1er Janvier 2000
Notre Seigneur : Assieds-toi, ma
fille.
Oui, mes enfants, âmes de prédilections de mon Coeur. Je vous répète de nouveau, mes enfants, vous qui êtes mes amis et qui, selon vos dires, vous targuez de l'être, un ami, s'il est vraiment bon, ne peut décevoir un ami, or beaucoup d'entre vous, mes enfants, vous êtes dans les ténèbres, vous n'avez pas la crainte du péché et vous ne le méprisez pas, vous menez une vie voluptueuse, mes enfants, Est-ce là aimer votre Maître et Seigneur ? Renoncez à tant de confort, mes enfants, à tant de plaisirs que vous donnez à votre corps. Mes enfants, vous ne désavouez pas le péché et vous perdez ma présence. Changez vos vie, Je l'exige de vous, mes enfants. Priez, faites des sacrifices. Priez beaucoup et arrachez l'ivraie que vous portez au fond de votre coeur, mes enfants. Et lorsque, vous aurez changé de vie, Moi, les bras ouverts, Je vous embrasserai fraternellement et avec amour, et Je comblerai votre âme de grâces, mes enfants. Mais comment pouvez-vous penser qu'en vivant (beaucoup d'entre vous en tout cas) comme vous le faites, toute la Majesté de Dieu ne soit pas outragée et foulée aux pieds ! Car vous avez fait un pacte avec Dieu et vous ne le respectez pas... Soyez des pasteurs zélés de mon Eglise, mon Coeur a une prédilection pour vous, et vous, au lieu de Me défendre, mes enfants, - car vous avez plus que quiconque l'obligation de le faire -, vous Me foulez aux pieds et Me méprisez. Savez-vous pourquoi, mes enfants ? Parce que ce n'est pas de l'amour que vous ressentez pour Moi. Et savez-vous pourquoi vous n'avez pas atteint l'Amour ? Parce que vous n'êtes pas parvenus à l'humilité. Soyez humbles, et vous verrez comme vous atteindrez l'Amour. Vous avez perdu la présence de Dieu parce que Je ne suis présent, mes enfants, ni dans ce que vous dites ni dans ce que vous écoutez ; ni dans vos promenades, ni dans vos occupations. Vous m'avez écarté de toutes vos actions, mes enfants ; c'est pourquoi vous avez perdu la présence du Dieu Très Haut. Si J'étais présent dans vos sens, Je serais présent en vous avec mon essence et ma puissance divines, mes enfants, et rien ni personne n'aurait de pouvoir contre vous, vous vaincriez les tentations. Je veux une rénovation dans
l'Eglise, de pasteurs fidèles à la doctrine de l'Evangile.
Luz Amparo : Oh!... Combien : José, Carlos, Aquilina, Jesus, Antonio... Oh, combien ! Notre Seigneur : Tous ceux qui ont
reçu des grâces spéciales en ce lieu, ma fille, sont
sauvés et jouissent de la divine présence de Dieu. Ceci dit
pour les hommes qui demandent pourquoi Je me manifeste. Combien d'âmes
s'adonneraient aux plaisirs mondains si mes avertissements ne les en avaient
détournées.
MENSAJE DEL DÍA 1 DE ENERO DE 2000, SANTA MARÍA, MADRE
DE DIOS,
EL SEÑOR: Siéntate, hija mía. Hijos míos, orad mucho. Orad por la situación del mundo. Orad por mis pastores. Sí, hijos míos, almas queridas de mi Corazón, os repito otra vez, hijos míos, aquéllos que sois amigos míos y así os jactáis de decirlo. Un amigo no puede defraudar a otro amigo, siendo un buen amigo, y muchos de vosotros, hijos míos, estáis en tinieblas; no tenéis temor al pecado ni lo despreciáis; vivís una vida regalada, hijos míos. ¿Eso es amar a vuestro Dueño y Señor? Renunciad a tantas comodidades, hijos míos, a tantos gustos como le dais al cuerpo, hijos míos. Hijos míos, no repudiáis el pecado y perdéis mi presencia, hijos míos. Cambiad vuestras vidas, os lo exijo, hijos míos. Orad, haced sacrificios. Orad mucho y arrancad de dentro de vuestro corazón la mala hierba que lleváis, hijos míos. Y cuando cambiéis de vida, yo, con los brazos abiertos, os daré un abrazo de fraternidad y de amor, y llenaré vuestra alma de gracias, hijos míos. Pero ¿cómo pensáis que viviendo, muchos de vosotros, como vivís..., toda la Majestad de Dios, que es ultrajada y pisoteada, porque hicisteis un pacto con Dios, hijos míos, que no lo cumplís...? Sed pastores celosos de mi Iglesia, que mi Corazón tiene preferencia por vosotros, y vosotros, en vez de defenderme, hijos míos, que tenéis más obligación que nadie de defenderme, me pisoteáis y me despreciáis. ¿Sabéis por qué, hijos míos? Porque no es amor lo que sentís por mí; y ¿sabéis por qué no habéis alcanzado el amor? Porque no habéis alcanzado la humildad. Sed humildes, veréis cómo alcanzáis el amor. Habéis perdido la presencia de Dios, porque no estoy presente ni en vuestras palabras, ni en vuestros oídos, ni en vuestros paseos, hijos míos, ni en vuestros trabajos. No me tenéis presente en ninguna de vuestras acciones, hijos míos; y por eso la presencia de todo un Dios la habéis abandonado. Si yo estuviera presente en vuestros sentidos, estaría en esencia, presencia y potencia, hijos míos, y nada ni nadie podría contra vosotros; venceríais las tentaciones. Quiero una renovación en la Iglesia de pastores fieles a la doctrina del Evangelio. Tú, hija mía, no te dé miedo de nada, no te calles ni una sola palabra de las que te digo; es para bien de sus almas, hijos míos. Es para evitarles el caer, unos en la profundidad del Infierno y otros en el Purgatorio. Muchos años llevan en el Purgatorio, hija mía; mira éstos: éste lleva cincuenta años en el Purgatorio. Mira este otro, hija mía: lleva cuarenta años en el Purgatorio. Mira sacerdotes y mira párrocos, hija mía. Años y años estarán sufriendo en el Purgatorio. Y por una gracia muy especial no han caído en el Infierno, hija mía. Corregid vuestras vidas, hijos míos, almas queridas de mi Corazón. Renovad vuestro espíritu y sed celosos de la Iglesia y trabajad para vuestro Señor y Dueño. Soy dueño de todo lo vuestro, hijos míos; me pertenecéis de la cabeza a los pies. Por eso, os pido que, aquello que habéis dejado en el olvido, la oración, el sacrificio, os lo vengo a recordar. Pero muchos de vosotros, hijos míos, sois tan soberbios que no reconocéis la situación de vuestras almas, hijos míos. Pero sí que vuestra soberbia no os hace reconocer que yo me manifiesto para salvar a los hombres, y entre los hombres estáis vosotros, hijos míos. Y siempre estáis diciendo que tantos mensajes y tantos mensajes; pero ¿hacéis caso de los mensajes, hijos míos? Os vengo a recordar que cumpláis el Evangelio. Si lo cumplierais, hijos míos, no vendría a traeros tantos mensajes como vosotros rechazáis. Pero como no cumplís, hijos míos, y os amo, os vengo a avisar y a recordaros lo que sois. Si arrancáis de vuestra alma, hijos míos, todos los vicios y os ponéis en mi presencia, yo habitaré en vosotros y no os abandonaré, porque os amo, hijos míos. ¿Qué más puede decir todo un Dios a sus criaturas? Orad mucho, hijos míos, que os habéis abandonado, y dejad los apetitos de la carne, de la gula y de toda esa vida regalada que lleváis, hijos míos. Imitad a vuestro Jesús: cómo vine al mundo y cómo me fui del mundo. Os exijo, hijos míos, que levantéis vuestra mirada a Dios y os convirtáis. Y dejad que os ayuden aquéllos que llevan el camino recto del Evangelio. No seáis ingratos, que no entráis en el Cielo ni queréis que entren los demás. Orad, haced sacrificios para luchar con las tentaciones. Y tú, hija mía, te repito: nada temas; si estoy yo, ¿quién contra ti? Todos los que acudís a este lugar, hijos míos, orad mucho por los que no oran, sacrificaos por los que no se sacrifican y haced mucha penitencia. ¡Cuántas almas se han convertido en este lugar! ¡Qué gozo sienten nuestros Corazones cuando los hombres se convierten! Orad, hijos míos, y amaos unos a otros; ése es el mandamiento que los hombres han olvidado: el mandamiento del amor. Todos los que acudís a este lugar, hijos
míos, recibiréis gracias muy especiales en la vida y en la
muerte. Pedid a vuestros ángeles custodios que custodien vuestros
pasos para glorificar a Dios. Y gracias, hijos míos, por todos aquellos
halagos y por tantos gozos y alegrías como recibo de las almas que
llegan a este lugar, habiendo cambiado su vida de pecado y de destrucción.
Recibieron las gracias y construyeron sus vidas; y hay muchos en el Cielo
de los que han recibido esas gracias en el Prado. Mira, hija mía,
cuántos...
LUZ AMPARO: ¡Huy!, José, Carlos, Aquilina,
Jesús, Antonio... ¡Huy, cuántos!
EL SEÑOR: Todos los que han recibido gracias especiales en este lugar, hija mía, están salvos y gozando de la divina presencia de Dios. Para que los hombres digan que por qué me manifiesto. Cuántas almas estarían entregadas a placeres mundanos si no hubiera sido por mis avisos. Orad, hijos míos, y haced bien los trabajos
de cada día y ordenad vuestro espíritu. Muchos de vosotros
seréis sellados. Acercaos a los sacramentos, hijos míos,
a la Penitencia; haced visitas al Santísimo y amad nuestros Corazones.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con es... peciales bendiciones... (Interrumpe Luz Amparo con exclamaciones). Para evitaros de tantos males como hay en el mundo, hijos míos. Llevad siempre vuestro rosario en el bolsillo, que os protegerá de muchos lobos que están al acecho para devorar a la primera presa que cojan. Han sido bendecidos para evitar las tentaciones. Os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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5 février 2000 Notre-Seigneur : N'aie pas honte, ma fille (de t'asseoir), n'en sois pas humiliée. C'est Moi qui te frappe et qui t'envoie ta maladie, en réparation des offenses des hommes, des désobéissances de bien des pasteurs. La Très Sainte Vierge : Je vous remercie, mes enfants, vous tous qui venez vénérer mon Nom. Chaque Ave Maria que vous priez en ce lieu est un pétale de rose que vous aurez au Paradis. Les hommes ont oublié le Rosaire, une si belle prière pour les familles !... Et ils ont jeté dans l'oubli tous les principes religieux. Ils ne pensent qu'à leurs études, à leurs carrières, mes enfants. Or plus il apprennent, plus il pensent avoir de sagesse, moins ils comprennent Dieu et moins il croient à la sagesse divine. Ah, mes enfants, qu'ont fait les hommes du globe terrestre ? Il ne pensent qu'à la matière. Et l'esprit, mes enfants ? Notre-Seigneur : Voyez : Je prends celui qui est faible et Je le rends fort, celui qui est inculte Je le rends sage. Ah, la sagesse qui vient de Dieu ! C'est celle qui peut diriger l'homme, en son corps et en son âme ! Mais malheur à tous ceux qui ne pensent qu'à leurs études et à leurs carrières ; à ceux qui recherchent les études les plus hautes pour ambitionner le poste le plus élevé. Ils ont oublié la grandeur la plus noble, qui est la grandeur de Dieu ! C'est pourquoi, Je dis, mes enfants : que celui qui se prend pour le plus grand se reconnaisse comme le plus petit. Et ne méprisez pas, mes enfants, n'écrasez pas les plus incultes, parce qu'ils pourraient bien être les plus sages, mes enfants. Ce n'est pas dans un livre que l'on apprend la sagesse ; elle vient du Coeur de Dieu, c'est la reine des sagesses. Les autres sagesses servent à l'homme pour la recherche, et pour vouloir parvenir au sommet afin d'être des dieux. Ce sont des sagesses humaines qui souvent aident plus l'homme à se damner qu'à se sauver ; et combien d'âmes incultes et humbles ont la sagesse de Dieu, sans avoir jamais lu un livre, mes enfants ! Ah, mes enfants, ne vous laissez pas tourner la tête par ceux qui se croient sages et puissants ! C'est à cause d'eux que mon Coeur souffre le plus, parce que l'orgueil les empêche d'être humbles et simples, ils se croient supérieurs à tous les êtres humains. Ayez le coeur pur, mes enfants, aimez-vous les uns les autres, pensez avec la pensée même de Dieu ; vivez dans l'unité et dans l'amour, c'est ce qui plaît à mon Coeur. A quoi sert-il à un homme d'être savant, s'il ne sait pas aimer, partager et communiquer avec les autres ! Où allais-Je, mes enfants ? A la recherche des pauvres, des nécessiteux, des incultes, des déshérités. Je suis votre Maître, et le Maître est plus que le disciple. L'amour, voilà la science la plus importante, vous l'avez oubliée, et le monde est en train de se détruire parce que les hommes n'ont pas d'amour les uns pour les autres, ils ont perdu la joie, le bonheur, parce que leurs coeurs sont des blocs de glace. Moi, Je suis le feu qui fait fondre les coeurs. Venez à Moi, Je suis le feu qui fait fondre les coeurs et Je rendrai votre coeur semblable au Mien, afin que vous partagiez les uns avec les autres vos peines et vos joies, et que vous communiquiez les uns avec les autres, mes enfants. Que seriez-vous devenus si Je m'étais caché et si Je n'étais pas venu dans le monde afin d'enseigner aux hommes les vérités pour se sauver! Je demande l'unité entre vous, et que personne ne se croie supérieur à l'autre. Si le monde est dans la situation où il se trouve, c'est parce que chacun se croit d'un rang supérieur à l'autre. Comme ils sont beaux, les mots de simplicité et d'humilité ! Celui qui cherchait Jésus le trouvait ; on cherchait Marie, et elle était toujours disposée à être avec les pauvres et les nécessiteux. Soyez des fleurs vivantes, ne soyez pas des fleurs coupées. La prière doit servir à adoucir le coeur, elle ne doit pas être routinière. Je veux des coeurs brûlant de l'amour divin. Ne voyez-vous pas que le monde est dans cette situation par manque d'amour ? Les hommes ne s'aiment pas, ils se méprisent, ils se croient supérieurs les uns aux autres, ils ont perdu le regard de Dieu. Toute leur action est une routine, et ils ont oublié la grandeur du Créateur. Soyez humbles, mes enfants ; éloignez-vous de ceux qui vous flattent et vous donnent des tapes dans le dos ; de ceux qui vous donnent titres et honneurs. Soyez simples et humbles, et rendez votre coeurs semblable à celui de Jésus. Accourez en ce lieu, mes enfants. Combien d'âmes se sont sauvées en venant ici ! Mes pasteurs ne veulent pas l'admettre mais vous savez pourquoi, mes enfants ? Parce que à la plupart d'entre eux, il manque l'humilité, pour reconnaître que Je peux me manifester à une femme inculte et lui communiquer mes grandeurs. Ils ne sont pas humbles, ma fille, pour admettre que Dieu peut faire et défaire ce qu'Il veut. C'est pourquoi ils ne sont pas capables de l'accepter et ils sont constamment en train de piquer avec l'aiguillon et de voir comment ils sont faire, votre siège pour vous attaquer, mes enfants. Vous devez vous défendre avec des paroles humbles et avec la vérité. Ne vous servez pas du mensonge, mes enfants, la vérité, c'est le Christ et si vous êtes avec Moi, vous n'êtes pas contre Moi. Pourquoi doivent-ils vous mépriser et vous écraser de cette manière, mes enfants ? Vous êtes des fils de l'Eglise, reconnus par l'Eglise, même si beaucoup d'entre eux ne veulent pas l'admettre. Vous, mes enfants, aimez beaucoup l'Eglise, aimez le Saint-Père, approchez-vous des sacrements et demandez de l'aide pour pouvoir supporter toutes ces attaques directes et indirectes. Mais soyez courageux, mes enfants, n'ayez pas peur et ne vous laissez pas impressionner, parce que c'est vous qui obéissez à l'Eglise et qui servez l'Eglise. Je vous demande surtout, à vous qui vivez en communauté, d'être courageux, et Je vous répète que vous êtes des fils de l'Eglise, même si beaucoup d'entre eux ne veulent pas vous reconnaître comme tels. Mais ne vivez pas dans votre coin, et ne manquez pas de vous défendre. Défendez-vous avec la vérité, mes enfants, Soyez humbles et aimez-vous les uns les autres. La Très Sainte Vierge : Et merci, mes enfants, pour vos prières et pour tant et tant d'Ave Maria que J'entends en ce lieu. Venez en ce lieu, vous y recevrez beaucoup de grâces, mes enfants, pour votre santé et pour votre salut. Levez tous les objets, ils seront tous bénis avec des bénédictions spéciales pour les pauvres pécheurs. Je vous bénis, mes enfants, comme le Père vous bénit par l'intermédiaire du Fils et avec l'Esprit-Saint. MENSAJE DEL DÍA 5 DE FEBRERO DE 2000, PRIMER SÁBADO
DE MES,
LA VIRGEN: Gracias, hijos míos, por todos los que
acudís a venerar mi nombre. Cada avemaría que rezáis
en este lugar es un pétalo de rosas que tendréis en el Paraíso.
