!, déjame que le toque. ¡Ay!, pero ¡también tiene espinas! ¡Vaya, cómo somos de buenos!, ¿eh? Tú Corazón tiene espinas y el de tu Hijo también. ¿No puedo tocar ninguna? Pues, déjame que le toque sólo un pie... ¡Qué frío estás!, ¿eh?, pues, ¿dónde estás por ahí? ¡Ah, qué frío! Vaya, vaya, ¿dónde estaréis? Ahora beso el
pie tuyo, sólo el dedo gordo, sólo... ¡Ay, qué
grande eres, ay! No hay otra cosa tan grande como lo vuestro, ¿eh?;
pero lo que tienes que hacer es quitarnos ya de aquí, porque otro
día, y otro día...; además ni arriba ni abajo. ¿Adónde
me tienes? Pues quítame de aquí ya, y súbeme ahí.
¡Ay! ¡Ay, yo no quiero irme de aquí, no! ¡Ay,
aunque... (palabra ininteligible) nadie, no quiero irme! ¡Ay...,
no, no quiero! Porque Tú no sabes lo que hay por ahí abajo,
¿eh? ¡Ay..., qué malpensadas son!, ¿verdad?
¡Ay!, pero no digas su nombre, porque yo también lo sé,
¿eh? Qué malicia, ¿verdad? Pero Tú lo sabes
todo; pues yo no quiero bajar allí abajo. ¡Ay, ay!, no quiero,
¡ay...! Yo quiero estar aquí, déjame aquí, pues
otro ratito, ¡ay...! ¿Quién tuvo la culpa que estuviéramos
ahí abajo?, ¡di!, porque ¡con lo bien que podíamos
estar aquí...!
LA VIRGEN: ¡Cuántos
se ríen, hija mía!, pero ¡pobres almas!
LUZ AMPARO: Pero hay otros
que tampoco se ríen, que les gusta que les digas cosas. ¡Ay!
LA VIRGEN: Dichosos los ojos
que ven y los oídos que oyen.
LUZ AMPARO: ¡Ay, ay,
no me dejes! ¡Ay, no me mandes para abajo... otra vez! ¡Ay,
Tú no sabes qué lucha! Anda que... ¿Y cuándo
me puedo yo ganar mi morada?, porque ¡ya está bien!, ¿eh?
LA VIRGEN: Te dije que te
estaba puliendo. Todavía te falta que pulir.
LUZ AMPARO: Pues, anda, que
¡cuántos años para pulir! ¡Ay!, pues, déjame
sin pulir ya y súbeme arriba del todo; no quiero que me termines
de pulir.
LA VIRGEN: Piensa, hija mía,
que en el Cielo no entrará carne ni pecado, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Anda que,
entonces, yo también, venga de pecar y pecar!, ¿no? ¡Ay!,
pues, es que ¿por qué no somos de otra forma? ¡Ay!,
bueno, ya que no quieres que esté contigo, pues dame fuerza, ¡dame
fuerza!; pero, también a todos los que están siguiendo esto;
porque ¡vaya jaleo muchas veces!, ¿eh? Tú eres la que
tienes que hacerlo, porque, claro, Tú eres Madre.
LA VIRGEN: No se puede hablar
de Dios, y estar en contra de Dios.
LUZ AMPARO: ¡Ay...! ¿Quién está en contra de Dios? Anda, pues Tú dales un toquecito, ¿verdad? ¡Ah!, con tu gracia; pero ¿sabes por qué es?, porque no hacen penitencia, ni sacrificio. Si hicieran penitencia verías cómo se ocupaban sólo de eso. ¡Ay, qué
grande eres! Bendícenos con ese Corazón que tienes, con la
cruz que Tú haces.
LA VIRGEN: Os bendigo como
el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, qué
bien se te da hacer esa cruz, ¿eh? Bendícenos Tú ahora
con la cruz que Tú quieras.
LA VIRGEN: Yo, como Madre
de la Iglesia, os haré la cruz de la Iglesia.
LUZ AMPARO: ¡Ay, pues
vaya plan!, ¿eh? ¡Y tu Hijo también es de la Iglesia!
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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23 juin 1984
La Sainte Vierge: Mes enfants, Je commence
par vous dire .