El Rosario... los hombres lo han olvidado: ¡una plegaria tan hermosa
para las familias!, y todos los principios religiosos los hombres los han
echado en el olvido. Sólo piensan, hijos míos, en tener carreras,
en aprender, y cuanto más aprenden y más sabiduría
se creen que tienen, menos comprenden a Dios y menos creen en la sabiduría
de Dios. ¡Ay, hijos míos!, ¿qué han hecho los
hombres, del globo terrestre?; sólo están pensando en la
materia; ¿y el espíritu, hijos míos?
EL SEÑOR: Mirad, yo cojo lo flaco y lo hago fuerte, y lo inculto y lo hago sabio. ¡Ay de la sabiduría que viene de Dios, ésa es la que puede regir al hombre en el cuerpo y en el alma! Pero, ¡ay, todos aquéllos que sólo piensan en carreras y cuál de ellas mayor, para ver cuál es el mayor, y han olvidado la mayor grandeza, que es la grandeza de Dios! Por eso digo, hijos míos: el que se crea el mayor, que se reconozca como menor. Y no despreciéis, hijos míos, ni anuléis a los más incultos, porque pueden ser los más sabios, hijos míos. La sabiduría no se aprende en un libro, la sabiduría viene del Corazón de Dios, ésa es la reina de las sabidurías; las otras sabidurías sirven al hombre para indagar y querer llegar a las alturas para ser dioses. Ésas son sabidurías humanas, que muchas veces le sirven al hombre para condenarse más que para salvarse; y ¡cuántas almas incultas, humildes, tienen la sabiduría de Dios, sin haber leído un libro, hijos míos! ¡Ay, hijos míos, no os enloquezcáis por los que se creen sabios y poderosos! Son por los que más sufre mi Corazón, porque la soberbia no les deja ser seres humildes y sencillos, se creen superiores a todos los seres humanos. Sed limpios de corazón, hijos míos; amaos unos a otros; pensad con el mismo pensamiento de Dios; vivid en unidad y amor, eso es lo que agrada a mi Corazón. ¿De qué sirve un hombre sabio, si no sabe amar, ni compartir, ni comunicarse con los demás? ¿Dónde iba yo, hijos míos?: a buscar a los pobres, a los necesitados, a los incultos, a los desvalidos. Yo soy vuestro Maestro, y el Maestro es más que el discípulo. El amor, ésa es la carrera más importante, que la habéis olvidado, y el mundo se está destruyendo, porque los hombres no tienen amor unos con otros, han perdido la alegría, la ilusión, porque sus corazones son bloques de hielo. Yo soy fuego que derrito los corazones. Venid a mí, que yo derretiré vuestros corazones y haré vuestro corazón semejante al mío, para que compartáis unos con otros vuestras penas, vuestras alegrías, y os comuniquéis unos con otros, hijos míos. ¿Qué hubiera sido de vosotros si yo me hubiese ocultado y no hubiese salido al mundo a enseñar a los hombres las verdades para salvarse? Unidad pido unos con otros y que nadie se crea superior a otro. Por eso está el mundo en estas condiciones, porque cada uno se cree mayor que el otro, en rango. ¡Qué palabra tan hermosa la sencillez y la humildad! Quien buscaba a Jesús lo encontraba, y a María la buscaban y siempre estaba dispuesta a estar con los pobres y los necesitados. Sed flores vivas, no seáis flores ajadas. La oración tiene que servir para ablandar el corazón, no tiene que ser de rutina. Quiero corazones ardientes de amor divino. ¿No veis que el mundo está en esta situación por falta de amor? Los hombres no se aman, se desprecian, se creen superiores unos a otros, han perdido la mirada de Dios, todo lo han hecho una rutina y se han olvidado de la grandeza del Creador. Sed humildes, hijos míos, y retiraos de aquéllos que os halaguen y os den palmadas en la espalda, y de aquéllos que os den títulos y honores. Sed sencillos y humildes, y haced vuestro corazón semejante al de Jesús. Acudid a este lugar, hijos míos. ¡Cuántas almas se han salvado viniendo a este lugar! Mis pastores no quieren reconocerlo, pero ¿veis, hijos míos, por qué no quieren reconocerlo? Porque a la mayoría de ellos les falta la humildad para reconocer que a una mujer inculta puedo manifestarme y comunicarle mis grandezas. No son humildes, hija mía, para reconocer que Dios puede hacer y deshacer lo que quiera. Por eso no son capaces de aceptarlo y están constantemente clavando el aguijón y a ver cómo os van rodeando para atacaros, hijos míos. Tenéis que defenderos con palabras humildes y con la verdad. No vais con la mentira, hijos míos; la verdad es Cristo, y si vosotros estáis conmigo no estáis contra mí. ¿Por qué os tienen que despreciar y anular de esta manera, hijos míos? Sois hijos de la Iglesia, reconocidos por la Iglesia, aunque muchos de ellos no quieran reconocerlo. Vosotros, hijos míos, amad mucho a la Iglesia, amad al Santo Padre, acercaos a los sacramentos y pedid ayuda para poder soportar todos estos ataques directos e indirectos. Pero sed valientes, hijos míos, y no os acobardéis, porque vosotros cumplís con la Iglesia y servís a la Iglesia. Sobre todo, os pido, a aquéllos que
vivís en comunidad, que seáis valientes, y os repito que
sois hijos de la Iglesia, aunque no quieran, muchos de ellos, reconoceros
como hijos de la Iglesia. Pero no os arrinconéis y no os defendáis
(1); defenderos con la verdad, hijos míos. Sed humildes y amaos
unos a otros.
LA VIRGEN: Y gracias, hijos míos, por vuestras oraciones y por tantas y tantas avemarías como escucho en este lugar. Acudid a este lugar, que recibiréis muchas gracias, hijos míos, para vuestra salvación y para vuestra salud. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores... Os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
(1) Construcción gramatical extraña; es como si dijera:
“No os quedéis arrinconados, ni dejad de defenderos, sino defendeos
con la verdad”.
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4 mars 2000
La Très Sainte Vierge : Comme
tant et tant de fois, Me voici, ma fille, Moi, la Mère des affligés,
la Mère des pécheurs. Je viens seulement vous demander, mes
enfants, vous supplier, de demeurer dans la foi, dans la charité,
et de ne pas défaillir, de savoir mettre à profit toutes
ces grâces que vous recevez en ce lieu, mes enfants, pour sauver
vos âmes, pour changer de vie.
Notre Seigneur : Je demande aux laïcs
d'être de bons chrétiens, de bons pratiquants, et à
mes prêtres d'être de bons pasteurs et de rassembler toutes
les ouailles qui sont éparpillées de toutes parts.
La Très Sainte Vierge : Levez
tous les objets, mes enfants, ils seront tous bénis avec des bénédictions
spéciales pour la conversion des pauvres pécheurs.
MENSAJE DEL DÍA 4 DE MARZO DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, ya estoy aquí, como tantas y tantas veces, como Madre de los afligidos, como Madre de los pecadores. Sólo vengo a pediros, hijos míos: os ruego que permanezcáis en la fe, en la caridad y que no desfallezcáis, hijos míos. Que todas estas gracias que recibís de este lugar, hijas mías, sepáis aplicarlas para la salvación de vuestras almas; para cambiar vuestras vidas. Orad, hijos míos, orad, que el mundo está falto de oración y de sacrificio. Pido a todos, hijos míos, que os reunáis para orar y que cambiéis vuestras vidas y oréis por la situación del mundo, hijos míos. Orad por aquellas almas desvalidas que se han ido de mi rebaño, para que vuelvan; por mis sacerdotes queridos de mi Corazón, para que sean fuertes y no tengan miedo a nada ni a nadie y hablen con claridad las verdades del Evangelio; para que fructifiquen en sus almas los frutos y las verdades que hay en el Evangelio; pedid para que sean fuertes, hijos míos. No seáis cobardes, hablad con claridad
a las almas y que vuestra voz llegue a lo más recóndito de
sus corazones. Os lo pide María, la Madre de Jesús, Madre
de la Iglesia, a la que tanto ama mi Corazón. Y como Madre de la
Iglesia os suplico, hijos míos, que no os abandonéis, que
no estáis solos; yo, como Madre de la Iglesia, estoy con todos vosotros.
Pero lo que mi Corazón pide es que vosotros estéis conmigo,
hijos míos. La situación del mundo es grave, aunque los hombres
están ciegos y no ven la consecuencia del pecado en los desastres
que hay en el mundo.
EL SEÑOR: Pido a los seglares que sean buenos cristianos, buenos practicantes; y a mis sacerdotes, que sean buenos pastores y que recojan todos los rebaños que hay esparcidos por todas partes. Todos los que colaboráis, hijos míos, en esta Obra, os prometo un lugar en el Cielo, hijos míos. Sed firmes y valientes y buenos trabajadores, hijos míos, porque hay mucho que trabajar, muchas ovejas perdidas que el lobo las está acechando para devorarlas; no dejéis que los lobos las devoren, hijos míos. Orad, haced penitencia y oración, practicad la caridad, hijos míos, y permaneced en la fe. Todos los que acudís a este lugar, hijos
míos, os prometo que derramaré gracias sobre vosotros y sobre
vuestros familiares, y sobre vuestras almas en especial, hijos míos.
Aseguraos el Reino del Cielo; sólo se consigue con buenas obras,
hijos míos. Guardad mis mandamientos, especialmente el nuevo mandamiento:
“Amaos los unos a los otros como yo os he amado”, hijos míos. Amad
nuestros Corazones, hijos míos, que nuestros Corazones están
sedientos de almas: de almas fieles, de almas humildes y de almas sacrificadas.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pobres pecadores... Os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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1er avril 2000
La Très Sainte Vierge : Ma fille, me voici, comme toujours. Moi, la Mère des pécheurs, la Mère des affligés. J'intercéderai devant mon Fils pour tous ceux qui viennent à Moi, afin qu'Il pardonne leurs fautes, et Je les consolerai de leurs peines et de leur tristesses. Quelle grande joie éprouvent nos Coeurs à la vue de milliers et milliers d'âmes qui viennent en ce lieu ! Et il arrive toujours, ma fille, que beaucoup d'entre elles s'en retournent converties ! Notre Seigneur : Je le répète
: comment les pasteurs de mon Église ne voient-ils pas le fruit
qui est produit en ce lieu ? Examinez donc l'arbre, vous verrez comme il
est bon, et comme il donne de bons fruits. Or que faites-vous, mes enfants
? Beaucoup d'entre vous nient qu'un Dieu Tout-Puissant puisse se manifester
à qui il veut et où il veut. Vérifiez donc les fruits,
mais sans frapper l'arbre.
La Très Sainte Vierge : Je
remercie, mes enfants, tous ceux qui viennent avec dévotion. Merci
pour tant et tant d'Ave Maria qui parviennent au Ciel. Comme ils glorifient
Dieu et comme ils honorent mon Nom ! Je vous remercie, mes enfants, d'être
fidèles à la Divine Majesté de Dieu.
MENSAJE DEL DÍA 1 DE ABRIL DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía,
estoy aquí, como siempre, como Madre de pecadores, como Madre de
los afligidos. Todo el que acuda a mí, yo intercederé ante
mi Hijo para que perdone sus culpas, y consolaré sus penas y sus
tristezas. ¡Cuánta alegría sienten nuestros Corazones
viendo que miles y miles de almas acuden a este lugar, y siempre, hija
mía, muchas de ellas se van convertidas!
EL SEÑOR: Repito: ¿cómo los pastores de mi Iglesia no ven el fruto que sale de este lugar? Examinad el árbol, veréis cómo el árbol es bueno y sale buen fruto de él. Pero ¿qué hacéis, hijos míos, muchos de vosotros?: negar que todo un Dios puede manifestarse a quien quiera y donde quiera. Examinad los frutos, pero sin machacar el árbol. Pido a todos vosotros, hijos míos, a los que acudís a este lugar: cambiad vuestras vidas, hijos míos; renovaos en la gracia y nunca perdáis la fe; acercaos a los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia. ¡Qué tristeza ver el poco respeto que hay en mi Iglesia! Hijos míos, entrad con pudor ante la Divina Majestad de Dios. Y vosotros, pastores, tenéis la obligación de avisar que entren a mi iglesia con modestia. Se ha perdido el respeto al Tabernáculo. Los hombres pasan por él como si nada hubiese dentro, sin hacer ni una genuflexión. ¿Qué respeto tenéis, hijos míos, a la Divina Majestad de Dios? He derramado
muchas gracias en este lugar y seguiré derramando. Y también
doy las gracias para todos los que colaboran en esta Obra; les daré
más del ciento por uno. Pero, ¿cómo muchos de mis
pastores dicen que se piden limosnas? Pero, ¿cómo se realizan
las obras, hijos míos?: con la ayuda de unos y otros. Se pide para
hacer buenas obras, como vosotros pedís para ayuda de la Iglesia.
¿Y por eso es un negocio, hijos míos? Respetad, respetad
esta Obra, que todos los que me estáis negando, yo os negaré
ante mi Padre.
LA VIRGEN: Gracias, hijos míos, a todos aquéllos que vienen con devoción, y por tantas y tantas avemarías que llegan al Cielo. ¡Cuánto glorifican a Dios y honran mi nombre! Gracias, hijos míos, por ser fieles a la Divina Majestad de Dios. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones muy especiales para los pobres pecadores... Os bendigo,
hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el
Espíritu Santo.
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6 mai 2000
La Très Sainte Vierge : Ma fille, Me voici encore ici présente, Moi, la Mère des pécheurs, la Mère des affligés. Comment une mère, si elle est une véritable mère, peut-elle abandonner ses enfants ? Je suis la Mère des hommes, parce que le Christ l'a voulu ainsi au pied de la Croix quand Il a dit à Jean : "Voici ta mère", (et à Moi) : "Voici ton fils". Je suis donc la Mère des hommes, et mon Coeur souffre pour eux. Notre Seigneur : Le monde, en effet, est bouleversé jusque dans ses fondements, les hommes ont oublié Dieu et beaucoup de ceux qui le connaissent sont en train de l'oublier, car ils ne respectent pas mes lois, oui, les lois du Fils du Dieu vivant ! Ils veulent planifier les voies de Dieu et lui indiquer la direction, le moment et la manière. Mais combien de fois dois-Je dire que Je me manifeste à qui Je veux, où Je veux et quand Je veux et que Je donne aux hommes la possibilité d'écouter mes paroles ? Et comme les hommes ferment l'oreille, Je continue à leur adresser ma parole avec insistance. Ma parole est la Vérité, et celui qui doute de ma parole doute de l'Esprit Vérité, et celui qui doute de ma parole doute de l'Esprit. Je viens corriger les hommes, les aider et les aimer, car Je n'ai pas cessé de les aimer. Ce sont eux qui ont cessé de m'aimer, mais Moi, Je n'ai pas cessé de les aimer. Beaucoup d'hommes marchent dans les ténèbres, et ils ne s'approchent pas de Moi qui suis la Lumière pour éclairer leur pauvres âmes. Mes enfants, J'ai les bras ouverts comme le père du fils prodigue. Venez à Moi, vous qui êtes accablés, et Je vous soulagerai, mes enfants. Aussi graves que soient vos fautes, plus grand est mon amour, mes enfants. Que de grâces vous avez reçues en ce lieu ! que de brebis perdues sont revenues au bercail ! Pourquoi donc les hommes obstinés disent-ils que mes messages sont longs, et pourquoi tant de messages... Mais le monde n'a-t-il pas besoin de ma Parole, mes enfants ? Il y en a beaucoup qui font la sourde oreille et ne veulent pas l'écouter. Ma Parole a été consignée par écrit, mais il y a aussi des aveugles qui ne veulent pas la lire et qui ne veulent pas l'écouter. Le temps est court, mes enfants, c'est pourquoi Je vous le demande : venez à Moi, et Moi Je vous déchargerai du poids de tout votre fardeau, mes enfants. Combien d'âmes sont montées au Ciel parce qu'elles ont foulé ce lieu ! N'est-ce pas une grande chose, mes enfants, que les âmes parviennent au Ciel ? Pourquoi vous efforcez-vous de Me faire disparaître ? Ecoutez ma loi, mes enfants, et mettez ma parole en pratique. Observez mes commandements, mes enfants, approchez-vous de l'Eucharistie, du sacrement de la Pénitence, et menez une vie ordonnée. Prie, ma fille, fais oraison pour que les hommes mettent de l'ordre dans leur vie et tournent leur regard vers Moi. Beaucoup d'entre eux M'ont tellement offensé qu'ils ne seraient pas dignes de mon amour. Mais Moi, ma fille, J'aime tellement les hommes que J'ai vraiment donné ma vie pour eux, et Je continue à répéter : "regardez mes mains et mes pieds", mes enfants. Mon Corps a été flagellé et outragé à cause de vos fautes, mes enfants, et Moi, Je continuais à demander pardon à mon Père pour vous. Je vous aime, mes enfants, Je suis un Père au coeur tendre ; mais considérez, mes enfants, que Je dois aussi appliquer la justice sur les hommes. Aimez Dieu de tout votre coeur et de toutes vos forces, mes enfants, et aimez-vous les uns les autres comme Je vous ai aimés. Je vous remercie, mes enfants, vous tous qui venez en ce lieu, car pour la conversion de chaque âme qui vient en ce lieu, il y a une grande fête dans le Ciel. Que de fêtes ont été célébrées au Ciel pour tant et tant d'âmes qui se sont converties ici ! Et dire que les hommes sont si entêtés et ne voient pas la réalité de ces faits ! Merci, mes enfants. Bois un peu du calice de la douleur, ma fille. (Luz Amparo prend une coupe invisible avec ses deux mains et avale quelques gouttes. On entend nettement le bruit de la déglutition. Elle a des nausées et elle tousse, en disant : Oh, comme c'est amer ! Oh !). Ma fille, offre cette amertume pour
les pauvres pécheurs. Oui, elle est très amère, l'amertume
que ressent mon Coeur quand Je vois que les âmes que J'ai crées,
ma fille, ne veulent pas venir à Moi.
Ma fille, il en coûte beaucoup de racheter les pécheurs. Sois courageuse, ma fille, et que ton coeur ne s'attriste pas. Qu'ils disent ce qu'ils voudront. Que de fois t'ai-Je dit, ma fille, que le disciple n'est pas au-dessus du Maître ? Si ton Maître a été calomnié, méprisé..., que dira-t-on de toi, ma fille ? Mais que personne ne te confonde, ma fille. Je suis la Vérité, et c'est Moi qui t'indique le chemin, jour après jour. Toi, ma fille, laisse-toi influencer par ma vérité. Ne doute pas de mes paroles ni de ma présence. Sois forte, ma fille, et ne te laisse pas ébranler, tu vacilles souvent d'un côté et d'un autre. Tu chancelles, ma fille, parce que les paroles des hommes te remplissent d'angoisse. Regarde ton Maître, et tu verras que tu ne chancelleras pas. Aime nos Coeurs, ma fille, tu ne sais pas les joies qu'on reçues nos Coeurs, car nous t'avons donné un hameçon pour attirer les âmes. Ne t'en écarte pas. Conduis-les, parle-leur avec tendresse, avec amour, et présente-les-moi, le coeur attendri. C'est là la joie qu'éprouvent nos Coeurs. Veillez sur l'Oeuvre, mes enfants, veillez sur elle tous ensemble ! Ne permettez pas que l'on puisse faire du tort à cette Oeuvre, mes enfants ! Si vous l'aimez, protégez-la ! La Très Sainte Vierge : Je vous bénis, mes enfants, comme le Père vous bénit, par l'intermédiaire du Fils et avec l'Esprit Saint. (Amparo voit comme des bénédictions, sous forme de rayons, sortent de la Vierge et descendent sur les personnes, leurs objets, leur demeures. MENSAJE DEL DÍA 6 DE MAYO DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, otra vez aquí, estoy
presente como Madre de los pecadores, como Madre de los afligidos, hija
mía. ¿Cómo una madre va a abandonar a sus hijos, si
es una verdadera madre? Y yo soy Madre de los hombres, porque así
lo quiso Cristo al pie de la Cruz, cuando dijo a Juan: “He ahí a
tu Madre...; he ahí a tu hijo”. Por eso soy Madre de los hombres
y mi Corazón sufre por ellos.
EL SEÑOR: Porque el mundo está trastornado hasta los cimientos y los hombres se han olvidado de Dios y muchos de los que le conocen se están olvidando porque no acatan mis leyes. Sí, las leyes del Hijo de Dios vivo; no aceptan mis palabras ni creen en mi presencia. ¡Pero qué ilusos son los hombres! Tener que decir a Dios y planearle los caminos, a dónde y cuándo y cómo... Pero, ¿cuántas veces tengo que decir que yo me manifiesto a quien quiero, donde quiero y cuando quiero, y doy a los hombres para que escuchen mi palabra (1)?; y, como los hombres se hacen sordos, sigo insistiendo en mi palabra. Mi palabra es la verdad, y aquél que duda de mi palabra, duda del Espíritu. Y yo vengo a corregir a los hombres, a ayudar a los hombres y a amar a los hombres, porque no he dejado de amarlos; ellos han dejado de amarme a mí, pero yo no he dejado de amarlos a ellos. Van por el camino de la tiniebla, muchas almas, y yo, que soy la Luz, no se acercan para dar luz a sus pobres almas. Hijos míos, estoy con los brazos abiertos como el padre del hijo pródigo. Venid a mí los que estéis agobiados, que yo os aliviaré, hijos míos. Por muy graves que sean vuestras culpas, mayor es mi amor, hijos míos. ¡Cuántas gracias habéis recibido de este lugar! ¡Cuántas ovejas perdidas han vuelto al rebaño! ¿Por qué los hombres, obstinados, están en que mis mensajes son largos, en que tanto mensaje?... ¿Pero el mundo no necesita mi palabra, hijos míos?; porque hay muchos oídos sordos que no la quieren escuchar. Mi palabra se quedó escrita; pero también hay ciegos que ni la quieren leer ni la quieren escuchar. El tiempo es corto, hijos míos; por eso os pido: venid a mí, que yo os descargaré de todo vuestro peso, hijos míos. ¡Cuántas almas han subido al Cielo por pisar este lugar! ¿No es grande, hijos míos, alcanzar el Cielo las almas? ¿Por qué os empeñáis en hacerme desaparecer? Escuchad mi ley, hijos míos, y cumplid mi palabra. Cumplid con mis mandamientos, acercaos a la Eucaristía, al sacramento de la Penitencia, hijos míos, y vivid una vida ordenada. Reza, hija mía, y ora para que los hombres tengan orden en sus vidas y vuelvan su mirada a mí. Muchos me han ofendido tanto que no serían dignos de mi amor. Pero yo, hija mía, amo tanto a los hombres que, si di mi vida por ellos, sigo repitiendo: mirad mis manos y mis pies, hijos míos. Mi cuerpo fue azotado y ultrajado por vuestras culpas, hijos míos, y yo seguía pidiendo perdón a mi Padre por vosotros. Os amo, hijos míos; soy un padre con un corazón tierno; pero pensad, hijos míos, que tengo que aplicar la justicia sobre los hombres también. Amad a Dios con todo vuestro corazón y con todas vuestras fuerzas, hijos míos, y amaos unos a otros como yo os he amado. Gracias, hijos míos, a todos los que acudís a este lugar, porque cada conversión de cada alma que acude a este lugar hay una gran fiesta en el Cielo. ¡Cuántas fiestas se han celebrado en el Cielo por tantas y tantas almas como se han convertido! ¡Y que los hombres sean tan testarudos y no vean la realidad de estos hechos! Gracias, hijos míos. Bebe un poco del cáliz del dolor, hija
mía...
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué amargo!... ¡Oy!...
EL SEÑOR: Hija mía,... esta amargura, ofrécela por los pobres pecadores. Está muy amargo: la amargura que siente mi Corazón cuando veo que las almas que yo he creado, hija mía, no quieren acudir a mí. Bebe otras gotas... Hija mía, cuesta mucho redimir a los pecadores. Sé valiente y que tu corazón no se entristezca, hija mía. Digan lo que digan, hija mía. Pero, ¿cuántas veces te he dicho, hija mía, que no es el discípulo más que el maestro? Y si a tu Maestro le calumniaron, le despreciaron..., ¿qué van a decir de ti, hija mía? Pero que nadie te confunda, hija mía. Yo soy la Verdad y soy el que te indico el camino día a día. Tú déjate, hija mía, influenciar por mi verdad. No dudes ni de mis palabras ni de mi presencia, hija mía. Sé fuerte y no te dejes “tamboledar”, hija mía, que te “tamboleas” (2) muchas veces para un lugar y para otro. Te tambaleas, hija mía, porque te angustian las palabras de los hombres. Fíjate en tu Maestro y verás cómo no te tambaleas. Ama nuestros Corazones, hija mía, que no sabes las alegrías que han recibido nuestros Corazones, porque te hemos dado gancho para atraer a las almas. No te retires de ellas. Llévalas, háblalas con ternura, con amor, hija mía, y preséntamelas con el corazón enternecido; ésa es la alegría que sienten nuestros Corazones. Velad por la Obra, hijos míos. Velad
todos juntos. No permitáis que nadie pueda dañar esta Obra,
hijos míos. Si la amáis, protegedla.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
(1) Quiere decir: “...y doy a los hombres mi palabra para que la escuchen”. (2) Al escuchar la grabación, se entiende “tamboledar” y “tamboleas”,
que no corresponden a verbos en español. Es probable que se trate
de un error de pronunciación, pues, seguidamente, dice “tambaleas”
(del verbo “tambalear”), cuyo sentido ya es claro conforme al contexto.