La Sainte Vierge: Tu sais que suivre le
Christ c'est emprunter le chemin de la souffrance; prends la croix, charge-la
et suis-Le.
La Sainte Vierge: Je vous bénis,
Mes enfants, comme Le Père vous bénit, par l'intermédiaire
du Fils et avec le Saint Esprit.
23 JUIN 1984 La Sainte Vierge: Mes enfants, Je commence
par vous dirè' : Pénitence! Et Je terminerai en vous disant:
Pénitence! Dans toutes Mes manifestations, Mes enfants (Elle continue
dans une langue inconnue). Voilà Mon premier mot: Pénitence,
Pénitence! Pour suivre le Christ, il ne faut pas repousser la Croix;
il faut la
fiait et Lui donnait des soufflets, n ne
détournait pas la tête. Insulter... c'est pour les autres,
Mes enfants; Lui n'insultait person- ne, n subissait tous ces outrages
avec humilité... (Elle parle dans une langue inconnue). Je t'ai
déjà dit, en une occasion, Ma fille, ceux- la mêmes
qui crucifiaient le Christ..., ( Amparo continue à pleurer tandis
qu'elle transmet le message. On entend quelques mots incompréhensibles).
péchés du monde. ..
Pour tous les péchés du monde. Cet acte d'hu- milité
sert de réparation pour les âmes. Combien d'âmes, Ma
fille, désirent qu'on leur Pâr1e de leur Mère, de leur
Mère céleste, car ils n'ont personne qui leur en parle. Voilà
pourquoi Je dis qu'il y a grande nécessité partout dans le
monde, dans tous les coins du monde, dans les quatre angles de la Terre,
l'ennemi est dans ces quatre coins de la terre, pour voir qui emportera
le plus grand nom- bre [d'âmes]. C'est pourquoi Je vous demande,
dès aujourd'hui, de parler du Christ, d'annoncer l'Evangile et la
Doctrine que le Christ a donné à ses disciples.
Amparo: Laisse-moi Te toucher un
peu. Ah ! Quelle grande chose je ressens dans mon cœur! Ah! Que Tu es grande
1... Que Tu es grande!... :J:\!squ'à quand, jusqu'à quand
vas-Tu me lais-
. '"
La Sainte Vierge: Je vous bénis, Mes enfants, comme le Père vous bénit, par l'intermé~e du Fils et avec le Saint Esprit. Au revoir, Mes enfants, Au revoir ! MENSAJE DEL DÍA 23 DE JUNIO DE 1984 EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hijos míos, os empiezo diciendo: ¡penitencia! Y os acabaré diciendo: ¡penitencia! En todas mis manifestaciones, hijos míos, es... (Continúa en idioma desconocido). Esta es mi primera palabra: ¡penitencia, penitencia!, hijos míos. Para seguir a Cristo no hay que rechazar la cruz; hay que cargarla y seguirle, no pisotearla y ultrajarla. Cuando Dios os manda una prueba, hijos míos, hay que aceptarla con humildad; porque con esa prueba, si vosotros la lleváis con humildad, hijos míos, podréis alcanzar el Reino de los Cielos. Seguid a Cristo por el camino del Evangelio. No es fácil seguir a Cristo, hijos míos, porque seguir a Cristo es seguir por el camino del dolor y de la penitencia. Mira, hija mía, mira todos estos buenos mártires de Cristo, hijos míos. Tú míralos, no fueron uno, ni dos, ni tres: fueron centenares los que murieron por Cristo. Todos éstos fueron mártires por defender a Cristo, hijos míos. No seáis cobardes, porque cuando os llegue la prueba dura, no vayáis a rechazar la doctrina de Cristo y el nombre de Cristo. ¡Si es preciso morir por Cristo, se muere por Cristo! Él murió por vosotros, y era inocente; vosotros, si morís por Cristo, sois pecadores, hijos míos; pero alcanzaréis el Reino de Cristo. Todo el que muere por Él, recibirá su gran recompensa: Dios da ciento por uno a cada persona que sigue a Cristo, hijos míos. Seguid el camino del Evangelio; publicadlo por todas las partes del mundo, por todos los rincones de la Tierra. Seguir a Cristo no es sólo hablar de Cristo; es imitarle en la pobreza, en la castidad y en la humildad. Cuando le estaban crucificando y le abofeteaban, Él