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3 Juin 2000 La Très Sainte Vierge : Ma fille, voici ta Mère, la Mère de tous les hommes ; des affligés, de ceux qui sont tristes, des orphelins, des misérables. Je viens donner un message au monde, un message d'amour et de paix ; mais les hommes font la sourde oreille et ne veulent pas écouter ma voix, ma fille. Comme mon Coeur est triste ! Notre Seigneur : Oui, mes enfants,
priez, mais que votre prière sorte du plus profond de votre coeur.
Le monde est corrompu.
La Très Sainte Vierge : Priez, mes enfants, car si la prière sort du plus profond de votre coeur, la colère de Dieu se calmera. Notre Seigneur : Mais les hommes
n'écoutent pas ma voix et ont perdu confiance en Moi. Voilà
la plus grande tristesse de nos Coeurs ; que l'homme n'ait pas confiance
en Dieu et se comporte comme des bêtes sauvages ; pire que les bêtes
sauvages, t'ai-Je dit, car les fauves protègent leurs petits, tandis
que les hommes s'entre-tuent. Quelle tristesse éprouve notre Coeur!
Et les hommes continuent à faire les sourds. Et ce n'est pas pour
ceux qui ne se sont pas consacrés à Moi que Je ressens une
si grande douleur, mais pour ceux qui se sont consacrés à
Moi ; pour les prêtres, pour les religieux et les religieuses, pour
ces âmes aimées de notre Coeur avec prédilection.
Notre Seigneur : J'ai beaucoup souffert, ma fille, de ce volcan de feu qui me consumait d'amour pour les hommes, et J'ai institué l'Eucharistie pour eux, pour les fortifier. Or qu'advient-il de tout cela, ma fille ? Les hommes n'ont pas de dévotion envers l'Eucharistie ; beaucoup d'entre eux s'en approchent comme s'ils allaient à une corvée. Quant à mes prêtres, un groupe important d'entre eux tombent dans la routine ; ensuite dans la fatigue ; puis dans la désobéissance ; et enfin dans la tiédeur. Moi qui Me suis livré entre leurs mains pour qu'ils fassent de Moi ce qu'ils veulent, pour qu'ils m'emportent et m'apportent où ils le veulent. Je les vois, ma fille, qui se sont introduits dans le monde et ont perdu la vision céleste. Comment nos Coeurs ne seraient-ils pas tristes ? Et si Je leur envoie un message, ils se mettent en fureur, parce qu'ils ne veulent pas se reconnaître tels qu'ils sont. Mes enfants, vous qui êtes les plus aimés de nos Coeurs, pourquoi vous comportez-vous ainsi ? Vous avez beaucoup de travail, car le monde, sans Dieu, se trouve plongé dans un chaos. Oeuvrez, pasteurs de l'Église, et attirez les âmes dans le troupeau de Jésus. Ne dites pas, mes enfants, que vous avez beaucoup à faire et que vous vous épuisez tout de suite, ne cédez pas à la routine, mais que vos coeurs soient remplis de foi et d'amour afin de pouvoir transmettre aux hommes les vérités qu'ils ne connaissent pas. Quelle tristesse de voir ces âmes, mes enfants, qui s'écartent des troupeaux et s'engagent sur les chemins de la perdition ! Vous êtes également responsables des actes de ces âmes, mes enfants. Moi, votre Dieu, Je me livre entre vos mains, mes enfants, et Je m'humilie pour que ce soit vous qui m'exaltiez. Or combien d'entre vous s'exaltent eux-mêmes et amoindrissent le Christ. Ah, créatures de Dieu, ouvrez
vos oreilles à mes paroles, mes enfants, car mon Coeur brûle
d'amour pour vous. Vous êtes des privilégiés, mes enfants.
Or vous, comment correspondez-vous à ce privilège ? Quant
à ceux qui veulent suivre le chemin droit et sûr, vous les
en empêchez, mes enfants. Âmes bien-aimées de mon Coeur,
changez de vie, car la tâche est grande. Ne vous épuisez pas
si vite, mes enfants. Le prêtre est comme le médecin : jour
et nuit, il doit être attentif aux âmes car il est le médecin
de l'âme. Or comme vous vous fatiguez tout de suite, mes enfants,
comme vous vous introduisez dans le monde, dans les plaisirs et dans les
caprices ! Rejetez tous les plaisirs et tous les caprices, mes enfants,
et consacrez-vous à votre ministère ; vous verrez comme vous
trouverez le bonheur, le bonheur éternel. Sinon, le bonheur temporel
vous conduira dans la profondeur de l'enfer, mes enfants.
La Très Sainte Vierge : Levez
tous les objets ; ils seront tous bénis avec des bénédictions
spéciales pour les pauvres pécheurs.
MENSAJE DEL DÍA 3 DE JUNIO DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, aquí está tu
Madre, Madre de todos los hombres; de los afligidos, de los tristes, de
los huérfanos, de los miserables. Yo vengo a dar un mensaje al mundo
de amor y de paz; pero los hombres se hacen los sordos y no quieren escuchar
mi voz, hija mía. ¡Qué triste está mi Corazón!
EL SEÑOR: Sí, hijos míos, orad, pero con una oración que salga de lo más profundo de vuestro corazón. El mundo está corrompido. Bebe unas gotas del cáliz del dolor,
hija mía... Para que sientas la amargura de nuestros Corazones por
la perversidad de los hombres, hija mía.
LA VIRGEN: Orad, hijos míos, que si la oración
sale de dentro de vuestro corazón, la ira de Dios se calmará.
EL SEÑOR: Pero los hombres no escuchan mi voz y han perdido la confianza en mí. Ésa es la mayor tristeza de nuestros Corazones: que el hombre no tenga confianza en Dios y se comporte como las fieras; peor, te dije, que las fieras, hija mía, porque las fieras protegen a sus cachorros, y los hombres se matan unos a otros. ¡Qué tristeza siente nuestro Corazón!; y los hombres siguen haciendo los sordos. Y no siento tanto dolor por aquéllos que no se han consagrado a mí, sino por los que se han consagrado a mí: por los sacerdotes, por los religiosos y religiosas, por aquellas almas predilectas de nuestro Corazón. Mira, hija mía, un día mi Corazón
lo que sufrió por los hombres...
LUZ AMPARO: ¡Oy, veo un volcán de fuego y
de a...! ¡Ay, dentro de ese Corazón..., qué fuego siente
ese Corazón! ¡Oy, qué Corazón! Es el Corazón
de Jesús; dentro de Él es como un volcán de fuego.
EL SEÑOR: Sufrí mucho, hija mía, con este volcán de fuego que me consumía de amor por los hombres, e instituí la Eucaristía para ellos, para fortalecerlos. ¿Y qué es de todo aquello, hija mía?: los hombres no tienen devoción a la Eucaristía; van muchos de ellos como si fuesen al matadero. Mis sacerdotes, un gran grupo de ellos, es rutina lo que tienen; después, tienen cansancio, hija mía; después desobediencia; y luego tibieza. Yo, que me entregué en sus manos para que hiciesen lo que quisiesen conmigo, me llevasen y me trajesen donde quisieran, y los veo, hija mía, que se han introducido en el mundo y se han quedado sin la visión celestial. ¿Cómo no van a estar triste nuestros Corazones? Y si yo les mando un mensaje, se enfurecen, porque no quieren reconocerse como son. Hijos míos, si sois lo más amado de nuestros Corazones, ¿por qué os comportáis así, hijos míos? Tenéis mucho trabajo porque el mundo está en un caos, sin Dios. Trabajad, pastores de la Iglesia, y atraed a las almas al rebaño de Jesús. No digáis que tenéis mucho trabajo y os agotéis enseguida, hijos míos; no lo toméis de rutina, sino que vuestros corazones estén llenos de fe y de amor para poder transmitir a los hombres las verdades que no conocen. ¡Qué pena de almas, hijos míos, que se desvían de los rebaños y se meten en los caminos de la perdición! Vosotros sois también responsables de los actos de esas almas, hijos míos. Yo, vuestro Dios, hijos míos, me entrego en vuestras manos y me humillo, para que vosotros seáis los que me ensalcéis. ¡Y cuántos de vosotros os ensalzáis a vosotros mismos y disminuís a Cristo! ¡Ay, criaturas de Dios, abrid vuestros oídos a mis palabras, hijos míos, que mi Corazón se derrite de amor por vosotros! Sois privilegiados, hijos míos, y vosotros, ¿cómo correspondéis a ese privilegio? Y a los que quieren seguir el camino recto y seguro, tampoco los dejáis, hijos míos. ¡Ay, almas queridas de mi Corazón, cambiad vuestras vidas, que hay mucho trabajo! No os agotéis tan pronto, hijos míos. El sacerdote es como el médico, de día y de noche tiene que estar pendiente de las almas, porque es médico del alma. ¡Y cómo os cansáis en seguida, hijos míos, y os introducís en el mundo, en los placeres y en los gustos! Rechazad todos los placeres y todos los gustos, hijos míos, y dedicaos a vuestro ministerio; veréis cómo encontráis la felicidad, la felicidad eterna. Porque si no, hijos míos, la felicidad temporal os introducirá en la profundidad del Infierno, hijos míos. Pido a todos los hombres que cambien sus vidas, que el mundo cada vez está peor, sin fe. El hombre ha olvidado a Dios; y donde no está Dios, hijos míos, no puede haber paz ni amor ni tranquilidad, hijos míos. Hija mía, no te dé miedo de comunicar a los hombres lo que yo te comunico; grítalo, que cambien sus vidas, aunque no lo reconozcan, pero tú cumple con tu misión, hija mía. Te quiero humilde, hija mía. Sabes que me gusta mucho la humildad. Y aunque estés llena de miserias, si eres humilde, hija mía, jamás me separaré de ti. Yo desprecio a los orgullosos, a los soberbios, a los hipócritas, a los fariseos. Hija mía, la humildad, te lo he dicho muchas veces, es la base principal de todo. Sabes que te puse un director al que le di luz para reconocer tus pecados y comprender tu alma. Sé que te aflige el día que él no esté, hija mía, pero te ha preparado muy bien, y aunque tienes miserias, hija mía, tu amor es más grande que tus miserias, y por eso nuestros Corazones te aman y te piden que seas humilde, hija mía, y que nada te turbe ni te angustie. Sabes que el Creador está por encima de la creatura, y yo te he protegido muchas veces de muchos peligros, desde muy niña, en muchas situaciones. Sabes que no te he abandonado. No te entristezcas, hija mía, porque tu director se va desgastando día a día, preparando su camino para ser bien recibido, hija mía. Cuántas veces te he dicho: aprende de él, que todos los que se hacen como niños vendrán al Padre y serán sentados en su rodilla y queridos y acariciados. He puesto una Obra en tus manos y en las manos de todos los que pertenecen a ella; que nadie diga que no le corresponde luchar por esta Obra. Todo el que está en esta Obra tiene que mirar por ella, empezando por los sacerdotes, porque de ellos también reciben gracias para sus almas y los he revestido de una gracia muy especial. ¿Cómo no van a preocuparse como miembros de la Obra? Hijos míos, si sabéis que sois queridos por nuestros Corazones, muy queridos, sed capaces, hijos míos, de entregaros en cuerpo y alma para la salvación de las almas y para que esta Obra crezca —os he dicho— como las estrellas del cielo. Pido humildad para todos. Y todos los que acudís
a este lugar, hijos míos, habéis recibido gracias muy especiales.
Seguid orando. Amaos unos a otros. Que en vuestros hogares haya paz y amor,
hijos míos, y especialmente unidad. Enseñad a vuestros hijos
el camino de la perfección, que es el camino del Evangelio. Pedid
por el Santo Padre. Orad mucho por él, hijos míos, y también
pedid por religiosos y religiosas y sacerdotes, para que vuelvan al camino
de la perfección y maten el orgullo y la soberbia y no se vean nada
(y). Que crezcan en virtudes.
Que no crezcan en orgullo ni vanidad. Humildad pido, hijos míos,
humildad.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores... Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. (y) “...no se vean nada”; es decir, que practiquen la humildad y no
se consideren algo importante, sino nada y miseria.
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1er Juillet 2000
La Très Sainte Vierge : Ma
fille, me voici, une fois encore, Moi qui suis la Mère des pécheurs.
Notre Seigneur : Voyons, ma fille,
continue à prier pour eux. Nous prierons ensemble. Mais en second
lieu, ma fille, ils n'aiment pas accepter la vérité. Ils
sont les premiers à voir comment ils peuvent détruire la
vérité, et ils ont beau vouloir tout passer au crible, ma
fille, pour chercher le négatif et ne pas garder le positif, la
vérité resplendit toujours. C'est ce qu'ils cherchent, pour
démolir tout ceci comme on l'a fait en d'autres lieux. Mais il n'y
a rien contre la foi.
La Très Sainte Vierge : Oui,
mes enfants, prêtres bien-aimés de mon Coeur, vous qui vous
conservez encore fermes dans la foi, ayez du courage. Ne voyez-vous pas
comme les fils des ténèbres sont courageux ? Vous qui êtes
les fils de la lumière, vous devez être plus forts et plus
courageux que les fils des ténèbres.
MENSAJE DEL DÍA 1 DE JULIO DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, aquí estoy, otra vez más, como Madre de los pecadores. ¡Cuánto cuesta salvar a las almas,
hija mía,... estas tres almas, hija mía! Mucho sacrificio
y mucha penitencia, por ellas, hija mía, porque son ciegos que no
quieren ver. Ofrécete víctima por ellos. Otro mes más,
hija mía, ofrece los dolores, las penitencias, por estas pobres
almas que no han querido ser fieles a su propia vocación; y les
gusta, hija mía, estar en el mundo y las cosas que hay en el mundo,
ser asalariados. ¡Si no son fieles, primero, al compromiso que han
tenido con Dios desde el principio, y mudan de un lado para otro, porque
no les gusta la disciplina, ni el sacrificio!
EL SEÑOR: A ver, hija mía, sigue pidiendo por ellas. Oraremos juntos. Pero, luego, hija mía, no les gusta aceptar la verdad. Son los que están primeros para ver cómo destruyen la verdad; y la verdad siempre resplandece, por mucho que quieran escudriñar a ver lo negativo y no quedarse con lo positivo, hija mía. Es lo que buscan, para echar abajo todo esto, como en otros lugares lo han hecho, hija mía. Pero no hay nada en contra de la fe. ¡Ay, aquellos guías de los pueblos que se tragan el camello y cuelan el mosquito! ¿¡Cómo tenéis tanto odio, hijos míos, a los seres humanos!? Pobres almas, hija mía; ¿¡cómo pueden ver la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo, hijos míos!? ¡Ay, aquéllos que no siguen el camino recto y seguro, el camino de la verdad que sólo buscan aguijonear a las almas! Tú, hija mía, di lo que te digo. Y no tengas miedo, no temas. La verdad resplandece. La mentira siempre, hija mía, es la tiniebla. Ya te he dicho muchas veces que lo que hacen en la oscuridad, yo lo saco a la luz. Y pido a aquellos pastores fieles, aquellos pastores fieles de mi Corazón, que sean fuertes y firmes para seguir el camino con rectitud. Y que hagan una renovación aquellos religiosos y religiosas que todavía permanecen frescos y lozanos; que renueven su vida y caminen con fortaleza y no tengan miedo a nadie, ni a la persecución, ni a la calumnia, ni a la mentira, porque Dios es la verdad y todo el que está con Dios no puede temer nada. Almas queridas de mi Corazón, ¡cuánto sufre mi Corazón por aquéllos que se desvían del camino que escogieron, de su ministerio! Tanta mies como hay, hijos míos, y tan pocos operarios para cuidar esa mies. Pero todavía queda un gran grupo de sacerdotes amados por mi Corazón; que sean fuertes y amen mucho nuestros Corazones, como nosotros los amamos con todo nuestro Corazón. Sí, hijos míos, conservaos en la fe, no la perdáis jamás; buscad la esperanza, y practicad la caridad. Con vuestro ejemplo, hijos míos, podéis arrastrar muchas almas al camino de la perfección. No os dejéis engañar por la astucia del enemigo. Quiero sacerdotes santos, sacerdotes que amen nuestros Corazones, sacerdotes humildes que reconozcan la verdad y que, desde el principio, hayan sido fieles al camino que escogieron. Pero si no han sido fieles en sus principios, ¿cómo van a ser fieles, hijos míos, al final? Si han abandonado los conventos buscando libertad, ¿cómo pueden ser buenos sacerdotes, si no han sido buenos religiosos? Pedid por ellos, hijos míos. Que salga de sus corazones ese rencor que tienen contra las almas y que dejen de calumniar y difamar. ¿No les da miedo de que puedo llamarlos en cualquier momento para que den cuenta de sus actos, hijos míos? El Evangelio dice: “Amaos los unos a los otros”; ¿por qué despreciáis a las criaturas? Hijos míos, si no tenéis caridad, no tenéis nada. No seáis funcionarios, hijos míos, sed sacerdotes de mi Iglesia. Renovad vuestras vidas, que os estoy esperando, hijos míos. Mucho van a costar estas almas, hija mía,
pero vamos a seguir orando por ellas.
LA VIRGEN: Sí, hijos míos, sacerdotes queridos de mi Corazón, aquéllos que todavía os conserváis firmes en la fe, sed valientes. ¿No veis los hijos de las tinieblas cómo son valientes? Vosotros, que sois hijos de la luz, tenéis que ser más fuertes y más valientes que los hijos de las tinieblas. Orad, hijos míos, orad mucho, pues el
mundo está en una situación grave, hijos míos. Sólo
la oración, el sacrificio y la penitencia pueden detener el brazo
de Dios, hijos míos. Orad, haced penitencia, visitad al “Prisionero”
y pedid por los pecadores, hijos míos. Orad para que Dios detenga
su brazo, pues en el mundo, hija mía, habrá grandes castigos
de cataclismos; cataclismos, hija mía, que no digo que sean al principio
del 2000, pero también digo que no serán tampoco al final
del 2000.[1]
Astros con más de 12 kilómetros de longitud caerán sobre la Tierra y terminarán con la mayor parte de ella. Por eso, hijos míos, os digo que oréis, que hagáis penitencia y sacrificio, para que Dios tenga misericordia de las almas. Estad preparados, hijos míos, que las almas no se preocupan de su alma; sólo se ocupan de diversiones, de placeres, de cosas mundanas, y olvidan a Dios. Dios es olvidado por sus criaturas. Rezad el santo Rosario, hijos míos; os pido que lo recéis en familia, pues no le dan importancia al santo Rosario; pero Dios puede compadecerse de los hombres que rezan esta plegaria diariamente. Ahora que el Rosario desaparece de los hogares y de muchos lugares del mundo, yo lo sigo pidiendo: rezad el Rosario con devoción, hijos míos. Y también os pido: meditad la Pasión de Cristo, sed devotos de ella, hijos míos; y meditad veinte minutos la Pasión. Orad, amaos unos a otros, hijos míos. Acudid a este lugar de bendiciones y gracias; aquí recibiréis gracia para ir a los sacramentos, hijos míos. Amad a la Iglesia, amad al Santo Padre. Hijos míos, os pido amor entre todas las criaturas. Refugiaos en nuestros Corazones, que ellos no os abandonarán. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos, para la conversión de los pobres pecadores... Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. [1] Consultada Luz Amparo, poco después de recibir el mensaje,
para aclarar esta frase, puntualizó que veía con claridad:
1º) La fecha del Castigo está condicionada a la oración,
penitencia y sacrificio que hagamos los fieles. 2º) Que el Castigo
no se produciría ni al principio ni al final del año 2000;
es decir: no en ese período de tiempo.
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5 Août 2000
Notre Seigneur :
Amparo : Seigneur, je veux réparer avec Toi. Je le veux, Seigneur. Aide-moi à être forte. Parfois les forces me manquent. Notre Seigneur : Ma fille, tu devras affronter beaucoup d'ennemis, mais Je suis la force. Amparo : Seigneur, je T'aime de tout mon coeur. Notre Seigneur : Parce que tu m'aimes,
ma fille, Je ne t'abandonnerai jamais. Pense que lorsque Je vois une âme
qui m'aime, Je suis toujours avec elle ; et même si ses misères
sont nombreuses, ma fille, J'applique sur elle mon amour et ma miséricorde
et Je ne me retire pas de cette âme qui m'aime. Mais ceux qui déchirent
mon Coeur, ce sont ces nombreuses âmes qui n'ont de consacrés
ou de prêtres que le nom ; pasteurs sans troupeau, car vous avez
abandonné le troupeau, vous vous êtes introduits dans le monde,
et vous avez oublié Dieu. Prenez exemple sur ces prêtres saints,
qui annoncent l'Evangile tel qu'il est écrit. Je vous le répète
: beaucoup d'entre vous, vous le réduisez à des métaphores
; or l'Evangile, il faut l'expliquer tel qu'il est écrit. Combien
êtes-vous, mes enfants, à omettre le Purgatoire, l'Enfer,
et (à dire) qu'il n'existe que la gloire céleste. Expliquez
aux hommes les vérités de l'Evangile, pour que les hommes
se sanctifient grâce à ses vérités.
La Très Sainte Vierge : Venez en ce lieu, mes enfants, vous y serez bénis et vous y recevrez beaucoup de grâces. Priez, mes enfants, priez sans cesse. Faites des sacrifices et faites pénitence, les hommes les ont oubliés, et c'est pourquoi le démon s'est emparé des âmes. Priez pour l'Eglise, aimez le Saint Père, mes enfants, aimez les évêques, et priez pour tous. Notre Seigneur : Et vous, mes enfants, ne soyez pas de ceux qui arrêtent au filtre le moucheron et avalent le chameau. Réfléchissez, mes enfants, et choisissez le bon fruit, mais n'oeuvrez pas à la légère sans examiner l'arbre. Malheur à ceux qui n'écoutent pas ma voix, malheur à ceux qui, l'ayant entendue, l'abandonnent ! Pauvres âmes, ceux qui se comportent ainsi, Je les chasse loin de moi, parce qu'ils ne veulent pas que J'applique ma miséricorde sur eux. Ils sont si orgueilleux, si superbes, que ni l'amour de Dieu, ni sa miséricorde, ne leur importent pour leur salut. Ah, mes enfants, quand viendra le jour où vous devrez vous présenter devant la Divine Majesté de Dieu, combien d'entre vous voudront entrer et ne le pourront pas, parce que vous n'aurez pas été dignes de vous trouver en ma présence ! Ne cessez pas de vous sacrifier, mes enfants. Faites oraison, faites des visites au Seigneur dans le Très Saint Sacrement, car Il se trouve seul, mes enfants. Aimez nos Coeurs : tous ceux qui aimeront nos Coeurs, mes enfants, ne seront pas oubliés. L'amour du Dieu Tout-puissant se répand sur ses créatures. Priez, faites des sacrifices, mes enfants. La Très Sainte Vierge : Levez
tous les objets, ils seront tous bénis avec des bénédictions
spéciales pour les pauvres pécheurs.
MENSAJE DEL DÍA 5 DE AGOSTO DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
EL SEÑOR: Hija mía, aquí está el Hijo de Dios vivo. ¡Cuánto cuestan las almas, hija mía! Mira mi rostro, mira mi cuerpo, mira mis manos, hija mía. Las almas ingratas, hija mía, son las que me ponen así. ¡Cuánto cuesta un alma, hija mía, y qué desagradecidos son los hombres! Mira, así es como agradecen la agonía de todo un Dios agonizando por los hombres. Hija mía, y vuelvo otra vez a repetir: no estoy triste por los que no me conocen, sino por los que se llaman míos y me siguen ofendiendo. El demonio está ganando la batalla en las almas consagradas, en muchos de los sacerdotes. Se han abandonado a la oración y al sacrificio, hija mía; y ahí es donde el demonio hace más daño, por el ejemplo que dan a las almas. Mira qué letargo tienen, y es porque han dejado a Dios, hija mía, y los hombres sin Dios no pueden caminar. La grandeza de todo un Dios pendiente de sus criaturas, y sus criaturas se oponen a las gracias y a las palabras de Dios. Pero, hijos míos, ¿cuántas veces os voy a decir que cogéis los frutos y no queréis reconocer el árbol? Guías ciegos de los pueblos, ¿hasta cuándo hay que estar dando avisos, hijos míos? Vuestro comportamiento no es bueno, hijos míos, y por eso bajo a la Tierra para que os enmendéis; y os hacéis los sordos, hijos míos; y no sólo no entráis en el Cielo, que no dejáis que entren los demás. ¿No os dais cuenta, hijos míos, que los que están conmigo no están contra mí? ¿Por qué sois tan testarudos y queréis hacer desaparecer, como habéis hecho en otros lugares, la obra de Dios vivo? Hija mía, así ponen mi rostro
mis almas: la belleza de todo un Dios la ultrajan con sus pecados y con
las lujurias. Los pecados que más ofenden al Señor son los
pecados de la carne, hijos míos, y son los que vosotros os dejáis
arrastrar por el demonio y sus secuaces. Conservaos limpios y puros, hijos
míos. El que está en lujuria se queda ciego y va cayendo
en todos los pecados. Cuántas veces te lo he dicho, hija mía:
que el pecado de la carne es el que más ofende a la Divina Majestad
de Dios.
LUZ AMPARO: Señor, yo quiero reparar contigo. Yo
quiero, Señor. Ayúdame a ser fuerte. A veces me fallan las
fuerzas.
EL SEÑOR: Hija mía, tendrás que enfrentarte
a muchos enemigos, pero yo soy la fuerza.
LUZ AMPARO: Señor, yo te amo con todo mi corazón.
EL SEÑOR: Porque me amas, hija mía, nunca te abandonaré.
Piensa que cuando yo veo un alma que me ama, siempre estoy con ella; y
aunque sean sus miserias muchas, hija mía, yo aplico mi amor y mi
misericordia, y no me retiro del alma que me ama. Pero aquéllos
que desgarran mi Corazón, aquellas almas que sólo tienen
el nombre, muchos, de consagrados o de sacerdotes, pastores sin rebaño,
porque habéis abandonado el rebaño y os habéis introducido
en el mundo y tenéis olvidado a Dios. Tomad ejemplo de aquellos
sacerdotes santos que llevan el Evangelio tal como está escrito.
Os repito: que lo dejáis muchos en metáforas y el Evangelio
hay que explicarlo tal como está escrito. Cuántos, hijos
míos, os coméis el Purgatorio, el Infierno, y sólo
existe la Gloria. Explicad a los hombres las verdades del Evangelio, para
que los hombres se santifiquen con las verdades que hay en él. Tú,
hija mía, no tengas miedo y di todo lo que yo te digo. El mundo
está así porque se ha olvidado de Dios, y muchas de mis almas,
tan queridas por mi Corazón, están en un letargo y no trabajan
para la gloria de Dios, trabajan para el mundo y sus vanidades. Se han
olvidado de rezar el santo Rosario, y el santo Rosario, hijos míos,
es muy importante porque puede parar una guerra, ganar una batalla, curar
enfermedades, sanar almas... Es una plegaria tan hermosa, que a Dios le
gusta que se rece. Hijos míos, no dejéis de rezar un solo
día el santo Rosario. Dios ha puesto a su Madre como Puerta del
Cielo, como Refugio de los pecadores, Madre de los afligidos; por eso,
os pido esta plegaria; es la favorita de Dios. El demonio rechaza a María
porque María es la Puerta que ha puesto Dios para entrar en el Cielo.
Acudid a María, hijos míos, y Ella os llevará a Jesús...
LA VIRGEN: Hijos míos, acudid a este lugar, que
seréis bendecidos y recibiréis muchas gracias. Y orad, hijos
míos, sin cesar. Haced sacrificios y penitencias, que los hombres
las han olvidado y por eso el demonio se ha apoderado de las almas. Rezad
por la Iglesia, amad al Santo Padre, hijos míos, amad a los obispos
y rezad por todos.