no volvía la cara. Insultar... para los demás, hijos míos; no insultaba a nadie, lo recibía con humildad todas esas... (Habla en idioma desconocido). Ya te dije en una ocasión, hija mía, los mismos que estaban crucificando a Cristo... (Luz Amparo continúa llorando mientras transmite el mensaje. Se escuchan algunas palabras ininteligibles). Por eso os pido, hijos míos: sed humildes, humildad os pido; con humildad podréis alcanzarlo todo. Cristo no devolvió las bofetadas, hija mía; pidió a su Padre que los perdonase, porque no sabían lo que hacían. Cuando abría su boca, le escupían en ella, hija mía; ¡con qué ojos de caridad los miraba! Tú has visto estas escenas de la Pasión de Cristo. Cuando piensas en Cristo, lo que sufrió en la Cruz, no eres capaz, hija mía, de cometer ninguna falta. Pensad en Cristo Jesús, pensad en Cristo en la Cruz, veréis cómo no tenéis tiempo para ocuparos de las cosas humanas del mundo, hijos míos. ¡Cómo moría Cristo en la Cruz por los mismos que le estaban crucificando!... ¡Con qué amor los miraba!... No los rechazó en ningún momento, y hubiera tenido motivos para rechazarlos, porque Él tuvo el Corazón... —su boca se secaba—, y se desgarraba su Corazón de dolor, de ver que estaba muriendo por la Humanidad, y la Humanidad no iba a querer salvarse. No todos van a salvarse, hijos míos; se salvará el que cumpla con los mandamientos de la Ley de Dios. Publicad el Evangelio, el Santo Evangelio, por todos los rincones de la Tierra. No seáis cobardes. Yo lo estoy diciendo hace mucho tiempo —intentad, hijos míos—: los discípulos de Cristo iban de pueblo en pueblo; donde los rechazaban seguían adelante, se sacudían el polvo y no miraban atrás; seguían adelante, publicando el Evangelio por todas las partes. Tú, hija mía, sé humilde; ya sabes que sin humildad no se puede alcanzar el Cielo. Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Por todos los pecados del mundo, hija mía. Este acto de humildad sirve para la reparación de las almas. ¡Cuántas almas, hijos míos, están deseando que se hable de su Madre, de su Madre celestial, porque nadie tienen quien les hable de Ella! Por eso os digo, hijos míos, que hay mucha necesidad en el mundo, en todos los rincones del mundo, en los cuatro ángulos de la Tierra, porque el enemigo está entre esos cuatro ángulos, a ver cuál puede llevarse mayor número. Por eso os pido que, desde hoy mismo, habléis de Cristo, publicando el Evangelio y la doctrina que Cristo dio a sus discípulos. No dejéis que el enemigo se apodere de más almas, porque este número de almas, que está sellando, es muy grande, hijos míos. No dejéis ni un segundo de publicar el Evangelio. Hablad de Cristo, hijos míos, pero imitadle a Cristo también. Si tenéis dos túnicas —ya os he dicho en otra ocasión—, quedaos con una, y dadle la otra al que lo necesita. ¿De qué le vale al hombre tener todas las riquezas del mundo, si en un segundo va a perder su alma? No estéis aferrados a las cosas terrenas, hijos míos; sólo Dios puede salvaros, y si seguís su camino, no os defraudará, hijos míos. Pedid por las almas consagradas —¡las ama tanto mi Corazón!—; pero ¿cuántas, cuántas corresponden a ese amor, hijos míos? Pedid para que en ellas también... (Se expresa en idioma desconocido). Vuelve a besar el suelo por las almas consagradas... Por las almas consagradas; ¡las ama tanto mi Corazón!..., y ¡qué mal corresponden a este amor algunas de esas almas! Penitencia acabo
pidiéndoos, hijos míos, penitencia. En todos los lugares
donde me he manifestado, he pedido penitencia y sacrificio. Por eso os
pido que con la penitencia y con el sacrificio, podéis seguir a
Cristo, hijos míos, porque el enemigo no podrá con vosotros.