EL SEÑOR: Y vosotros, hijos míos, no coléis
el mosquito y os traguéis el camello. Reflexionad, hijos míos,
y escoged el buen fruto, pero no obréis a la ligera sin examinar
el árbol. ¡Ay de aquéllos que no oyen mi voz y los
que la han oído y la abandonan! Pobres almas; aquéllos que
tienen este comportamiento los arrojo lejos de mí, porque no quieren
que aplique mi misericordia sobre ellos; son tan orgullosos y tan soberbios
que ni el amor de Dios ni su misericordia les importa para su salvación.
¡Ay, hijos míos, cuando llegue el día que tengáis
que presentaros ante la Divina Majestad de Dios! ¡Cuántos
querréis entrar y no podréis, porque no habéis sido
dignos de estar en mi presencia! No dejéis de sacrificaros, hijos
míos. Haced oración, visitad al Señor en el Santísimo
Sacramento, que se encuentra solo, hijos míos. Amad nuestros Corazones,
que todo el que ame nuestros Corazones... no quedarán, hijos míos,
en el olvido. El amor de todo un Dios se derrama sobre sus criaturas. Orad,
haced sacrificios, hijos míos.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores... Os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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2 Septembre 2000
La Très Sainte Vierge : Me
voici, ma fille, une fois de plus, pour avertir les hommes, bien que les
hommes continuent obstinément à faire leur volonté.
Luz Amparo : Mon Dieu, quelle horreur ! ah !... La Très Sainte Vierge : Le démon s'empare de leurs âmes parce que les hommes ont abandonné Dieu et se trouvent dans les ténèbres ; ils veulent sortir de ces ténèbres, mais ils ne trouvent pas la lumière, parce qu'ils ne trouvent pas d'âmes qui les aident à sortir de la situation où ils sont plongés, ma fille. Priez beaucoup, priez. Jeûnez, mes enfants, faites pénitence, pour que les hommes tournent leur retard vers Dieu et se libèrent : ils sont enchaînés à Satan, et ce n'est qu'avec la prière et le jeûne, ma fille, que l'on peut chasser ces démons. Notre Seigneur : Ah, guides des peuples, aidez les âmes, car il y a des âmes dans le besoin ; exercez votre ministère et que beaucoup d'entre vous ne perdent pas leur temps en critiques, médisances et persécutions. Il y a un tel besoin dans les âmes, mes enfants, et vous, vous perdez votre temps. N'êtes-vous pas peinés, mes enfants, d'avoir oublié d'exercer le ministère que vous avez choisi ? Beaucoup d'entre vous, vous êtes des fonctionnaires, Je vous le répète, mes enfants, vous n'êtes pas des pasteurs d'âmes. Obéissez à l'Église, mes enfants. Obéissez au Vicaire du Christ et changez vos vies, car la moisson est abondante, mes enfants, mais les pasteurs sont peu nombreux. Beaucoup d'entre vous se consacrent à semer l'ivraie au milieu du blé, et on ne peut enlever l'ivraie du blé, sans l'abîmer, mes enfants. Pourquoi ne savez-vous pas distinguer le bien du mal ? Vous n'entrez pas dans le Ciel et vous ne laissez pas les autres y entrer. Cela ne vous fait-il pas de peine de persécuter tellement ceux qui veulent faire la volonté de Dieu ? Ah, ces pasteurs lâches qui n'ont pas été capables de défendre cette Oeuvre et de suivre le chemin que J'ai marqué pour leur propre salut ! Ah, ne rejetez pas les grâces, mes enfants ! Combien d'âmes ont peur de suivre le Christ comme Il a vécu sur la terre ; elles le suivent à moitié. Vous vous appelez des Christs, des Christifiés ? Mais vous "christifiez-vous", mes enfants ? C'est le Christ qui est (le modèle des) christifiés. Le Christ a été crucifié, calomnié, souffleté ; et vous, vous ne vous laissez pas conseiller et vous ne voulez pas écouter la voix de Dieu ! Bois quelques gouttes du calice de la douleur, ma fille, pour ces pauvres âmes (Luz Amparo prend à deux mains une coupe invisible, on entend nettement le bruit de la déglutition, elle tousse avec dégoût). La Très Sainte Vierge : Et
vous, prêtres bien-aimés de nos Coeurs, changez de vie, revenez,
réunissez le troupeau, et consacrez-vous corps et âme à
rassembler les ouailles qui sont éparpillées de tous côtés,
mes enfants. Soyez les prêtres bien-aimés de nos Coeurs. Regardez
vers le Ciel, mes enfants, renoncez aux passions et retirez-vous du monde.
Vous qui n'avez pas eu la force de suivre ma voix, mes enfants, comme elles
vous attirent, les flatteries et la voix des hommes qui repoussent la voix
de Dieu ! Que mon Coeur est triste !
Je vous bénis, mes enfants, comme le Père vous bénit, par l'intermédiaire du Fils et avec l'Esprit Saint. MENSAJE DEL DÍA 2 DE SEPTIEMBRE DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Ya estoy aquí, hija mía, otra vez más, para avisar a los hombres, aunque los hombres siguen obstinados en hacer su voluntad. Permaneced, hijos míos, en el temor a Dios. Si permanecéis en el temor a Dios, permanecéis en la luz, y el que permanece en la luz no está en tinieblas y sus obras son buenas. Pero aquéllos que permanecen en la tiniebla, sus obras no vienen de lo alto, sus obras son malas, porque odian la luz y no están en la verdad. El que está en la verdad no pierde la mirada del Creador; pero aquéllos que están en las tinieblas obran como los hombres que están en la Tierra, sin poner el pensamiento en Dios, que sólo hablan de las cosas de la Tierra. ¿Cuántas veces, hijos míos, os he avisado que vuestro pensamiento esté en Dios para que os despeguéis de la sangre y de la carne y de lo doméstico? ¡Cuántas almas se pierden, hija mía, por los apegos mundanos, porque sólo adoran a un señor: al mundo, a sus vanidades! Adoran los siete pecados capitales, que son los que están en triunfo en la Humanidad; y la carne, hija mía, es la que los introduce en lo profundo del Infierno. Pero los hombres siguen viendo que el mundo está en una situación buena. Sólo los ciegos y los sordos pueden pensar así. ¡Ay, hijos míos!, los hombres se han olvidado de orar, los hombres no quieren renunciar a las pasiones, y por eso el rey del mundo, que es Satanás, está haciendo estragos en todos los lugares, hijos míos. Con oración, sacrificio y penitencia el demonio huye de los hogares, de los conventos y de todas aquellas comunidades que se han aletargado. Hija mía, la mayoría de los hombres están poseídos por Satanás, y como hoy no ven, hija mía, la posesión, ni tienen almas dispuestas a aplicar la gracia para echar los demonios de sus cuerpos, hija mía, cada día el mundo está más poseído por el demonio. Hay posesos, hija mía, a montones por todo el mundo; ¡que no aplican exorcismos para echar esos terribles demonios de sus pobres almas!; no encuentran quien les ayude a liberarse de esa esclavitud. Por eso hago un llamamiento a aquellas almas que tengan una preparación para hacer exorcismos, que liberen a estas pobres almas de los engaños y de la tristeza donde los ha engullido Satanás. Almas, aquéllas que tenéis poder para hacerlo: orad mucho y haced ayunos y penitencia, para poder liberar a tantas y tantas almas angustiadas. Hija mía, mira, casi medio mundo está
poseído por el enemigo...
LUZ AMPARO: ¡Ay, Dios mío, qué horror!,
¡ay!
LA VIRGEN: El demonio se apodera de sus almas porque los
hombres han abandonado a Dios y se encuentran en tinieblas, y quieren salir
de esas tinieblas pero no encuentran la luz, porque no encuentran almas
que les ayuden a salir de donde están metidos, hija mía.
Orad mucho, orad. Ayunad, hijos míos, haced penitencia, para que
los hombres vuelvan la mirada a Dios y se liberen, que están encadenados
a Satanás, y sólo con la oración, el ayuno, se puede
echar a estos demonios, hija mía.
EL SEÑOR: ¡Ay, guías de los pueblos, ayudad a las almas, que hay almas necesitadas; ejerced vuestro ministerio y no perdáis el tiempo, muchos de vosotros, en críticas, en murmuraciones y en persecuciones! ¡Tanta necesidad como hay en las almas, hijos míos, y perdéis el tiempo! ¿No os da pena, hijos míos, que habéis olvidado de ejercer el ministerio que habéis escogido? Que muchos de vosotros sois funcionarios, os lo repito, hijos míos, no sois pastores de almas. Sed obedientes a la Iglesia, hijos míos. Obedeced al Vicario de Cristo y cambiad vuestras vidas, que hay mucha mies, hijos míos, pero pocos pastores. Os dedicáis muchos a sembrar, entre el trigo, cizaña, y esa cizaña no se puede sacar del trigo porque estáis dañándolo, hijos míos. ¿Por qué no sabéis reconocer el bien del mal? Ni entráis en el Cielo ni dejáis entrar. ¿No os da pena de perseguir tanto a los que quieren hacer la voluntad de Dios? ¡Ay, aquellos pastores cobardes que no han sido capaces de defender esta Obra y de seguir el camino que marqué para su propia salvación! ¡Ay, no rechacéis las gracias, hijos míos, que cuántas almas se acobardan de seguir a Cristo tal como Él vivió en la Tierra!; le siguen a medias. Os llamáis cristos, “cristificados”; pero, ¿os “cristificáis”, hijos míos? Cristo se “cristificó”: Cristo fue crucificado, fue calumniado, fue abofeteado; y vosotros no os dejáis aconsejar ni queréis escuchar la voz de Dios. Bebe unas gotas del cáliz del dolor,
hija mía, por estas pobres almas... Esta amargura, hija mía,
es la que sienten nuestros Corazones por los pecados de las almas tan queridas
por nuestro Corazón. Pedid por ellos, hijos míos.
LA VIRGEN: Y vosotros, sacerdotes queridos de nuestros Corazones, cambiad vuestras vidas, volved y recoged el rebaño, y dedicaos en cuerpo y alma a recoger los rebaños que están por ahí perdidos, hijos míos. Sed sacerdotes queridos de nuestros Corazones. Mirad al Cielo, hijos míos, y dejad las pasiones y retiraos del mundo. Aquéllos que no habéis tenido la fuerza de seguir mi voz, hijos míos, cómo os atraen los halagos y la voz de los hombres, rechazando la voz de Dios. ¡Qué triste está mi Corazón! Vosotros, hijos míos, todos los que acudís a este lugar: llenad vuestro espíritu de fortaleza y no os abandonéis, hijos míos; seguid el Evangelio, acercaos a los sacramentos, a la Penitencia, y vivid en unión con Dios, hijos míos. Amaos los unos a los otros. Tened caridad, hijos míos, unos con otros y perdonaos unos a otros. Y es cuando os podéis llamar míos. Orad; no dejéis de orar, hijos míos, ni de alimentaros con el Pan de Vida. Acudid a este lugar, que recibiréis muchas gracias, hijos míos, para vuestras pobres almas. Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos para los pobres pecadores... Os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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7 octobre 2000
Luz Amparo : Me permettez-vous de m'asseoir, Seigneur ? Notre Seigneur : Assieds-toi, ma
fille.
Les hommes, ma fille, ont des yeux
et ne voient pas, des oreilles et n'entendent par. Je donne le message
pour faire changer les coeurs des hommes, et les hommes, ma fille, au lieu
d'écouter ma voix et de se convertir, se moquent de mes paroles.
Luz Amparo : Ah, Seigneur, je prie pour elles, et je m'offre comme victime de réparation... Notre Seigneur : Tous les pécheurs, ma fille, me font souffrir. Mais mon Coeur ressent une grande amertume à cause de mes âmes, de mes prêtres, de mes consacrés. Mes enfants, venez à moi ! Aussi graves que soient vos fautes, mes enfants, plus grande est ma miséricorde. Aimez l'Église, mes enfants, obéissez-lui. Le monde sans Dieu est malade ; c'est pourquoi, mes enfants, vous devez beaucoup travailler pour guérir les âmes. Ne vous relâchez pas, mes enfants. Mon Coeur vous aime tant ! Mais vous, mes enfants, vous me méprisez, vous m'humiliez. Quant à ceux qui sont bons, mes enfants, vous les empêchez d'agir car... Luz Amparo : Ah, ah, mon Dieu...! Notre Seigneur :... non seulement vous n'entrez pas au ciel, mes enfants, mais vous ne laissez pas les autres y entrer. Luz Amparo : Ah! Mon Dieu, je t'implore
pour tous...
Les hommes ont oublié le sacrifice et la pénitence, et c'est pourquoi, ma fille, le monde s'achemine vers la perdition. Priez, mes enfants, priez, faites
pénitence et sacrifiez-vous pour pouvoir sauver l'humanité.
Luz Amparo : Seigneur, je veux réparer les péchés de tous les hommes. Aide-moi à être forte. Donne-moi la force, Seigneur ! Notre Seigneur : Ma fille, le sacrifice
et la pénitence font beaucoup de bien aux âmes, mais les âmes
ne savent pas prier ni se sacrifier, et c'est pourquoi les hommes sont
possédés par Satan.
La Très Sainte Vierge : Levez tous les objets, mes enfants, ils seront tous bénis pour les pauvres pécheurs. Je vous bénis mes enfants, comme le Père vous bénit, par l'intermédiaire du Fils et avec l'Esprit Saint. MENSAJE DEL DÍA 7 DE OCTUBRE DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LUZ AMPARO: ¿Me
dais permiso, Señor, para sentarme?
EL SEÑOR: Siéntate, hija mía. Hija mía, aquí estoy, el Hijo de María Virgen e Inmaculada. Quiero que se venere a mi Madre con los títulos que la Divina Majestad de Dios le ha otorgado. Que los hombres quieren hacer desaparecer el nombre de María Virgen; la quieren dejar como mujer del hombre no como Madre de Dios. Hijos míos, veneradla, porque es la Puerta del Cielo, porque Dios la quiere para la salvación de la Humanidad. Los hombres,
hija mía, tienen ojos y no ven, y orejas y no oyen. Yo traigo la
palabra para hacer cambiar los corazones de los hombres, y los hombres,
hija mía, en vez de escuchar mi voz y convertirse, se mofan de mis
palabras. Hija mía, hay que hacer mucha penitencia, mucho sacrificio,
para que las almas vuelvan la mirada a Dios. El mundo está sin Dios,
y los hombres son monstruos que matan sin respetar las leyes de Dios; profanan
sus cuerpos, hija mía, instrumento de santificación, y sus
almas, herencias de Dios por el Bautismo. Dicen que no sufro; ¿cómo
no voy a sufrir, hija mía, viendo la situación de la Humanidad?