Tiene mucho poder la penitencia, para que el enemigo no os pueda ante vuestra
alma, hijos míos.
LUZ AMPARO: Déjame
que te toque un poquito... ¡Ay, qué cosa siento más
grande dentro del pecho! ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay,
qué grande eres! ¿Hasta cuándo, hasta cuándo
me vas a tener aquí?... ¡Yo quiero quedarme! ¡No quiero
bajar más para abajo! ¡Ay!, yo te digo que ¿hasta cuándo?
¡Ay!
LA VIRGEN: Vas a beber unas
gotas del cáliz del dolor.
LUZ AMPARO: ¡Ay!, sí,
¿también?... ¡Ay, ay, qué amargo está,
ay...! ¡Ay, ay, qué amargo! ¡Ay, ay, qué poco
queda...! ¡Ayyy...!
LA VIRGEN: Qué poco queda del cáliz del dolor, hijos míos. Estad preparados; estando preparados no hay que tener miedo a nada. Cuando el cáliz se acabe, hijos míos, será horrible. ¡Será horrible, hijos míos! Por eso os pido, como Madre de amor y misericordia, que os arrepintáis de vuestros pecados, que confeséis vuestras culpas, y os acerquéis al sacramento de la Eucaristía. Pero no tengáis
miedo, hijos míos; estando con Dios, ¿a quién podéis
temer? Lo mismo te digo a ti, hija mía: no tengas miedo a quien
pueda matar tu cuerpo, ten miedo a quien pueda matar tu alma o condenarla
para la eternidad, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡No!, ¿me
voy a condenar después de tanto tiempo? Pues, que si se están
salvando otras almas, ¡no me vas a permitir que me condene yo!
LA VIRGEN: Si te dijese,
hija mía, que estás salvada, tu soberbia, tu soberbia podría
más que la humildad, hija mía.
LUZ AMPARO: ¡Ay, que
no, que no, que yo quiero saberlo! Pero te prometo que no tendré
soberbia.
LA VIRGEN: No te lo puedo
decir, hija mía.
LUZ AMPARO: Pues, ¡vaya!
LA VIRGEN: Ya sabes que seguir
a Cristo es por el camino del dolor; coge la cruz, cárgatela y síguele.
LUZ AMPARO: Pues eso hago...
Bueno, por lo menos, por lo menos nos das un poquito de ánimo. Nos
podemos salvar, ¿verdad?
LA VIRGEN: Claro que os podéis
salvar, hijos míos; depende de vosotros vuestra salvación
y vuestra condenación.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué
alegría si estás con nosotros todos los días, aunque
no te veamos; pero Tú nos ayudas! ¡Ay!
LA VIRGEN: Mi Corazón
Inmaculado triunfará sobre toda la Humanidad.
LUZ AMPARO: Pues, ¿cómo
va a triunfar tu Corazón? Ya nos puedes esconder, ¡eh!, a
tu lado. ¡Ah..., Madre mía, qué guapa eres! ¡Ay,
ah..., qué hermosura! ¡Ay, qué cosa más guapa!
¡Ay, ah..., ay! ¿Nos vas a bendecir los objetos?
LA VIRGEN: Levantad todos
los objetos; todos serán bendecidos...
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué alegría! ¡Ay, qué buena eres!, ¿eh? Yo creo que Tú no vas a permitir que nos condenemos, porque Tú si eres nuestra Madre..., no lo vas a permitir, ¿a que no? ¡Ay...!, pero ya lo haremos: el sacrificio y la oración; te ayudaremos a Ti y a tu Hijo, pero Tú tienes que ayudarnos; y te vuelvo a decir que Tú le pidas a tu Hijo, para que tu Hijo le pida al Padre, y el Padre nos perdone a todos. ¡Ah...,
ay, sí, nos vamos a acordar mucho del Padre Eterno!
LA VIRGEN: Está olvidado,
hijos míos, el Padre Eterno está olvidado.
LUZ AMPARO: Pues, yo no lo
tengo olvidado. Todos tenemos que acordarnos del Padre Eterno, porque será
el que nos juzgue. ¡Ay!, pues todos le queremos. ¡Ah..., bendícenos!
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós,
hijos míos. ¡Adiós!
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