Y lo que más angustia mi Corazón es ver a mis almas escogidas
cómo se desvían del redil.
LUZ AMPARO: ¡Ay,
Señor!, yo pido por ellas y me ofrezco víctima de reparación.
EL SEÑOR: Todos los pecadores, hija mía, me causan dolor, pero mi Corazón siente mucha amargura por mis almas, por mis sacerdotes, por mis consagrados. Hijos míos,
venid a mí, que por muy graves que sean vuestras culpas, mayor es
mi misericordia, hijos míos. Amad a la Iglesia, hijos míos,
obedecedla. El mundo sin Dios está enfermo; por eso, hijos míos,
tenéis que trabajar mucho para sanar las almas. No os abandonéis,
hijos míos, ¡os ama tanto mi Corazón!; pero vosotros,
hijos míos, me despreciáis, me humilláis. Y aquéllos
que sois buenos, hijos míos, no os dejan porque...
LUZ AMPARO: ¡Ay,
ay, Dios mío!...
EL SEÑOR: Ni entráis
ni dejáis entrar en el Cielo, hijos míos.
LUZ AMPARO: ¡Ay,
Dios mío!, te pido por todos.
EL SEÑOR: Lo que más angustia mi Corazón, hija mía, es la infidelidad de mis almas consagradas, es el desamor de mis sacerdotes. Los ama tanto mi Corazón, y cuántos de ellos corresponden muy mal a este amor. Los hombres han olvidado el sacrificio y la penitencia, y por eso el mundo camina hacia la perdición, hija mía. Orad, hijos
míos, orad, haced penitencia y sacrificios para poder salvar a la
Humanidad. El mundo está en manos de Satán. Sólo con
oración, hijos míos, con sacrificio y penitencia huirá
el maligno, hijos míos. ¡Los hombres, hija mía, afligen
tanto mi Corazón!
LUZ AMPARO: Señor,
yo quiero reparar el pecado de todos los hombres. Ayúdame a ser
fuerte. Dame fortaleza, Señor.
EL SEÑOR: Hija mía, el sacrificio y la penitencia hacen mucho bien a las almas, pero las almas no saben orar ni sacrificarse, y por eso a los hombres los posee Satanás. ¿No veis la situación del mundo, hijos míos?; que los hombres no se respetan unos a otros, que en los hogares no hay amor ni paz, que las madres matan a sus hijos dentro de sus entrañas, que en la mayoría de los conventos están aletargados, y mis sacerdotes queridos se desvían de su ministerio; ora mucho por ellos, hija mía. Sacrificio pido y penitencia. Oración, hijos míos. Haced visitas al Santísimo. Acercaos a la Eucaristía y pasad por la Penitencia, hijos míos. Volved, hijos míos, al camino de la perfección. Cumplid las leyes, los diez mandamientos, hijos míos. Amad nuestros Corazones. Y vosotros,
sacerdotes queridos de mi Corazón, venid a mí, que yo os
daré felicidad en la Tierra y en la eternidad. Orad por los pobres
pecadores, hijos míos, orad y haced penitencia.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para los pobres pecadores... Os bendigo,
hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el
Espíritu Santo.
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4 novembre 2000
Notre Seigneur : Ma fille, il faut
continuer à réparer pour ces âmes. Ces âmes se
sont introduites dans le monde. Leur infidélité, ma fille,
les empêche de retourner sur le véritable chemin ; ils ne
pensent, ma fille qu'au sang, à la chair, et au foyer qui les a
vus naître. Ils se sont donnés à Dieu, ma fille, mais
ils ne Le suivent qu'à moitié. N'est-il pas triste, ma fille,
que des âmes si chères ne Me suivent qu'à moitié
?
Une âme du Purgatoire : Merci, merci pour tant de prières dédiées à nos âmes. Merci parce que beaucoup d'entre nous, nous n'avons pas reçu une seule prière de nos êtres chers. Nous avons reçu des larmes, mais pas de prières, et les larmes ne nous ont servi à rien. Regarde, ma soeur, quelle horrible souffrance ressentent nos âmes, parce que nous sommes privées de prières, et quel soulagement nous éprouvons lorsqu'une prière vient vers nous. En effet, le plus grand des tourments de la terre est le plus petit que nous subissons ici. On ne peut pas comparer les souffrances de la terre avec celles du Purgatoire ; (ici) le plus petit tourment est plus douloureux que n'importe quelle souffrance de la terre, aussi grande et douloureuse qu'elle soit. Notre douleur est plus grande qu'aucune autre douleur, parce que nous désirons voir Dieu, nous avons un désir immense de voir Dieu. Priez pour nous, afin que nous puissions aller vers le Créateur. Beaucoup d'entre nous sommes ici depuis des milliers d'années, parce qu'il y a très peu de prière. Nos familles nous aiment et nous chérissent beaucoup, mais quand nous cessons d'exister, elles ne font que verser des larmes, elles ne font pas de prières et ne participent pas au Saint Sacrifice de la Messe, qui a une si grande valeur pour nous. Présentez des suffrages pour nous, offrez pour nous des prières, et nous aussi nous collaborerons un jour avec vous, pour vous aider. Regarde toute la puissance d'une seule prière remplie de charité et d'amour... Luz Amparo : oh, comme elles volent vers le Ciel ! Oh! Oh! Oh! L'âme du Purgatoire : Oh! merci, merci pour les prières. Nous ne pouvons rien dire d'autre que merci. Luz Amparo : Oh, quelle grandeur, mon Dieu, oh!... L'âme du Purgatoire : La charité a une grande valeur pour soulager nos peines et pour nous permettre de parvenir à la Gloire du Ciel, avec la prière et le Saint Sacrifice de la Messe. Priez pour nous. Merci encore. Notre Seigneur : Tu vois, ma fille,
combien la charité et l'amour sont utiles ? Or les hommes ne s'aiment
pas eux-mêmes et ne s'aiment pas les uns les autres. Comment se souviendraient-ils
des autres ! C'est pourquoi, ma fille, la Terre subit tant de châtiments.
Depuis combien d'années t'ai-Je dit qu'il y aurait des trombes d'eau,
des ouragans, des mers débordées, des nations englouties
sous les décombres, parce que les hommes ne tournent pas leur regard
vers Dieu ! Sans Dieu, mes enfants, l'homme n'est rien, c'est un mort,
ma fille, un mort vivant. Et ceux qui se disent chrétiens pratiquants
et qui participent au péché des hommes, et qui pèchent
par omission en ne s'écartant pas de ceux qui offensent Dieu et
en ne les oubliants pas ! Que vous êtes cruels, mes enfants, comme
vous prenez part à l'offense faite à Dieu ! Changez vos vies
et aimez Dieu par-dessus toutes choses ! Qui observe ce commandement, mes
enfants ? Ni les laïcs, ni les prêtres, ni les religieux. Tous
font passez leur père, leur mère, leur frère, leur
soeur, avant Dieu leur Créateur. Aimez Dieu, votre Créateur,
mes enfants. Observez les Commandements. Tous ceux qui observeront les
Commandements seront sauvés. Aimez-vous les uns les autres, mes
enfants. Pratiquez la charité. Combien d'âmes, qui sont venues
en ce lieu, se sont sauvées et jouissent maintenant de l'éternité
(bienheureuse)! Voilà, en vérité, une joie pour nos
Coeurs.
Luz Amparo : Oh, quelle beauté ! Notre Seigneur : Soyez fermes, mes enfants, et persévérez. Ne vous lassez pas, mes enfants ! Venez, priez le saint Rosaire. Venez en ce lieu, et Je vous bénirai, mes enfants. Aimez-vous les uns les autres, voilà le Commandement le plus important, mes enfants. La Très Sainte Vierge : Je
vous bénis, mes enfants, comme le Père vous bénit,
par l'intermédiaire du Fils et avec l'Esprit Saint.
MENSAJE DEL DÍA 4 DE NOVIEMBRE DE 2000, PRIMER SÁBADO
DE MES,
¡Ay, pastores de mi Iglesia, que no os conducís por el camino de la verdad, y os dejáis arrastrar por los halagos de la carne y de la sangre y vuestras amistades, hijos míos! Renunciad a lo doméstico, a la carne y a la sangre, y seguid a Dios, vuestro Creador. Ocupaos de las almas, hijos míos, que hay muchas almas que os necesitan, y no os preocupáis de ellas. Grita, hija mía, para que los pastores de mi Iglesia oigan mi voz y la transmitan a los hombres; que Dios está triste, porque los hombres han abandonado la mirada de Dios, y han cubierto la Tierra de crímenes y de pecados. Guías de los pueblos, enseñad a los hombres el Evangelio. Enseñadles que vayan a la Iglesia y que se alimenten de los canales que hay en ella, y beban de las fuentes de gracia. Que los hombres se han abandonado y el mundo está en manos de Satanás. ¿No lo veis, hijos míos? No os hagáis los sordos y coged los frutos buenos y seleccionadlos. ¡Ay, hijos míos, que os hacéis los sordos y no queréis escuchar mis palabras! Vuestra soberbia no os deja ver ni oír, hijos míos. ¿Quién sois vosotros para limitar a Dios? Dios se manifiesta a quien quiere, como quiere y cuando quiere. ¿Cómo sois tan obstinados y os empeñáis en no escuchar la palabra de Dios? Revisad vuestras vidas y veréis a lo que baja Dios a la Tierra: a enseñaros que cumpláis con el Evangelio. Sólo a recordároslo, hijos míos; porque muchos de vosotros os habéis desviado y vivís según vuestros gustos. Predicad a los hombres, hijos míos, las verdades que hay escritas y no os dejéis dominar por vuestros gustos y vuestros caprichos. Sed sacerdotes santos, que las almas están muy necesitadas, hijos míos. ¿No veis la invasión, que hay en el mundo, de los demonios? Han invadido el mundo, hijos míos; tenéis que ayudar a las almas a sacarlas de las tinieblas que las tiene Satanás. Muchas almas no encuentran consuelo donde descargar sus culpas, y muchas quieren liberarse de Satán, pero no encuentran sacerdotes preparados para expulsar los demonios de sus espíritus. Hijos míos, sólo os pido que enseñéis a los hombres las verdades del Evangelio, para que los hombres vuelvan la mirada a Dios y se arrepientan. ¡Ay, juventud, juventud empedernida! ¿No os dais cuenta, hijos míos, que el demonio quiere apoderarse de vuestras almas y os introduce en los placeres, en los gozos? ¡Ay, hombres de poca voluntad, que no aceptáis ni las leyes naturales, ni las divinas! ¿No os aceptáis vosotros mismos como sois, hijos míos? Aceptaos como hombres los que sean hombres y como mujeres las que sean mujeres. No adulteréis vuestro cuerpo, hijos míos; son templos del Espíritu Santo. No toméis malas inclinaciones, hijos míos. Bebe unas gotas del cáliz del dolor, hija mía, por tantas ofensas como cometen estas almas... Hija mía, cuánto dolor causan a mi Corazón los pecados de impureza de los hombres, de no aceptarse cada uno como es. Y cuánto dolor causan a mi Corazón mis almas escogidas, que también hay muchas que no se aceptan como son. ¿Cómo Dios no va a estar triste viendo a sus criaturas que se inclinan por el mal sin querer aceptarse a sí mismos ni aceptar la voluntad de Dios? ¡Ay, hombres, que habéis dejado la oración y no conocéis el sacrificio ni la penitencia! Por eso el mundo está en las condiciones que está, hijos míos; porque los hombres pisotean las gracias y pisotean los sacramentos. Acercaos a la Penitencia, hijos míos, al sacramento de la Eucaristía. Todo el que coma mi Cuerpo y beba mi Sangre tendrá vida eterna. Amad a la Santa Iglesia, acercaos a ella, hijos míos; ella os enseñará a amar a Dios. Amad al Santo Padre. Y vosotros, sacerdotes, obispos, cardenales, obedecedle a ese santo varón, y protegedle. ¡Cuánto sufre por las desobediencias, hijos míos! Es un santo varón como jamás ha habido en la Tierra; un varón entregado a Dios y uniendo a los hombres, sin importarle razas ni colores, sin mirar por sí mismo, sino mirando por los demás constantemente. Imitadle, hijos míos, imitadle, y veréis cómo camináis por el camino de la perfección. Orad, hijos míos, no os olvidéis de la oración; con la oración, el demonio huye de las almas. Y orad mucho para que haya sacerdotes santos, que puedan expulsar las almas de los enemigos que se introducen dentro de ellas. (1) Satanás es muy astuto y se introduce dentro de las almas, para ir contagiando unas a otras; tened cuidado, hijos míos, no os abandonéis en los sacramentos, orad mucho, que Satanás huye con la oración. Sí, hijos míos, quiero almas que sean capaces de darlo todo por mi amor, no que se queden en el tiempo, en los apegos de la carne y de la sangre y del hogar; que la mayoría se despegan de Dios para apegarse a lo mortal. Seguid orando, hija mía. Mira cuántas almas hay, por vuestra oración, a punto de llegar al Cielo. Una de ellas va a ser portavoz de todas.
ALMA DEL PURGATORIO: Gracias, gracias por tantas oraciones dedicadas
a nuestras almas. Gracias porque muchas de nosotras no hemos recibido ni
una sola oración de nuestros seres queridos. Hemos recibido lágrimas,
pero oraciones no, y las lágrimas no nos han servido de nada. Mira,
hermana mía, qué sufrimiento tan horrible sienten nuestras
almas, porque carecemos de la oración, y qué alivio sentimos
cuando viene una oración a nosotros; porque el más grande
tormento que hay en la Tierra es el más pequeño que sufrimos
nosotros aquí. No se puede comparar los tormentos de la Tierra con
los tormentos del Purgatorio; el más pequeño es más
doloroso que cualquier sufrimiento de la Tierra por muy grande y muy doloroso
que sea. Nuestro dolor es más grande que ningún dolor, porque
deseamos ver a Dios, tenemos ansias inmensas de ver a Dios. Orad por nosotras
para que podamos ir al Creador. Muchas estamos aquí millones de
años porque hay muy poca oración. Nuestras familias nos quieren
y nos aman mucho, pero cuando dejamos de existir sólo echan lágrimas,
no hacen oración ni oyen el Santo Sacrificio de la Misa, que tiene
tanto valor para nosotras. Haced sufragios por nosotras, ofrecednos oraciones,
que nosotras también colaboraremos un día con vosotras, para
ayudaros. Mira cuánto puede hacer una sola oración llena
de caridad y de amor.
LUZ AMPARO: ¡Ay, cómo vuelan al Cielo! ¡Ay...!
ALMA DEL PURGATORIO: ¡Gracias, gracias por las oraciones!
No podemos decir otra palabra, nada más que gracias.
LUZ AMPARO: ¡Ay, qué grandeza, Dios mío!
¡Ay...!
ALMA DEL PURGATORIO: La caridad vale mucho para calmar nuestras
penas y para llegar a la Gloria, la oración y el Santo Sacrificio
de la Misa. Orad por nosotros. Gracias, otra vez.
EL SEÑOR: ¿Ves, hija mía, cuánto sirve la caridad, el amor? Y los hombres no se aman ellos mismos, ni unos a otros. ¡Cómo se van a acordar de los demás! Por eso, hija mía, la Tierra es tan castigada. ¡Cuántos años, te dije que vendrían trombas de agua, huracanes, mares desbordados, naciones engullidas bajo los escombros, porque los hombres no vuelven su mirada a Dios! Hijos míos, sin Dios el hombre no es nada, está muerto, es un muerto viviente, hija mía; y aquéllos que se llaman cristianos practicantes, y participan en el pecado de los hombres y pecan de omisión, sin retirarse y olvidarse de aquéllos que ofenden a Dios. ¡Qué crueles, hijos míos; cómo sois partícipes de la ofensa a Dios! ¡Cambiad vuestras vidas y amad a Dios sobre todas las cosas! ¿¡Quién cumple este mandamiento, hijos míos!? Ni los laicos, ni los sacerdotes, ni los religiosos. Todos anteponen antes a su padre, a su madre, a su hermano, a su hermana, antes que a Dios su Creador. Amad a Dios vuestro Creador, hijos míos. Cumplid los mandamientos. Todo el que cumpla los mandamientos se salvará. Amaos los unos a los otros, hijos míos; practicad la caridad. ¡Cuántas almas, que han llegado a este lugar, se han salvado y están gozando de la eternidad! Eso sí que es un gozo para nuestros Corazones. Acudid a este lugar, hijos míos, que
yo cambiaré vuestras vidas y os enseñaré a amar a
la Iglesia y a frecuentar los sacramentos. Amad nuestros Corazones, hijos
míos. ¡Cuántas almas de las que acuden a este lugar...!
LA VIRGEN: Mira qué gozo, hija mía, mira,
qué gozo siente nuestro Corazón de tantas y tantas avemarías
que alegran nuestros Corazones, y son jardines que tienen preparados en
el Cielo por cada avemaría.
LUZ AMPARO: ¡Oy, qué belleza!...
EL SEÑOR: Sed firmes, hijos míos, y perseverad.
No os hartéis, hijos míos. Venid, rezad el santo Rosario.
Acudid a este lugar, que yo os bendeciré, hijos míos. Amaos
unos a otros, ése es el mandamiento más importante, hijos
míos.
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
(1) Frase de construcción equívoca. Al transmitir la vidente
el contenido del mensaje, en este punto, parece omitir una preposición
y trasponer otra. Salvando el sentido que consideramos propio, quedaría,
pues, así: “Y orad mucho para que haya sacerdotes santos, que puedan
expulsar de las almas a los enemigos que se introducen en ellas”.
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2 décembre
2000
La Très Sainte Vierge : Me voici, ma fille, Moi qui suis la Mère des délaissés. Notre Seigneur : Bois quelques gouttes
du calice de la douleur, ma fille (Amparo boit et tousse). C'est amer,
ma fille, mais en même temps cela te fortifie.
Quand à vous, n'ayez pas peur
de ceux qui veulent vous détruire. Je suis avec vous, qui pouvez-vous
donc craindre ? Et ne passez pas tellement les messages au crible. Le message
divin est très difficile à comprendre, mes enfants. Toi,
ma fille, communique-le en entier, et ne t'inquiète pas si chacun
le comprend à raison de son intelligence. Mon temps n'est pas le
temps de la Terre, et mes paroles sont imprégnées de grâce
et de vie éternelle.
Prière
Je le répète encore
une fois, mes enfants ; ne soyez pas des fonctionnaires, soyez des pasteurs
de mon Église ; réunissez les troupeaux qui sont éparpillés,
et apprenez-leur les vérités de l'Évangile ; et surtout,
mes enfants, Je vous demande la charité ; usez de votre charité
avec le prochain. Le plus important, c'est l'amour. Comment pouvez-vous
avoir l'âme tranquille, mes enfants, alors que vous persécutez
les âmes qui essaient de vivre l'Évangile ?
Aimez nos Coeurs. Venez contrits et repentis. Donnez un témoignage de vie, mes enfants, par votre exemple, même si le méchant ne veut pas voir ; c'est celui qui a la grâce qui sait discerner, mais celui qui est dans les ténèbres n'aura jamais ce discernement. Pénitence et sacrifice, mes enfants. La Très Sainte Vierge : Levez
tous les objets ; ils seront tous bénis avec des bénédictions
spéciales pour les pauvres pécheurs. Venez en ce lieu, vous
y recevrez des grâces corporelles et spirituelles, mes enfants.
MENSAJE DEL DÍA 2 DE DICIEMBRE DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: Hija mía, aquí estoy como Madre
de los desamparados.
EL SEÑOR: Bebe unas gotas del cáliz del dolor,
hija mía... Es amargo, hija mía, pero al mismo tiempo te
fortalece. Ámame mucho, hija mía, y hazme amar. Repara tus
miserias, hija mía, y las miserias de los demás. Cuando yo
veo que las almas reparan las miserias de los demás y las suyas
propias, mi Corazón se vuelca en ellas y yo me refugio en sus corazones.
Cuando las veo que tienen deseos de amarme, no me importan sus miserias,
me importa su amor. Por eso te pido, hija mía, que hagas porque
las almas me amen, y no te angustien las difamaciones, las calumnias. Pide
por esas pobres almas que quitan del Evangelio y ponen lo que les agrada;
ellos hacen un Evangelio a su gusto; por eso, siempre ven la misericordia,
pero no ven mi justicia. Y mi justicia es igual que mi misericordia. Y
la aplicaré con ellos para que vean mi justicia, para que no vayan
diciendo a los hombres que sólo empleo mi misericordia. Soy Juez
Supremo de vivos y muertos. Que mi Corazón se vuelca hacia las almas
que tienen deseos de amarme, de ser fieles y de respetarme. Pero, hija
mía, ¡cuánto sufre mi Corazón por la infidelidad
de mis almas! Por eso pido, como un mendigo, un poco de amor. ¿Y
sabes quién detiene mi ira, hija mía? Esas almas que tienen
deseos de amarme, ésas son las que sujetan mi brazo. Mira, hija
mía, los hombres dicen que no empleo mi justicia. Si no emplease
mi justicia, no estarían éstos en este lugar, estarían
todos en este otro, hija mía.
LUZ AMPARO: (Durante unos instantes, tiene una visión
del Infierno). ¡Ay, ay! ¡Ay, qué horror! ¡Ay,
qué horror! ¡Ay!
EL SEÑOR: Pero no quiero que tu corazón sufra. Mira la felicidad de estos otros, hija mía; todos han llegado a mí por el amor, por la obediencia, por la fidelidad. Todos han llegado a este lugar, por muy pecadores que sean; si ellos tienen voluntad y vienen a mí, yo los perdono, y les abro los brazos, y les doy un abrazo eterno. Pero aquéllos que no quieren hacer mi voluntad, y matan a los seres, se convierten en fieras heridas por el odio y por el desprecio a las almas, hija mía. Yo, todo amor, enseñé a los hombres a amarse, y ¿en qué han convertido mi mandamiento, hija mía? En desunión, en odios, en destrucción. Yo, que bajé a darles vida a las almas, hija mía, con mi muerte; mira qué mal correspondieron a ese amor. Yo, que sufrí tanto por ellas, que mi Corazón era un volcán de fuego e instituí la Eucaristía para que todos viniesen a alimentarse de mi Cuerpo y de mi Sangre; la instituí por amor, y ¿qué hacen, hija mía? ¿Cómo corresponden a ese amor? Pisoteando mi Cuerpo. ¿Cómo me reciben muchas almas, hija mía? En pecado mortal. ¡Cuántos sacrilegios cometen con mi Cuerpo, hija mía! Yo, que dije: “El que coma mi Cuerpo y beba mi Sangre tendrá vida eterna”, también sufro porque veo que a muchos les sirve de condenación porque me reciben en mal estado, hija mía. Por eso pido: ¡hijos míos, id al sacramento de la Penitencia, confesad vuestras culpas!, y después venid a recibir el Cuerpo de Cristo. Pero no sembréis vuestra condenación recibiéndome en mal estado, hijos míos. Acercaos al sacramento de la Penitencia, que muchos de vosotros no os acercáis, hijos míos. Confesad vuestras culpas, hijos míos, y recibidme dignamente. No ultrajéis más el Cuerpo de Cristo, hijos míos. Id a la Penitencia: el sacerdote perdonará vuestras culpas, y acercaos a la Eucaristía, que yo os daré fortaleza y avivaré vuestra fe para que permanezcáis en mi amor. Todo aquél que permanece en mi amor, yo estaré siempre con él. Hijos míos, amaos unos a otros; caridad pido entre los hombres. Y todo aquél que siga mi camino, tendrá un lugar en la eternidad junto a mí, hija mía. Y vosotros, guías de los pueblos: explicad a los hombres las verdades del Evangelio; no os comáis lo que queréis y añadís lo que queréis también, hijos míos. ¡Ay de vosotros, aquéllos que quitáis o ponéis! ¡Cómo os asustan mis mensajes catastróficos —como decís vosotros, hijos míos— y no os fijáis en la Biblia! ¿O es que no creéis en ella? Es palabra de Dios; explicadla según está escrita, hijos míos, y enseñad a los hombres las verdades. ¿Cómo os coméis lo que queréis? Vuestra infidelidad, hijos míos, os ha dejado ciegos y, por eso, escondéis lo que queréis y habláis lo que no debéis. ¿No os da miedo, hijos míos, que puedo aplicar mi justicia sobre vosotros? ¿Cómo perseguís a los que intentan vivir el Evangelio, si el que está conmigo no está contra mí? ¿Qué motivos tenéis, hijos míos, para perseguirlos, calumniarlos? ¿No os remuerde la conciencia, hijos míos? ¿Dónde está vuestra caridad, vuestro amor al prójimo? Quedaos con lo bueno y no busquéis siempre lo negativo. ¿Quién sois vosotros para decir a todo un Dios a quién tiene que manifestarse, dónde y cuándo? Y me limitáis también el tiempo. Si tuvierais fe, hijos míos, no os asustaríais de nada. ¿No será que no estáis tranquilos vosotros? Buscad lo positivo y no destruyáis las almas. Y vosotros, no tengáis miedo a aquéllos que os quieran destruir. Yo estoy con vosotros, ¿a quién vais a temer? Y no escudriñéis tanto el mensaje. El mensaje divino es muy difícil entenderlo, hijos míos. Tú, comunica todo mi mensaje y no te angusties, hija mía, que cada uno lo entienda a razón de su inteligencia. Mi tiempo no es el tiempo de la Tierra y mis palabras están impregnadas de gracia y de vida eterna. Hay almas en el Purgatorio, lo repito, siglos de mi tiempo, no del vuestro, hijos míos. Y sobre el Santo Padre, hijos míos, os lo repito: un varón santo en la Tierra, mártir por la Humanidad, que une a los pueblos y a naciones enteras. Ése es un santo varón. Y repito: después de Pedro, el santo más santo de todos los papas. Pero, hijos míos, si el que está en gracia sabe discernir todo. Amad mucho a las almas, y pedid mucho por la Iglesia y por los que la componen, hijos míos; por el Vicario de Cristo. Orad, hijos míos, orad. No os abandonéis en la oración, el mundo está en esta situación porque los hombres no elevan su mirada a Dios, y los hogares están sin Dios, y los hombres anteponen todo a Dios. Y mi Corazón está triste por mis almas queridas. Repito otra vez, hijos míos: no seáis funcionarios, sed pastores de mi Iglesia; reunid los rebaños que están esparramados, hijos míos, y enseñadles las verdades del Evangelio; y, sobre todo, os pido, hijos míos, la caridad; emplead vuestra caridad con el prójimo. El amor es lo más importante. ¿Cómo, hijos míos, podéis tener vuestra alma tranquila persiguiendo a las almas que intentan seguir el Evangelio? Y enseñad a los hombres que soy Juez, y que los juzgaré según sus obras, y que Dios no es catastrófico, pero Dios es Juez y juzgará a cada uno según su comportamiento. Y vendré a la Tierra y traeré la guerra, y la madre irá contra el hijo, el hijo contra la madre, la suegra contra la nuera, la nuera contra la suegra, hermanos contra hermanos, para todos aquéllos que hayan rechazado mi palabra y que pisotean el Evangelio y que ponen y ponen lo que a ellos les gusta. ¡Ay de aquéllos que no creen en mi justicia!, cuando la emplee sobre ellos, hijos míos, ¡qué horrible será! Orad, haced sacrificios y ayunos, hijos míos.
Pedid por los pobres pecadores. Amaos unos a otros, estad unidos todos,
hijos míos, para que todos caminéis juntos y nadie os derribe.
Vuestro silencio es importante, hijos míos, aunque el enemigo no
aprende de vuestros silencios. Pedid por mis almas, por mis pastores, y
cambiad vuestras vidas, hijos míos. Amad nuestros Corazones. Venid
contritos y arrepentidos. Dad testimonio de vida, hijos míos, con
vuestro ejemplo, aunque el malvado no querrá ver, porque el que
tiene la gracia es el que ve, pero el que está en tinieblas nunca
verá. Penitencia y sacrificio, hijos míos.
LA VIRGEN: Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores. Acudid a este lugar, que recibiréis gracias corporales y espirituales, hijos míos. Os bendigo, hijos míos, como el Padre
os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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